Perfecta

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Capítulo 23

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El trayecto hasta su casa lo hacemos en silencio. Me debato entre si contarle lo que me pasó un día como hoy hace ya tantos años o no. Patrick se sinceró conmigo contándome lo de Valerie, su matrimonio con ella, cuando tuvimos aquella discusión en París y yo aún no le he explicado por qué no quiero que me aten a la cama para hacer el amor. Por qué reaccioné así el día que él lo intentó. No ha vuelto a preguntarme por eso, pero sé que le preocupa y sólo está esperando a que sea yo quien decida cuando hablar de ese tema. Y también sé qué es algo que debo superar. Y que puedo hacerlo con Patrick. A su lado.

Tengo que contárselo. Sí. Tengo que abrirme a él y decirle lo que me pasó. Lo que me hicieron. Ya es hora de que deje el pasado atrás, con todos sus demonios, y comience a vivir mi futuro sin miedo. Con Patrick a mi lado. Con su cariño, su amor y sus juegos.

Nada más entrar en su ático, aún agarrados de la mano, me lleva a la habitación. Me sienta sobre la cama y me pide que cierre los ojos. Yo lo hago obediente.

—No los abras. Prométemelo. —me pide.

—Lo prometo. —contesto con una trémula sonrisa en los labios.

Le oigo caminar por la habitación. Abre un cajón y poco después lo cierra. Vuelve a mi lado y siento cómo se hunde el colchón bajo su peso. Estoy tentada de abrir los ojos, pero no lo hago. Noto sus manos en mi espalda y cómo lentamente baja la cremallera de mi vestido y lo desliza por mis brazos hasta dejarlo enrollado en mi cintura. Mi corazón se acelera y mi piel comienza a arder al sentir las yemas de sus dedos sobre ella. Patrick se coloca de rodillas detrás de mí sobre la cama y comienza a regar de besos mi cuerpo mientras me desabrocha el sujetador.

—Menos mal que ésta vez no me lo has roto. —comento divertida.

—Si quieres, lo hago. —me reta.

—No. Mejor no. Éste me lo compré en París y quiero conservarlo.

—Mmmm. —gruñe como respuesta.

Sus labios me acarician la nuca y me estremezco. Sus manos deslizan el sujetador por mis hombros, bajan por mis brazos y siento cómo lo lanza lejos. Mi respiración ya está totalmente alterada y mi sexo completamente humedecido.

—Ponte de pie. Voy a quitarte el vestido. —me ordena Patrick con esa voz masculina y sensual con la que podría hacer que tuviera un orgasmo sólo hablándome.

Me levanto de la cama y él termina de desnudarme, quitándome a la vez el vestido y las braguitas. Acaricia delicadamente con las yemas de sus dedos mis muslos. Me vuelve a sentar en la cama y él se levanta. Se coloca frente a mí y noto cómo alza mis pies para sacar las prendas que han caído sobre ellos. Cuando ha terminado me empuja suavemente para tumbarme en la cama y me coloca en el centro de la misma. Se sienta a horcajadas sobre mis caderas. Noto su duro miembro encima de mi pubis y el vello de sus piernas me hace cosquillas en los muslos. ¿Cuándo se ha desnudado? Me excito al imaginarle así sobre mí. Cada vez estoy más mojada. Preparada para recibirle.

—No abras los ojos. —me recuerda.

Asiento y él se inclina sobre mí y me besa en la comisura de los labios. Es un roce ligero. Como una pluma. Noto que manipula algo. Oigo el ruido al lado derecho de mi cabeza y de repente siento una caricia que me recorre desde el cuello hasta mi ombligo. Pero no son sus manos. No. Es algo suave. Algo…de… ¿goma?

Voy a abrir los ojos para saber qué es, pero Patrick, más rápido que yo, me coloca una mano sobre ellos impidiéndomelo.

—Has prometido que no los abrirías. ¿Tengo que vendártelos?

—Sólo…Sólo quiero saber qué es…eso. —le contesto suplicante—Por favor…

—Es tu regalo, chéri. No tengas miedo. No estés nerviosa. Es…algo diseñado para que las mujeres disfrutéis. —me dice para tranquilizarme.

