+21

+21


27. Quiero respirar tu cuello despacito en el «5 letras» siendo un mala conducta

Página 30 de 57

27

Quiero respirar tu cuello despacito

en el «5 letras» siendo un mala conducta

Mérida

Me quedo procesando todo lo que Dawson acaba de decirme acerca de Francisco.

Tengo muchas cosas que asimilar, como el hecho de que ese bastardo admitió haberme sido infiel, cosa que, como una estúpida, sospeché varias veces pero le dejé convencerme de que yo era la paranoica con una conducta tóxica. Siento dolor por la Mérida del pasado, insegura y que se sentía culpable cuando él le daba la vuelta a las cosas, y la Mérida actual experimenta ira, rabia e impotencia.

Lo otro que tengo que procesar es que está saliendo con la hermana de Dawson y que al parecer contó una historia bastante distinta de nuestra relación y ruptura. Me cuesta entender que esté usando a Hayley por capricho hacia nosotros, porque eso es demasiado vil, nadie merece que jueguen con sus sentimientos.

Ahora bien, sobre los hematomas derivados de los mordiscos que Dawson asegura que Francisco le hace a Hayley y que estos no son deseados, me ha terminado de dejar con los ojos y la boca bien abiertos.

—Sí, me llegó a morder, pero eran pequeños mordiscos. Una vez me provocó un horrible hematoma y me hizo llorar con ese mordisco, pero le dije que no me gustaba y no lo volvió a hacer —le digo, observándolo caminar de un lado a otro.

»Dawson, no he mentido. Tal vez nuestra relación no fue la peor de todas y en su momento fui feliz, pero hubo mucha manipulación emocional y psicológica que solo pude ver cuando terminamos de manera definitiva. Me hizo sentir culpable de todo lo que fallaba en nuestra relación y de todo lo que le salía mal, y también me dijo que era quien más me querría pese a algunos de mis defectos y le creí, porque es encantador, dulce y sabe qué decir.

»Es cierto que no es violento físicamente, pero es manipulador y ególatra. Pensé que era una buena persona y no creo que sea totalmente horrible, pero quizá no está preparado para ser el novio de nadie y necesita terapia. No estoy mintiendo sobre esto.

Lo digo porque su hermana, al parecer, no quiere creer en lo que le dije y estoy algo nerviosa de que Dawson dude de mí.

Él deja de caminar de un lado a otro y se gira para mirarme y me dedica una pequeña sonrisa. Odio que esté tan preocupado, que mi ex esté ocasionando todo esto.

—Te creo, cielo, sé que eres sincera. —Camina y se sienta a mi lado sobre la cama—. Me preocupa que mi hermana siempre trata a sus novios como esclavos, es una abeja reina y ahora… parece que él la moldea. Es diferente y me miró de una manera que no quiero repetir.

—¿Quieres que hable con ella? Porque puedo hacerlo.

—Quizá más adelante, ahora no creo que sea una buena idea.

—Bueno, lo haré cuando lo creas apropiado.

Apoyo la mejilla contra su brazo y suspiro.

Estoy muy feliz de estar con él en esta lujosa habitación de hotel, pero tengo que admitir que, cuando pasó a buscarme hace una hora, lo último que esperaba era que me contara todo esto, aunque la expresión de su rostro durante el trayecto ya me había asustado, porque no coincidía con el ánimo de saber que pasaríamos la tarde y noche en un hotel.

—Sé que no es mi culpa lo que sucede, pero sí me da pesar que Francisco entrara en la vida de tu hermana por esto. Es una mierda.

—Es una mierda —coincide.

Juego con sus dedos en unos minutos que transcurren en silencio, pensando en lo bonito que es este hotel de cuatro estrellas al que nunca había entrado y lo mágica que se ve nuestra habitación. Es elegante y espaciosa, con un jacuzzi sexi a una distancia prudente. Hay un enorme espejo que me encanta y la ducha no tiene puerta; de hecho, está a un lateral. Afortunadamente, el baño con el inodoro sí ofrece privacidad. Me parece que es una habitación pensada para amantes.

