Shadow

Shadow


Capítulo 14

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Capítulo 14

 

 

En ese momento me di cuenta de por qué me había sentido atraída por Shadow desde el principio. Instintivamente, sabía que él podía manejar cualquier cosa que se le presentara, incluso a mi padre, y que protegería a cualquiera que le importase. Tan pronto como le dije que tenía problemas, no sopesó sus opciones ni consideró el riesgo antes de ofrecerse a ayudarme. Sabía que Shadow lo decía en serio cuando dijo que estaría ahí para mí. Lo veía en la forma en que me miraba y me hablaba, y por mucho que quisiera creer que podía, no conocía a mi padre, no de la manera en que yo lo conocía. Si tratara de quedarme, sería solo cuestión de tiempo antes de que él me encontrase, y una vez que lo hubiera hecho, vendría a por mí. Era inevitable, y si dejaba que Shadow se involucrara, había una posibilidad de que quedara atrapado en el fuego cruzado. No podía dejar que eso pasara. Nunca sería capaz de perdonarme, así que, me gustara o no, dejar la ciudad era mi única alternativa.

—No puedo dejarte hacer eso. —Me arrodillé, cogí una de las cajas y traté de pasar por encima de él—. Pero para que quede claro, no me voy a rendir y aceptar mi destino. No volveré allí sin pelear.

—¿Volver a dónde, Alex?

—Déjalo, Shadow. No es asunto tuyo.

Me agarró por el codo y me atrajo hacia él.

—Si es algo que te atañe, entonces es asunto mío.

—¿Por qué? ¿Porque has tomado café en mi tienda un par de veces o porque nos acostamos una sola?

—No tienes ni puta idea, ¿verdad? —me preguntó con los ojos brillantes.

—¿Cómo voy a saber lo que pasa por tu cabeza, Shadow? Nunca me hablas. Diablos, ni siquiera sé tu verdadero nombre.

—Mason. Mi verdadero nombre es Mason, y para futuras referencias, si quieres saber algo, solo tienes que pedirlo.

—Bueno, gracias por el aviso, pero ya es demasiado tarde.

—Si algo es importante para ti, nunca es demasiado tarde.

—¿Qué es exactamente lo que propones?

—Ven conmigo al club. Deja que mis hermanos y yo te protejamos de esa gente que te persigue.

—No puedo pedirte que hagas eso. No es justo para ti y tampoco para ellos.

—No me lo has pedido, Alex.

Su mera presencia lo consumía todo, y tenerlo tan cerca me hacía imposible pensar. Estaba tratando de encontrar una razón plausible para no aceptar su oferta, cuando uno de los hermanos de Shadow apareció en la parte inferior de la escalera.

—¡Eh, vosotros! —gritó—. Odio interrumpir esta pequeña pelea de amantes, pero ¿puedo hacer una sugerencia?

—¿Qué? —Los dos refunfuñamos al mismo tiempo.

—Parece que te lo has montado bien aquí —dijo dirigiéndose a mí—. Y parece que no quieres dejarlo, así que, ¿por qué no le haces caso a Shadow y te vienes al club con nosotros unos días? Danos la oportunidad de ayudarte a resolver esta mierda, y si no podemos hacerlo, entonces podrás irte. Al menos, habrás ganado un poco de tiempo.

Odiaba admitirlo, pero tenía razón. Necesitaba un minuto para recoger mis pensamientos y asegurarme de que estaba preparada para dejar la ciudad.

—Está bien, Shadow. Iré contigo, pero solo un par de días.

Sin responder, cogió la segunda caja y me siguió a la planta inferior. Cuando entramos en la librería, me sorprendió ver que Berny había desaparecido. Mientras guardaba todo bajo llave, miré alrededor de la habitación, buscando cualquier señal de él. El amigo de Shadow debió de haber notado mi preocupación, pues me informó que él se había ocupado de él.

—Umm... bien. —No tenía ni idea de lo que quería decir con eso hasta que salimos fuera. Cuando llegamos a su camioneta, vi a Berny en la parte de atrás, atado y amordazado, todavía inconsciente. No sabía qué planeaban hacer con él, y la verdad, me traía sin cuidado. No me importaría no volver a verlo nunca más. Cuando Shadow abrió la puerta de la camioneta, recordé que mi coche aún estaba aparcado al otro lado de la calle.

