Perfect

Perfect


Capítulo 19

Página 22 de 44

CAPÍTULO 19

Como dicen algunos, puedes hacerme daño con palos y piedras, pero no con tus palabras, o lo que es lo mismo, a palabras necias, oídos sordos. No obstante, si soy sincera, la verdad es que las palabras tienen un poder enorme.

Aunque no nos importe lo que piense de nosotros el mundo en general, siempre hay una persona que puede destrozarnos o devolvernos a la vida con una sola palabra.

El funeral fue tan desgarrador como me había imaginado, pero Noah fue un gran apoyo para su madre. Luego, la señora Stewart invitó a la familia y a los amigos más cercanos a su casa. Noah estuvo a su lado en todo momento, ayudándola en el trago de recibir y agradecer las condolencias. Brooke estaba al otro lado de Noah, sujetándolo del brazo siempre que podía. Yo me mantuve a una cierta distancia; la situación ya era lo bastante tensa. De vez en cuando, Noah me buscaba con la vista. Cuando Brooke se dio cuenta, empezó a lanzarme miradas hostiles cada vez que Noah miraba hacia el otro lado. Tras unos cuarenta minutos de miradas asesinas, decidí salir a tomar el aire. Cuando Noah me vio, le indiqué con la cabeza dónde podría encontrarme si me necesitaba.

Salí al patio y me dirigí al huertecillo que había en un extremo. El señor Stewart lo había plantado hacía poco más de un mes. Algunos brotes comenzaban a asomar de la tierra. Aunque ya había empezado el verano, se estaba más fresco fuera que dentro de la casa abarrotada. La cantidad de gente que había acudido al funeral era una muestra de lo querido que era el señor Stewart. Era un buen hombre, y Noah había salido a él. Recordé todas las vacaciones que habíamos pasado juntos y se me llenaron los ojos de lágrimas. El sonido de pasos a mi espalda me sacó de mis recuerdos. Me pasé los dedos bajo los ojos para secarme las lágrimas.

—¿Podemos hablar?

Me volví y quedé cara a cara con Brooke, que me miraba con la misma expresión que la otra noche.

—He salido un momento a tomar el aire. Vuelvo enseguida —dije notando cómo se me tensaban todos los músculos.

No sabía de qué querría hablarme Brooke, pero yo no quería hablar con ella, y menos en ese lugar y en ese momento.

—Me daré prisa. —Brooke estaba decidida a soltar lo que venía a decir.

—De acuerdo. —Respondí, no muy convencida.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —preguntó en tono acusador.

—No te sigo.

—¿Qué estás haciendo con Noah?

—¿Qué tal si me dices lo que quieres decirme y dejas de jugar a las veinte preguntas?

No tenía ningún interés en hablar con ella. Empezaba a ponerme nerviosa; eso no iba a ser bonito.

—Me doy cuenta de que no nos conocemos en absoluto. Noah no parece interesado en compartir conmigo los detalles de su relación contigo. Le pregunté a mi primo y me dijo que creía que habíais salido juntos.

Abrí la boca para corregirla, pero me di cuenta de que eso solo serviría para alargar la conversación, y quería quitarme a Brooke de encima cuanto antes. Ella siguió hablando.

—La otra noche, cuando os pillé, no dije nada. Obviamente no era el momento ni el lugar.

—Espera, ¿por qué dices «cuando nos pillaste»? Haces que parezca que estábamos haciendo algo malo.

—Estabas rodeando a mi novio con brazos y piernas.

—Estaba consolando a mi mejor amigo.

—Pues daba la impresión de que estabas haciendo algo más que consolarlo. —Hizo una pausa y miró a su alrededor para asegurarse de que nadie nos oía—. Mira, no quiero discutir contigo y, como quiero ser breve, iré al grano. Lo que Noah y tú tenéis va más allá de una amistad, por mucho que él se empeñe en negarlo. Veo cómo te mira y cómo siempre recurre a ti cuando necesita a alguien, pero debería ser yo quien lo ayudara. Debería haber sido yo la que hubiera estado en su cama la otra noche, abrazándolo. Te pido que nos dejes pasar tiempo a solas, sin tenerte siempre en medio. Noah no puede avanzar en su relación conmigo si tú sigues estando siempre pegada a sus talones. Su primera reacción siempre es buscarte. No sé por qué no salís juntos y no me interesa vuestra historia. —Hizo otra pausa e inspiró hondo—. Si aprecias a Noah y quieres que sea feliz, apártate de él. Deja que vea que no eres tú la persona a la que debe recurrir cuando necesite ayuda. Soy yo la que está con él, no tú.

