+21

+21


10. Aquí no pasa nada

Página 13 de 57

10

Aquí no pasa nada

Dawson

—Era una broma. —No deja de reír.

La miro e intento descifrar si es una risa honesta o una nerviosa, pero debido a que la conozco poco no logro identificarlo realmente y termino por reír con ella. Tiene que estar siendo sincera, porque me dijo que es una chica tímida y medio torpe y que por alguna razón (por la manera en la que nos conocimos) conmigo se libera. No la puedo imaginar dibujando a personas teniendo sexo; es hasta gracioso, así que reímos juntos durante un par de minutos.

Cuando nuestras risas se calman la observo con las mejillas ruborizadas y ella baja la mirada hacia sus pies. Tengo que admitir que en nuestra cita simulada me lo he pasado bastante bien, tanto que por unos breves momentos olvidé el propósito. El único tropiezo en nuestra cita falsa fue el comienzo con su exnovio, el señor musculoso. En serio, el tipo era realmente fuerte, pero no me dejé intimidar ni siquiera cuando me llamó flacucho. Sé que soy de complexión delgada, igual que Drake, incluso cuando ambos nos ejercitamos y tenemos los abdominales tensos, marcados y fuertes. No me molesta, me gusta mi cuerpo y, por la atención que recibo, parece que a las mujeres también. Sin embargo, ese tonto dijo algo que se quedó en mi cabeza y que me hace abrir la boca ahora para preguntar:

—¿Te gustan únicamente los tipos musculosos?

—¿Que me gustan qué? —Se vuelve y me mira con desconcierto, y yo me aclaro la garganta.

—Eh… El tipo de hace unas horas, tu ex…

—Francisco —masculla—. No, no es que tenga alguna debilidad por los tipos musculosos, y él ni siquiera estaba tan fuerte cuando comenzamos a salir. O sea, sí, pero no tanto como ahora, que parece que me pueda romper. Y Kellan es fuerte como él, fuerte de verdad, pero es casualidad, porque me gustó su sonrisa y él ni siquiera es guapo. Es simpático, pero bueno… Quiero decir, saldría totalmente contigo, no es que tenga fetiches con musculosos.

—¿Estás diciendo que soy un flacucho? —Bromeo, y su sonrojo crece—. Tu ex se comportó como un idiota.

—Sí, pero ¿sabes? No es una mala persona, solo creo que es egocéntrico y no quiere aceptar que lo superé, porque fuimos la típica pareja que termina y vuelve todo el tiempo. Cuando fue definitivo, no es un secreto que sufrí, incluso si fui yo quién lo terminó. Espero que no se vuelva molesto, porque sé que ha salido con otras y yo lo dejo tranquilo, y él no debería estorbarme.

—Esperemos que no te fastidie tus citas con Kellan.

—¿Citas? Apenas tendremos una.

—Pero basándome en nuestra cita de prueba, quedará tan encantado que querrá más. Si esta cita hubiese sido real, sin duda te pediría otra.

Me sonríe y se muerde el labio, y ese gesto llama mucho mi atención, por lo que desvío la mirada al frente con rapidez.

—¿Qué hay de ti? Esta cita me dejó desconcertada de que estés soltero. Aunque no quiero asumir nada, tal vez te gusta estar soltero y vivir felizmente.

—Sí, estoy viviendo felizmente soltero. —Vuelvo mi atención a ella—. Hace unos meses tuve una novia o algo así, es confuso. Nos conocimos por Martin, porque usó una foto mía. De hecho, fue cuando supe que lo hacía, aunque supongo que antes también me usaba.

—Ese infeliz, lo desprecio muchísimo, y a veces tiene la osadía de escribirme en mis redes.

—Si te llegas a sentir incómoda o te acosa, no dudes en decirlo, Mérida, ¿vale? —pregunto con seriedad, y ella asiente—. Sobre Leah, que así se llama la chica, teníamos mucha química y de verdad me gustaba. Incluso estaba empezando a quererla o ya lo hacía —digo, y sonrío—, pero el tema de mi amistad con Martin y la falta de comunicación entre nosotros hacía que avanzáramos muy lentamente. No sabes lo frustrante que es desear tanto que algo suceda, pero que ambos estén paralizados y confusos sobre ello.

