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Frankfurt, 30 de septiembre de 1940

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 Frankfurt, 30 de septiembre de 1940

Estimado y desconocido Antoine Boulard:

Le envío mis saludos y ansío que esta carta llegue a sus manos lo antes posible. Tal y como me lo ha sugerido, he hecho las conexiones pertinentes y pronto alcanzaré Köln para, desde allí, cruzar la frontera y llegar a Francia con la documentación que he logrado conseguir gracias a mi excursión a la caja fuerte de mi padre. Espero que el peligro que estoy corriendo ayude a combatir y a destruir al Monstruo.

¿Usted ha logrado contactar a Alex? ¿Ha sabido si sigue con vida? ¿Ha llegado a América a salvo?

Las fronteras están siendo patrulladas incansablemente, pero llevo conmigo el pasaporte con la falsa identidad que me ha provisto la Saefkow y espero alcanzar Francia antes de que llegue el invierno. De no ser así, le ruego que remita la carta que adjunto en este sobre a Alex.

Lo saludo afectuosamente, con la esperanza de que el Monstruo caiga pronto o, al menos, los alemanes reaccionen ante la barbarie que están cometiendo a lo largo del mundo.

KRISTEN HOESS

Amor mío:

Hoy se cumplen cinco años desde nuestro primer encuentro. ¿Te acuerdas, Alex, de aquel 30 de septiembre de 1935? Yo trataba de escribir uno de esos horribles poemas que aún escribo. Era casi de noche y tú llegaste y pediste permiso para sentarte junto a mí. Te quedaste mirando el reloj y cuando sonaron las cinco me invitaste galantemente a tomar el té. Acepté, siempre y cuando me dejaras terminar de escribir el poema que había empezado. Asentiste con la cabeza en silencio y con una sonrisa victoriosa que entibió mis mejillas y mis manos húmedas. Tu nariz se recortaba en esa luz que no es luz pero que tampoco es oscuridad… y sin darme cuenta empecé a escribir sobre ella, tu tabique torcido... así veíamos la Alemania de Hitler tú y yo... curva y torcida... hacia el caos. Y no nos equivocamos: esa Alemania me separó de ti. El día en que partiste, sin perder tiempo, mi padre me anunció que había programado mi casamiento con un funesto general de las SS. Esa noche no pude dormir. La imagen del barco partiendo hacia lo desconocido, separándonos para siempre, pasaba delante de mis párpados cerrados una y otra vez.

No podrías creerlo, pero al amanecer junté un poco de ropa en una valija y me fui de casa. Hace un año que vivo escondida. Sé que mi padre y sus esbirros me buscan por toda Alemania. El muy cerdo cree que me han secuestrado los judíos y los comunistas, que pedirán un rescate o que intentarán cambiarme por algún detenido. Si supiera que me he unido a la Saefkow se moriría de vergüenza. Ya no soporto esto. El horror se extiende por las calles en contraste perfecto con la felicidad de nuestro pueblo. Este pueblo que ha sabido darle al mundo a los mejores poetas, científicos, filósofos, músicos y pintores hoy sólo es capaz de brindar muerte, tortura y persecución. No quiero ser cómplice. Por eso, he decidido pasar a la clandestinidad. Antes de marcharme, he conseguido un dossier con datos que serán importantes para combatir al Monstruo desde adentro de Alemania. No es fácil. Podría morir en cualquier momento. Pero la Saefkow ha prometido llevarme a Francia vía Köln. Desde allí, espero alcanzar América para encontrarte donde sea que estés. No me olvides. Espérame. Pienso en ti cada día.

Tuya.

KRISTEN

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