Tony

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PARTE 2 TONY » Capítulo 8

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Desde que la pareja salió de la casa no habían vuelto a dirigirse la palabra.

En silencio, con la vista fija en la carretera, Tony conducía el Toyota Land Cruiser del padre de Raquel, mientras tamborileaba el volante cada poco tiempo buscando algún tema de conversación que rompiera el ambiente del interior del vehículo; pero, por mucho que lo intentaba, no encontraba nada que comentar.

La joven, sentada en el asiento del acompañante, tenía el cuerpo inclinado hacia la puerta, la cabeza apoyada en el reposacabezas y la mirada perdida en el exterior, en una posición que no animaba a su compañero a entablar ninguna charla.

Tony no sabía qué ocurría, pero no estaba dispuesto a retroceder las casillas que había avanzado la noche anterior.

Expulsó el aire que retenía y, cuando un pequeño camino de arena asomó por su derecha, giró con brusquedad el volante haciendo que el todoterreno se adentrara por el estrecho desvío. Frenó y miró a su acompañante.

Raquel lo observó confusa.

—¿Qué haces?

—Dímelo tú —espetó.

—No sé a qué te refieres. —Apartó sus ojos de él para mirar sus manos.

Tony suspiró mientras se retiraba el cabello de la cara.

—Esta mañana me ha parecido que estábamos bien y ahora…

Lo miró con rapidez.

—Sí, sí…

—¿Entonces? —Agarró su mano, tirando de ella hacia su cuerpo.

—Es que… —Apoyó la mano en la camiseta gris con la imagen del grupo de grunge Nirvana, pero no dijo nada.

Tony la agarró de la barbilla, levantándole el rostro para enfrentar su mirada.

—Raquel, nada de mentiras. Deja la timidez fuera y dime sin miedos qué te ocurre. Necesito que confíes en mí. Siempre.

Ella asintió y sonrió avergonzada.

—Es una tontería.

Le acarició la mejilla.

—Nada es una tontería si viene de ti.

Sus mejillas adquirieron un tono rosado. Negó con la cabeza y se alejó de su agarre, apoyando la espalda en la puerta.

—Es solo que me ha dado la sensación de ser una marioneta a la que movían los hilos esta mañana, al gusto de terceros.

Él arrugó el ceño, desconcertado.

—No te entiendo.

Lo miró con furia y le aclaró:

—Os habéis aliado todos contra mí.

La carcajada varonil la sorprendió.

—¿Lo dices por este viaje?

Asintió enfurruñada.

—Habéis decidido que debía salir de casa sin pensar en lo que a mí me apetecía…

Agarró su mano y tiró de ella hacia su cuerpo de nuevo, interrumpiendo su explicación. La colocó encima de él a horcajadas y pasó con reverencia las manos de sus piernas desnudas, ya que llevaba un pantalón vaquero corto que las dejaba visibles a cualquier mirada, a su cara. Una posición incómoda, ya que les estorbaba el volante del vehículo, pero Tony necesitaba tenerla cerca.

—¿Quieres que regresemos? —preguntó solícito.

—No —susurró ella.

—Entonces, ¿qué quieres? —se interesó mientras deslizaba las manos por su espalda.

—Que me dejéis decidir a mí… —rogó—. A pesar de mi enfermedad todavía puedo decidir por mí misma lo que deseo hacer.

Tony asintió y le dio un beso en la punta de la nariz.

—Tranquila, que no volverá a suceder.

Sonrió agradecida.

—Gracias… —Su voz se rompió al observar la intensa mirada del músico.

—Raquel…

—¿Sí? —preguntó a media voz.

—Te voy a besar —le advirtió con voz grave—. Necesito saber que quieres que te…

Raquel se abalanzó sobre él, acallándolo.

Atrapó su labio inferior para pasar a continuación al superior, saboreando su boca con lentitud.

La respuesta de Tony fue inmediata. Abrió la boca permitiendo que su lengua la acariciara, instando a su pareja a imitarlo. No pudo evitar suspirar de placer cuando la joven entreabrió los labios y la caricia húmeda se incrementó.

Sus manos se adentraron por debajo de la blusa rosa y ascendieron poco a poco por la espalda desnuda, trazando dibujos inconexos mientras la atraía aún más hacia su cuerpo. Separó sus bocas y le regaló una juguetona sonrisa para a continuación dirigirse al cuello, donde el color de la piel era tan diferente a la del resto del cuerpo. La besó con dulzura, la acarició con la lengua con delicadeza, dejando un rastro húmedo por su piel, consiguiendo que la respiración de Raquel se acelerara. Descendió en su recorrido hasta el lugar donde el cuello se junta con el hombro y lo mordió, dejando su huella al mismo tiempo que ella jadeaba.

—Sabes a fresa —señaló divertido.

La risa femenina lo envolvió.

—Es por la crema que me he echado. Protección solar pantalla total frutas silvestres —dijo sonriendo como si fuera un anuncio publicitario.

Tony se carcajeó y volvió a besarla en el hombro.

—Me gusta —indicó con voz ronca mientras apartaba el minúsculo tirante que sujetaba la blusa y la volvía a besar en repetidas ocasiones hasta llegar a su pecho desnudo.

Elevó su mirada brevemente, atrayendo su atención.

Sus negros ojos brillaban de expectación. Su boca entreabierta lo invitaba a robarle un nuevo beso, pero la tentación…

Fijó su mirada en el pequeño montículo y se relamió.

Las caderas de la joven se movieron instintivamente.

El roce de sus vaqueros intensificó el momento. Su miembro endurecido invitó a Raquel a que se moviera de nuevo sobre él, gimiendo de placer.

Tony se pasó la lengua por los labios y sin más demora atrapó el pezón enhiesto, arrancándole a su dueña un grito de satisfacción.

Lamió el pequeño bulto rosado, mordió el pezón con ansiedad y volvió a lamer su piel con avidez renovada, para besarlo de nuevo.

La joven se echó hacia atrás y apoyó su espalda en el volante, permitiendo a su amante un mejor acceso a su cuerpo, provocando que la blusa descendiera con libertad dejando libre el otro seno, que atrajo de inmediato la atención del músico.

Sintió como su boca atrapaba el otro pecho, envidioso de su gemelo, y gimió de placer al sentir la succión de sus labios. Atrapó su mano y, sin ninguna timidez, la llevó hasta el pecho solitario para que le prodigara ansiosas caricias.

La estaba volviendo loca.

Sentía como su cuerpo se acaloraba y en su estómago nacía una montaña rusa que la elevaba hasta cotas inimaginables. Se agarró a los hombros masculinos y comenzó a moverse sobre Tony buscando un mayor acercamiento. Sintió que la erección del músico crecía, aprisionada bajo sus vaqueros, y como su cuerpo se envalentonaba moviéndose, buscando el placer que aumentaba con la fricción.

El joven se alejó de sus pechos y atrapó su boca con un beso voraz. Posó las manos sobre sus hombros y la animó a que cabalgara sobre él, al mismo tiempo que le robaba un nuevo beso.

Sus movimientos aumentaron.

Sus gemidos crecieron alcanzando el clímax final.

Raquel se inclinó hacia atrás suspirando satisfecha y Tony besó su cuello una vez más.

Sus respiraciones se ralentizaron.

El músico recolocó la blusa con delicadeza, no sin antes volver a besar los pequeños senos, y sonrió a su dueña.

—¿Estás bien?

Movió la cabeza de manera afirmativa, se apoyó en su hombro y lo abrazó.

—Muy bien.

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