Seda

Seda


51

Página 53 de 68

51

Hervé Joncour entró en Lavilledieu nueve días más tarde. Su mujer, Hélène, vio desde lejos la carroza que subía por el paseo arbolado de la villa. Se dijo que no debía llorar y que no debía huir.

Bajó hasta la puerta de entrada, la abrió y se detuvo en el umbral.

Cuando Hervé Joncour llegó hasta ella, sonrió. Él, abrazándola, le dijo en voz baja

—Quédate conmigo, te lo ruego.

Durante la noche permanecieron despiertos hasta tarde, sentados en el césped de delante de su casa, uno junto a otro. Hélène le habló de Lavilledieu y de todos aquellos meses pasados esperándole, y de los últimos días, horribles.

—Tú estabas muerto.

Dijo.

—Y no quedaba ya nada hermoso en el mundo.

Ir a la siguiente página

Report Page