—Algo está mal con él y es evidente que quiere meterse en nuestras cabezas, pero no se lo permitiremos. Mi hermana entrará en razón —asegura—, y esto no es tu culpa, él ha decidido actuar como un imbécil porque eso es lo que es. ¿Y sabes qué? No planeamos esta salida para que él la estropeara.

Me sobresalto cuando Dawson se pone de pie y me sonríe.

—No vamos a dejar que ese imbécil arruine nuestros planes. ¿Qué tal si pasamos un rato en el jacuzzi?

De inmediato me siento cálida y paseo la mirada del jacuzzi vacío a él, que ya está sacándose la camisa.

—Eso me encantaría —respondo sin quitarle la mirada de encima.

Lo veo desnudarse hasta quedar en un bóxer blanco y me dedica una sonrisita antes de caminar descalzo hasta el jacuzzi, donde no pierde el tiempo y comienza a preparar nuestro baño.

Aún mirándolo, comienzo a desvestirme y no tardo en quedarme en un bralette negro de encaje que hace juego con un semitanga, porque, bueno, vine preparada para ser lujuriosa en esta habitación.

—Todo listo, cielo —dice Dawson volviéndose hacia mí.

Me encanta cómo su mirada desciende y asciende por mi cuerpo, y observo que su bóxer comienza a tensarse contra su creciente erección y la sonrisa encantadora que dibujan sus labios.

—Además de talentosa e inteligente, mi novia es increíblemente hermosa y sexi. ¿Vienes, cielo?

No hay manera de que no vaya cuando lo veo entrar en el jacuzzi dándome la espalda, pero, antes de alcanzarlo, me detengo para bajar la intensidad de las luces, dejando una luz tenue y seductora que me encanta.

Llego hasta el jacuzzi y entro con cuidado, porque no quiero arruinar el momento con una caída estrepitosa.

El agua es cálida contra mi piel y huele a frutas cítricas. Dawson ya se ha mojado el cabello, que ahora le cae en mechones sobre la frente, y me mira fijamente mientras me acerco a él. Tiene las piernas abiertas y está cubierto de agua y espuma por encima del ombligo.

Me hundo en el agua y vuelvo a salir con el cabello húmedo peinado hacia atrás y totalmente mojada —en todos los sentidos—. Gateo hasta él y, en lugar de sentarme típicamente entre sus piernas con la espalda contra su pecho, trepo sobre su regazo, abro mis piernas y me siento a horcajadas, presionando mi entrepierna contra la suya endurecida, y le paso un brazo por el cuello mientras con una mano le peino las hebras castañas oscuras de su cabello.

—Hola —lo saludo sonriendo, y me devuelve el gesto.

—Hola, cielo.

—Me gusta que me llames así. Me gusta mucho.

Siento sus manos deslizarse debajo del agua por mi trasero, apretándome contra él y luego jugando, haciendo círculos con el pulgar en mi espalda baja.

—Gracias por cumplirme esta fantasía del hotel.

—Cumpliré cualquier fantasía que desees.

Río por lo bajo antes de trasladar la mano de su cabello a su mandíbula y llevar mis labios a los suyos, comenzando el primer beso.

Nos besamos lentamente, saboreándonos y deslizando nuestras lenguas en roces sensuales. Me muerde el labio inferior y luego calma el ardor con su lengua y lo chupa, abriendo su boca lo suficiente para darle más profundidad al beso. Gimo contra su boca y, cuando me alejo, sus labios no tardan en comenzar un camino de besos que va a mi cuello, donde le doy más acceso alzando la vista al techo, y descubro que, aunque no es demasiado nítido, se ve nuestro reflejo.

—Alexa —le digo al sistema de reproducción—, reproduce «Despacito».

Y entonces, mientras Dawson me besa, chupa y muerde el cuello, comienzo a cantarle la canción, que ya la conoce porque ha sido bastante famosa desde que salió y estoy segura de que sabe de qué va. Comienzo a mover mis caderas al ritmo de la canción, presionándome contra él.

—Oh, tú, tú eres el imán y yo soy el metal, me voy acercando y voy armando el plan. —Me muerde la barbilla y gime cuando me muevo—. Solo con pensarlo se acelera el pulso.

