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4. Bill, Hillary, Monica y la conspiración » «Sé que es doloroso decirte adiós»

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«SÉ QUE ES DOLOROSO DECIRTE ADIÓS»

Monica seguía esperando que las gestiones de Bill le permitieran tener un empleo. Y aquello no ocurría. Y no descartaba convencerle para reanudar la relación. Y aquello tampoco ocurría. Llegó incluso a escribirle una nota en la que agradecía lo que había hecho por ella, porque en caso contrario «estaría en un manicomio».

A principios de diciembre de 1997 la paciencia de Monica había terminado. Después de charlar con Clinton en la Casa Blanca durante una recepción previa a la Navidad, la exbecaria escribió una carta en apariencia concluyente que, sin embargo, nunca llegó a entregar a su amante: «Siento que esto (la relación) haya resultado ser una experiencia tan mala. Sé que es doloroso decirte adiós; nunca pensé que iba a ser con un papel. Cuídate».

Monica quiso llevar esta carta y algunos regalos en mano a la Casa Blanca. Lo hizo sin previo aviso. Cuando llegó a la puerta noroeste del complejo los agentes del Servicio Secreto consultaron con la secretaria Currie. Ella les informó de que el presidente estaba reunido con sus abogados. Monica debía esperar allí, en la puerta. Mientras esperaba, los agentes comentaron que el presidente había recibido la visita de Eleanor Mondale. Monica escuchó ese nombre y perdió los estribos. Eleanor es una atractiva periodista de radio y televisión, hija del exvicepresidente Walter Mondale. De ella se dijo que mantuvo una relación con Clinton. Monica estaba convencida de que era así. Una más. Lewinsky, enfurecida y celosa, se marchó, llamó a la secretaria del presidente desde una cabina telefónica, la abroncó por no haberle dicho la verdad y volvió a casa con su carta y sus regalos.

Desde su apartamento del edificio Watergate, Monica llamó al presidente, y él la invitó a la Casa Blanca. Monica volvió. La reunión en la que iba a entregar una carta de adiós definitivo terminó, sin embargo, siendo «agradable» y «afectuosa». Comentaron el incidente que se había producido en la puerta. Ambos sospechaban que algún agente del Servicio Secreto pudiera estar contando demasiadas cosas a alguien sobre las reiteradas visitas de Monica. Pero para entonces la lista de posibles filtradores incluía ya a la poco discreta Linda Tripp, la amiga de Monica. Tenía buenos motivos para sospechar.

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