Zoya

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Nueva York » Capítulo 40

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Consiguieron ocultarles el secreto a los niños hasta el mes de junio, cuando un día Sasha los sorprendió besándose apasionadamente en la cocina. La niña los miró escandalizada y después se encerró en su habitación y no quiso salir hasta después de cenar, cuando Nicolás la amenazó con derribar la puerta si no salía y se comportaba como una persona. Estaba muy dolido por el comportamiento de su hermana. Le gustaba Simon y esperaba que albergara intenciones serias con respecto a su madre. Había sido muy cariñoso con ellos, llevándolos de paseo los domingos por la tarde, invitándolos a cenar siempre que podía y haciéndoles constantes y costosos regalos. Más de una vez había acudido a recogerlo a la escuela en su Cadillac e incluso les había regalado una radio con la que se divertían muchísimo.

—¡Compórtate como es debido! —advirtió Nicolás a su hermana—. ¡Y ve a pedirle perdón a mamá!

—¡No pienso hacerlo! Estaba besando a Simon en la cocina.

—Bueno, ¿y qué? Lo quiere.

—Pero así, no…, es repugnante.

—Tú sí que eres repugnante. Ve a disculparte.

Sasha se dirigió a regañadientes al salón y se negó a mirar a Simon. Aquella noche, cuando él se fue, Zoya decidió comunicarles la noticia.

—Estoy muy enamorada de él, Sasha.

La niña rompió a llorar mientras Nicolás escuchaba desde la puerta.

—¿Y papá? ¿Es que no lo querías?

—Pues claro que sí…, pero, cariño, él murió. Hace mucho tiempo que se fue. Sería bonito tener a alguien que nos quisiera. Simon os quiere mucho a ti y a Nicolás.

—A mí me gusta —intervino Nicolás en defensa de Simon mientras Zoya lo miraba conmovida—. ¿Os vais a casar? —le preguntó a su madre.

Mirando a sus dos hijos, Zoya asintió en silencio con la cabeza.

—¡Te odio! —gritó histéricamente Sasha—. ¡Me destrozaréis la vida!

—¿Por qué, Sasha? —Zoya se inquietó ante la reacción de su hija—. ¿A ti no te gusta? Es un hombre muy simpático y será muy bueno con nosotros.

Trató de abrazar a la niña, pero esta no lo permitió.

—¡Os odio a los dos! —gritó Sasha sin saber por qué lo decía, como no fuera para disgustar a su madre.

Nicolás se enfadó y se acercó de un salto a la sollozante figura de su hermana.

—¡Pide perdón si no quieres que te suelte un tortazo!

—¡Ya basta los dos! Esta no es manera de empezar una nueva vida.

—¿Cuándo os casaréis? —preguntó Sasha, interrumpiendo sus gimoteos.

—Todavía no lo sabemos. Queremos esperar un poco.

—¿Por qué no este verano para que podamos irnos todos juntos? —sugirió Nicolás.

Zoya sonrió. No le parecía una mala idea y estaba segura de que a Simon le gustaría. Sin embargo, Sasha no parecía muy de acuerdo.

—No iré a ningún sitio con vosotros.

—Irás aunque tengamos que encerrarte en una maleta. Así por lo menos no te oiremos —dijo Nicolás.

—¡Te odio! —le gritó Sasha a su hermano—. No iré a ninguna parte con vosotros —añadió, mirando con rabia a su madre.

—¿Sabes lo que te pasa? —preguntó Nicolás, dirigiéndole una mirada acusadora—. ¡Que estás celosa! ¡Estás celosa de mamá y de Simon!

—¡No es verdad!

—¡Sí lo es!

Ambos hermanos siguieron discutiendo mientras Zoya los miraba impotente. Al día siguiente, cuando le contó la escena a Simon, Sasha ya se había calmado, aunque se negaba ostensiblemente a dirigirle la palabra a su hermano.

—Me gusta la idea de Nick —dijo Simon. Sabía lo difícil que era a veces el trato con Sasha. Se llevaba bien con ella, pero la niña le exigía constantemente cosas a su madre, su atención, su tiempo, nuevos vestidos y nuevos zapatos, poniendo en todo momento a prueba su paciencia—. ¿Por qué no nos casamos en julio y nos vamos a Sun Valley con los niños?

—¿No te importaría que vinieran en nuestro viaje de luna de miel?

Zoya estaba asombrada de que pudiera ser tan bueno y estuviera dispuesto a aceptar a sus hijos como si fueran suyos.

—Pues claro que no. ¿A ti te gustaría?

—Me encantaría.

—Entonces está hecho —dijo Simon, besándola antes de echar un vistazo al calendario—. ¿Qué tal si nos casáramos el 12 de julio? —preguntó abrazando cariñosamente a Zoya.

Zoya llevaba mucho tiempo sin sentirse tan dichosa. El período de espera antes de la boda le estaba resultando muy difícil. Quería ser suya para toda la vida.

—¿Qué dirá tu madre?

—Le diremos que hable con Sasha —contestó Simon, tras pensarlo un momento—. Son tal para cual. Zoya rio y él la besó.

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