»Así que al final nunca lo formalizamos ni hablamos realmente sobre lo que sentíamos o queríamos, y luego ella tenía que irse a Australia para ayudar a su mamá, porque enfermó de algo bastante delicado. Entonces fue cuando verdaderamente hablamos y nos dimos cuenta de que la química y el deseo estaban ahí, pero ninguno lo impulsó lo suficiente como para llegar a algo más, y ahora somos amigos y es un poco medio incómodo por la distancia.

—¿Todavía te gusta?

Pienso en su pregunta detenidamente. Sí, me gusta Leah y eso está bien, no hay nada malo en sentir atracción y cariño hacia alguien con quien saliste, siempre que tengas las emociones claras.

—Sí, me gusta. Me gusta como amiga y por la persona que es, me gusta lo que pudimos haber sido, pero sé que no tendremos una relación y tampoco lo espero. —Le sonrío—. Fue chocante en un principio, pero lo superé. No estaba enamorado, aunque sí ilusionado. Todo fue rápido e intenso, por lo que en su momento me resultó confuso.

—¿Me estás diciendo que si ella volviese no lo intentarías de nuevo?

—No lo haría, ya no es lo mismo y creo que la distancia nos centró a ambos. A veces te gusta una persona y tienen química, pero eso no significa que tenga que haber una relación. No creo que lo intentara de nuevo.

—Suenas tan determinado que te creo. ¿Por eso no tienes novia ahora?

—Estoy decidido a mantenerme soltero durante un tiempo mientras logro un poco de estabilidad en el trabajo. He estado en varias relaciones. De hecho, no es por presumir, pero soy un buen novio.

—Te creo. —Se mira los pies—. Puedo imaginarlo.

—Pero sí estoy en rollos casuales.

Lo que es un poco irónico, es decir, no siempre tengo novia, y estando soltero suelo tener aventuras, pero es irónico que el gemelo que era más sexo que compromiso ahora tiene novia y el que sí estaba abierto a relaciones serias ahora quiere solo sexo.

—Volviendo a lo que dibujas, ¿qué haces? —pregunto, centrando de nuevo la conversación.

Las mejillas se le ruborizan y ese color baja por su cuello. De manera momentánea me pregunto hasta dónde llega el rubor, pero rápidamente me distancio del pensamiento.

—Dibujo a personas… Eh… ¿Sabes la página Imaginetoon? Es como hacer mangas, pero teniendo tu propio estilo. —Se pasa una mano por el cabello corto—. Hago ese tipo de cosas.

—Personas… ¿haciendo qué?

—Ya sabes, cosas cotidianas como… caminar.

—Pero ¿tiene algún contexto? ¿Situaciones?

—Oh, sí, es como narrar breves historias, es emocionante. Mi fuerte no es escribir historias, pero le doy un par de diálogos. Lo que me gusta es dibujarlo.

Pienso en Alaska, que es escritora y le va muy bien en esa aplicación, JoinApp. Todavía no he leído nada, pero la descargué por curiosidad. Tal vez Alaska y Mérida harían un gran equipo si algún día hipotéticamente se conocieran.

—Creo que me gustaría ver tus dibujos.

—Eh, no, soy recelosa, aún no me siento lista. —Desvía la mirada.

—Apuesto a que eres muy talentosa. —Sonrío—. Tengo esa intuición. ¿Y sabes qué, Mérida del Valle?

—¿Qué, Dawson…? —Entiendo que quiere que lo complete.

—No tengo segundo nombre.

—¡Rayos, tendré que buscarte uno que suene bien! Por hoy será Dawson Margarito.

—¿Margarito? —pregunto con diversión, y ríe de mi pronunciación.

—Solo imagina a tu madre llamándote enojada: «¡Dawson Margarito!». Es tu nombre por hoy.

—Vale, pero a lo que iba. Espero algún día tener el honor de ver lo que dibujas, porque estoy seguro de que me encantará.

—Yo… No estoy tan segura.

—Yo sí.

—Bueno. —Se encoge de hombros aún ruborizada.