—¿Qué vamos a hacer con mi coche? —le pregunté.

—¿Dónde tienes las llaves?

Me metí la mano en el bolsillo y las saqué, balanceándolas ante sus ojos. Shadow me las quitó de la mano, luego se las lanzó a su amigo y le señaló dónde había aparcado.

—Síguenos hasta el club —le dijo.

Segundos después, me encontré dentro de la camioneta con mis pertenencias cuidadosamente guardadas en el asiento trasero. Miré a Shadow y una idea cruzó por mi cabeza mientras lo veía salir a la carretera principal: Estaba a punto de entrar en el mundo de Satan's Fury, algo que jamás habría imaginado ni de lejos. Las advertencias de Jason acudieron a mi mente, lo que me hizo sentir aún más ansiosa. Hasta ese momento, ni siquiera había considerado que podría estar saltando de la sartén para caer al fuego. Intenté desechar ese pensamiento y me volví para mirar por la ventana para observar a la gente que caminaba por la ciudad.

—¿Estás bien? —oí preguntar a Shadow.

—No. En realidad no. —Respiré hondo y me expliqué—. Estoy muy cansada. Sabía que este día llegaría. He tratado de prepararme para esto, pero ahora que está aquí, no puedo pensar con claridad. Solo quiero que se acabe. Quiero dejar de mirar por encima del hombro y vivir mi vida.

—¿Puedes decirme qué está pasando? —Shadow se giró hacia mí y me preguntó con voz tierna—. Sería mucho más fácil si supiera a qué nos enfrentamos.

—Lo sé, y lo haré. Te lo prometo. Pero ¿puedes darme un poco de tiempo?

—Sí, puedo hacerlo.

—Gracias. Solo necesito un minuto para entenderlo todo.

Sentí el calor de su mano en mi muslo cuando él volvió a hablarme.

—Quiero que sepas que puedes confiar en mí, Alex.

Aunque siempre me había gustado el nombre que había inventado para mí, oírle llamarme Alex solo me hizo sentir peor. Acababa de hacerle pasar un mal rato a Shadow por no decirme su verdadero nombre, lo que era totalmente injusto considerando que no le había dicho la verdad sobre el mío. Sabía que debía decírselo, pero no pude. Estaba asustada. Me preocupaba que él cambiase de opinión sobre mí cuando descubriera quién era en realidad, y no podía correr ese riesgo. Me hizo sentirme cuidada y protegida, e incluso si esos sentimientos eran algo que había inventado en mi cabeza, quería aferrarme a ellos por un poco más de tiempo. Sin volverme para mirarlo, puse mi mano sobre la suya.

—Sé que puedo —le susurré—. Gracias por ello. Gracias por todo.

—No tienes nada que agradecerme. Hago esto tanto por mí como por ti.

Iba a preguntarle a qué se refería, pero se distrajo cuando llegamos a una gran puerta de metal. A medida que se abría, me incliné hacia adelante para ver mejor el hermoso y viejo edificio de ladrillo.

—¿Esto es el club?

—Lo es —me contestó.

—Vaya. No esperaba que fuese así. Este lugar es increíble.

—Me alegra que te guste. En un tiempo fue uno de los mayores depósitos de trenes de la ciudad. —Era obvio que habían hecho un gran trabajo remodelando la iluminación y algunas de las ventanas, pero todavía tenía un aire vintage que me hacía sentir un poco menos ansiosa por entrar. Una vez que Shadow aparcó la camioneta, se volvió hacia mí.

—¿Estás lista?

—Supongo que sí. —Cuando salíamos del camión, el amigo de Shadow acababa de llegar en mi coche—. Necesito sacar la bolsa de lona de mi maletero —añadí.

—Yo te la traeré. —Shadow se acercó a la parte trasera de mi coche y gritó a Gunner que lo abriese. Cuando me dio mi bolsa, me hizo un gesto para que lo siguiera adentro. Mientras caminábamos junto a la parte trasera de la camioneta, me di cuenta de que Berny ya no estaba inconsciente.

