Quinn

Quinn


Cinco

Página 9 de 15

Exacto. Con las herramientas adecuadas y alguna noción de escalada, alguien pequeño podría acceder a ese reducido espacio y desde allí reptar. Es una larga subida hasta el piso veintiuno, pero no imposible.

Mientras recorrían el camino de vuelta a los ascensores, deseó poder tranquilizarla un poco. Pero qué podía decir.

—Has dicho que no había ningún diamante aquí esta noche.

—He mentido.

Sonó el teléfono de Quinn como si fuera el fatal eco de sus palabras. Cuando respondió, Evie pudo oír una cadena de juramentos desde el otro lado. J.D. acababa de revisar la caja. Los diamantes no estaban.

Sintió una náusea mientras la sangre se le subía a la cabeza. Sin pensarlo, buscó una silla. Algo en lo que apoyarse. Algo que la sostuviera.

Entonces notó un brazo de Quinn bajo la mano. Su voz era un temblor grave que sonaba más bajo que el timbre que atronaba sus oídos. La llevó hasta una silla mientras Quinn terminaba la conversación con J.D.

Se frotó los ojos para aclarar sus ideas. Claro que él había mentido diciendo que no había diamantes. Eso se lo había dicho su intuición antes. Pero había tenido la esperanza de equivocarse. En ese momento, lo que quería era poder recuperar su concentración y seguirlo.

—¿Estás bien? —preguntó él.

—Sí —se soltó de él aunque parecía que era lo único que la anclaba al mundo.

—Parecía como si te fueses a desmayar.

—Yo no me desmayo —sintió una ridícula oleada de resentimiento—. ¿Por qué no estás enfadado? Deberías estar tan preocupado por esto como lo estoy yo.

Pero en cuanto lo dijo se dio cuenta de que él sólo estaba agitado, pero lo mantenía enterrado bien dentro. Tenía los ojos entornados y la mandíbula tan apretada que parecía cincelada en granito. El pétreo silencio era más expresivo que su casi desmayo.

—Lo siento —murmuró ella haciendo un esfuerzo para ponerse de pie—. Seguramente querrás volver a Messina Diamonds.

Quinn asintió y le apoyó una mano en la espalda para guiarla hacia el ascensor. Cuando la puerta empezó a cerrarse, dijo:

—Evie, sobre tu hermano…

—Lo sé: Si está implicado, vas a tener que hacer todo lo posible para encontrarlo y detenerlo.

—¿Si está implicado?

—Sí —dijo ella—. Si está implicado.

—Evie, no puedes permitirte ser ingenua. No después de todo lo que ha pasado. Tu hermano definitivamente está implicado.

—No. Eso no los sabemos. Aún no. Lo único que tenemos son conjeturas.

—Eh, has sido tú la que ha venido a mí —señaló Quinn.

—Sí, exactamente —se volvió a mirarlo cruzando los brazos sobre el pecho para reprimir un escalofrío—. Recurrí a ti porque pensaba que podrías ayudarme. Y me juraste que el sistema era imposible de romper. Que Messina Diamonds tenía un sistema de la más alta gama. Corbin no podría robar un penique del mostrador de recepción. ¿No fue eso lo que me dijiste?

No respondió, pero entornó aún más los ojos. Evie respiró hondo tratando de concentrarse. Quinn no era el enemigo. Aquello tenía que haberlo golpeado a él con tanta fuerza como a ella.

—Es lo que he dicho. Debe de haber alguien dentro —dijo despacio, como si lo estuviera descubriendo en ese momento—. Si no, no podría haber roto el sistema. Alguien ha tenido que desconectarlo.

—¿Quién?

—No lo sé. Hasta que lo descubra, todo el mundo es sospechoso.

—Bueno, así no es como lo veo yo. Hasta que no puedas demostrarme lo contrario, voy a pensar que mi hermano es inocente.

—No seas idiota.

—Corbin es la única familia que tengo. Y yo soy la única familia que tiene él. No voy a dejarlo tirado cuando más me necesita. No voy a abandonarlo como…

«Como tú me abandonaste a mí».

Dejó las palabras sin pronunciar. Había cosas que era mejor no decir en voz alta. Dolían demasiado. Revelaban demasiado.

—Todo el mundo necesita tener a alguien que crea en él sin reservas. Alguien que lo quiera sin importar lo que haga. Para Corbin yo soy esa persona.

—Tú has sido la primera en sospechar de él —le recordó—. Hace un minuto lo creías capaz de esto.

—Creía que podían manipularlo para que colaborara en el robo —por el brillo cínico en los ojos de Quinn pudo apreciar que él no veía la diferencia. ¿Cómo explicarle lo que apenas comprendía?—. Por supuesto que creo posible que esté implicado. Pero sigue siendo mi hermano. Tengo que tener fe en él. Tengo que creer que no ha hecho esto por propia voluntad. Hasta que traigas las pruebas, pruebas contundentes…

Nunca supo cuál era la reacción de Quinn ante su declaración de fe inquebrantable en Corbin. Las puertas del ascensor se abrieron y los dos se vieron lanzados al ruido de una gala que avanzaba. Ninguno de los invitados sabía aún lo que había sucedido. Apenas lo sabía ella.

Ir a la siguiente página

Report Page