Nuestras miradas se encuentran y es un poco intenso, y una vez más mi mirada baja de forma momentánea hacia sus labios carnosos. Decido que es el momento de irme, por lo que termino poniéndome de pie y extendiendo una mano para ayudarla a levantarse.

—Fue un placer tener una cita falsa contigo, Mérida del Valle. Estoy seguro de que te irá genial en tu cita real, y si necesitas cualquier tipo de ayuda, puedes llamarme o escribirme. Ya luego nos organizamos para cambiarle la venda al Señor Enrique.

—Gracias por haber salido conmigo, lo pasé muy bien. —Me sonríe y le devuelvo el gesto.

Ambos nos damos cuenta de que todavía nos sostenemos de la mano y la libero con una pequeña risa antes de girarme y dirigirme a mi auto. Antes de subir, me vuelvo y la encuentro mirándome. Alzo la mano en despedida y me devuelve el gesto con una sonrisa.

Espero atentamente a que mi teléfono suene y exactamente cinco segundos después (los cuento) anuncia una videollamada. Respondo tras tomar una profunda respiración.

—Hola, mi querido Dawson —me saluda una sonriente Leah.

Y automáticamente sonrío y casi me río de mí mismo por haber estado tan asustado sobre tener este tipo de comunicación con ella, porque ya hemos superado que lo nuestro no funcionó y no terminamos enojados entre nosotros.

Leah es una persona muy activa en las redes sociales y constantemente está publicando fotos en su cuenta, por lo que es fácil seguir sus cambios físicos, pero es agradable hablar con ella directamente después de tanto tiempo y descubrir que no tenemos que hacerlo más raro de lo que ya es, por razones obvias.

—Hola, Leah, te veo bastante bronceada.

—Tomo mucho el sol —es su respuesta—. Te ves bien, Dawson, incluso mejor que antes, lo que creía imposible.

—Gracias, mi atractivo no deja de aumentar.

—Tonto. —Se ríe.

Me voy relajando un poco a medida que me pregunta sobre cosas casuales, como si ya me he graduado, cómo va el trabajo y alguna anécdota con los animales que atiendo. Por cortesía, y también con algo de interés, hago preguntas sobre cómo le va en Australia y suena entusiasmada con sus respuestas, aunque me hace saber que extraña a su papá y a quienes se convirtieron en sus hermanos mayores cuando su padre se casó de nuevo.

Luego se hace un incómodo silencio en el que sabes que quieres decir algo pero temes hacerlo. Sin embargo, ella termina por suspirar e intenta dedicarme una sonrisa.

—¿Cómo está tu corazón? ¿Estás viendo a alguien, galán?

—No estoy teniendo relaciones serias —resumo.

—Oh, entiendo.

Se hace otro silencio.

—¿Y tú?

—Estoy conociendo a alguien, o eso creo. No sé qué saldrá de ello, solo es un comienzo.

—Eso es bueno.

—Lo es —dice con torpeza.

No siento celos ni el dolor de un desamor, lo que confirma que dejé nuestra breve historia atrás, pero tengo que admitir que hay un pequeño pinchazo de «No quiero saber de esto».

—Veo que esto es incómodo para ti y me disculpo. Si no quieres hablar de esto, podemos parar.

—No, no tienes que disculparte. —Me siento como un imbécil—. Perdona, solo trato de adaptarme a esto, aún me siento un poco culpable por cómo terminaron las cosas y creo que no tuvimos tiempo de ser amigos como se debe. Ahora es raro e incómodo, pero tal vez más adelante no lo sea. Vayamos con calma, esto parece demasiado nuevo y frágil.

—Está bien, todo sea por ser algo más que tu amiga de Instagram. Y es cierto que fuiste un imbécil, pero veo que separarnos y que no funcionásemos no nos mató. Tal vez no estar juntos era lo correcto.

Asiento y, tras aliviar un poco la conversación, no tardamos en despedirnos diciéndonos que trataremos de hablar más, pero sin saber si eso es realmente cierto.