—Umm... ¿Qué pasa con él?

Antes de que Shadow pudiera responder, Gunner contestó.

—Lo tengo controlado.

—¿Qué vas a hacer con él?

—¿Realmente quieres saberlo?

Entonces reconocí que no estaba segura.

—No. No lo sé.

—Eso creía —se rio. 

Cuando vi que Shadow ya estaba muy por delante de mí, me apresuré para alcanzarlo. Tan pronto como entré por la puerta, admiré las hermosas y ornamentadas lámparas que iluminaban con elegancia el largo pasillo. Quería parar y llevármelo todo, pero Shadow siguió avanzando. Observé cómo la madera oscura y el ladrillo visto le daban un aire masculino a la decoración, pero era perfecto para una edificación tan antigua. Pasamos varias habitaciones antes de detenernos al final del corredor. Tenía muchas preguntas flotando en mi cabeza, pero las guardé para mí misma, o al menos lo intenté. Cuando Shadow abrió la puerta y me invitó a entrar a un gran dormitorio, no pude contenerlos más. Tiró mi bolsa de lona en la cama extra grande y lo miré fijamente.

—¿Qué es este lugar en concreto?

—La sede del club. ¿Por qué? —me preguntó.

—Sé que es la sede del club, Shadow, pero ¿qué es todo esto? ¿Es aquí donde tenéis las reuniones, donde vivís, o solo un lugar genial para pasar el rato?

—Sí, a todo.... o casi. No todos los hermanos viven aquí. La mayoría tienen sus propias casas, pero cada uno de ellos pueden disponer de habitaciones cuando las necesiten. También hay salas de conferencias, una sala de juegos con televisión y juguetes para los niños, y una cocina completa.

—¿Niños?

—Sí. Niños. Como te dije, somos una familia. Muchos de los hermanos tienen mujeres e hijos, y algunos los traen de vez en cuando.

—Vaya. No tenía ni idea. —Miré a mi alrededor y vi el gran escritorio de roble en la esquina y el televisor de pantalla plana montado en la pared. Aunque era una bonita habitación con su propio cuarto de baño, no había imágenes dispersas, nada de color o interés que la hiciera acogedora. En cambio, parecía fría, como si no perteneciera a nadie.

—¿De quién es este dormitorio?

—Es mío —dijo él—. No es mucho, pero es mi hogar.

Mis ojos regresaron a su cama, la cama donde había aterrizado mi bolsa de lona, y de repente empecé a sentirme nerviosa.

—Entonces, esto... ¿dónde voy a dormir?

—Aquí... conmigo —dijo encogiéndose de hombros—. ¿Te parece bien?

Tan pronto como las palabras salieron de su boca, eché un vistazo a su cama gigante. No podía quejarme, sobre todo, teniendo en cuenta mis circunstancias actuales. Debería haberme concentrado en mi padre y en la ira que iba a causarle cuando descubriese que me había escabullido entre sus dedos, pero no lo hice. De hecho, él fue lo último en lo que pensé cuando le respondí.

—Sí. Me parece más que bien.

Abrió el cajón de su cómoda y empezó a remover en su interior.

—Puedes poner tus cosas aquí cuando estés lista.

—De acuerdo.

—¿Te echo una mano? —se ofreció.

La adrenalina que circulaba por mi cuerpo estaba empezando a disminuir, y necesité un minuto para recuperar el aliento.

—No, gracias. Puedo hacerlo sola.

—Muy bien. Te dejo con ello, entonces.

—¿Te vas?

—Voy a ver cómo está Gunner. Enseguida vuelvo —me aseguró.

—Oh, está bien.

—¿Te importa si me doy una ducha rápida? —le dije antes de que se marchara.

—En absoluto. Estás en tu casa.

—Gracias de nuevo, Shadow. De verdad, te agradezco todo esto.

Se acercó y me besó en la frente con suavidad.

—Puedes dejar de darme las gracias, Alex. En serio, no es nada.

