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26. Cree en mí

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Cree en mí

Dawson

Dejo unos cortos besos detrás de la oreja de mi novia y ella se estremece y se apoya aún más contra mi pecho.

Soy un buen novio, eso lo puedo admitir sin culpa ni timidez, y me encanta ser mimoso, abiertamente afectivo y consentidor, y también me encanta que Mérida no se incomode ante este hecho. Parece disfrutarlo y poco a poco comienza a demostrar más su afecto.

También me gusta sentirme mimado.

Continúo acariciándole detrás de la oreja mientras habla en voz baja sobre que le gusta todo este arte de maquillarse. Se debe a que le he preguntado cómo aprendió a hacer maquillajes tan increíbles cuando me ha enseñado una foto en su teléfono de Venezuela y al deslizar el dedo ha aparecido un ma­quillaje artístico inspirado en Avatar. Entonces ha dejado un poco de lado la timidez y me ha enseñado muchos más que van desde lo artístico, con representaciones de películas o anime, hasta maquillajes de fiesta y casuales. Francamente aún me siento impresionado, mi novia simplemente hace arte.

—Sarah dice que podría hacer vídeos en YouTube, ya sabes, tutoriales, pero no me creo capaz…

—¿Por qué?

—Soy demasiado tímida ante las personas. Es diferente cuando estoy contigo o una vez que me siento a gusto, pero la idea de que miles de personas me vean y me juzguen me genera incomodidad y me vuelve loca.

—Haces un trabajo increíble. ¿Por qué te harían sentir mal?

—Porque las personas son crueles, Dawson, y a veces incluso si saben que lo que has hecho se ve y está bien, sienten la necesidad de descargar su frustración e inconformidad en comentarios, porque resulta que, detrás de una pantalla y con un nombre anónimo, todos se sienten valientes y malos.

—Eso parece cobarde.

—Lo es, y abundan un montón de esos cobardes por internet.

Permanecemos en silencio, con una nueva canción en español reproduciéndose en los auriculares que estamos compartiendo.

—¿Y si lo hago contigo? —pregunto.

—¿El qué?

—Los vídeos. Una vez vi a mi hermana derretirse viendo un tutorial de origami, que ella no sabe hacer, porque el novio de la chica aparecía y pasaban un tiempo divertido en pantalla. Lo haría por ti.

Se levanta, consigue moverse en nuestro nido de sábana y se gira por completo para poder estar frente a mí.

—¿En serio lo harías? ¿Serías uno de esos novios por los que todas suspiran? ¿Me acompañarías mientras me maquillo para hacer que me sienta cómoda?

—Totalmente lo haría.

Puedo ver sus emociones reflejadas en su rostro y hay mucha incertidumbre. He visto en Alaska el miedo que puede dar exponerse; en un principio, sus lectores no conocían demasiado de su vida ni quién era, pese a que siempre mostró su rostro en el perfil. Muchas veces, Alaska me ha hablado sobre los comentarios hirientes y lo vulnerable que eres cuando compartes algo que amas hacer en internet para que otros juzguen, así que puedo ver de dónde viene el miedo de Mérida.

—Es solo una sugerencia, no tenemos que hacerlo —comento, estirando la mano para peinarle el flequillo con los dedos.

Asiente con lentitud antes de volver a la posición original, con su espalda contra mi pecho. Cambia el tema con sutileza para hablar de lo bien que se lo pasó en la fiesta con mi hermano y Alaska.

—Creo que esto de comenzar a socializar más me está gustando. ¿Te conté que, a pesar del desastre de la aplicación, en realidad sí tengo a dos conocidos? Aún no los llamo amigos —me cuenta—, pero Sophia y Marcus son bastante agradables, así que la aplicación no fue un fracaso.

—Me alegra escuchar eso. —Río por lo bajo—. Nunca estuve en esa aplicación.

—Es que no necesitabas amigos ni hacerlos en el campus, eras lo suficientemente sociable por tu cuenta.

Hablamos otro poco más y después, cuando el frío verdaderamente se vuelve difícil de ignorar, entramos, conscientes de que ya debería irme a casa antes de que su mamá sepa que estoy aquí.

—Antes de que te vayas me gustaría enseñarte algo, siéntate aquí.

Saca la silla de su escritorio y tomo asiento, estudiando las cosas que hay sobre su mesa: marcadores, lápices, plumas de tinta, una especie de hoja especial, notas adhesivas con recordatorios, chicles y pegatinas.

