Rule

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22. Florencia

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22. Florencia

Florencia

—Puede que conozcas este vecindario —dijo el rey Andros. Estaba montado en su enorme caballo, rodeado por la reina Rozalind y la condesa Yasmin.

Ren se esforzaba por mantenerse en su propia montura. ¿Esa maldita bestia tenía que ser tan alta?

A cada lado, Zofi y Akeylah avanzaban sobre sus caballos con comodidad, lo que solo la ofuscaba más. Akeylah nunca antes había montado a caballo tampoco; ¿por qué parecía tan confortable?

—Relájate —murmuró Zofi—. No es como sentarse en una silla o en un carruaje. Aflójate; deja que tus caderas se muevan.

Era más fácil decirlo qué hacerlo.

—Esos son los puestos del cielo —estaba diciendo Andros—. El hogar de la fuerza laboral que mantiene a la Ciudad de Kolonya en funcionamiento.

Ren levantó la vista hacia la muralla. Pisos sobre pisos de plataformas de madera plana cerradas con lonas («puestos del cielo») salían de la roca, sostenidas por gruesos cables. De cada una de las plataformas descendían escaleras de cuerda; habitáculos de lona de dos por cuatro en los que vivían tanto como siete u ocho personas, con más de veinte pisos de altura. Ren ni siquiera podía imaginar cuántas personas sumaba eso. Vivían como aves anidando sobre la muralla de la ciudad. Algunos tenían que descender escaleras de quince metros solo para caminar al trabajo todas las mañanas.

—¿Están a salvo? —preguntó Akeylah.

—Por completo —respondió el rey Andros—. Los puestos del cielo han estado en pie desde los tiempos del rey Tyman. Él los construyó para que no tuviéramos que expandirnos fuera de los muros; en caso de un ataque, los habitantes exteriores serían difíciles de defender.

Es un detalle menor que hayan pasado cuatrocientos años desde la última vez que Genal llegó a penetrar en el reino hasta la Ciudad de Kolonya.

—Los puestos son un modo económico de proveer a nuestra fuerza de trabajo con viviendas confortables —agregó la condesa Yasmin.

A Ren le resultó difícil imaginar que vivir en plataformas de madera con lonas por paredes pudiera ser algo «confortable».

—El día de hoy hemos venido aquí para tener una audiencia con nuestra gente —continuó Andros—. Las tenemos en diferentes vecindarios cada mes para asegurarnos de que todos en la Ciudad de Kolonya puedan asistir. Durante estas audiencias escuchamos las opiniones de nuestros ciudadanos, respondemos preguntas y aliviamos cualquier preocupación que puedan tener.

Sus caballos giraron en la última calle pavimentada y avanzaron por el camino de tierra que bordeaba el muro. Al frente, Ren vio un escenario de madera levantado en mitad del camino. Y a su alrededor…

Por el Sol.

El camino estaba atestado. Más personas de las que Ren podía contar estaban reunidas alrededor del escenario, y al otro lado esperaba una línea de al menos siete calles de largo. Todos estaban vestidos con trajes; algunos andrajosos. Llevaban claramente las mejores ropas que poseían.

Una sensación de asombro la invadió.

Estos son los verdaderos feolonenses. La fuerza vital que mantiene latiendo el corazón del reino.

Dentro de los muros de la fortaleza era sencillo olvidarse del mundo exterior. Era sencillo caer en la trampa de pensar que solo los nobles importaban, solo las damas y señores y sus opiniones. Solo los problemas de Ren, como el extorsionador que debía estar buscando en ese momento, porque quedan tres días basta el Ascenso del Sol.

Pero esas manos granjeras y esos trabajadores eras las verdaderas personas a las que los líderes debían escuchar. Sin ellas, la civilización caería en pedazos.

Ren resolvió hacer a un lado sus propios problemas por ese día. Nuestra gente debe estar primero.

La procesión del rey llegó directamente al pie del escenario. La plataforma había sido dividida en tres secciones, cada una separada por lonas para crear tres carpas. Frente a cada una, Ren vio a nerviosos mercaderes, granjeros y obreros. Un mar de rostros kolonenses, intercalado con la ocasional cabeza afeitada de un esteño o el pelo oscuro de un norteño.