Con eso, se giró y salió de la habitación, dejándome sola para ordenar la montaña de pensamientos que corrían por mi cabeza. Después de sacar un poco de ropa de mi bolso, me dirigí al baño y abrí el grifo. Una vez que el agua salió lo bastante caliente, me puse bajo el chorro, dejando que cayera en cascada por mis hombros. Mi mente se desvió hacia mi padre y el entumecimiento que había sentido la última vez que lo vi. Lo siguiente que supe es que el agua se había congelado y que yo estaba temblando en el suelo de la ducha con los brazos alrededor de las rodillas. Me levanté para cerrar el grifo, y me estremecí al ponerme de pie. Después de secarme, me puse la ropa y me cepillé el pelo. Antes de volver al dormitorio, me miré en el espejo y me lamenté al ver mis ojos rojos e hinchados. Había tratado de autoconvencerme de que era lo bastante fuerte para lidiar con cualquier cosa, pero mientras miraba mi reflejo, empecé a tener dudas.

Me limpié las últimas lágrimas y volví al dormitorio. Shadow aún no había regresado, así que me dispuse a guardar mi ropa en su cómoda. Acababa de abrir el cajón de abajo cuando entró por la puerta. Iba a girarme, pero me detuve al recordar mis ojos hinchados.

—Hola. ¿Estás bien?

—Sí —respondí.

—¿Estás segura?

Cerré el cajón de la cómoda y entonces me di la vuelta. Tan pronto como nuestros ojos se encontraron, supe que él vería que yo había estado llorando y que querría saber por qué. Significaba mucho para mí que le importara, pero yo no quería hablar de mi padre ni de nada más. Solo quería refugiarme en sus brazos e ignorar el sentimiento de ansiedad que se estaba gestando en la boca de mi estómago. Necesitaba tocarlo, sentir su cuerpo contra el mío y olvidarme de la locura en que se había convertido mi vida.

—No. No, no lo soy, y te necesito ahora mismo... —dije sin poder disimular—. Necesito que me ayudes a olvidar, aunque sea por un tiempo.

En un abrir y cerrar de ojos, él estaba allí, regalándome una mirada de lujuria que me hizo desearlo aún más.

—No sé cuánto tiempo me queda —le dije con la palma de mi mano en su mejilla—. Solo sé que quiero pasarlo contigo.

Él me cogió por la cintura y me atrajo hacia su pecho. Cuando sentí el calor de su cuerpo junto al mío, el mundo dejó de girar. Su aroma embriagador, una mezcla de colonia y cuero, me rodeó, y cuando se inclinó y me cubrió la boca con un beso hambriento, todo lo demás pareció desvanecerse. La caricia de sus labios era pura magia. Me sentía segura en sus brazos, como si nada pudiera interponerse entre nosotros, y por un momento consideré la posibilidad de que tal vez teníamos algo más que una simple necesidad carnal. A medida que me acercaba y profundizaba más en mi boca, podía sentir su corazón latiendo con fuerza, y no pude evitar derretirme por completo con su roce.

Se alejó de mi boca lo suficiente para poder mirarme.

—Tienes que saber que te mereces algo más que un hombre como yo.

—No —dije hundiéndome en sus ojos—. Si pudieras ver lo que veo cuando te miro, si sintieras lo que siento cuando te toco, entonces sabrías lo increíble que eres realmente.

—Te equivocas, pero ya no trataré de convencerte. Te deseo, Alex —susurró, con el calor de su aliento acariciando mi mejilla. Podía ver el anhelo en sus ojos, el mismo que yo sentía en mi interior.

Me estudió un instante, como si necesitase confirmar que yo quería esto tanto como él, y una vez que lo descubrió, su boca se estrelló contra la mía. Los dos dejamos ir nuestras dudas y nos permitimos perdernos en el momento. Las puntas de sus dedos se movían a lo largo de mi columna vertebral, y yo me incliné hacia él, buscando el calor de su tacto. Continuó besándome, y un fuego ardió en mi interior y se extendió por todo mi cuerpo. La sensación solo se hizo más intensa cuando cogió el dobladillo de mi camiseta. Se deshizo de ella, y sentí cómo se detenía a acariciar mi carne desnuda, haciéndome temblar con anticipación. Incapaz de esperar más, bajé las manos a la cintura de mis pantalones cortos y, mientras él observaba cada uno de mis movimientos, las bajé al suelo.

