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Tienes una gotera en la azotea

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Tienes una gotera en la azotea

La vecina, la gorda aquella del 4°., le había dejado una micronota en la puerta. Aquello no tenía ningún sentido. Las micronotas no se aguantan sobre las puertas.

Además el mensaje no estaba firmado. Y sin embargo Present tenía la certeza de que provenía de la vecina del 4°. Lo sabía con seguridad. Y esa misma convicción absurda fue la que le hizo darse cuenta, allí, en lo más profundo de su psique, que aquello sólo podía ser un sueño.

Así que se despertó.

Estaba sudando aunque no hacía calor.

Todo parecía muy importante. Más que importante era significativo. Sólo que ella no sabía qué narices podía significar.

Recordaba perfectamente el mensaje de la vecina.

La micronota decía «Tienes una gotera en la azotea».

Parecía tan real. Tan importante. Y lo más extraño era que ella creía saber en qué punto exacto del ático estaba la gotera.

Con la irreal sensación de urgencia aún rodeándole, Present se levantó y se cubrió de cualquier manera con una camisa. Descorrió la puerta que conducía a la terraza y se dejó acariciar por la noche. La serpiente de leds azuladas la guió en la oscuridad completa de una noche sin luna.

Se dirigió hacia la caseta que en origen había contenido los contadores del gas y el agua, y que ella recordaba haber usado como almacén para guardar las pocas herramientas de jardinería que poseía. Estaba cerrada. Siempre lo estaba.

Hacía muchos años que no la usaba. En algún momento del pasado había sellado la puerta con Cementiplast.

Se agachó para observarla con atención.

El cubículo apenas tenía cuatro palmos de ancho, hondo y alto.

No podía distinguir casi nada.

Present volvió a su habitación para iluminar el ático. Y examinó las pequeñas puertas selladas. Como si por primera vez reparase en que la brisa fría y húmeda de la noche estaba calándole hasta los huesos, comenzó a temblar.

Respiró hondo intentando calmarse. Entró corriendo en casa llamando a gritos a Sergi.

Él no le contestó.

Present se precipitó escaleras abajo. Llegó hasta la habitación de su hijo.

Sergi no estaba.

Se dirigió entonces al armarito de la entrada. Buscó sus herramientas y subió como una bala hacia el ático.

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