Regresa y me entrega lo que luce como una tableta desbloqueada y brillando con un dibujo que me tiene enarcando las cejas de inmediato: soy yo.

Es el mismo formato del dibujo de mi cumpleaños, pero en este… estoy desnudo, o algo así.

Me encuentro acostado en la cama, con las sábanas acumuladas en mis piernas, una de ellas arrugada, mi torso desnudo, los ojos cerrados y un brazo debajo de la cabeza, lo que le da forma a mi bíceps. Están los lunares y los leves surcos de mis abdominales, y sobre mi miembro se ve una iluminación que solo deja un breve coqueteo del contorno. Hay una burbuja de diálogo donde se lee: «Y pronto te follaré duro otra vez».

¡Carajo! Es un dibujo caliente. Antes de que pueda hablar, pasa a la siguiente imagen, que vuelvo a ser yo, esta vez sentado en bóxer con las piernas abiertas. Es impresionante la calidad de los detalles y lo vívido que se ve. Paso las imágenes y me encuentro en diversos grados de desnudez y con diálogos bastante interesantes. Estoy absorto e impresionado.

Son al menos once dibujos de mí y cada uno de ellos es… espectacular. Después, los dibujos son de personajes creados por ella y, bueno, esos no están todos censurados. Veo pollas muy realistas y en diferentes formas, tetas para todos los gustos y posiciones sensuales que me tienen removiéndome en el asiento. Algunos son simplemente besos apasionados y otros son posturas sexuales que estimulan más que cualquier vídeo porno que haya visto en mi vida.

Lo estudio tanto como puedo, pero hay muchas ilustraciones y quiero enfocarme en cada detalle, y a la vez no quiero quedarme sin ver ningún dibujo, pero siento que no alcanzaré a verlo todo.

Los dibujos, las situaciones cambiantes, los diálogos divertidos e insinuantes, todo es simplemente increíble, y sería fácil que me convirtiera en su mayor fan. Creo que eso es lo que soy ahora: su fan.

No sé cuánto tiempo pasa, pero mi vista se cansa y mi espalda también lo hace por la postura en la que estoy, así que me veo obligado a parar en el dibujo de una mujer sentada sobre el hombre en una posición muy similar a la que estábamos nosotros dos hace un momento, solo que ellos están desnudos. La mano de él está sobre un pecho mientras se besan y la otra entre las piernas de ella; solo se alcanza a ver un pecho desnudo, pero es increíble el magnetismo sexual que desprende, y el diálogo… ¡Demonios! «Mójame los dedos que luego voy a chupar, te voy a saborear», piensa el protagonista.

Mientras veía los dibujos también descubrí que hace chicos con chicos (esos parecen gustarle un montón) y algunos pocos de chica con chica. También hubo uno de dos parejas y otro de un trío lleno de tensión.

Lo más impresionante es que no todo era abiertamente explícito, muchos llevaban ropa o apenas se tocaban, otros (como los dibujos de mí) simplemente estaban en alguna posición que te hacía palpar un nivel de sexualidad y sensualidad enloquecedor. Qué impresionante es que alguien cuente una historia con dibujos y te haga sentir tanto.

Bloqueo la tableta, a pesar de estar reacio a ello porque me queda mucho por ver, alzo la vista y encuentro a Mérida sentada en el borde de su cama, mirándome con nerviosismo y con las mejillas bastante sonrojadas.

Agradeciendo que su silla sea de ruedas, voy hacia ella, dejo la tableta a su lado y le tomo las manos y le sonrío.

—Haces arte, cielo. Estoy impresionado, no alcanzo a creerme que mi novia sea así de talentosa, me abrumas. Esos dibujos… Guau, simplemente guau. Son impresionantes, eres impresionante.

Parpadea continuamente y se muerde ese apetecible labio inferior. Estoy duro debido a que los dibujos me han dejado en este estado, pero también estoy emocionado ante la perspectiva de que finalmente decidió abrirse conmigo sobre esto.

—Los dibujos sobre mí… ¿Cuándo los iniciaste?

—Hace meses —confiesa con algo de timidez—. No lo planeé; de hecho, me resistí mucho, pero simplemente no pude detenerlo. Comencé con el del pantalón sin camisa y luego fue avanzando. ¿No te enoja u ofende?

