Romeo

Romeo


Capítulo 7

Página 11 de 54

Capítulo 7

Iris

Todo pasa demasiado rápido, tanto que casi no me da tiempo a pensar cuando llega mi nuevo guardaespaldas en mi busca y me indica que lo siga.

Romeo me ha mandado fotos para que sepa identificarlo y me ha escrito para decirme que lo siguiera sin levantar sospechas. Por eso, cuando me ha tendido ropa nueva y una peluca negra no he discutido y me he metido al servicio para ponérmela.

Me lo pongo todo hasta que veo la tripa que simula un embarazo de unos seis meses, a la espera de que la luzca. Nadie me buscará con esta descripción.

Me cuesta ponérmela porque siempre quise ser madre, un deseo que murió el día que acepté que Owen no era para mí y que no tenía las ganas ni la fuerza para volver a enamorarme de nuevo.

Llevaba casi diez años luchando por un amor perdido. Estaba tan cansada que cuando dejé el amor de lado casi hasta me liberé.

Me la pongo y no me miro al espejo. No quiero grabar esta imagen en mi retina.

Salgo y sigo a mi guardaespaldas hacia donde me dice.

Entramos en un coche negro y el chirrido de las ruedas contra el asfalto me recuerda lo vivido hace apenas dos horas.

Ulises me estaba abriendo la puerta para que pudiera entrar al coche cuando escuchamos una moto acercarse. Me protegió con su cuerpo antes de que la moto lo arrollara y cayera al suelo.

Por suerte, la policía estaba cerca y se hizo cargo de todo.

No dejo de ver la sangre en la cabeza de Ulises y su pierna en una posición nada normal.

Llegamos al aeropuerto. Aparca en una zona privada y saca una pequeña maleta.

—Vamos, es por aquí.

—No me has dicho tu nombre…

—No, pero así todo es más fácil. No has dejado de preguntarme por Ulises en todo el camino… Es mejor que no sepas nada de mí.

—No me dolerá menos si te pasa algo por mi culpa.

—No es culpa tuya. Es mía si no te protejo bien —me dice con firmeza.

Su pelo es rubio y su piel morena. Es grande y ancho de hombros, igual que Ulises.

—¿Todo listo? —pregunta una voz que conozco muy bien.

Me giro y veo a Romeo vestido de traje, esperándome.

—Sí, jefe. Podemos irnos cuando quieras.

—¿Vamos a volar? —pregunto casi sin voz.

—Sí, en un avión privado que me han prestado —me responde Romeo—. Vamos.

—Me da miedo…

—Lo sé, por eso dentro tienes una pastilla relajante. Vamos —me apremia.

Lo sigo a él y a mi guardaespaldas misterioso al interior del avión. Me fijaría en el lujo si no estuviera temblando o aterrada ante la idea de volar.

—Vamos a despegar en unos minutos —me indica Romeo ya dentro y me tiende su móvil—. Haz una llamada a tus padres y avísalos de que te vas de vacaciones unas semanas. Diles que donde vas no hay casi cobertura.

—¿Dónde vamos?

—Ya lo verás.

—¿Tú vienes? —le pregunto al ver que se sienta junto a la ventana tras quitarse la chaqueta azul marino del traje.

—Claro. Soy tu nuevo guardaespaldas, y ahora disfruta del viaje.

Eso sí que no me lo esperaba y, si he de ser sincera, desde que lo ha dicho me siento más tranquila, más segura… Aunque nunca se lo he dicho, confío plenamente en él, y la frialdad de su mirada nunca ha cambiado lo que me transmite su compañía.

Me siento y me tomo la pastilla que me tiende con un gran trago de agua. Me relaja como hace días que nada ha logrado hacerlo.

Cuando me despierto, veo a Romeo mirando por la ventanilla. Al ser de noche lo que más se aprecia es su reflejo en el cristal. Ahora que no se siente observado, me fijo en que sus ojos azules transmiten mucha tristeza, tanta que me cuesta mucho no levantarme y abrazarlo.

Se percata que estoy despierta al ver mi reflejo y se gira.

Su aura ha cambiado. Ahora es más oscura, como si no hubiera ni un ápice de luz en él.

—Es tarde. Sigue durmiendo —me dice con voz dura.

—¿Llevamos mucho volando?

—Casi seis horas.

—¿Y queda mucho?

—No, llegaremos poco después del amanecer.

—Odio cuando aterriza…

—Esperaba que no te despertaras tan pronto.

—Ya… Un asco. —Miro la sala y veo a mi otro guardaespaldas dormido—. ¿Has sabido algo de Ulises?

—No, cuando aterricemos sabremos más.

—No puedo dejar de verlo ahí… No soporto saber que es por mi culpa, que si le pasara algo…

Romeo hace un amago de coger mi mano. Me quedo a la espera de que lo haga, pero cambia de opinión… Lo termino haciendo yo y me mira desconcertado.

—No es culpa tuya —me dice sin mirarme, apretando la mandíbula como si le asqueara mi contacto. A pesar de ello dejo unidos nuestros dedos, como si al hacerlo buscara las respuestas de por qué siente eso hacia mí.

—Si no hubiera investigado, nada de esto pasaría…

—Lo has hecho para buscar justicia.

—Yo solo quiero que esto acabe y ver qué puedo rescatar de la vida que tenía… Tantos años trabajando para ser la mejor en mi empresa, para llegar cada vez más y más lejos de la basura. De nada me sirven ya las noches en vela por el trabajo o las horas extras, porque la realidad es que mi vida era tan patética que lo más divertido que había en ella era el trabajo y por eso vivía para él.

—Lo vivido te está haciendo perder los nervios y decir cosas que…

—Que no quieres oír. Está claro. —Suelto nuestras manos y dejo de sentir ese cosquilleo tan reconfortante que me estaba encantando. Su gesto se relaja y me enfurece—. ¿Dónde está el servicio?

—Allí.

—Gracias.

Entro al aseo, que es bastante espacioso, y me miro al espejo. Casi grito por la impresión. Tengo el maquillaje corrido, el pelo negro se me ha pegado a la cara, y, aunque eso es llamativo, es mi tripa de embarazada lo que hace que se me llenen los ojos de lágrimas.

¿En qué momento dejé de vivir la vida con la que soñaba y empecé a conformarme con la vida que me había tocado vivir?

Lo ignoro.

Ir a la siguiente página

Report Page