Pandora

Pandora


Capítulo 7

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Capítulo 7

Una vez en la calle comencé a recitar unas pocas líneas de mi libreto, sólo por si acaso, por si mi paranoia respecto a tener también un micrófono encima no estaba errada. Sabía que tarde o temprano enloquecería por esto, seguramente no podría volver a mi vida normal sin sentir que alguien me estaba espiando. ¿Cuánto tiempo más tendría que estar jugando con el MI6?

Ellos habían mencionado que antes había habido un problema con una Bright, uno muy grande al parecer, y ése era el origen de su total desprecio y desconfianza hacia mí. ¿Pero quién había sido exactamente? Mi familia tenía muchas mujeres aunque podía reducir el número a la mitad, ya que debía ser del lado de papá, de los Bright. Había demasiadas opciones. Y también sabía que Ethan no era el único espía en la familia, por más que nadie me lo confirmara sabía que el tío John debía ser uno. Ahora su supuesto trabajo de representante de una multinacional parecía demasiado sospechoso. Y papá, él debía haber sido uno.

Necesitaba respuestas, pero nadie planeaba dármelas. Necesitaba a Ethan, sabía que él no me mentiría, quería creer que no lo haría ni me ocultaría información. Pero eso no era lo que me importaba ahora. ¿Qué había sucedido antes? ¿Quién les había causado ese gran error del que hablaban? Sabía cómo debían sentirse, sabía lo que era cometer un gran error, ser perdonado y saber que si volvía a permitir que ocurriera sería aún peor. ¿Qué era lo tan grave que había sucedido?

Repetir mis líneas era relajante, calmaba mi mente como un mantra de serenidad. Pero luego de unos momentos ni eso me ayudó a pensar claramente, por lo que dejé de hacerlo con temor a equivocarme y decir mis pensamientos en vez de mis réplicas. Nuevamente me encontraba en el mismo callejón sin salida, con tan poca información era imposible avanzar. Sabía lo que tenía que hacer, o creía hacerlo. Irrumpir en una habitación de hotel que no era la mía. ¿Eso no era ilegal?

Lo cierto era que ya lo había hecho otras veces, pero ser cómplice no era lo mismo que ser la autora. El tío Fran, el esposo de la difunta tía Vivien, era dueño de una cadena de hoteles. Recordaba haber paseado con Alice por los pasillos y haber irrumpido en varias habitaciones, yo insegura y ella siendo una chica mala como siempre. Esto no era lo mismo. No era una niña y no entraría a una habitación desocupada, o quizás no, con la hija del dueño del hotel. Esto ya no era un juego o simple curiosidad.

Una mujer me rozó y se alejó sin darle importancia. Tanteé mis bolsillos enseguida pero sabía que no debía guardar nada allí. Me relajé, esto de tratar con espías me estaba afectando más de lo que temía. No todo tenía un truco oculto y en una calle tan concurrida como la avenida principal de París en los Champs Elysées esas cosas pasaban.

Estuve en la librería exactamente a la hora que Klaus me indicó. Lo esperé durante unos minutos y luego comencé a inquietarme. Quizás era una trampa, o quizás le había sucedido algo a él, o quizás era un idiota. No, no podía ser una trampa porque ellos no podían hacerme nada sin ningún motivo o eso esperaba. Que le hubiera sucedido algo a él… Bueno, eso era posible, pero no más posible que el simple hecho de que fuera un idiota.

Mientras lo esperaba, una parte de mí deseando que hubiera recibido alguna buena paliza, empecé a cuestionarme sobre la situación, replantearme lo que sabía hasta el momento. Tenía un mapa, con marcas de lugares donde Ethan se había quedado, marcas de encuentros y rutas. Y tenía un rastreador encima por lo que no sería bueno recorrer el mapa, él se daría cuenta. Así que eso me dejaba con nada.

Metí las manos en los bolsillos de mi fina chaqueta y me congelé cuando mis dedos atraparon algo. Lo sabía, podía sentir perfectamente el papel de una diminuta tarjeta que antes no había estado allí. Pensé en la mujer que había pasado peligrosamente cerca. Tragué el nudo en mi garganta y saqué la tarjeta imaginando todo tipo de amenazas o chantajes o cualquier cosa. Pero en vez de eso lo que encontré me dejó sin aliento.