—Me encanta, los amé. Creo que me he vuelto tu fan, Mérida, tienes un talento increíble, lo que haces es impresionante.

—¿No me consideras sucia ni pervertida?

—No, cielo, te considero una artista —le hago saber, y me encanta la sonrisa que se le dibuja en su rostro.

Ríe por lo bajo antes de tomarme el rostro en las manos y besarme con lentitud y dulzura, pero estoy caliente, así que transformo el beso en uno húmedo e intenso que la tiene jadeando cuando me alejo.

—Tengo que irme antes de que te tire a esa cama, te arranque la ropa y te folle con toda la pasión que has despertado en mí con tus dibujos.

—¿En serio?

Pongo los ojos en blanco, le tomo la mano y la presiono contra mi erección.

—Así de dura me la has puesto, cielo.

—¿Te ayudo? —me pregunta con una sonrisa de picardía, dándome un apretón.

Gimo y lucho contra el impulso de aceptar, pero no quiero un trabajo manual y tampoco me bastará con deslizarme en su boca. Quiero follarla y ponerla en las posiciones que he visto en sus dibujos, y no parece que eso vaya a suceder esta madrugada, así que le tomo la mano y se la beso antes de ponerme de pie e ir a por mi abrigo.

—Guardemos eso para la próxima vez. Ahora me iré, te dejaré dormir y me masturbaré en mi casa pensando en ti.

—El nivel de romanticismo que me gusta —bromea, poniéndose de pie y aceptando el beso que le doy—. Me encantas mucho.

—Y tú a mí. Eres muy talentosa y espero que nunca alguien te haga pensar lo contrario. No eres sucia ni pervertida, eso era elegancia, sensualidad y sexualidad, pasión, seducción y amor, arte.

—Gracias. —Me sonríe—. Es la primera vez que lo comparto tan abiertamente, Sarah ha visto solo unos pocos.

—Qué talento tienes para dibujar pollas y tetas, ¿eh? Me ha impresionado un montón.

Eso la hace reír y la beso de nuevo tragándome el sonido.

—Todos me encantaron, tienes que seguir haciéndolo.

—Gracias —vuelve a decirme.

Salimos con sigilo de la habitación, nos despedimos con continuos besos y tiempo después llego a casa y hago precisamente lo que le he dicho: darme placer a mí mismo pensando en ella.

Hago un repaso rápido para asegurarme de que tengo todo lo que necesito en la mochila. No es que necesites demasiado para pasar una noche con tu novia en un hotel, lo más importante ya lo tengo: condones, muchos, porque es que estoy ilusionado.

Bueno, también llevo algo de ropa, sobre todo porque me he tomado el sábado como día libre y me tocará trabajar mañana, domingo, que suele ser el día que tengo fiesta. Generalmente, los sábados solo trabajo hasta el mediodía y luego paso la tarde en el refugio, pero hoy me lo tomé libre. Al ver en el reloj que son las nueve de la mañana, me doy cuenta de que será mejor ponerme en marcha para pasar a buscar a Mérida, pero primero tengo un desayuno matutino con mis padres y hermanos, aunque Holden al parecer hoy no vendrá.

Tarareando una canción, bajo las escaleras y camino hacia la sala, donde parece que están conversando, y me detengo en seco cuando reconozco a una desagradable figura masculina en el lugar.

Está tomando la mano de mi hermana.

Está encantando a mamá, que ríe de lo que sea que dice.

Y Drake lo mira con los ojos entornados.

Pero ¿qué mierda está pasando aquí?

—Suelta a mi hermana —digo dando unos pasos hacia ellos y tirando del brazo de Hayley.

—¡Dawson! —se queja mi hermana, pero estoy demasiado ocupado mirando fijamente a este maldito bastardo que finge desconcierto.

—He dicho que sueltes a mi hermana —repito.

Drake, que me conoce demasiado bien y sabe que no hago esto como una broma o por haberme levantado con el pie equivocado, se levanta.

—Oh, Dawson —dice el imbécil, y una risa incrédula sale de mí.

—No vas a fingir esa mierda conmigo, Pancho.

—Me llamo Francisco —dice— y creo que estás lastimando a tu hermana con tu agarre.

—Suéltame —exige Hayley, sacudiéndose de mi mano, y me mira bastante molesta—. ¿Qué mierda te pasa?

—¿Qué mierda te pasa a ti? ¿Qué haces con este imbécil?