No estaba segura de cómo tomarme sus palabras. Estaba sorprendida y molesta a partes iguales. La miré a los ojos tratando de mantener una expresión neutra.

—Tus deseos se harán realidad dentro de un par de meses, cuando me vaya a la universidad.

—Me gustaría que te apartaras ahora mismo.

—¿Pretendes que abandone a Noah cuando acaba de perder a su padre? Eso lo destrozaría; me odiaría.

—¿Lo destrozaría? ¿No estás siendo un poco melodramática?

—Menudo momento has elegido para pensar en ti misma. Eres una zorra de primera división.

La vena del cuello me latía con fuerza. Apreté los puños sin darme cuenta, pero ella ignoró mis palabras.

Odiar es una palabra un poco fuerte, pero creo que es justo lo que Noah necesita para romper su vínculo contigo. Estoy segura de que será algo temporal y de que, con el tiempo, volverá a hablar contigo, pero para entonces nuestra relación ya estará más consolidada.

No me considero una persona violenta, pero en ese momento tuve muchas ganas de darle una bofetada en pleno patio de los Stewart.

—¿Por qué iba a hacer algo así por ti? —le pregunté.

—No lo harías por mí; lo harías por Noah. Sé que lo amas, lo llevas escrito en la cara, pero ambas sabemos que no eres la mujer adecuada para él. No seas egoísta, Amanda. Deja que siga adelante con su vida y que sea feliz. Ahora estoy yo aquí para ocuparme de su felicidad. No te necesita en su vida para eso.

Me había quedado clavada en el suelo. Quería largarme de allí cuanto antes, pero las piernas no me obedecían. Quería discutir con ella, decirle que se equivocaba en todo y que estaba loca si pensaba que iba a abandonar a Noah. No pude decirle nada porque en el fondo sabía que tenía razón. No sobre que ella fuera la mujer adecuada para Noah, pero sí en todo lo demás. Ni se me había pasado por la cabeza salir con nadie después del incidente con Brad. No sabía a qué estaba esperando; tal vez fuera porque no podía avanzar en mi vida mientras Noah siguiera a mi lado.

Estaba harta de Brooke y de su numerito de novia celosa/preocupada. Había llegado el momento de poner fin a la conversación.

—Pensaré en ello —le dije, y eché a andar hacia la casa, pero sus palabras volvieron a detenerme.

—Da igual el momento que elijas: esta semana, la que viene o cuando sea, le va a doler lo mismo. Si lo haces ahora, al menos tendrá los dos meses de verano para recuperarse antes de entrar en la universidad. Y así podrá centrarse en los estudios sin distracciones. Tal vez no sea yo la más egoísta de las dos. —Me dirigió una última mirada de hielo antes de que me fuera.

Había pasado una semana desde mi charla con Brooke. Bueno, su charla conmigo; yo básicamente me había limitado a escuchar. Era oficial: odiaba a Brooke; ya no había zonas grises entre nosotras. Sin embargo, sabía que tenía razón. Es casi imposible no querer estar con alguien a quien amas, si lo tienes constantemente delante de los ojos.

La noche anterior al funeral del señor Stewart demostró que ni Noah ni yo teníamos mucho control sobre nuestros sentimientos. Su felicidad era primordial para mí. No sabía si Brooke sería la mujer que lo haría feliz, pero al menos se merecían tener la oportunidad de intentarlo. Sabía que Noah se enfurecería conmigo, pero estaba segura de que un período de separación haría que ambos superáramos la atracción que sentíamos el uno por el otro. Luego podríamos volver a recuperar nuestro papel en la vida del otro, como amigos y solo amigos.

