Rockabilly

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Mientras hunde la pala, Rockabilly está consciente de la chica

pin-up en su espalda; de hecho, desde que la trazaron en su piel, jamás ha estado tan presente como lo está en este momento. Nunca le puso nombre, temía que hacerlo la haría más real, que nombrarla sería un acto oculto que despertaría la plenitud de su terror. Siempre pensó que había algo de sabiduría en haberla puesto en su espalda, es un lugar invisible, un territorio incógnito, un espacio que favorece la amnesia. Pero no esta noche, ahora está presente como si la hubiesen tatuado en sus pupilas. La siente, arde, hace fuerza, lo flexiona, lo induce a seguir cavando, el movimiento rítmico de su labor es la manera en que Ella hace bailar a Rockabilly. Se lo habían advertido, pero en el momento no fue capaz de comprender el riesgo.

Aquella noche, en el baño de Penny, ya no se escuchaba a Cash, fue reemplazado por la voz dulce y melódica de Roy Orbison. La aguja mecánica le perforaba la piel y deslizaba en ella una tinta negra y fría, sentía como la bilis gélida se retorcía en la carne de su espalda. Pudo ver el rostro concentrado de Penny en el reflejo de una bandeja cromada. Se mordía el labio mientras aplicaba su máquina. Saliva rosada, teñida por el chicle, se le desbordaba de los costados de la boca. Una gota robusta se alargó hasta desprenderse de su mentón. Rockabilly podía sentir la saliva deslizarse por sus vértebras hasta acumularse en el hueco de su cintura. Se quedó callado, la humedad rosada lo distraía del dolor que le propinaba la aguja.

La pistola dejó de zumbar y Penny acercó la boca a su oído. Susurraba.

Los contornos de tu piel me han hablado.

¿Sí?

Calla.

Ella está saliendo a la superficie. Al comienzo no estaba muy segura de lo que se venía, pero la tinta se está acomodando, veo la sombra de una silueta. Es hermosa. Lo primero en formarse fueron los ojos, abismos negros, llenos de pasión, amor, perversidad y venganza.

¿Es una mujer?

No. Es más que eso.

Quizás a primera vista sea una mujer, pero no te confíes. Ella será más que un adorno. Ella no es la hembra voluptuosa y ondulante que abarca el brazo del camionero, ni la sirena en el pecho del marino, ni la concubina de un Hell’s Angel. No.

Penny moduló el

No con énfasis y el chicle se le disparó de la boca. La goma quedó trabada detrás de la oreja de Rockabilly. Sin titubear, ella la cosechó y la regresó a su boca.

Volvió a untar la aguja en la tinta y apoyó su cuerpo contra el de Rockabilly. Mientras aplicaba la máquina con una mano, la otra le acariciaba la espalda, recorriendo la silueta imaginaria con el índice. Rockabilly comprendió que no lo acariciaba a él, le hacía cariño a Ella, la estaba aplacando, tratando de controlarla para que pudiera completar su obra. Penny se excitó. Tatuaba con el cuerpo montado sobre el suyo. En ese momento, Rockabilly comenzó a sentir el dolor prometido, como si a las líneas de tinta le estuviesen brotando púas.

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