Era una cara tarjeta blanca y con los detalles en dorados representando un hotel y el nombre «Audace» abajo. Conocía ese lugar como la casa del tío Fran, su hotel cuatro estrellas era magnífico y hubiera obtenido su quinta estrella de no ser por el modo en que Alice trató al crítico. Pero eso no era lo que importaba sino que lo escrito en tinta negra con una caligrafía que jamás sería decente, las manchas de tinta no escaseaban. Ella jamás tendría una buena letra.

Shhh…

Guardé rápidamente la tarjeta en el bolsillo. Debí saberlo. Chica mala. Ella nunca cambiaría. Intenté pensar cómo podría ella estar relacionada con el MI6 o esta situación pero me fue imposible. Alice había tomado sus ahorros, empacado y huido de su casa luego que su hermano se comprometiera con la mujer más odiosa del mundo. Ella y yo habíamos sido muy unidas a pesar de la distancia entre Boston y Londres, ambas sabíamos lo que era perder un padre a temprana edad. Aún recordaba la última vez que la había visto, en la fiesta de compromiso de su hermano. Luego simplemente había vuelto a Londres y mamá me había avisado que ella se había fugado, nada sorprendente considerando cómo era Alice.

Era su letra, estaba segura. Y era la tarjeta del hotel del tío Fran, allí donde nos habíamos visto por última vez. ¿Qué otra persona podría hacer algo similar? Ella sabía robar en la calle. ¿Cómo no sabría hacer lo contrario también? ¿Pero qué hacía en París? ¿Y qué significaba este mensaje? Ahora estaba segura de poder afirmar que ella era la Bright por la que estaba pagando yo. Alice siempre había estado asociada con problemas. ¿Pero qué había hecho para terminar en problemas con el MI6? Ella no podía ser una espía también, definitivamente no lo era.

Ella no tenía ningún entrenamiento especial, como Ethan, y había ido a una escuela bilingüe como yo. Pero incluso yo estaba mejor preparada que Alice. Ella sólo hablaba inglés e italiano, por la escuela. Sus actividades extracurriculares se resumían a un campamento de circo. Ella no era específicamente cuidadosa, o serena, no se parecía en nada a mí y muchos menos a Ethan. Jamás podría ser una espía. Y una vez que tenía algo en mente era imposible disuadirla, sin importar las consecuencias. De hecho, de todas las mujeres que había en la familia del lado de papá, ella era la menos capaz de ser una espía. Pero el asunto de causar problemas no era sorprendente y quizás Alice se había extendido con su rebeldía y había causado problemas con el MI6.

Me sobresalté cuando alguien tocó mi hombro, sacándome de mis cavilaciones. Miré a Klaus castigándome por mi descuido pero él no podía estar sospechando, no podía haber visto la tarjeta o saber de mis pensamientos. O tal vez sí. Intenté calmarme, no importaba la respuesta. Él jamás podría creer eso mientras yo demostrara lo contrario. Aunque él también sabía que era buena actriz.

—Llegas tarde —dije.

—Llegué antes que tú, sólo estaba adentro —dijo él y me tiró un libro que apenas llegué a atrapar—. Una ofrenda de paz por lo de anoche.

—Un libro —dije mirándolo.

—Pensé que debías estar harta de tener sólo tu libreto para leer.

—Es mi deber leer ese libreto y además, es un clásico. Es imposible cansarse de leer un clásico.

—Tómalo o déjalo.

—Me das un libro. Como ofrenda de paz. Una novela sobre espías —dijo y él se encogió de hombros con indiferencia aunque pude notar la pequeña sonrisa ante la ironía.

—Dijiste que te gustaban esas historias.

—No es cierto.

—Ok, dijiste que conocías bastantes historias de ésas y yo deduje el resto. ¿Pero me equivoco? —preguntó y me sostuvo calmadamente la mirada—. No.

Perfecto, esto no era nada bueno. A pesar de que desease creer lo contrario, él realmente prestaba atención a cada palabra que decía y además podía deducirme perfectamente. No quería ser un libro abierto. Y definitivamente no era bueno que él me prestara ese tipo de atención.

—¿Entonces estamos en paz? —preguntó ofreciendo su mano y lo miré seriamente antes de aceptarla.

—Sabes que sigo molesta por mis preguntas sin respuesta —dije—. Y si empiezas con todo ese asunto de que no soy de confianza y soy una persona de riesgo te romperé el libro en la cabeza.