Sus dedos tiran de los tirantes del bralette hasta dejarlo por debajo de mis pechos y desciende con su boca hasta mi entusiasta pezón, y lame antes de soplar y chuparlo con fuerza, cosa que me hace arquear la espalda.

—Despacito —canto en un gemido, moviendo la cintura con la misma lentitud y pausas de la canción—, quiero respirar tu cuello despacito, deja que te diga cosas… ¡Aaah! —grito cuando me muerde el pezón y luego me lo chupa de nuevo, tirando con sus dedos del otro pezón—. Quiero ver bailar tu pelo, quiero ser tu ritmo, que le enseñes a mi boca… ¡Ah! ¡Oh, Virgencita! Qué bueno se siente… Dawson, oh.

Canto con pausas por cómo su boca juega con mis pechos sensibles. Además, su otra mano me aprieta una nalga mientras me muevo sobre él, teniendo sexo en seco. Él gime y se endurece de una manera que resulta imposible de ignorar.

Es uno de los momentos más seductores y eróticos de mi vida; estoy muy mojada, mis pezones están duros y me duelen, mi piel se eriza. Ni siquiera alcanza a quitarme las bragas o quitarse el bóxer, en lugar de ello lo baja lo suficiente para que su pene se libere, erecto y orgulloso, y me aparta las bragas hacia un lado y me mete un dedo, que me tiene gimiendo fuerte.

Me besa de nuevo con pasión y desenfreno, y me vuelve loca.

Para cuando lo tomo en una mano y lo guío a mi interior, hundiéndome con lentitud, «5 letras», de Alexis y Fido, comienza a sonar en reproducción automática y nuestros gemidos la acompañan.

Sus manos me sostienen por la cintura. Abre las piernas y aplana los pies, flexionando las rodillas, y comienza a empujar desde abajo, embistiéndome deliciosamente. En algún punto lo veo sonreírme con travesura cuando acopla sus movimientos al ritmo de la canción, y siento que ardo de dentro hacia afuera. Me estimula con su miembro, pero también con su boca en mis pechos y con la canción, todo es una sobrecarga que me hace gritar y gemir. En algún punto, tomo el control y me empiezo a mover sobre él en círculos, arriba y abajo, haciendo que el agua se desborde y gimiendo su nombre cuando sus dedos juegan con mi clítoris.

Mis movimientos acelerados disminuyen porque no quiero que esto termine y para así acoplarme a la melodía de «Mala conducta». Dawson gime y está sonrojado, y me lame la garganta antes de cambiarnos de posición. Me hace apoyarme sobre mis rodillas y me inclina con las manos en el borde del jacuzzi, y luego se ubica detrás de mí e introduce su miembro en mi interior, moviéndose al ritmo de la canción y susurrándome lo bien que me siento y veo.

—No pares, por favor, no pares —le pido.

—No hay manera de que lo haga. —Sus dedos se aprietan con fuerza en mi piel—. Quiero estar así siempre, dentro de ti, enloqueciéndonos.

—Sí, por favor. ¡Sí!

Gimo sin control alguno, agarrándome fuerte del borde del jacuzzi, cuando una de sus manos viaja entre mis piernas de nuevo. ¡Es demasiado! Y me corro. Siento uno de los orgasmos más intensos de mi vida, y me parece que veo borroso y que la garganta me quema con el grito que emito. Mis piernas amenazan con desplomarse, pero me atrae hasta sentarme sobre su regazo, me embiste y entonces maldice antes de salir de mí. Lo próximo que sé es que siento la calidez de su orgasmo contra mi espalda antes de que se presione contra ella, haciéndome sentir su respiración agitada contra la oreja.

—Mierda —dice, riendo por lo bajo y jadeando—, eso fue…

—El mejor sexo —completo.

—Casi termino dentro, olvidé el condón.

—No fuiste el único. No estoy ovulando y, aunque solo una vez esto me pasó, sé que lo idóneo sería ir por una píldora de emergencia, ha sido una imprudencia y es mejor ser precavidos sobre esto.

—De acuerdo contigo, cielo.

