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18. Barajar

Wynn

Me he pasado la última semana preparándolo todo con Pepper, desembalando cajas atestadas de lienzos para, a continuación, estirarlos y colgarlos. Estoy agotada y todavía no he dormido ni una noche del tirón. No sé nada de él. ¿Ya me ha olvidado? ¿Se habrá hecho con otro amuleto de la suerte? ¿Uno que se siente en su regazo y le aplauda cuando gane o se la chupe o algo así?

Buf. Me comen los celos.

Me doy la vuelta en la cama y tomo el móvil. No hay mensajes.

Cuando nos conocimos, Cullen estaba decidido a ayudarme a superar lo mío con Emmett, como si fuera su deber y su misión. Ahora me pregunto si habrá alguien que pueda ayudarme a olvidar a Cullen.

¿Por qué me he colado por este tío? ¿Por qué no escuché a Livvy cuando intentó decirme que guardase las distancias con él?

¿Por qué escucharía a mi corazón?

¿Por qué no escucharía a mi cabeza?

Gimo y me estiro. Como no duerma algo ya, la inauguración será un desastre.

Es la exposición más importante de mi galería y no puedo estropearla por estar de luto por un tío que me prometió una historia de amor que nunca existió.

No puedo hacer eso, ahora no.

Cullen parece solitario por naturaleza. No puede ser que me quede anclada en lo que hemos vivido en Las Vegas y menos cuando no volverá a pasar.

Más tarde, después de la exposición… Ahí ya podré dar vueltas en la cama y soñar con mi Ojos Plateados, tan sexy y encantador.

Bostezo, necesito… dormir.

Se inclina y me roza la oreja con el aliento mientras me recorre la espalda con los dedos.

—Wynn. ¿Estás despierta?

Cullen.

Gimo su nombre en voz baja y me acurruco más cerca de él para sentir su calor. Lo tomo del brazo y me lo pongo en la cintura. Se le marcan las venas de la mano y las delineo con los dedos.

Noto su miembro contra mi culo y me entran ganas de que me ponga a cuatro patas y me abrase con sus besos, con los tiernos besos que deposita en la columna, en los hombros, en la nuca y en la mejilla.

¿A qué espera?

Estoy alerta y receptiva. Me doy la vuelta y lo miro fijamente; veo el hambre, el deseo y una necesidad inconfundible en él. Dios, me encanta cómo me mira, cómo me observa.

Nadie me ha mirado así nunca.

Me muero por sus huesos.

Y él lo sabe.

Me sienta en su regazo y me provoca dándome golpecitos en la cadera con la mayor suavidad del mundo. Suelto un gemido al notar su polla y lo beso por todas partes. Empiezo por su garganta y voy dejando un rastro de besos hasta el centro de su pecho, y más abajo, más abajo…

Gime.

—Sí, así —dice cuando tomo su miembro erecto.

Y pienso «¡ay, Dios, sí!». No tendría que haberlo hecho esperar tanto.

Observo ese pedazo de carne tan varonil, espléndido y tieso. Se me hace la boca agua. Me muero de ganas de probarlo y de lamer la manchita transparente y húmeda que sale de su glande hinchado.

Agacho la cabeza, paso la lengua por la punta y me lo acerco a los labios.

Está como un tren. Sabe a…

—¡Wynn! ¡Levanta, vamos!

Gina me sacude tan fuerte que siento que me va a romper algún hueso.

—¿Qué pasa? —Me despierto sobresaltada y miro a mi alrededor presa del pánico hasta que la veo—. ¿Qué haces aquí? —Me tapo la cabeza con las mantas—. ¿Y mi derecho a tener un poquito de intimidad?

—¡Espabila! —Me levanta de un tirón y me lanza ropa y toallas mientras me lleva a toda prisa al lavabo y me cierra la puerta de un portazo—. No sé con quién te estabas acostando en sueños, pero ¡espabila y acaba lo que estuvieses haciendo en la ducha! —Se ríe—. ¡Pepper lleva todo el día intentando localizarte!

—¿Cómo? —Parpadeo repetidas veces, mirando de hito en hito lo que me rodea: el neceser, las toallas, el champú y el gel—. ¿Qué hora es?

Saco la cabeza para ver el reloj que hay en la mesita de noche.

—Las cuatro. —Me vuelve a meter en el baño de un empujón y cierra de un portazo—. Y no te preocupes. Pepper se está encargando de todo. Saint y Rachel le están echando una mano. Tómate un momento para recomponerte. Te da tiempo.

Vuelvo a abrir la puerta y echo la cabeza hacia atrás.

—¿Eso que huelo es café?

—Hará unas cinco horas que está listo. Le he puesto todo el bote. No lo ha probado nadie. No habrás oído el despertador. No me extraña. A saber qué estabas soñando. —Me mira con comprensión—. No vale la pena que estés así por él. Has estado esperando este momento. Es tu gran día. Que no te lo estropee.

Le cierro la puerta en las narices y grito:

—No me lo ha estropeado. ¡Me lo has estropeado tú solita al despertarme!

—¡Encima! ¡O te despertaba o iba a ver algo que tardaría en olvidar!

Abro la puerta y la fulmino con la mirada.

—¿No tienes un marido al que tirarte?

Gina se encoge de hombros.

—Ya lo he tachado de mi lista esta mañana.

—Buf, qué faena —me burlo—. No, en serio, a partir de aquí ya puedo yo solita, gracias. Tardaré unos… ¿cuarenta minutos?

—Joder con el sueñecito.

—Qué quieres que te diga, saca lo mejor de mí.

—Nos vemos en la galería —me grita.

No tardo mucho en retomar el sueño por donde me había quedado, pero el agua caliente que me cae por la espalda y las caderas no consigue mitigar el ansia ni apagar el fuego.

Necesito al buenorro de mi jugador y esos ojos grises tan picarones.

Necesito a Cullen… cada carnoso y delicioso centímetro de su cuerpo.

Y mi corazón lo necesita otro tanto.

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