Mientras nos dirigíamos a nuestro refugio secreto, sentía que caminaba sobre arenas movedizas. Odiaba lo que estaba a punto de hacer. Me repetía constantemente que lo hacía por Noah. Durante esa semana había pasado a su lado todo el tiempo posible, porque sabía que se acercaba la despedida. Había repasado mentalmente mil veces lo que iba a decirle, pero de camino al parque mi mente se bloqueó; me quedé en blanco.

Cuando llegamos a la mesa, él me ofreció la mano para ayudarme a subir, pero rechacé su ayuda, negando con la cabeza. Noah se apoyó en la mesa y yo me quedé de pie, delante de él.

Me miró confundido y preocupado.

—¿Qué te pasa? Has estado muy callada toda la semana.

No pude contener más las lágrimas que se me habían ido formando por el camino. Tuve la sensación de estar eternamente de pie, en silencio, con las palabras atascadas en la garganta. La persona que lo era todo para mí acababa de perder a su padre y yo estaba a punto de abandonarlo, rompiendo la promesa que le había hecho. Noah malinterpretó mis lágrimas. Pensó que la tensión de la semana finalmente me pasaba factura. Al fin y al cabo, el señor Stewart era como un segundo padre para mí.

Me abrazó con fuerza. Yo le rodeé el cuello con los brazos y apreté. Sabía que era la última vez que sentiría sus fuertes brazos a mi alrededor; que acariciaría su pelo y disfrutaría de su maravilloso aroma cítrico. Mientras me abrazaba, traté de controlar los sollozos. Tenía que ser muy rápida o me echaría atrás.

Reculé, pero él siguió sujetándome por la cintura.

—Noah, tengo que decirte algo.

—Vale.

Di varios pasos hacia atrás. No sabía si sería capaz de llegar hasta el final. Temblaba como una hoja, por dentro y por fuera.

—Prométeme que me escucharás antes de decir nada.

—¿Qué pasa, Piolín?

—Prométemelo.

—Vale, te lo prometo.

Respiré hondo y empecé a hablar.

—Eres la persona más importante de mi vida. Tu felicidad es mi prioridad absoluta. Nunca lo dudes porque siempre será así.

—Me estás asustando. —La voz de Noah empezó a quebrarse por la emoción. Sus preciosos ojos azules se llenaron de tristeza y de lágrimas.

Sabía que había llegado el momento de la verdad. Mi vida nunca volvería a ser igual, y estaba muerta de miedo.

—Necesito poner distancia entre nosotros durante un tiempo. Verte con Brooke es más duro de lo que había imaginado. —Tragué saliva. Aún no me creía que lo estuviera haciendo de verdad.

—La dejaré —replicó con tanta firmeza que me descolocó.

—Deberías buscar consuelo en Brooke, no en mí. Ella es tu novia. —Sentí un nudo en el estómago mientras pronunciaba esas palabras—. Ella es lo que te conviene.

—Eres una mentirosa, no la soportas.

Noté que los sollozos se me instalaban en el pecho y no me dejaban respirar, pero seguí adelante. Tenía que ser fuerte.

—Debes dejar de tenerme tanto cariño.

Las piernas me temblaban tanto que casi no me sostenía de pie. El dolor en el pecho era como un puñal que se retorcía con cada palabra que decía.

—¿Debo dejar de tenerte cariño? —Noah se apartó de la mesa y dio un paso hacia mí.

—Ya no somos unos niños; estoy a punto de irme a la universidad…

—No hagas esto, por favor, te lo ruego. No te tocaré, ni siquiera un abrazo. No puedo perderte a ti también. —Se acercó un poco más—. Te quiero.

Mi cuerpo entero clamaba por abrazarme a él y decirle lo mucho que lo amaba, pero no pude hacerlo. Noah no me iba a poner las cosas fáciles. Tenía que decirle algo que le llegara a lo más hondo.

—Pues no deberías. Te he dicho mil veces que no podía estar contigo, pero tú no paras de insistir. ¡No puedo estar contigo, Noah! No siento lo mismo que tú.

Sus ojos lucían tan expresivos que vi el momento preciso en que el dolor dio paso al enfado.

—Ah, o sea que esto es culpa mía, ¿no? Siempre decías que no podíamos ser pareja porque no querías cagarla, porque si la cagabas no soportarías perder nuestra amistad. ¡Pero ahora es culpa mía!

