Persona

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La cocina

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La cocina

La cocina

estaba equipada como una sala de autopsias. En las estanterías de la alacena en lugar de conservas o provisiones había frascos de glicerina y de acetato de calcio y muchos otros productos químicos.

En el fregadero clínicamente limpio había dispuestos utensilios ordinarios. Un hacha, una sierra, varias pinzas, una cizalla y unas grandes tenazas.

Sobre un trapo, los instrumentos más pequeños. Un escalpelo, unas pinzas, hilo y aguja, así como un instrumento alargado rematado con un garfio.

En cuanto hubo terminado, envolvió el cuerpo con una sábana de lino blanca y limpia. Guardó el bote que contenía los órganos genitales con los otros en el armario de la cocina.

Le empolvó el rostro y lo maquilló cuidadosamente con un lápiz de ojos y un pintalabios claro.

Lo último que hizo fue afeitarle el vello puesto que había observado que el formol endurecía un poco el cuerpo e hinchaba la piel. Los pelos se retractarían y la piel quedaría más lisa.

Al acabar, el muchacho casi parecía vivo.

Como si durmiera.

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