Rápidamente pienso. ¿Me ha comprado un vibrador? ¿Un dildo de silicona? Comienzo a reírme y él continúa hablando.

—Supongo que ya te imaginarás lo que es. —comenta mientras sigue con su recorrido por mi cuerpo, acariciándome con el pene artificial—¿Recuerdas aquella vez que te llamé por teléfono y estabas en la ducha…masturbándote?

—Sí. Lo recuerdo. —exclamo entre carcajadas—Pensé que eras el pesado de Rubén y te solté todo aquello…

—Bueno, pues desde entonces no he parado de pensar en comprarte una cosa de éstas, pero tenía un pequeño problema…Una pelea interna. —hace una pausa y yo espero ansiosa que siga explicándose—Sabes que no me gusta compartir lo que es mío. No quiero que nadie se hunda en tu coño, ni siquiera una polla de silicona. Eso sólo puedo hacerlo yo. —oigo un pequeño ruido y siento una vibración contra mi estómago, cerca de mi ombligo, y Patrick continúa—Date la vuelta y ponte a cuatro patas, Eva. Vas a probar tu regalo.

Se levanta de mis caderas para permitir que haga lo que me ha pedido. Cuando estoy en la posición correcta, acerca el vibrador a mi clítoris y un delicioso cosquilleo recorre todo mi sexo al sentirlo. Lo mantiene unos segundos pegado a mi mágico botón y después lo aleja.

—¡Eh! —protesto—Me estaba gustando.

Patrick se ríe y vuelve a acercar el juguete sexual a mi nudo de nervios para recibir otra descarga de placer mientras me acaricia las nalgas con la mano libre. Pasa sus dedos por entre mis glúteos y al sentirlo en mi ano, doy un respingo y nerviosa le pregunto:

—¿Sexo anal? No estoy preparada, Patrick. Nunca…

—Tranquila. Hoy no. Quizá algún día…Pero hoy no.—me dice con esa voz tan sensual que me derrite al tiempo que sigue estimulando mi clítoris con mi regalo.

Una idea cruza por mi mente y se la cuento.

—Sé que me dijiste una vez que nunca haríamos un trío, pero…ahora que tenemos un pene vibrador, a lo mejor podríamos…ya sabes…—me muerdo los labios para controlar el éxtasis que está a punto de recorrerme entera—comprar un lubricante, acostumbrar a mi culito al tamaño de tu polla y…y…—las descargas de placer que me produce el juguete en el centro de mi deseo me hacen jadear y casi no consigo unir una palabra con otra para explicarle mi idea.

—¿Y? —me pregunta Patrick para animarme a continuar.

—Oh, Dios, qué bueno es esto…—consigo decir y dejo caer mi cabeza hasta chocar contra el colchón.

—Te estás desviando del tema, chéri. —y aleja de mi clítoris el vibrador.

Levanto otra vez la cabeza. Sigo con los ojos cerrados. Muevo las caderas y empujo hacia atrás buscando el artilugio que me está dando tanto placer. Choco contra la enorme erección de Patrick situada justo en la costura de mi trasero. Él me detiene con una mano posada sobre mi cadera y chasquea la lengua.

—No te muevas, cielo. Y sigue contándome eso tan excitante que me estabas diciendo…

—Vuelve a poner…esa cosa…donde estaba…—gimo al suplicarle.

Patrick se ríe maliciosamente y yo…ardo en deseos de volver a experimentar el dulce cosquilleo del vibrador contra mi sensible clítoris.

—Por favor…—suplico de nuevo.

Gracias a Dios, él no me tortura más y hace lo que le pido. El calor vuelve a inundar mi sexo y sé que no tardaré mucho en correrme.

—Sigue hablando. —me pide Patrick—Compraríamos un lubricante para acostumbrar tu precioso y arrugado ano a mi polla y ¿qué más, chéri? ¿Qué haríamos luego? Yo te penetraría por detrás mientras meto en tu caliente coño el pene de silicona. ¿Es eso?

—¡Sí! —grito extasiada porque estoy al borde del clímax—¡Sí! Ese es el trío que quiero hacer.

