Rockabilly

Rockabilly


Bones

Página 15 de 31

B

o

n

e

s

La voz del dibujo sobre el culo de Rockabilly está distante. Hay mucha interferencia. Los olores son como sonidos para mí. Huelo algo y es como si me hablaran. En este momento me habla un surtido de culos, la leche de Suicide Girl y el olor a muerte que emana del Wal-Mart. La mujer dibujada me enseña a filtrar el ruido. Me dice que eso se llama concentrarse. Babyface me rasca la cabeza. Me mira con interés, yo le devuelvo la mirada. Mi cola se agita. Eso nunca lo he podido controlar. Esa cosa anda sola. Una vez vi un perro sin cola, tenía un muñoncito, pero igual se abanicaba. Babyface se hinca a mi lado. No usa más que una bata. Su entrepierna me grita. Trato de bloquear el estruendo para escuchar lo que él me dice. Me habla con esa voz que la gente usa para hablarles a los animales y a los niños pequeños.

¿Qué haces por estos lados?

Respondo con un gemido.

Tú eres el perro vecino. Te he visto cuando salgo a caminar de noche. Vives al lado de la casa de Rockabilly.

El nombre me arranca una tanda de ladridos.

Calma, ¿qué pasa? ¿Conoces a Rockabilly?

Más ladridos.

Esta vez me controlo un poco y giro un par de veces como para tratar de indicarle que entiendo lo que dice. Me mira de reojo y asiente.

Bien, Bones… bien.

Babyface aparta la mirada, pero sigue rascándome la cabeza. Me siento bien a su lado. Él observa a Suicide Girl. Se ve triste, la anhela, trato de entender, creo que es como cuando me dan ganas de aparearme, es un impulso inaguantable. A veces no queda otra que aliviarse con lo que sea. Hay veces en que casi todo se ve apetecible, la pierna del amo, el gato del vecino, un cojín o el peluche de la hija de mi amo. Antes era peor, la castración atenuó la cosa, pero siempre resurge, siempre me domina. Me da pena ver el deseo frustrado en el rostro de Babyface. Parece un recién nacido sin su leche. Quisiera ayudarlo, si pudiera le prestaría el peluche que uso, pero por alguna razón pienso que no lo consolaría. Me acerco y gimo un poco para demostrarle que puede contar con mi apoyo. Vuelve a mirarme y sonríe, pero sus ojos infantiles delatan angustia.

Te diste cuenta, me dice.

Es que tiene quince años y yo soy un viejo… un viejo enfermo, deforme, son impulsos humillantes, no sé bien qué cosa soy, pero odio sentirme así.

Le doy un golpe ligero con el hocico y muevo la cola. Se sienta a mi lado y nos quedamos observando la noche, el estacionamiento desierto, la van con Suicide Girl acostada sobre el techo. Un mundo iluminado por las luces radiantes del Wal-Mart, la desolación suburbana que en este momento es el centro del universo, el único lugar que importa, el único espacio que existe. Tres culos aguardando en silencio, pensando simultáneamente en los jadeos de Rockabilly y en la voluntad de la mujer dibujada, en cómo Ella nos une a todos, que Ella también aguarda, pero no en silencio. Los tres la escuchamos al mismo tiempo, su voz se destila en nuestros cráneos.

Vengan a mí.

Ir a la siguiente página

Report Page