—Es mi novio y no lo llames así.

Siento que la palabra «novio» se repite en mi cabeza como un eco dramático y trágico. Estoy seguro de que mi expresión es de asco y cabreo, porque mi mamá me exige saber qué sucede y qué me pasa.

—Este imbécil es una mierda. ¿Cómo que tu novio? ¿Es que se te ha ido la puta cabeza, Hayley?

—¡Dawson! —Mi madre alza la voz ante mis palabras.

—Tal vez debamos escucharlo —interviene Drake.

Claro que me van a escuchar. Oh, me van a escuchar. ¡Maldita sea!

—Conozco muy bien a este imbécil narcisista y bastardo infiel —digo, mirando a cada uno de ellos—. Es el exnovio de mi novia.

—¿Tienes novia? —pregunta mamá.

—¿Qué novia? —pregunta Hayley—. Deja las tonterías.

—Tú lo has dicho, Dawson, es mi exnovia, no quiero ningún problema con eso —dice Francisco, como si intentara apaciguarme.

—¿No quieres ningún problema? ¡Ja! ¿No eres el imbécil que se ha plantado en su casa en dos de nuestras citas? ¿No me dijiste en una fiesta que era o sería tuya? ¿Que yo era pasajero antes de que retomaran las cosas?

—Creo que malinterpretaste la situación, lo que dije es que no quería que la lastimaras porque te vi coqueteando con otra chica.

—Quiero darte un puñetazo —confieso, incrédulo por su descaro.

Me giro hacia mi hermana, que tiene una expresión de confusión.

—Hayley, es el exnovio de mi novia, le puso los cuernos y creo que ella hasta hoy no lo sabe. La hizo sentir mal emocional y psicológicamente, y luego ha estado yendo a su casa cuando ve que ella tiene citas o cuando quiere molestar, le manda mensajes y me dejó claro que quiere volver con ella. —Hago una pausa porque es muy fuerte lo que diré a continuación—. Posiblemente te está usando o quiere sacar algo de esto.

—¿Quién es tu novia? —pregunta mi hermana.

—Se llama Mérida.

Entonces Hayley ríe y sacude la cabeza. La verdad es que es la reacción que menos esperaba y me siento muy desconcertado. Incluso Drake parece que no sabe qué hacer con toda esta situación, y ni siquiera mi mamá tiene idea de cómo manejarla.

—Ella fue la peor novia que ha tenido Francisco, le hizo daño. ¿Eres consciente de todo lo que le hizo? —me pregunta Hayley.

Durante unos segundos que se me hacen eternos simplemente la miro.

—Espera… —Salgo de mi incredulidad—. ¿De qué demonios habla? ¡Mérida no le hizo nada!

—¡Claro que sí! Seguramente te está envolviendo como lo hizo con él y te dice lo que quiere que creas.

—No me parece que Mérida sea así… —dice Drake—. La conozco.

—Francisco, cuéntale todo —dice mi hermana.

—Abres la boca y dices algo equivocado sobre Mérida y no vivirás para contarlo —le advierto.

Él me mira de los pies a la cabeza y veo la burla en sus ojos. Piensa que sus músculos lo son todo, pero lo que no sabe es que en este momento me siento como un demonio que quiere arrastrarlo al infierno.

—Todo lo que este tipo te dijo es una mentira, Mérida no le hizo nada, Hayley. ¡Nada!

—¿Por qué tengo que creerme a tu novia y no a mi novio?

—¡Te pido que me creas a mí! ¡A mí! ¿No he sido todo este tiempo un hermano sincero contigo? ¡Joder! ¿Cómo pondrías por encima a un recién llegado?

Parpadea y por un momento veo la incertidumbre en su mirada, pero Francisco murmura un «nena» y le pone una mano en el hombro, y sé que la pierdo.

—Confío en ti, pero estás creyendo las mentiras de alguien más. Te crees a tu novia y yo a mi novio, me parece que no llegaremos a un acuerdo aquí.

Miro a mamá en busca de ayuda y sé que no sabe qué hacer, porque esto nunca había pasado.

—Mamá, no estoy mintiendo y Mérida tampoco. Él en una fiesta me lo dijo, básicamente admitió sus infidelidades y…

Hago una pausa y pienso en los mordiscos de mi hermana, su actitud constante a la defensiva y su manera extraña de actuar.

