Twelve

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Segunda parte. Sábado 28 de diciembre » Capítulo 24

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White Mike la miraba mientras ella hablaba. Su madre dijo que podían ser un par de años, pero que también podía ser menos, y al final dijo que lo sentía, y él dijo: No te preocupes, tú no tienes la culpa. Ella dijo que no quería hablar más de ello, y que lo que tenían que hacer era vivir lo mejor que pudieran. ¿Me has oído, Michael? Vive siempre lo mejor que puedas.

Aquella noche White Mike se despertó pasada la medianoche y fue a oscuras y descalzo a la cocina. En aquella cocina no había ventanas, y cuando la puerta de batiente se cerró sin hacer ruido detrás de él, la habitación quedó completamente negra. Ni siquiera había una rendija de luz debajo de la puerta. White Mike estiró los brazos hacia un armario, lo abrió y buscó a tientas un paquete de galletas. Sus manos encontraron el paquete y lo bajaron, todo ello a oscuras. A continuación acercó un taburete al armario para coger un vaso. Lo primero que palpó fue una flauta de champán: la cogió, y estaba tan fría como las baldosas del suelo. Puso la copa junto al paquete de galletas, en el mármol. Abrió el paquete procurando no hacer ruido y sacó un montoncito de galletas, todas las de la primera sección del paquete. Colocó el montoncito junto a la copa, cerró el paquete y volvió a ponerlo en el armario. Se volvió hacia la nevera y contempló la oscuridad que había ante él. Entonces cerró los ojos, y la oscuridad cambió imperceptiblemente, quizá solo porqué él sabía que tenía los ojos cerrados. Caminó hacia la nevera y abrió la puerta. Un resplandor anaranjado inundó sus ojos, aún cerrados; White Mike buscó a tientas un cartón de leche. Encontró un cartón, frío y lleno; lo sacó de la nevera y cerró la puerta tan deprisa como pudo. El resplandor se desvaneció y White Mike abrió los ojos. Abrió el cartón a oscuras y se sirvió una flauta de champán de zumo concentrado de arándanos, la bebida favorita de su madre.

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