Es que siento que, pese a querer su amistad, no le encuentro un espacio en mi vida, y eso no me hace mala persona ni a ella tampoco. Simplemente a veces conocemos a personas maravillosas y mágicas con el poder de tener impacto en nuestras vidas, pero no les encontramos un lugar y las dejamos pasar como estrellas fugaces que en su momento brillaron demasiado fuerte frente a nosotros, pero siguieron su curso y brillaron en la vida de alguien más.

Supongo que solo el tiempo dirá cómo termina esto entre nosotros y lo arraigada que estará nuestra amistad.

Estoy comiendo cereales con leche todavía en pijama cuando alguien toca el timbre de casa y oigo que Drake abre la puerta y dice un odioso «Hola» que me llena de curiosidad y me hace salir de la cocina para averiguar quién es la visita que claramente molesta a mi gemelo.

La puerta está a medio abrir, pero mastico con lentitud cuando oigo la voz de Martin disculpándose… con mi gemelo pensándose que soy yo. Aunque ha sido mi «amigo» durante al menos tres años, no reconoce que el hombre de camisa de mangas largas —ocultándole los tatuajes en el brazo— es mi gemelo. ¡Vaya mierda!

Escucho su patético discurso de disculpa en el que básicamente se victimiza sobre lo difícil que es ser amigo de alguien que luce como yo, que sea el segundo al que miran cuando está junto a mí y que todo lo tengo fácil porque incluso logré terminar las clases antes que muchos. Me culpa de tener una familia aparentemente perfecta, lo que le molesta, una posición económica e incluso un hermano famoso.

Continúo comiendo con lentitud hasta que me acabo los cereales y por suerte trago cuando llega al último punto de victimizarse: Mérida.

—¿Ves de lo que te hablo? Incluso ahora la tienes a ella, la chica de mis sueños, siempre todo tú, Dawson.

Hay unos segundos de silencio y espero para ver cómo reacciona mi gemelo haciéndose pasar por mí, porque aparentemente le resulta muy fácil confundirnos a este imbécil.

—Eres horrible. —Hace una pausa—. Ojalá… te quemes en el infierno…, imbécil.

Y le cierra la puerta en la cara.

Bueno, mira, mi gemelo es un tipo rudo, al parecer.

Me estoy riendo cuando Drake se vuelve para mirarme y enarca una de sus cejas. Me dedica una sonrisa ladeada.

—Fue tu amigo… y no te reconoce.

—Lo sé, estoy igual de decepcionado. ¿Cómo no ve que soy más guapo que tú? Debería notar que solo eres una vil copia barata de mi apuesta persona.

—Sueña.

Me acerco, le entrego mi tazón vacío y le pellizco una mejilla antes de abrir la puerta y encontrarme que Martin sigue ahí, mascullando en voz baja cosas que no alcanzo a escuchar.

—¿Drake? —pregunta el muy estúpido, y pongo los ojos en blanco al enseñarle mi brazo libre de tinta—. Dawson…

—Sí, te has victimizado con el gemelo equivocado, pero para tu fortuna no tienes que repetir el discurso. Y no, Martin, no quiero relacionarme contigo. Ha quedado demostrado que no sabes ser un amigo.

—No puedes culparme por tener algo de celos, Dawson, cuando parece que todo lo tienes tan fácil.

—Tan fácil. —Me río—. Así que, como mi vida es fácil, eso justifica que seas un amigo de mierda y me condiciona a perdonar cada cagada que has hecho. Tú no quieres ser mi amigo, quieres seguir usándome como excusa para lamentarte de la vida y hacer mierda como la que hiciste: usar mi foto, contactar con chicas y acosarlas fingiendo ser yo.

—¡No las acosaba!

—¿No? ¡Mérida estaba aterrada! Le enviabas fotos indeseadas y jugabas con su teléfono a tu antojo para desbloquearte. ¿Qué hay de Leah? Lo llevaste demasiado lejos.

—Y aun así las conseguiste para ti, siempre triunfando, ¿no, Dawson?

Entonces, déjame ver si lo entiendo. ¿Quiere convertirme en el culpable de toda esta situación? Es que hay mucho descaro en este hombre al que llamé amigo. Es una mierda.

—Dawson, podemos solucionar esto. Prometo no hacerlo de nuevo, y tú promete no interponer a Mérida entre nosotros.