Avanzo hacia Francisco. Puede que él tenga muchos más músculos, pero soy más alto, así que lo tomo de la camisa, ignorando su fuerte agarre en mis muñecas.

—¿Qué le estás haciendo a mi hermana, pedazo de basura?

—¡Dawson, suéltalo! —grita Hayley.

—¿De qué hablas, Dawson? —pregunta mamá, ahora en estado de alerta.

—Hayley ahora siempre tiene marcas, las oculta con maquillaje y le duelen cuando las roza, no parece contenta con ellas. Siempre está a la defensiva y a veces tiene ojeras.

—Cállate y suéltalo. —Hayley intenta tirar de mí.

Mamá se acerca a ella y le baja el cuello de la camisa, y jadea cuando encuentra lo que deben de ser unos horribles hematomas.

—Necesito que salgas de mi casa —le dice mamá a Francisco, y lo libero—. No traje a mi hija al mundo para que alguien la lastime.

—¡Mamá! No es así, me gusta —dice Hayley, y para mí resulta claro que es una mentira—. Yo le pido que lo haga.

—Mentira —dice Drake—, si ni siquiera soportas que te… pellizquemos las mejillas. Vete —le exige a Francisco—. Fuera de nuestra casa.

—Mamá, si él se va, yo también lo haré.

—No digas estupideces, Hayley. —Mamá le habla con fuerza, como pocas veces hace—. ¿Cómo te vas a ir de tu casa por un hombre que acabas de conocer? ¿Qué te crees? ¿Una princesa de Disney? ¿Estás dispuesta a perder todas tus comodidades para ser la mujer de alguien que apenas conoces? ¿Es eso lo que quieres hacer con tu vida? Porque si es así, vete, ahí está la puerta y nadie te detendrá. Ahora quiero que este jovencito se largue de mi casa y no se acerque más.

Mamá no necesita gritar ni hacer un escándalo, simplemente se gira y con dignidad se dirige a la cocina, dejando las opciones expuestas a Hayley. No sé qué esperaba mi hermana, tal vez que mamá llorara y cediera para que no se fuera, en lugar de que fuese tan sensata y firme.

—Agradece que mi papá no está, porque esta historia sería diferente. Vete, Pancho —le ordeno.

—Princesita —le dice a mi hermana, tomándole el rostro en las manos—. Me conoces y sabes quién soy. Para evitarte problemas me iré, ¿de acuerdo? No vengas conmigo porque lo mejor es que te quedes acá con tu familia y que se reconcilien.

—O porque no quieres tener una mujer viviendo contigo y cortándote el rollo, porque no forma parte de tu plan —señalo.

—¡Dawson, cállate! —grita Hayley, y la mirada que me dedica me duele.

—Hablaremos por teléfono —le asegura él, y la besa y luego le susurra algo en el oído, a lo que ella asiente.

Después, el maldito imbécil se va, no antes de dedicarme una sonrisa que solo Drake y yo alcanzamos a ver.

Está jugando con mi hermana.

—Espero que estén felices —dice Hayley subiendo las escaleras.

Drake y yo la seguimos.

—¿Crees que sueño con cortarte el rollo romántico? Hayley, no lo haría si no creyera lo que te digo, no te miento.

—¡Tú no! Pero tu supuesta novia sí. ¡No sabes todo lo que hizo! Solo crees en sus mentiras.

—Pero ¡si ni siquiera conoces a Mérida!

—Tampoco quiero conocerla. —Sube el último escalón.

—No seas estúpida, Hayley —dice Drake.

—¡Oh, qué raro! Drake de parte de Dawson, los dos contra mí.

—No se trata de eso. —Le agarro el brazo y se sacude.

Nos detenemos en su puerta y, cuando se vuelve, tiene los ojos llenos de lágrimas. No las derrama porque Hayley pocas veces llora, pero me afecta verla así.

—Hayley, intento cuidarte, por favor, confía en lo que te digo, no quiero que te lastime y te use. Por favor —ruego.

—No quiero hablar con ustedes.

Y entra y nos cierra la puerta en las narices.

—¡Joder! —maldice Drake, apretando las manos en un puño—. ¿Qué carajos fue… todo eso?

No lo entiendo, nunca ha sido así con sus otros esclavos. Nunca hemos discutido por estas cosas y nunca la sentí tan lejos de mí.

Maldito Pancho, no dejaré que destruya a mi hermana.

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