—Ése no es el protocolo correcto de una ofrenda de paz.

—No sé nada de protocolos de este tipo. Buena etiqueta, sí. Ofrendas de paz, no.

—¿Nunca has hecho las paces en tu vida?

—Por supuesto que sí, cientos de veces. ¿Crees que eres el primero con el que me peleo?

—No, definitivamente no si tienes con todos esta actitud —dijo Klaus y me contuve de responder.

Intenté no enfurecerme. Necesitaba pensar con claridad y calma. Y entonces no sentí furia o molestia u odio, sentí lástima. Él no conocía más que la vida de espía y su cubierta, no sabía lo que realmente era tener una vida normal. Había dicho que era el negocio familiar para él, no podía imaginar lo que debía ser llevar ese tipo de vida desde los primeros años. En vez de estar de vacaciones estaba en París en una misión. Y estaba solo, él lo había dicho también.

—Ok, acepto tu ofrenda de paz —dije—. Pero a cambio tú tendrás que hacer las paces conmigo a mi modo.

Por un momento creí que vacilaría, indeciso e inseguro, pero si así fue no lo mostró. Simplemente cedió y me siguió. No sabía mucho sobre hacer las paces con espías ni nada de eso pero sí sabía cómo se hacían en mi mundo. Nos detuvimos en un pequeño lugar de venta a la calle y el joven a cargo rápidamente tomó mi pedido y se ocupó de prepararlo. Aspiré con felicidad el dulce aroma que me traía recuerdos. Klaus, a mi lado, miraba vacilante la masa cocinándose sobre la piedra caliente y cuando habló tuve que esperar unos segundos para comprender lo que había dicho. Lo miré sin creerlo, él simplemente no podía haber preguntado qué era eso.

—¿Nunca has probado una crêpe au Nutella? Tienes que estar bromeando —dije, pero su mirada me expresó que no era así—. No has estado en París hasta que no hayas comido una crêpe au Nutella.

Definitivamente no era posible. Pero luego recordé que él no era un chico normal y posiblemente no había tenido una vida normal. Pagué las dos crêpes y le entregué la suya a Klaus. Él la miró como si se tratase de la cosa más extraña y rompió un pequeño pedazo del borde para probar la masa antes de hacer una mueca.

—Tienes que morderla entera —dije—. No has vivido hasta que no la has probado.

—Créeme que ya he vivido bastante —dijo él y no lo dudé.

—Si quieres hacer las paces conmigo, muérdela. Todavía no conozco a nadie que no le haya gustado. ¿A qué clase de animal no le gustaría una crêpe au Nutella?

Él dudó unos segundos más pero finalmente terminó por cerrar los ojos y morderla. Y así fue como el súper espía adolescente descubrió el placer que sólo podía provocar comer una crêpe au Nutella. Abrió los ojos asombrado ante el exquisito sabor y rápidamente dio otro mordisco. Emma Stonem, complaciendo al mundo secreto una crêpe a la vez.

—Es lo mejor que he probado —dijo Klaus.

—Te dije. Ahora, oficialmente, has hecho las paces conmigo. Así lo hacemos en mi mundo.

—¿Qué? ¿Simplemente esto? —preguntó y noté la sorpresa ante la sencillez del acto, asentí.

—Sí. Cuando peleamos o discutimos con alguien luego nos disculpamos y comemos algo rico juntos. Entonces es sencillo olvidar lo sucedido. Los desacuerdos ocurren todo el tiempo, al igual que las peleas. Así que olvídate de lo de anoche, no fue nada.

—Lo haces parecer tan simple —dijo él y le dio otra mordida a su crêpe.

Me detuve un momento para limpiarle un poco de Nutella del labio, un acto inconsciente, y lamí el dedo sin pensarlo. Le sostuve la mirada unos segundos, parecía sorprendido, antes de reanudar nuevamente nuestra marcha.

—La vida es simple en algunas cosas —dije—. Tuvimos un desacuerdo, te eché un vaso de agua encima, lo arreglamos. No hay rencor.

—Sin rencor —repitió él como si no pudiera terminar de creerlo—. Es extraño. Creo que nunca he escuchado eso en serio. Las peleas y los desacuerdos no significan lo mismo en mi mundo. Nadie jamás dejaría pasar un simple desacuerdo por alto.

—No me sorprende si desconfían de todos.