Pero no muchos esteños como Akeylah. Y ningún otro Viajante, tampoco; no resaltaba ninguna maraña de salvajes rizos negros delatores.

Eso explicaba por qué Akeylah y Zofi ya estaban recibiendo miradas.

El rey Andros desmontó con un estallido de aplausos. Continuaron mientras la condesa Yasmin descendía de su caballo. Sin embargo, cuando la reina Rozalind desmontó, los aplausos se debilitaron, Algo poco sorprendente, supuso Ren, dada la nueva paz tentativa entre sus reinos.

Pero, cuando un Talón ayudó a Akeylah a bajar, ese incómodo silencio se profundizó. Para el momento en que Zofi desmontó, la multitud los observaba en un silencio total.

Turno de Ren.

Ella se liberó de los estribos. Un Talón la atajó y la ayudó a bajar a un terreno inestable que solo la hizo resentir más al caballo.

La multitud observó.

Tenía que admitir que eso la sorprendió. Parte de ella había esperado ser más popular que sus hermanas, al menos allí, entre kolonenses regulares. La golpeó recibir la misma respuesta vacía. Lo que fuera que esas personas sintieran por Andros, su aprobación no se extendía a sus hijas recientemente reconocidas.

—Como podéis ver —dijo Andros a sus hijas—, hay demasiadas personas para que yo las reciba una por una. Afortunadamente, ahora tenemos a más miembros de la familia real para resolverlo. Nos dividiremos en tres grupos; Akeylah, tú y yo nos reuniremos con los mercaderes y comerciantes. ¿Creo que tienes algo de experiencia en esta área gracias a tu padrastro?

Akeylah hizo una reverencia y dio las gracias al rey, aunque Ren notó que no respondió a la pregunta.

—Zofi. —Andros miró a su hija—. Tú y la reina Rozalind recibiréis a los obreros y a los miembros de la agrupación de la construcción. Creo que su trabajo te resultará interesante.

El ceño de Zofi se frunció ante esa afirmación, pero si se preguntaba a qué se refería el rey, no lo expresó. Simplemente inclinó su cabeza y se acercó a la reina.

El estómago de Ren dio un brinco cuando finalmente se dio cuenta de lo que eso implicaba. El rey Andros se dirigió a ella.

—Florencia, tú y la condesa Yasmin escucharéis las preocupaciones de los granjeros. Es un asunto muy importante, pero confío en que lo manejarás con cuidado.

La mirada que Yasmin le lanzó a Ren claramente decía que ella no estaba de acuerdo.

Andros guio el camino hacia el escenario. Los tapices que dividían las carpas tenían insignias de alatormentas y escenas de antiguas batallas. Él ocupó la carpa central con Akeylah, mientras la reina Rozalind guiaba a Zofi a la más lejana.

Yasmin se detuvo frente al cubículo más cercano, luego lanzó una mirada fulminante hasta que un Talón se acercó a mover el tapiz para ella. Dentro de la carpa se encontraban dos sillas de aspecto incómodo. Ren se sentó en una e intentó ignorar las protestas de Yasmin.

Muy bien, así que ella estaba emparejada con el miembro menos deseable de la familia real. No tenía importancia. Podría sacar lo mejor de esa situación.

Eso era lo que había estado deseando, después de todo. La oportunidad de probar su habilidad para el liderazgo. De escuchar las preocupaciones de personas reales, de ayudar a mejorar sus vidas.

Y entonces, el primer granjero entró al cubículo de audiencia.

—Me han dicho que podría reunirme con Su Majestad el día de hoy, damas —dijo el hombre después de tropezar entre sus reverencias.

Pasó un momento. Ren lanzó una mirada a Yasmin, que la miraba expectante. Por el Sol. ¿Se suponía que ella respondiera?

Demasiado tarde. Yasmin puso los ojos en blanco y se inclinó hacia el frente.

—Como puede ver, tenemos una muy amplia concurrencia este mes. Intentamos reunirnos con tantos ciudadanos como nos sea posible; para hacer eso, debemos dividirnos. Pero le aseguro —entonces sonrió. Ren no estaba segura de haber visto a la condesa hacer eso antes. Parecía forzada—, que lo que nos diga a mi sobrina y a mí, el rey Andros lo escuchará. Somos sus mensajeras.