Se despega de mí, me moja la espalda para limpiarme y luego yo hago lo mismo con su pecho, que ha conseguido ensuciarse por el contacto con mi espalda. Me giro y le paso la lengua, saboreándolo y haciendo que me mire sorprendido.

—Eres llena de sorpresas, cielo. —Me da un beso en la boca—. ¿Sabes lo que deberías hacer?

Lo miro con curiosidad y él me sonríe de manera ladeada antes de volver a hablar.

—Dibujarnos, no solo a mí. Ponernos a ambos en un dibujo +21.

—Eso sería…

Una locura.

E interesante.

Nos terminamos de quitar las prendas mojadas, las tiramos fuera del jacuzzi, y esta vez sí nos sentamos con mi espalda contra su pecho, satisfecho y aún sacudidos por un buen orgasmo.

—¿Te ha gustado? —me pregunta Dawson cuando estamos a pocos minutos de llegar a mi casa.

Sonrío sin mirarlo, porque esa pregunta puede enfocarse en muchos aspectos.

Podría preguntar si me gustó cada una de las veces que tuvimos sexo: ¡me encantó! Y es que no mentiré, el sexo con Francisco era fenomenal y con el paso del tiempo, como cualquier pareja, aprendió qué cosas me gustaban, y eso hizo que el sexo con terceros, cuando tuve rollos de una noche, fuese bueno, aunque no inolvidable. Pero ¿Dawson? ¡Dawson me devolvió la fe sobre que Francisco era increíble, pero no mi mejor orgasmo! Mi novio me ha hecho saber que no puedo rezarle a cualquiera y ya me marcó de por vida. El sexo fue ALUCINANTE. Es que lo recuerdo y ya quiero repetir.

También podría estarme preguntando si me gustaron todos esos momentos dulces y divertidos en nuestra estancia en el hotel cuando no teníamos sexo, como la bonita cena en la terraza, las tiendas elegantes donde me regaló unos aretes y hacer algo tan increíble como conversar hasta tarde de todo y de nada.

Podría estarme preguntando si me gusta lo que llevamos de nuestra relación y la respuesta es un enorme sí, me ha demostrado que no puedo arrepentirme de haberme arriesgado.

O podría simplemente referirse a si me gusta cómo en algunos semáforos me daba alguna caricia suave, porque Dawson es un chico al que le gusta tocar, ya sea de manera dulce o picante. No sabía que eso me gustaba, antes solía pensar que las muestras de afecto continuas no me gustaban, pero resulta que me derriten.

Así que, aunque no sé específicamente a qué se refiere y como estoy en mi nube, asiento como respuesta a su pregunta, pero recuerdo que no puede verme y entonces hablo:

—Sí, me ha gustado todo. ¿No ves que estoy como una tonta sonriendo?

—Como una tonta —responde con diversión antes de detenerse a un lado de la acera, frente a mi casa.

No apaga el auto, pero lo detiene. Se saca el cinturón de seguridad, me quita el mío y me toma el rostro para darme uno de esos sexis besos a los que espero no acostumbrarme: lento, húmedo, profundo y con un par de mordiscos y lamidas en el labio inferior.

Cuando se aleja de mis labios, me planta un beso en el pómulo y luego en la punta de la nariz antes de darme otro más breve en la boca.

—Dawson Harris, de novio eres como un nuevo nivel desbloqueado —digo con la mirada en sus labios y luego lo miro a los ojos.

—Soy un buen novio, no seré modesto sobre ello. ¿Por qué crees que Drake me llama su copia romanticona?

Le doy otro beso y abro la puerta para salir del auto tras tomar la mochila, y me agacho para asomarme por la ventana.

—Me siento un poco mal de que tengas que trabajar hoy, periquito —comento.

Y es que por eso hemos salido tan temprano del hotel, ya que debe recuperar el medio día que no trabajó ayer, pero él sacude la cabeza abrochándose nuevamente el cinturón de seguridad.

—No lo hagas, valió totalmente la pena. Ahora vete. —Frunce los labios y me lanza un beso—. O me harás llegar tarde al trabajo. Y avísame si la píldora te hace sentir mal o si pasa algo, estaré atento, ¿de acuerdo?