—No volveré a jugar a esta tontería. Poco me interesa tu amistad y no dejaré a Mérida por ti.

No necesita saber que entre nosotros dos no hay ninguna relación romántica.

—¡No es justo, Dawson! La vi primero, le hablé y le gustó mi ingenio, no tu cara.

—¿De qué hablas? Tú ni siquiera le gustabas. —Estoy seguro de que mi expresión es de desconcierto—. Quería ser tu amiga, no tu novia. No le gustabas ni le gustas.

—¿Es eso lo que te dijo? Claro que le gusto, me decía todo el tiempo lo mucho que quería verme. Y sobre las fotos, Dawson, ¡me las pidió! Me dijo que le enviara fotos, y ella haría lo mismo. Básicamente, me engañó.

»Puede que se vea como un bombón y que actúe como un ángel, pero estaba totalmente en la onda del chat sexual. Fue quien lo inició y me rogó por la foto, pero supongo que te conoció y quiso jugar la carta inocente tras saber que no fuiste con quien habló, que tienes un hermano famoso y dinero. Así son muchas chicas, Dawson. Al menos Leah tenía clase y conocía la fama.

»Dime que lo entiendes y que no caerás en sus mentiras y falsedades. No puedes confiar en Mérida. Es solo una oportunista que quiere atraparte, aprovechando la situación y usándola a su conveniencia. Dawson, lo entiendes, ¿verdad? Sé que tienta, pero hay mejores.

Lo miro con ojos entornados y luego asiento con lentitud. Él sonríe y le devuelvo el gesto, a la vez que me acerco y pongo una mano sobre su hombro de una manera fraternal.

—Me alegra que estemos bien, Dawson. Un par de tetas que, aparte, ni son grandes, no valen la pena. Tal vez ese culazo que tiene sí, pero ni siquiera eso.

Le aprieto con fuerza el hombro hasta hacerle daño. Abre mucho los ojos y borro la sonrisa.

—No vuelvas a hablar así de mi chica. Será mejor que mantengas tu horrible existencia alejada de ella o me conocerás verdaderamente enojado, rata inmunda, animal rastrero. —Lo último sale con una pronunciación rara y seguramente él no lo entiende, pero poco me importa.

Podría decirle toda la letra, pero aún no me la he aprendido. El Señor Enrique es mejor aprendiz que yo, sin duda alguna; él ya es bilingüe para cantar.

—Dawson, pero…

—Dawson, nada. No volveremos a ser amigos, y aléjate de Mérida. Ahora vete de mi casa.

—Somos amigos.

—Un verdadero amigo no me usaría, no hablaría de mi novia como un pedazo de culo y no metería intrigas para que la deje. Fui un idiota una vez al aceptar la tonta premisa de que si salía con Leah te rompería el corazón, pero ahora me importa una mierda tu sucio corazón. He terminado con esto, Martin, no necesito tu falsedad. Ah, y un verdadero amigo no me confunde con mi gemelo después de tantos años.

Dice mi nombre, pero retrocedo y cierro la puerta, y me encuentro a Drake en el mismo lugar en el que lo dejé.

—Es un imbécil —dice con calma, y luego hace una pausa—. ¿Quién es Merida?

—No se pronuncia así —explico, y pronuncio el nombre como se dice en realidad. Camino hacia el sofá y me dejo caer haciendo un sonido frustrado.

No hay manera de que crea que Mérida es todas las cosas que ha dicho Martin, incluso si la conozco desde hace poco y tenemos una relación rara… No romántica, claro está, porque no me gusta de esa manera… O tal vez sí, pero no me gusta en plan de querer devorarla. Bueno, sí, pero no me gusta en el sentido de querer hacer algo. Bueno, sí, pero no me gusta como un hombre con sed en busca de agua, pero…

—¿Dawson? —pregunta Drake sentándose a mi lado—. Te ves… gracioso. Haces muecas. ¿Quién es Mérida? —vuelve a preguntar, y sonríe antes de dejar mi tazón vacío, que aún sostenía, en la mesita frente a nosotros.

Resoplo y presiono la frente contra su hombro, cosa que le hace reír, pero no me aleja.

—¿Recuerdas que te hablé hace unos meses de que salvé a una perrita, un hámster y una loca que me golpeó?