Sus ojos vagaban sobre mi piel, y cuando reconocí la pasión que había detrás de sus hermosas pupilas oscuras, mi pulso comenzó a latir con más fuerza, rugiendo en mis oídos según él se acercaba. Puso sus caderas sobre las mías, revelando su creciente erección a través del abultado pantalón tejano. Todo sucedía muy rápido, pero se sentía como un sueño, cada detalle a cámara lenta. Lo deseaba tanto… Lo deseaba con desesperación, y no podía esperar ni un momento más. Gimiendo en su boca, le desabroché el cinturón y lo liberé de sus vaqueros. Mientras las yemas de mis dedos rozaban suavemente su hinchado cuerpo, lo oí respirar agitado. Luego, se acercó por detrás de mí para quitarme el sostén de encaje.

Una vez que cayó al suelo, sus ojos se posaron en mis pechos.

—Son tan perfectos…

—Mason... —le supliqué, robándole el poco control que le quedaba. Jadeé cuando me levantó, acunándome cerca de su pecho mientras me llevaba a la cama. Me abrazó con fuerza, haciéndome sentir segura en sus brazos, y luego me colocó en el colchón. Shadow estaba sobre mí, mirando mi cuerpo mientras se quitaba la ropa, y una ráfaga de calor me bañó cuando se inclinó para cubrirme con su calor. Sus labios acariciaron mi cuello, y luego empezó a besarme desde la clavícula hasta mis senos. Se metió un pezón en la boca y me chupó la piel sensible antes de viajar más hacia el sur, hacia las curvas de mi estómago. Gimió al bajarme las bragas por las piernas antes de asentar la cabeza entre los muslos.

Me temblaban las piernas mientras su lengua rastrillaba suavemente mi centro. Su tacto era suave y ligero al rodear mi clítoris, haciendo que todo mi cuerpo sintiera un hormigueo de necesidad. Mientras seguía atormentándome con su boca, soltó sus dedos dentro de mí, retorciéndolos hasta encontrar el punto que me quitaba el aliento. Me encantaba cómo se sentían sus manos contra mi piel, tan fuertes y sólidas, y después de unos momentos, noté que se acercaba mi liberación, lo que me hacía gemir mientras me tensaba y me llenaba de calor. Cuando la sensación llegó a ser más de lo que podía soportar, grité con placer, pronunciando su nombre una y otra vez con la explosión de mi orgasmo, balanceándome hasta la médula.

—Increíble —dijo él con voz ronca, de rodillas. Cuando vi su palpitante erección, no pude resistir el impulso de alcanzarla. La tomé en mi mano, y luego empecé a acariciarla. Una intensa satisfacción me invadió mientras sentía que crecía aún más dura, instándome a seguir adelante mientras movía mi mano hacia arriba y hacia abajo por su largo y grueso eje. Acercó más su cuerpo, y sus ojos se fijaron en los míos mientras yo me inclinaba hacia adelante y aspiraba con suavidad la punta de su verga hacia mi boca. 

—Joder —gruñó.

—Umm —gemí y abrí mi boca más ampliamente. Su mano se clavó en mi pelo, tirando con suavidad. Cuando lo llevé tan lejos como pude, inclinó la cabeza hacia atrás y murmuró incoherentemente mi nombre. Me encantaba saber que yo era la razón por la que estaba tan perdido en su propio placer. Un leve estruendo se abrió paso a través de su pecho mientras yo lamía y chupaba fervientemente su polla, haciéndole luchar para mantener su control. Escuché sus agudas respiraciones y observé el tormento en su rostro hasta que sus ojos se abrieron y se fijaron en los míos. 

—Necesito estar dentro de ti, Alex. Ahora —gruñó. 

Me acosté de espaldas en la cama mientras buscaba sus vaqueros, y luego observé cómo se ponía el condón. Segundos después, se colocó entre mis piernas. Miró mi cuerpo con un deseo tan intenso que podía sentir el calor de su mirada contra mi piel, sin dejarme ninguna duda de que me deseaba tanto como yo a él.

 

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