Tony

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PARTE 2 TONY » Capítulo 7

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Los trinos de los pájaros entraron por la ventana abierta junto al olor de los alimentos que se cocinaban en el primer piso. Un rugido procedente de su estómago arrancó una sonrisa a Raquel, que se volvió en la cama buscando a Tony, pero no lo encontró.

Estaba sola en su dormitorio.

Pasó la mano por la marca que había en el colchón y sonrió de nuevo al recordar lo bien que había descansado, cobijada entre los brazos del músico.

Tenía que reconocer que hacía mucho tiempo que no dormía tan plácidamente como esa noche y solo se lo debía a él.

Recordó como Tony la había levantado en brazos tras comprobar que se quedaba dormida encima de él y, a pesar de sus quejas, la llevó hasta su habitación para depositarla sobre la cama. La tapó con la colcha, le dio un beso en la frente y, tras mantener entrelazadas sus miradas durante lo que le pareció una eternidad, le deseó dulces sueños.

Intentó alejarse de la cama, pero no lo logró.

Raquel, con rapidez, atrapó su mano y le rogó que se quedara con ella.

El músico dudó.

Observó la habitación buscando alguna excusa que les convenciera a ambos pero, tras enfocar su atención de nuevo sobre ella, mostró que su resistencia era muy débil.

—Solo dormir… —insistió a media voz con ojos suplicantes.

Él se llevó la mano a la nuca.

—Solo dormir, que estás muy débil y…

Sin dudarlo, Raquel se movió hacia un lado de la cama para dejarle espacio y que pudiera acostarse junto a ella, arrancándole una profunda carcajada que cortó de inmediato cuando le chistó con fuerza.

—Vas a despertar a mi padre.

Tony se tumbó en el colchón, pasó el brazo por debajo de la cabeza de ella y los arropó a ambos con la colcha.

—Y eso no podemos permitírnoslo.

Negó antes de apoyarse sobre su hombro con una gran sonrisa.

—Te echaría de aquí si supiera que estás ahora mismo conmigo.

Le acarició la mejilla y susurró:

—Pues tendremos cuidado…

Raquel no recordaba nada más de la conversación, por lo que supuso que se había quedado dormida con rapidez.

No se volvió a despertar en toda la noche.

Se incorporó un poco sobre la cama y buscó el despertador que había sobre la mesilla. Las agujas que tenían en sus puntas notas musicales en lugar de flechas marcaban las doce del mediodía, confirmándole que había descansado como hacía tiempo que no lo hacía.

Suspiró al recordar la sonrisa de Tony y se levantó sin dilación.

Tenía muchas ganas de verlo.

Se observó en el espejo de cuerpo entero que tenía en la puerta del armario, se recolocó un poco el cabello y con el pijama, un pantalón gris y una camiseta rosa, salió de la habitación.

Las voces de su padre y de Tony le llegaron con claridad. Hablaban de música, de grupos y solistas clásicos que mezclaban con los más modernos. Debatían sobre la mejor década de la música de nuestro país y cuando Raquel abrió la puerta blanca de la cocina, llegaban a la misma conclusión: la mejor música era la de los ochenta.

Ella no pudo sino reírse cuando se los encontró.

—Ya veo que estáis muy entretenidos.

Josep se acercó hasta ella y le dio un beso.

—Buenos días, Bella Durmiente. ¿Te apetece comer algo?

Se acomodó en uno de los taburetes que había cerca de la isla central y que hacía las veces de mesa cuando la familia decidía comer en la cocina, y observó el plato vacío de Tony, donde se veían restos de sirope.

—¿Tortitas? —preguntó con una sonrisa.

—Tortitas —le confirmó él guiñando un ojo.

—¿Te apetecen, cariño?

Raquel miró a su padre y se tocó la barriga.

—Me he levantado con apetito.

Este no dudó en darle un nuevo beso y con una sonrisa complaciente se puso manos a la obra para prepararle la comida.

—¿Qué tal has dormido? —se interesó Tony atrapando su mano.

Las mejillas femeninas se sonrojaron ante la pregunta.

—Bien. Gracias —musitó en voz baja.

Él le apretó las manos y asintió feliz.

—Me alegro.

—Marchando una de tortitas —comentó de pronto el padre de la joven, girándose sobre sí mismo con un plato entre las manos a tiempo de ver como Tony soltaba la mano de su hija. No pudo más que sonreír ante el gesto.

Dejó el desayuno delante de una Raquel algo tímida y le acercó los cubiertos.

—¿Solo una? —interrogó la joven con rapidez en cuanto se dio cuenta de que solo había un dulce redondo en su plato.

Josep se carcajeó. Le revolvió el cabello y recogió el plato vacío de Tony.

—Vamos a ir despacio, cariño. Primero cómete esa tortita y, si te quedas con hambre, te hago más.

Raquel tomó el bote de sirope de arce y bañó el desayuno con el dulce líquido.