Asiento. Antes de venir a casa hemos pasado por la farmacia, prometiendo ser más cuidadosos las próximas veces porque esto no es algo que debamos hacer con regularidad y lo sabemos.

Retrocedo y me despido de él con la mano antes de avanzar a casa. Apenas son las ocho de la mañana y no tengo claro si mamá estará o no. En cuanto abro la puerta, Leona me mira de manera juzgona, pero no me ladra, así que la recojo del suelo y ella me lo permite porque le rasco detrás de la oreja.

—Eres odiosa, pero tan bonita… —la arrullo en voz baja y me lame la barbilla antes de decidir que no soy digna.

Perra mimada, eso es lo que es.

No veo a Boo y eso me hace pensar que hay bastantes posibilidades de que se encuentre debajo de mi cama; en serio, parece ser su lugar favorito para estar.

Subo las escaleras, bostezando y pensando en que pasaré un rato en la cama, cuando me sorprendo al ver la puerta de la habitación de mi madre abriéndose. Da paso a un hombre que está abotonándose la camisa y riéndose, igual que ella, que solo lleva una bata de seda y… ¡Virgencita de lo inesperado! Puedo verle los pezones y al hombre también, porque se agacha como si planeara…

—Hola —chillo para anunciar mi presencia, y Leona ladra.

Mamá se sobresalta y su acompañante también. Al menos ya no me traumará chupándole o mordiéndole los pezones, si es eso lo que planeaba.

—Mérida, cariño, vuelves temprano.

—Sí —asiento con lentitud a mamá, pero lo miro a él—. Hola, doctor Wilson.

—Te he dicho que puedes llamarme Angelo —dice sonriendo.

Y asiento.

Así que lo logró, hizo que Miranda Sousa le dedicara finalmente una mirada y esto sucedió. No sé cómo me siento.

No soy exactamente una hija caprichosa ni estoy en contra de la idea de que mi madre viva un romance. De hecho, le he conocido dos novios a mamá. Pero pocas veces los dejaba quedarse a dormir, y si tiene aventuras —que sospecho que sí— nunca los conozco. Toda esta situación de pillarla es nueva para ambas.

Leona ladra, no está muy contenta de que su veterinario retoce con su mamá.

Soy vagamente consciente de que el doctor Wilson me despeina el cabello, cosa que más tarde recordaré y me molestará, e intenta despedirse de mamá con un beso en la boca que ella esquiva, fría como siempre.

Después solo quedamos ella y yo, que nos miramos sin romper el silencio. Leona ladra y se inquieta, y me doy cuenta de que la aprieto con demasiada fuerza. Cuando la dejo en el suelo, me dedica una mirada de reproche antes de entrar en el cuarto de mamá; al parecer, la perra no está lo suficiente indignada de que mamá se metiera con su veterinario.

—¿Quieres hablar de esto? —me pregunta.

—Hummm, en este momento no —respondo.

—¿Dónde estabas realmente? —Entorna los ojos mirándome.

—Tampoco quiero hablar de eso en este momento.

En otra situación me exigiría la respuesta y yo cedería por presión, pero, como no quiere hablar de su amante y del hecho de que casi veo cómo le chupan los pezones, lo deja pasar… por ahora, y no hablamos del doctor Wilson.

Le hago un raro gesto con la cabeza y camino a paso rápido hacia mi habitación. Dejo la mochila en el suelo y me agacho para mirar debajo de la cama, donde los ojos amarillentos de Boo me reciben.

—Sabía que estarías ahí —le murmuro estirando la mano, pero la gata me araña—. Necesito consuelo, casi me traumé con lo que vi.

Me vuelve a arañar y se queja como si me exigiera que la deje en paz. Frustrada por su rechazo y buscando consuelo, saco a Perry el Hámster de su casita de millonario.

—No sé cómo mirar de nuevo a la cara al doctor Wilson… Tenía una erección. ¡Ay, no! Quiero borrar eso de mi cabeza.

Lo que mi lado inocente no sabe es que tendría que verlo tarde o temprano y no solo por las citas de Leona y Boo; fue más allá de eso, hubo más razones.

Ir a la siguiente página

Report Page