—Aprecio eso, milady. Es solo que este es un asunto urgente, y creo que Su Majestad querrá saber de esto lo antes posible.

—Escuchémoslo entonces. —La sonrisa de Yasmin se endureció—. Para que podamos actuar de inmediato.

La mirada del hombre pasó entre ellas una vez más, con su decepción mal disimulada. Ren se resistió a fruncir el ceño. ¿Cómo podía ayudar si las personas no compartían sus preocupaciones? Solo querían al rey. Ni siquiera confiaban en su hermana melliza, ni mencionar en Ren.

—Esperamos una plaga en los granos, milady —concedió el granjero con un suspiro. Pasó un momento antes de que Yasmin respondiera.

—Su Majestad está al tanto de esto. La agrupación de agricultura lo reportó dos meses atrás.

—Lo sé, milady, pero esta semana ha dado un vuelco. Ayer encontré la mitad de mi campo de trigo muerto, la otra mitad infectado.

—La agrupación está desarrollando una cura mientras hablamos.

—Con todo el debido respeto, para cuando la agrupación encuentre un tratamiento ya podríamos haber perdido toda la cosecha. Y, hablando por mi propia familia, no tenemos reservas privadas para llegar hasta la próxima.

Yasmin frunció el ceño. Cuando no respondió, Ren habló:

—¿Qué implica eso para su familia, señor? ¿Necesitará comprar comida extra mientras tanto?

Él parpadeó. Pareció tomarle un momento el procesar la pregunta.

—Implica que moriremos de hambre, milady.

El estómago de Ren dio un brinco. Eso no está bien. ¿Kolonenses muriendo de hambre en su propia ciudad?

—No podemos permitir eso. —Su voz se elevó con vehemencia—. Mi padre encontrará un modo de alimentar a su familia, a cualquier familia que lo necesite, hasta que curemos la plaga.

Yasmin se movió en su asiento. Escondida debajo de su falda, dio un pisotón a Ren. Ella se mordió el labio para evitar jadear.

—Muchas gracias por darnos a conocer este asunto —interrumpió Yasmin—. Veo lo urgente que se ha vuelto la situación. Se lo transmitiré a mi hermano de inmediato.

—Lo aprecio, condesa. —El granjero volvió a inclinarse. Cuando se enderezó, miró a Ren—. Y, milady… su promesa es generosa. Gracias por cuidar de nosotros. Su padre es un hombre listo y amable. Veo que es de familia.

—Estoy feliz de ayudar a mi gente de cualquier manera que me sea posible —respondió ella.

El Talón que manejaba la entrada a la carpa hizo salir al granjero. Antes de que pudiera hacer entrar al siguiente, Yasmin levantó una mano para detenerlo.

—¿Qué ha sido eso, en nombre del Sol? —Yasmin golpeó el anillo insignia con el punzón de sangre contra el brazo de la silla.

—Lo has escuchado. —Ren señaló la abertura de la carpa—. Su familia tiene hambre. Él es un ciudadano de Kolonya. No dejamos que nuestro pueblo pase hambre.

—No podemos prometer comida a cada ciudadano que la pida. No hasta que sepamos exactamente cómo de mala es esta plaga y cuánto durará. —La voz de Yasmin fue más baja, furiosa—. Si perdemos toda la cosecha, esa familia no será la única que pase hambre. Podríamos importar comida de las demás Regiones, pero la mitad de la comida de la fortaleza crece aquí. Los precios se irían por las nubes; apenas podríamos alimentar a los nobles, sin mencionar a los pobres.

—¿Y cómo rellenaríamos nuestras despensas en la próxima cosecha si dejamos que todos nuestros granjeros mueran?

—Los granjeros son tan numerosos como los rayos de sol en el cielo —sentenció Yasmin—. Los líderes no lo son. «Un cuerpo no puede funcionar sin su corazón»; debemos protegerlo a cualquier coste.

Por muy insensato que fuera discutir, Ren resopló:

—Esa cita es acerca de Kolonya. Sobre proteger este reino por encima de todo. El dejar que los kolonenses mueran de hambre es lo opuesto a lo que La Historia aconseja.

La Historia fue escrita por reyes. ¿Crees que esos hombres habrían vivido lo suficiente para escribirla si les hubieran dado toda su comida a sus seguidores?

