Zero

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Segunda parte » Capítulo 32

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Casi la había convencido. Solo me faltaba algo más de… persuasión. Acoplé en mi cara aquella mirada que tía Jane siempre decía que podía enamorar a cualquiera y acaricié su mejilla con la punta de mis dedos. Sally contuvo un escalofrío y se inclinó hacia mí, anhelante.

—Será un secreto entre los dos. ¿Puedes guardar un secreto conmigo?

—S… sí.

—Bien —musité. Volví a acariciarla con ternura—. ¿Y bien? ¿Quién compró el papel?

—Lo cierto es que… —titubeó. Me acerqué más a ella para que sus vacilaciones terminaran de desaparecer de una vez por todas.

—¿Sí?

—Eh, fue… algo extraño —dijo, al fin. Miró una vez más a nuestro alrededor. ¿En qué momento se convencería de que estábamos solos?—. Por lo general, cuando alguien quiere comprar algo viene en persona o manda a alguno de los bedeles. En este caso fue diferente. Me hicieron el encargo con una llamada anónima. Alguien me telefoneó el mismo día que empezó el curso y me pidió tres pliegos de papel vitela. Ya está. No dijo más. Llamó muy temprano así que supuse que sería algo urgente. Hice el encargo lo más pronto que pude y el paquete llegó en el primer envío desde Los Ángeles. Lo extraño es que la caja en la que estaba guardado el papel desapareció de la tienda poco después.

Me enderecé.

—¿Desapareció?

—Sí, por eso digo que fue algo raro. Dejé la caja justo aquí —el dedo de Sally apuntó la esquina del mostrador— para colocar unas revistas y cuando regresé ya no estaba. En su lugar, habían dejado el importe exacto que costaba el pedido, hasta la última moneda.

Me di la vuelta y examiné la disposición de la tienda. Solo había una puerta y ninguna ventana. La persona que se había llevado la caja había entrado y salido por el mismo sitio sin que nadie la viera. Para conseguir eso tenías que ser muy hábil. Alguien acostumbrado a pasar inadvertido en cualquier lugar y circunstancia…

—¿A qué hora llegó el paquete?

—El primer envío sale de la ciudad a las 10 de la mañana más o menos. Debió de llegar aquí sobre las 11 —la hora encajaba. Zero tuvo tiempo de sobra para coger el vitela, escribir la nota y dejarla sobre mi cama antes incluso de que yo atravesara la puerta principal de Drayton.

—¿Y no viste quién fue? ¡Cualquier cosa! El color de su pelo, si era chico o chica…

—N… no pude verle bien.

—¿Estás segura? Por favor. Necesito que me ayudes a encontrar a la persona que se llevó la caja.

—Te estoy diciendo la verdad, Kyle. No vi nada.

—¿Ni si quiera cómo iba vestido?

—No…

Dejé caer los hombros. Obviamente Sally no sabía más de lo que me había contado. De poco serviría que la presionara. Pero si ella, que era la que más próxima había estado del misterioso comprador, no podía ayudarme, nunca localizaría a quien fuera que encargó el vitela. La única pista que tenía para encontrar a Zero se perdería. Y jamás me libraría de las acusaciones que pesaban sobre mí.

Resoplé.

Y noté cómo se escapaba entre mis dedos la posibilidad de demostrar mi inocencia.

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