Thunder

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Capítulo 2

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—¿Acaso tú sabías que eso era normal? —Vi que se aguantaba la risa, lo que me hizo pensar que me había hecho una jugarreta—. Ya veo —rezongué. Que mi hermana hubiera recuperado el humor era buena señal, no iba a enfadarme por ello—. Yo no buscaba una cita, si lo hubiera hecho, me habría bastado con invitarla.

Jen bufó acomodándose en el cojín.

—Lo peor de todo es que sé que es cierto. No sé cómo lo haces, pero estás perdiendo el tiempo de contable, habrías ganado mucho más siendo gigoló.

—Pero entonces no me habría divertido tanto y me habría tenido que acostar con viejas decrépitas, y paso de momias. A mí me gustan como la enfermera, justo en su punto —argumenté agitando las cejas descaradamente.

—¿Quedarás con ella?

—¿Importa?

Mi hermana se encogió de hombros.

—No estaría mal tener una enfermera en la familia, ni tú ni yo entendemos de estas cosas —soltó observando a mi sobrinita.

—Pues no cuentes conmigo para que entre en la familia. Como mucho, me la puedo tirar para hacerle alguna consulta telefónica, pero no quiero tener pareja, estoy muy bien solo.

—Una mujer no te haría ningún mal, le daría algo de pimienta a tu existencia. Vivir en pareja está bien…

—Por eso tú estás sola —contraataqué sin ningún acierto. Los ojos de mi hermana se opacaron al instante—. Lo lamento, Jen, no fue mi intención…

—Lo sé, déjalo —me cortó apretando a Koe contra su pecho—. No importa, lo merezco por meterme donde no me llaman.

—No, el que lo lamenta soy yo.

Ella agitó la mano tratando de restarle importancia, aunque sabía que la había herido.

El dolor se reflejaba cada vez que la acompañaba a hacerse una ecografía y Jon no estaba. Sabía que hubiera preferido que él fuera quien sostuviera su mano en aquellos momentos y no yo. ¡Qué injusta que era la vida!

—Estoy cansada, Michael, y seguro que tú tienes muchas cosas que hacer. Gracias por el osito y los globos, pero ahora me apetece estar tranquila si no te importa.

—Por supuesto. —Me acerqué a ambas para besar su frente, me paré un instante aspirando el aroma a bebé.

—Tú olías igual.

Sus ojos se iluminaron de nuevo. Koe obraba verdadera magia con Jen.

—¿De veras? —preguntó sorprendida. El recuerdo había venido a mí, dicen que los olores tienen esa capacidad, activan la memoria haciéndote regresar a recuerdos olvidados.

—Mamá siempre me reñía porque podía pasarme horas mirándote y oliéndote, decía que al final te iba a quitar el aroma de tanto olisquearte. —Ambos sonreímos—. Sabes que te quiero, ¿verdad, surioarǎ? —le pregunté.

Ella movió la cabeza emocionada.

—Y yo a ti, frățior, aunque me cueste decirlo. Sabes que el exceso de almíbar no es lo mío.

—Ya, descansa, yo volveré mañana y me encargaré de tener consultas telefónicas gratis de por vida.

Jen soltó una carcajada y yo le guiñé un ojo antes de salir.

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