A esto se refiere Danton cuando habla sobre la causa del Este, descubrió Ren. Eso era lo que Akeylah y Zofi odiaban, lo que muchas otras regiones sentían cuando escuchaban Kolonya primero. La hipocresía la atravesó como una espada.

Nunca se trataba de la familia. No para gobernantes como Yasmin. Nunca se trataba de cuidar de Kolonya, de hacerla lo más fuerte que pudiera ser.

No era Kolonya primero, era yo primero y al diablo el resto.

—Haz pasar al próximo demandante —ordenó Yasmin al Talón. Por lo bajo, murmuró—: Y tú. No vuelvas a hablar a menos que te lo pida. Ya has hecho suficientes promesas caprichosas por el momento.

Ren apretó sus manos para ocultar su furia.

Escuchó. Y obedeció. Por el momento. Porque un día, algún día cercano, esa sería su convocatoria. Su trono, su gente para guiar. Que el Sol la cegara si cometía los mismos errores egoístas y sin visión que la condesa Yasmin.

Las jóvenes se reunieron en el campo detrás de la fortaleza después de haberse excusado de la lección para salir a caminar. A unos cuantos kilómetros, los Talones entrenaban a pichones de alatormentas. Las aves volaban sobre sus amos en largas cuerdas de cuero. Ocasionalmente, uno descendía y atrapaba un saco entre sus garras.

—Aquí están. —Akeylah extendió dos trozos de papel, uno para Ren y otro para Zofi.

Ren miró los nombres. Lord D’Verre Gauin, lady D’Rueno Lexena, lady D’Feraoh Tjuya, lord Sirca; dam-Senzin.

—¿Qué es lo que estoy viendo?

Su mente seguía en la lección. Todos los granjeros habían contado la misma historia; granos debilitados, agonizantes. Familias que ya estaban hambrientas, solo con estómagos vacíos en su futuro.

Una y otra vez Yasmin había repetido las mismas cosas. La agrupación está trabajando en eso. Adquiriremos provisiones alternativas de la Región Oeste. No os preocupéis.

Una y otra vez Ren se mordía la lengua para no decir la verdad. Ella está mintiendo. Ah, comprarían provisiones de la Región Oeste, de eso estaba segura. Pero Ren apostaría su pierna izquierda a que cada cargamento acabaría en la fortaleza. Aunque los depósitos estuvieran llenos, los nobles acumularían cualquier alimento extra. Solo por si acaso.

Los granjeros no tendrían alivio.

—Estos son los potenciales sucesores —explicó Akeylah. Ren llevó su mente de regreso al presente.

Cierto. Extorsionador. Posibles candidatos.

—He trazado las líneas de cada antiguo linaje real. Oeste, Norte, Sur y Este, en ese orden. Si llegara a un tribunal…

—Espera. —Ren miró el último nombre. Los nombres eran diferentes en la Región Este; las familias se apegaban a un apellido por generaciones, en lugar de adoptar el primer nombre patronímico—. ¿Esa no es tu familia? ¿Senzin?

—Mi hermano mayor, Siraaj. —Akeylah hizo una mueca—. El linaje de mi padrastro fue de la realeza en algún tiempo. Como dije la última vez que hablamos, la sucesión en el Este no solía funcionar como en Kolonya, en el tiempo en que éramos un reino separado. Pero, dado que ahora operamos con las leyes de Kolonya, él sería convocado para un tribunal.

—Bien, probablemente ya podríamos tacharlo de todas formas. —Zofi rio—. Es decir, él no amenazaría a su propia hermana.

—Yo no estaría tan segura —balbuceó Akeylah. La atención de Ren se agudizó.

—¿Tienes alguna razón para creer que él podría estar involucrado en la rebelión?

—Los rebeldes no lo querrían en el trono. —Akeylah negó con la cabeza—. Si la Región Este recupera alguna vez su independencia, elegiríamos a un nuevo líder. Además, mi hermano podrá ser una mala persona, pero no es tan rebuscado como para idear un plan como este. —Ren regresó a la lista.

—La familia de Lexena ha vivido en Kolonya durante generaciones. Ella es tan norteña como nuestro padre. No puedo imaginar que se una a una causa separatista.

—Aun así, es una descendiente directa del último rey del Norte. —Akeylah se encogió de hombros—. Es nuestra prima lejana, de hecho.

