1919

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El Ojo de la Cámara (28)

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cuando llegó el telegrama con la noticia de que ella se estaba muriendo (las ruedas del tranvía rechinaban alrededor de la campana de cristal como todas las tizas en todas las pizarras de todas las escuelas) paseando alrededor de Fresh Pond el olor a brotes de sauce en agua pantanosa en el aire frío chirriando ruedas de tranvía traqueteando en raíles sueltos por las afueras de Boston la tristeza no es un uniforme y vete a sorprender al Booch y a beber vino durante la cena en el Lenox antes de coger el Federal

Estoy harto de violetas

Que se las lleven todas

cuando llegó el telegrama con la noticia de que ella se estaba muriendo la campana de cristal se rompió con un rechinar de tizas de pizarra (¿le ha ocurrido alguna vez no haber sido capaz de dormir durante una semana de abril?) y Él se reunió conmigo bajo la gris marquesina del ferrocarril me picaban los ojos con las tintas bermellón y verdecromadas que rezumaban los matorrales de las colinas de abril. Sus bigotes eran blancos la cansada flaccidez de las mejillas de un anciano Ella se ha ido la tristeza de Jack no es un uniforme y él en la sala el olor a cera de los lirios en la sala (Él y yo debemos enterrar el uniforme de tristeza)

luego el olor del río el brillante Potomac alcanza las pequeñas olas plateadas en Indian Head había sinsontes en el cementerio y las cunetas exhalaban primavera abril se basta para sorprender al mundo

cuando llegó el cablegrama con la noticia de que Él había muerto, anduve por las calles llenas del Madrid de las cinco de la tarde hirvientes de crepúsculo en vibrantes garrafas de

aguardiente vino tinto luz de gas verde crepúsculo rosa ladrillo ocre ojos labios rojos mejillas morenas columna de la garganta salté al tren nocturno en la estación del Norte sin saber por qué

Estoy harto de violetas

Que se las lleven todas

la rota campana de cristal iridiscente los torsos cuidadosamente copiados los detalles arquitectónicos la gramática de los estilos

fue al final de aquel libro y yo dejé a los poetas de Oxford en la pequeña habitación ruidosa que olía a aceite de oliva rancio en la Pensión Boston Ahora Now Maintenant Vita Nuova pero nosotros

quién había oído la hermosa voz de Copey leyendo y leído los libros bellamente encuadernados y respirando profundamente (respira profundo uno dos tres cuatro) los lirios de cera y el aroma artificial de violetas de Parma bajo la mascarilla de éter y se había sentado a desayunar en la biblioteca donde estaba el busto de Octavio

ahora estaban muertos en la oficina de telégrafos

en el traqueteo del asiento de madera del tren que atraviesa la medianoche trepando desde la proa para conseguir una bocanada de Atlántico en el vapor a toda máquina (la chica suiza de cara ovalada y su marido eran amigos míos) ella tenía los ojos ligeramente saltones y un modo un tanto brusco de decir

Zut alors y de lanzarnos una sonrisita un pez para la foca que caldeaba nuestra oscuridad cuando el agente de inmigración vino a pedirle el pasaporte no pudo mandarla a la Isla de Ellis la grippe espagnole y ella estaba muerta

limpiando aquellos cristales

limpieza de la cocina

limpieza de las bujías con una navajita

ausente sin permiso

triturando las rosas American Beauty en la cama de aquella mujer (la noche de niebla inflamada con proclamas de la Liga de los Derechos Humanos) el olor a almendra de potentes explosivos enviando éclats que cantan a través de la dulzona grandilocuencia vomitiva de muertos pudriéndose

yo esperaba que mañana sería el primer día del primer mes del primer año

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