Shadow

Shadow


Capítulo 15

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Capítulo 15

 

 

Abracé a Alex mientras lloriqueaba y gemía debajo de mí. Por mucho que quisiera saborear el momento, recordar el sonido de su respiración y la sensación de su piel, me llevó al punto de la pura agonía. No podía esperar ni un segundo más y me hundí dentro de ella con un rápido empujón. Su cabeza voló hacia atrás mientras jadeaba ante la repentina invasión, lo que hizo que todo mi cuerpo se quedara quieto. La miré, contemplando su hermoso cuerpo desnudo, y quedé cautivado por su belleza. Nunca había visto algo tan magnífico como sus ojos lujuriosos fijándose en los míos. Bajé mi boca a su hombro y besé el contorno de su cuello, y su piel se erizó cuando las cerdas de mi barba le hicieron cosquillas. Sus manos bajaron por mis hombros hasta mi trasero, tirando de mí mientras balanceaba sus caderas hacia adelante. Me retiré despacio, deliberadamente, haciéndola gemir de frustración mientras esperaba a que yo volviese a entrar en ella.

—Por favor —suplicó mientras sus uñas se clavaban en mis caderas.

Respondiendo a su ruego, me acurruqué a su lado, y a medida que aumentaba mi ritmo, ella exigía más y más. No podría imaginar una sensación mejor. Empujé más profundo, más duro; ella me envolvió y otro gemido vibró a través de su pecho. Podía sentir cómo su cuerpo se ponía tenso debajo de mí, instándome a seguir adelante, más enérgico con cada impulso, decidido a llevarla al borde del éxtasis. Las manos de Alex se enrollaron alrededor de mi espalda mientras se preparaba para la siguiente ola que se estrelló contra su cuerpo.

—Ven por mí —susurré deslizando la mano entre nuestros cuerpos. Apenas rocé la almohadilla de mi pulgar sobre su clítoris hinchado, ella aceleró su respiración y se aferró a mí, haciéndome perder todo mi autocontrol. Estaba tan apretada, tan mojada. Al no tener otra opción, me sometí a mi propia liberación y entré en ella por última vez, enterrándome en lo más profundo de su cuerpo.

Con gran reticencia, me alejé de ella y me acosté en la cama. Tan pronto como me acomodé, ella se tumbó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro. Apenas habíamos podido recuperar el aliento cuando llamaron a mi puerta.

—Oye, Shadow. ¿Estás ahí dentro? —dijo la voz de Riggs.

—Sí. Dame un minuto. —Rápidamente me levanté de la cama y me deshice del condón, y después de ponerme los calzoncillos, me acerqué y abrí la puerta. Tan pronto como lo vi, supe que algo andaba mal.

—¿Qué está pasando?

—Hay algo que tienes que ver —respondió.

—Muy bien. Solo deja que me vista.

—Ven a mi habitación cuando termines, puede que tardemos un buen rato. Gus nos va a convocar a todos.

Cuando Riggs se giró para irse, cerré la puerta y busqué mis jeans. Me los puse y Alex se aclaró la garganta.

—Entonces, estás huyendo de mí otra vez, ¿eh? —dijo con una sonrisa traviesa.

—Solo porque tengo que hacerlo —le contesté mientras me metía la camiseta por la cabeza—. Te lo compensaré cuando vuelva.

—¿Es una promesa?

—Haré lo que pueda. —Después de ponerme las botas, me acerqué a ella y le di un breve beso en la frente. —Pero primero tendremos que hablar.

Observé como sus ojos se llenaban de dudas, haciéndome pensar que podría tratar de postergarlo de nuevo, pero me sorprendió.

—Vale, pero voy a advertirte que oírlo todo puede cambiar lo que sientes por mí.

No tuve tiempo de decirle que estaba equivocada. No había nada que ella pudiera decir que cambiara el hecho de que había puesto todo mi mundo patas arriba, y solo el tenerla cerca me hacía sentir cosas que yo ni siquiera sabía que podía sentir. Me hacía querer más, nada cambiaría eso, y esperaba que fuera suficiente por ahora.

—Ni hablar.