—Gavin, él ha llegado más recientemente. —Ren hizo un mohín—. Su padre, Verre, es propietario de la mayoría de las granjas de la Región Oeste. A él es a quien tendríamos que comprarle cientos de toneladas de granos si no podemos curar esta plaga. —Todas lo habían escuchado en sus reuniones del día y lo habían discutido brevemente antes de este punto.

—¿Crees que la plaga podría estar relacionada con el ataque de Bahía Ardiente? —Zofi levantó una ceja—. ¿Una táctica para hacer que nos muramos de hambre?

—Parece muy rebuscado —respondió Ren.

—Y la plaga no es originaria de Kolonya —señaló Akeylah. Cuando las otras dos la miraron, se encogió de hombros—. Escuché hablar de ella a los comerciantes antes de que nos mudáramos aquí. Ha estado afectando a la Región Este durante meses.

—Lo que nos deja a lady Tjuya. —Ren hizo una pausa. Durante la cena el otro día, Sarella y Tjuya parecían uña y carne. Sarella podía no ser la extorsionadora, pero era fácilmente influenciable. Ren sabía que se creía cada rumor que escuchaba. Si Tjuya era más lista de lo que aparentaba y sabía dónde plantar rumores…

Aunque, si lo pensaba mejor, Aud le había dicho que Tjuya había estado en la fiesta de lord Hane también, que había tenido lugar la misma noche en la que Ren y Zofi habían irrumpido en los calabozos. Tampoco podía ser Tjuya. El extorsionador (o al menos alguien que espiaba por él) estaba en los pasillos de servicio esa noche.

—Debemos investigarlos a todos —estaba diciendo Zofi—. No excluyáis a nadie solo porque penséis que es leal. Después de todo, es de la corte de lo que estamos hablando. —Sus ojos oscuros se endurecieron cuando ella también levantó la vista a la fortaleza. Ren casi sonríe.

—¿Qué es eso, hermana? Comienzas a sonar como una kolonense.

—No me llames así. —Zofi hizo una mueca.

—¿Alguna de vosotras ha descubierto algo en su búsqueda? —preguntó Akeylah. Ren negó con la cabeza.

—Hablé en las cocinas. Nadie recordaba haber visto a alguien dejar una nota para mí. Pero las cocinas están abiertas al público. Sería casi imposible nombrar a todos los que las visitan en un día.

—Es lo mismo con el sitio en donde… el extorsionador nos vio —agregó Zofi tras una pausa y miró a Akeylah—. Repasé nuestros pasos. Hay un pasadizo desde cada torre hasta ese punto; desde la de cerezo, desde la de palisandro, desde la de obsidiana, desde la de marfil, la de aliso…

—Cualquiera que conozca bien la fortaleza podría haber estado allí, básicamente. —Ren suspiró—. Eso nos deja una larga lista de sospechosos también. Por el Sol.

—Así que nuestro primer intento no nos ha dicho mucho —concluyó Akeylah—. Está bien. Aún esperamos una segunda carta para Zofi, ¿verdad? ¿Hay alguna forma de que podamos vigilar el sistema de correo al igual que las habitaciones, para intentar adelantarnos a la entrega?

Ren pensó en Audrina. El vigilar a Sarella no le había dado mucha información, pero podía pedirle otro favor a Aud, uno que tuviera mejores resultados.

—Puedo hacer que alguien de confianza vigile el correo en la cocina —comentó.

—Yo puedo instalar algunas trampas simples por mi habitación —agregó Zofi, pensativa—. Tal vez una trampa con cuerdas detrás de la puerta y algunas campanas alrededor de las ventanas…

—¿Tus criadas no las activarían todo el tiempo? —Ren frunció el ceño.

—Como si tuviera criadas. —Zofi resopló.

Bueno, eso explicaba muchas cosas sobre el estilo de vestir de Zofi.

—Suena como un plan —comentó Akeylah. Intentó sonreír, pero parecía forzada—. Aún nos quedan tres días. Esta persona cometerá un error en algún momento.

—Y cuando lo haga… —Zofi pasó un dedo por su garganta.

Akeylah se estremeció. Ren solo asintió, con los puños cerrados.

—Haremos que se arrepienta de meterse en nuestro camino.

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