Patrick aleja de nuevo el juguete de mi clítoris y yo me muerdo los labios para no expresar la cantidad de palabras malsonantes que pasan por mi mente.

—¿Y ahora por qué paras? —le pregunto frustrada.

—Me gusta la idea. Pero hay un pequeño error en todo eso. —me dice y puedo sentir la sonrisa en su voz—Te he dicho antes que nadie ni nada entrará en tu precioso coñito. Eso sólo puedo hacerlo yo. Y…además…No tenemos un pene de silicona.

Abro los ojos y le miro por encima del hombro confundida.

—¿Qué…? —comienzo a preguntar dándome la vuelta para quedar frente a él, pero me interrumpe.

Levanta la mano y veo que sostiene en ella una forma ovalada de silicona y de color rosa, con dos botones en el extremo. Con el pulgar apaga esa “cosa” y me la da para que la examine mientras me dice:

—Es una lengua vibradora. O bala vibradora. Como prefieras llamarlo. Tiene siete velocidades de vibración que puedes regular con este botón. —lo señala con el dedo índice—El otro es para encender y apagar. Sirve para estimular el clítoris. Bueno, y otras zonas erógenas. —me dedica una sonrisa traviesa—¿Te gusta?

Con la bala en mis manos aprecio su dureza y su tacto aterciopelado. Tiene forma ergonómica y el acabado en la parte superior es redondeado. Es muy manejable. Ligera. Apenas pesa.

Levanto la mirada hasta encontrarme con los azules ojos de Patrick y sonrío:

—Sí. Me gusta. ¿Seguimos?

La sonrisa de Patrick se ensancha y me envuelve con esa ola de sensualidad que desprende. Vuelvo a colocarme en la posición que estaba antes, sobre la cama a cuatro patas, y meneo el culo de forma juguetona para incitarle a que me coloque otra vez la lengua vibradora y siga dándome placer.

Patrick me acaricia las nalgas y siento que acerca su duro miembro a mi vagina, colocándolo en la húmeda entrada mientras con una mano me sujeta por la cadera y con la otra, la que sostiene el vibrador, la sitúa cerca de mi clítoris. Se introduce lentamente en mi caliente sexo, anegado por mis fluidos, y comienza con su tortuoso y castigador ritmo a salir y entrar de mí, al tiempo que enciende de nuevo el juguete y lo pega a mi hinchado y mágico botón.

La fuerza con la que me embiste es tan feroz que, si no me tuviese bien agarrada por la cadera, me estampaba contra el cabecero de la cama. Me agarro a las sábanas para que no pueda desplazarme ni un milímetro y bajo mi cabeza hasta apoyarla en el colchón, abriendo más mis piernas para que me pueda penetrar más a fondo. Mis gemidos quedan ahogados contra la cama. El picante aroma del sexo invade la habitación y se cuela por mis fosas nasales llegando a mi cerebro, fundiendo buena parte de mis neuronas.

El juguete cumple su función perfectamente. Patrick se entierra en mí de una manera bestial y no retira de mi clítoris ni por un segundo el vibrador. Oigo cómo mi hombre jadea por el placer que siente hundiéndose en mí.

Poco a poco algo se va contrayendo en mi interior. Baja por mi pecho y sube por mis muslos hasta centrarse en mi mojado sexo y sé que estoy a punto…a punto de explotar en un maravilloso orgasmo que me va a dejar exhausta. ¡Adoro mi regalo! Es el mejor que me han hecho nunca. Comienzo a convulsionarme y con un grito me dejo ir. Me sumerjo en el mar de placer que estoy sintiendo rebosante de deseo y lujuria.

Patrick sigue bombeando en mí, mientras mi coño le succiona para exprimirle al máximo y clavando sus dedos en mi cadera con fuerza, noto cómo arquea la espalda y grita mi nombre al llegar a su clímax.

—¡Eva!

Caemos sobre la cama exhaustos, desmadejados, y con el corazón al borde del infarto. Cuando conseguimos relajar nuestras respiraciones, nos besamos con cariño y nos decimos una y otra vez que nos queremos. Poco después nos quedamos dormidos, acurrucados uno junto al otro sintiendo el calor de nuestros cuerpos.

 

 

 

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