La besé de nuevo, y luego me fui a buscar a Riggs. Cuando bajé a su habitación, estaba sentado en su escritorio con los ojos pegados a uno de sus monitores. Aunque a menudo me daba una sensación de incomodidad, siempre me había maravillado de lo que podía hacer con un simple ordenador portátil. Tan pronto como se dio cuenta de que estaba de pie en la puerta, me hizo señas para que me acercara.

—Ven a sentarte.

—¿Qué está pasando? —dije una vez frente a la pantalla.

—Tenemos un nombre. —Me entregó una de las pilas de papel y continuó—. Rodrigo Navarro.

—Entonces, ¿Jasper ha hablado por fin?

—Diablos, ha hecho más que eso. Le contó a Gus todo sobre ese tipo y más. Me he pasado la última hora confirmando lo que nos ha dicho.

—¿Vas a ponerme al corriente?

—Navarro contactó con Jasper hace un año y medio. En ese momento, él no tenía ni idea de quién era Navarro, pero estaba intrigado por el gran fajo de billetes que le puso delante de su cara. Cuando se enteró de que el tipo solo buscaba información, tomó el dinero y le dijo todo lo que quería saber.

—¿Qué tipo de información estaba buscando?

—Quería los nombres de los vendedores de drogas de la zona. Grandes o pequeños, él quería cualquier información que pudiera darle, desde quiénes eran sus proveedores, hasta las calles en que operaban. Tomó nota de todo, y una vez que tuvo lo que quería, se fue, y Jasper no volvió a saber de él hasta hace unos meses.

—¿Fue entonces cuando lo contrató para eliminar a nuestros chicos?

—No, todavía no. Esta vez quería que Jasper le encontrara un lugar para establecer un laboratorio de metanfetamina, del tipo que podría generar una tonelada de producto de mierda en un corto periodo de tiempo. ¿Te suena familiar?

—¿Las Culebras?

—Las mismas. —Riggs cruzó los brazos mientras se reclinaba en su silla—. Al parecer, era su distribuidor en California, y los envió aquí para que instalaran su nuevo laboratorio. Navarro les proporcionó la ubicación, los suministros y todo el dinero inicial que pudieran necesitar. Lo único que tenían que hacer era encargarse de la competencia. Pensaron que era un buen trato hasta que se cruzaron con nosotros.

—Claro que sí —acordé. Recordaba la noche en que volamos ese laboratorio de metanfetamina. Las llamas envolvieron a todos los miembros de las Culebras y no dejaron rastro de ellos. Fue una muerte bien merecida para los hijos de puta que habían matado a dos de nuestros hermanos—. Cualquiera pensaría que eso sería suficiente para que Navarro se mantuviera alejado de Memphis.

—De ninguna manera —se mofó Riggs—. Ese tipo está acostumbrado a salirse con la suya, y no va a parar hasta que lo consiga. Por eso ha vuelto. Jasper admitió que Navarro le pagó para matar a nuestros chicos, pero nada de esto tiene sentido para mí.

—Sí, pero Boone y Hoss contaron la misma historia.

—Sí. No estoy diciendo que no sea verdad. Solo digo que no tiene sentido. Quiero decir, vamos, piénsalo. Navarro tiene el dinero y el poder para provocar una guerra tremenda, especialmente después de que arruináramos sus planes de establecer la producción aquí, pero todo lo que hace es pagarle a Jasper para que elimine a algunos de nuestros hombres. ¿No te parece extraño?

—Entonces, ¿crees que tiene otro plan en juego, y solo está usando a Jasper como distracción?

—Honestamente, no sé lo que Navarro está pensando, pero algo me dice que matar a nuestros chicos es solo el principio.

—Tenemos que eliminar a este tipo antes de que pueda causar más daño —dije mirando los montones de papeles esparcidos sobre su escritorio—. ¿Tienes algo aquí que pueda ayudarnos a llegar hasta él?

—Tal vez, pero antes tengo que preguntarte algo. —Se detuvo un momento y luego hizo una mueca de dolor—. ¿Conoces bien a Alex?

No me gustó el tono de su voz, sobre todo, porque me estaba preguntando por alguien que se había convertido en una persona muy importante para mí, y me puse a la defensiva—. La conozco lo suficiente. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver ella con todo esto?

—¿Sabes algo de su pasado? ¿En qué ciudad creció? ¿Qué hacía antes de empezar a trabajar en la librería?