—De acuerdo —confirmó tras cortar un trocito para llevárselo a la boca.

Los dos hombres no le quitaron los ojos de encima, observando con detenimiento como masticaba despacio la tortita para llevarse a continuación otro cacho a la boca.

Ambos se miraron conformes.

—Y bien, ¿qué vais a hacer hoy? —los interrogó el padre de Raquel.

Los jóvenes se miraron sin saber muy bien qué responder.

Raquel se encogió de hombros.

—No había pensado en nada.

Su padre comenzó a fregar los platos que habían utilizado para el desayuno.

—¿Por qué no le enseñas la zona?

Observó la espalda del hombre extrañada ante su sugerencia.

—Papá, creo que no tendría fuerzas suficientes para ello. ¿Y Dulce? Ella podría enseñarle esto.

—¿Y si vamos en moto? —propuso el músico.

Josep cerró el grifo del agua y los miró mientras se secaba las manos con un trapo.

—Tu hermana ha salido temprano.

—Buenos días. —La puerta de la cocina se abrió dejando paso a Lucas.

Detrás de él iban Mónica y su hermano Israel.

—Hola, familia —saludó la joven rubia al mismo tiempo que le daba un beso a su prima—. ¿Cómo estás?

—Mejor —respondió su padre por ella.

—Se ha levantado con apetito —añadió Tony.

—Es un buen síntoma de que todo marcha bien —indicó Lucas con una sonrisa mientras revolvía el cabello de su paciente—. Hola, no nos presentaron como es debido en el hospital. —Le ofreció la mano al músico, que no dudó en estrecharla—. Soy Lucas.

—El doctor Ferrán —puntualizó Mónica, sentándose al lado de Raquel.

—Lucas —le corrigió él—. Todavía no he acabado las prácticas.

—Para nosotros ya eres el doctorcito —señaló riéndose el otro joven que había entrado con ellos—. Yo soy Isra, el hermano de Mónica. —Movió la cabeza señalando a la prima de Raquel.

Era verdad que se parecían mucho. No porque los dos fueran rubios, sino porque compartían rasgos apreciables en sus rostros, además de unos ojos azules increíbles.

—Y los dos son mis sobrinos —Josep aclaró lo evidente.

El músico observó a los presentes y sonrió.

—Hola a todos. Yo soy Tony.

—El músico —añadió Isra—. Que no te siente mal, chico, pero hemos tenido que sufrirte muchos años. —Abrazó por detrás a su prima—. ¿A que sí, pequeñaja?

Raquel agachó la mirada, cohibida.

—Déjala en paz, Isra —lo regañó su hermana—. ¿Y qué hacíais? —preguntó intentando cambiar de tema.

—Acabamos de terminar de desayunar —respondió Tony.

—¿A estas horas? —Israel miró extrañado su móvil.

—No hace mucho que tu prima se ha despertado —aclaró Josep.

—¿Has dormido bien hoy? —se interesó Mónica apartando el cabello de Raquel de su rostro, en un gesto cariñoso.

—Como hacía días que no lo hacía —respondió ella mirando a Tony.

Los reunidos en la cocina observaron a la pareja sin saber muy bien lo que había sucedido esa noche entre ellos, pero felices del resultado.

—Otro buen síntoma —comentó Lucas atrayendo la atención de todos—. Está yendo todo muy bien, Raquel.

Esta asintió, conforme con sus palabras por primera vez en mucho tiempo.

—¿Y qué pensabais hacer ahora? —los interrogó Mónica.

—Yo iba a comerme este plátano —respondió su hermano cerrando la puerta de la nevera.

—No seas tonto. A ti no te preguntaba —le reprendió la rubia.

—Le estaba sugiriendo a Raquel que le enseñara la zona…

—Pero no sé, papá, si es buena idea —le interrumpió su hija.

—¿Por qué no? —preguntó Lucas apoyándose en la encimera de la cocina con los brazos cruzados, sin apartar la vista de su paciente.

Esta se encogió de hombros.

—Por si no me encuentro bien —respondió de forma dubitativa.

—Puede que te siente bien. Tienes mejor color de piel y te vendría bien que te diera un poco el aire.

—Le había propuesto ir en moto…

—Mejor en coche —aconsejó el médico guiñándole un ojo.

—Llévate mi todoterreno —le indicó el padre de Raquel.

—Venga, que subo contigo para que te cambies de ropa —la animó Mónica obligándola a levantarse del taburete que ocupaba.

—Y luego podéis venir a comer con nosotros a la hamburguesería de Ceci —propuso Israel ocupando el asiento que Raquel había abandonado, para que no tuviera opción de sentarse de nuevo en él.

Raquel miró a los presentes y asintió sin estar muy convencida de lo que allí sucedía. Se llevó una mano a la cabeza y negó, desapareciendo por la puerta de la cocina, acompañada de su prima, sin saber muy bien lo que había pasado.

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