—No es culpa de nadie —dije con un hilo de voz.

—¿Ah, no? Pues no estoy de acuerdo. ¡Es culpa tuya! —Desprendía furia por todo el cuerpo—. Te importo una mierda y te importa una mierda mi felicidad. Lo único que te importa es poder guardar las cosas en sus cajitas para tenerlo todo bajo control.

Su mirada volvió a cambiar; esta vez pasó de la rabia al odio. Estaba empezando a odiarme.

Di un paso atrás y traté de apartar la vista, pero él me sujetó la barbilla para impedirlo.

—Ni se te ocurra rehuirme la mirada. Esta vez no te vas a escapar. —Permanecí en silencio, dejando que expresara todo lo que tenía guardado dentro—. He tratado de mantenerme a distancia, de no tocarte, sabes que he tratado con todas mis fuerzas de no enamorarme de ti, ¡joder!

Se acercó un poco más sin dejar de mirarme fijamente. Estábamos tan cerca que nuestros pechos se rozaban cada vez que inspirábamos hondo.

—Sé que me deseas —añadió en voz baja y ronca—. La última vez que estuvimos juntos estabas tan húmeda que lo noté aunque llevaras el pijama. Estabas lista para que me deslizara dentro de ti hasta el fondo. Lo único que hice fue besarte la barriga y estuviste a punto de correrte entre mis brazos, ¿me equivoco?

Me sobresalté cuando gritó exigiendo una respuesta:

—¡¿ME EQUIVOCO?!

Cuando negué, dio un paso atrás. Sacudió la cabeza y se echó a reír sin ganas.

—Siempre has dicho que me merecía a alguien mejor que tú, pero creo que en realidad eras tú la que querías a alguien mejor que yo, porque yo no soy perfecto y para ti todo tiene que ser jodidamente perfecto.

—No es verdad. Tú eres perfecto, pero yo no. Te mereces a alguien perfecto.

—Y ¿crees que Brooke es perfecta para mí?

—No lo sé; solo sé que yo no lo soy.

—¡Cállate de una vez, joder! Estoy tan harto de oírte decir eso. No te imaginas lo mucho que odio que pienses eso de ti. Sé que crees que Emily es perfecta y que siempre te han comparado con ella. Cuando me rechazaste, lo acepté porque pensé que eras sincera. Pero creí que, si seguía diciéndote lo increíble que eres y lo mucho que te quiero, al final te lo creerías y dejarías de hacer el idiota. No eres un desastre, Piolín. Lo que eres es una cobarde porque acabas de perder la oportunidad de estar con alguien que quería pasar el resto de su vida amándote.

—Por favor, no me odies. Cuando te calmes y veas las cosas más claras, te darás cuenta de que es lo mejor —dije, temblando tanto que apenas me salía la voz.

Noah permaneció un instante en silencio, con las manos en las caderas y la vista clavada en el suelo. Luego, en un tono de voz bajo y muy tenso, dijo:

—¡Aléjate de mí, joder!

—Noah…

Me miró y ahogué un grito. Su mirada era la de un hombre destrozado y yo era la causante de su dolor.

Fulminándome con los ojos, repitió muy lentamente:

—¡A-lé-ja-te de mí, jo-der!

Mientras me iba, sentí que la vida se me escurría como el agua por las cañerías. No había llegado muy lejos cuando oí golpes y gruñidos. Me volví y lo que vi acabó de matar el último pedazo de mi corazón. Noah estaba dando puñetazos y patadas a nuestra mesa, y luego la volcó y la tiró al suelo, gritando:

—¡HIJA DE LA GRAN…! ¡EGOÍSTA…, MALDITA SEA!

Empecé a temblar descontroladamente y tuve que apoyarme en un árbol cercano. Me cubrí la boca con una mano temblorosa. Tenía ganas de vomitar. Sin embargo, no me atreví a apartar la vista. Merecía ser testigo de todo el dolor que le había provocado al chico que sería siempre el dueño de mi corazón. Lo que tanto miedo me daba acababa de hacerse realidad, pero no como me lo había imaginado en mis pesadillas. Era mucho peor, y no había vuelta atrás. Me odiaba y no podía echárselo en cara: yo también me odiaba.

Ir a la siguiente página

Report Page