—Hum… ¡Ah, sí! Lo recuerdo.

—Bueno, nos volvimos a encontrar en mi consultorio y descubrí por qué me golpeó y reaccionó de esa manera.

Le cuento toda la historia e, igual que hace bastante tiempo le dije que descubrí que Martin se hizo pasar por mí con Leah, Drake está indignadísimo y me pregunta cómo sé que no era una foto suya en lugar de una mía.

—Porque la vi y soy más guapo.

—Mentira —asegura, lo que me hace sonreír.

—Bueno, déjame seguir este peculiar relato.

Le explico que planeamos hacerle creer a Martin que estábamos saliendo y que ella me llamó periquito.

—¿Qué significa… eso?

—Es un pájaro, básicamente como un loro. Es que Mérida es venezolana y tiende a decir cosas en español.

—¿Por eso… preguntaste por una… virgen?

—Sí. —Me río—. Su segundo nombre es Del Valle y así llaman a una virgen importante en Venezuela.

—¡Vaya! Aprendiendo cultura.

—Sí. —Sonrío—. Es una torpe profesora.

—Entonces te saltó… encima.

—Lo hizo, y me llamó «periquito» mientras yo la llamaba «mi amor». Dijo que me hizo una mamada en un baño y lo bien que lo pasamos, que estábamos saliendo y que Martin fue un imbécil.

—No nos sorprende.

Le doy la razón y continúo hablando sobre el café que tomamos juntos y de que no la volví a ver hasta hace unas semanas, cuando llegó con un pájaro con el ala rota al que había salvado. Le conté lo de la llamada, que fui a cambiarle las vendas al Señor Enrique y fuimos juntos a un refugio y que me ofrecí para practicar la cita que tendrá mañana. También le hablé de nuestra cita de ayer, incluyendo al señor músculos que me llamó flacucho.

—¡No somos flacuchos! —Mi copia se ofende.

—¡Lo sé! Estamos superbién, tenemos el abdomen tenso con líneas aunque no haya cuadrados muy marcados.

—Y somos calientes —agrega.

—Guapos.

—Distinguidos.

—Únicos —prosigo.

—Atrayentes y encantadores.

—¡Exacto! —Me incorporo para mirarlo—. Bueno, tuvimos nuestra simulación de cita y fue bien.

—¿Bien? —Me mira entornando los ojos.

—Bueno, más que bien, pero no importa, mañana tiene esa cita con Kellan y espero que le vaya muy bien, parece ilusionada.

—¿No te molesta?

—Para nada. —Sonrío, y él también lo hace.

—Claro, no nos… importa.

—No.

—Claro.

—En fin, que Martin cree que somos novios y no pienso contradecirlo. Espero que así no la busque.

—Lo que hizo —dice, y hace una pausa— fue acosarla, copia romanticona.

—También lo creo, pero todo lo que Mérida quiere es que la deje tranquila.

—¿Cómo es ella?

Cierro los ojos, apoyando de nuevo la mejilla en su hombro.

—Es más baja que nosotros, pero un poco más alta que Aska. —La visualizo—. De piel pálida, ojos marrones intensos…

—¿Marrones intensos? —Se ríe.

—¡Es un color real! Y casi siempre los lleva delineados de forma que se ven más rasgados y seductores, o a veces más grandes. —Me aclaro la garganta—. Tiene el pelo corto, le llega casi al final del cuello, sus labios son carnosos y de un color carmín natural, aunque a veces se los pinta para hacerlos más rojos o púrpura. Usa labiales fuertes.

—Bastantes detalles, ¿no?

—Soy observador.

—Y estás sonriendo.

—Ah, es un tic nervioso —aseguro, y de nuevo ríe—. ¿Qué es tan divertido?

—Tú.

—Cállate, copia mal hecha.

—Te gusta.

—No así.

—Entonces ¿cómo?

No lo sé, o tal vez sí. ¡Ay! No importa, nada de eso importa.

Estoy disfrutando de mi libertad como soltero.

Y Mérida tiene una cita mañana.

Todo está increíble y bajo control. Aquí no pasa nada.

Ir a la siguiente página

Report Page