—Qué cojones, Riggs… Si tienes algo en mente, dilo.

Sintiendo mi frustración, levantó las manos.

—Espera. Tengo mis razones para preguntar.

—Entonces, adelante.

—Jasper le dijo a Gus que Navarro tenía una hija, y después de investigar un poco, me encontré con esto —dijo entregándome un trozo de papel—. Es esta... Alejandra Navarro.

Me horroricé cuando me di cuenta de que era una vieja fotografía de Alex. No podía creer lo que veían mis ojos. Su pelo era diferente, y estaba mucho más joven, pero no había duda de que era ella. El año pasado solo la conocía como Alex, la dueña de la librería. No era estúpido. Sabía que se escondía de algo, que tenía sus secretos, pero nunca imaginé que eso incluiría a Navarro, el mismo hombre que estaba tratando de acabar con Satan's Fury.

—Maldita sea. No puedo creer que sea ella.

—Sí. Esta chica se ha tomado muchas molestias para desligarse de Navarro. Ella cortó todos los lazos con su pasado, se mudó al otro lado del país, cambió su nombre, y por lo que puedo decir, no ha tenido contacto con él durante casi ocho años. Es una mierda muy pesada para que una adolescente pueda manejarla por sí misma.

—Me pregunto qué la llevó a irse.

—Hay una razón por la que Navarro ha tenido tanto éxito. —Riggs me dio otra pila de fotografías con imágenes espantosas—. El tipo es un asesino a sangre fría que no deja que nadie se interponga en su camino. No pudo haber sido fácil vivir con un hombre así. No hay forma de saber por lo que ha pasado. Tuvo suerte de poder escaparse de él.

—Bueno, creo que se le acabó la suerte —le dije a Riggs. Después, le conté lo que había pasado en la librería con Alex y lo inflexible que se mostró en su propósito de abandonar la ciudad.

—Entonces, lo que Jasper dijo era cierto. La está buscando.

—Sí, y parece que la ha encontrado... a menos que haya otra razón por la que ese imbécil la ha atacado hoy.

—¿Sigue en tu habitación?

—Ahí es donde la dejé. —Imaginé a Alex tendida en mi cama, y cuando pensé en cómo se había sentido en mis brazos, no quise nada más que mantenerla cerca y protegerla. Sin que me diera cuenta, me había enamorado de ella, y haría lo que fuese para mantenerla fuera de peligro, aunque eso significara matar a su padre con mis propias manos. Me pasé los dedos por el pelo y respiré hondo.

—Riggs... ella...

—No tienes que decir nada —me interrumpió—. Ya sabía que esta chica significaba algo para ti, hermano. Diablos, estoy bastante seguro de que lo supe antes que tú.

—Entonces, sabes que no voy a dejar que le pase nada.

—Sí, lo sé.

—¿Y ahora qué?

—Hablaremos con Gus.

Riggs se levantó y lo seguí por el pasillo hasta la oficina de nuestro jefe. Cuando entramos, Gus estaba sentado en su escritorio hablando con Moose, pero la conversación cesó en cuanto nos vieron. Ambos esperaron a que nos sentásemos junto a Moose y permanecieron callados mientras Riggs explicaba lo que había descubierto sobre Navarro. Podía sentir la tensión que irradiaba de cada uno de ellos mientras escuchaban las noticias sobre Alex, haciendo su silencio mucho más palpable. Una vez que Riggs les había informado de todo lo que sabíamos, incluyendo el hecho de que Alex estaba en el club, Gus se inclinó hacia adelante con los codos sobre su escritorio y se dirigió a mí.

—¿No sabías que esta chica tenía problemas?

—No. No hasta que ese hijo de puta apareció en su librería.

—¿Qué te ha contado sobre su situación?

—Nada —admití avergonzado—. Ella ha mantenido todo esto en secreto. Joder, ni siquiera creo que Hallie supiera quién era en realidad.

—Entonces, es hora de que escuchemos lo que tiene que decir.

—Iré a buscarla —asentí—. Pero, jefe... tenemos que hacerlo con delicadeza, ha pasado por mucho, y no le va a resultar fácil darnos su confianza.

—No te preocupes, Shadow —me aseguró—. Puedo manejar a tu chica.

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