—La confianza es algo muy preciado, algo que no se le debe dar a cualquiera. Confiar en alguien es extremadamente peligroso.

—Confiar en alguien, al menos una vez, está bien.

—Si luego no intentan apuñalarte por la espalda.

Lo miré en silencio mientras él continuaba comiendo. ¿Lo había dicho en serio? ¿Ya habían intentado apuñalarlo por la espalda? Durante un momento me pregunté si era figurativo o literalmente. No me era difícil imaginar que alguien realmente hubiera intentado apuñalarlo.

—Quizás en tu mundo sea así, pero en el mío la confianza es algo más común.

—Estoy en lo correcto cuando te digo que no se puede confiar en nadie —dijo Klaus.

—¿Entonces qué? ¿No puedo confiar en ti? Porque estoy obligada a confiar en ti, en que te ocuparás de mi seguridad.

—Eso es diferente, es mi trabajo —dijo él—. Y estoy obligado a cumplir.

—Y yo estoy obligada a confiar en ti. No es muy diferente. ¿Alguna vez te has preguntado si realmente me siento cómoda con esto? ¿Si quiero confiar en ti? No tengo opción. No sé qué esperar de ti.

—Bueno, así es siempre mi vida. No queremos confiar pero no tenemos otra opción. Por eso la confianza real no existe, es mejor no tenerla.

—Yo creo que la confianza real existe, yo confío en mi hermano y sé que él confía en mí.

—Si tu hermano tuviera que escoger entre ti o su país te dejaría de lado, es su deber, juró dar la vida por la seguridad de su país. No puedes confiar en él.

—Claro que puedo, y entendería su decisión porque es su deber —dije con firmeza y Klaus me miró—. Y no me sentiría ni traicionada ni nada porque ése es su trabajo, ésa es su vida.

—Eres una persona realmente curiosa. Creo que nunca antes he escuchado a alguien hablar así o aceptar la situación de ese modo.

—Supongo que está en mi sangre, o al menos eso me dijo Thomas antes de venir a París.

Esperé en silencio su reacción pero él simplemente continuó comiendo con indiferencia. Él sabía sobre mi familia y debía saber sobre Alice. Tuve la necesidad de mirar alrededor, sólo para saber si ella estaba cerca y nos estaba vigilando, pero me contuve. A pesar de la sorpresa el mensaje había sido claro, ella quería que guardara silencio.

—¿Cómo es tu familia? —pregunté. Silencio—. Sabes que no todo es confidencial. ¿No? No tienes por qué darme detalles.

—Ellos son… difíciles.

—No me cuesta imaginarlo —dije. Si él era así no me era difícil imaginar que una familia de espías, completamente, debía de ser difícil.

—¿Cómo es tu familia? —preguntó él en cambio.

—No lo sé. Creía saber cómo era mi familia pero ahora veo que no. Mis padres se separaron cuando yo tenía unos pocos meses. Papá murió cuando yo tenía cuatro años. Después de eso Ethan cambió, ahora sé el verdadero motivo. Mamá nunca tiene mucho tiempo, para ella siempre es más importante el trabajo. Josh es la persona más irresponsable que existe pero a pesar de todo es un buen sujeto, él es el amigo de mamá que nos cuida cuando ella no puede. En realidad tengo una familia muy grande, pero estamos repartidos por el mundo y la mayoría del año no nos juntamos. Así que ésa es mi familia más cercana, mamá, Ethan, Josh y Paul, el asistente de mamá si se puede considerar familia. Somos pequeños, y extraños, más de lo que creía, pero somos felices —dije—. Al menos yo lo soy.

—¿La escuela?

—Bastante elitista. Ya sabes, alto nivel. Mis compañeros de curso no son específicamente jóvenes cualesquiera, sería difícil que no supieras quiénes son sus padres. Por eso sé de etiqueta y apariencia, estoy acostumbrada a moverme en un alto y exclusivo nivel. Supongo que tú no me hablarás de tu escuela.

—¿Haces ejercicio o algo? Porque para ser tan delicada golpeas bastante fuerte.

—Sí, eso supuse —dije y levanté la vista—. Sí, mamá me obligó a tomar clases de defensa personal luego de que papá muriera supuestamente por un intento de robo entre otras cosas. ¿Qué hay de ti? ¿Algo que puedas contar?

—Me gusta esta cosa —dijo él señalando mi crêpe au Nutella.

—Muy personal —dije con sarcasmo y lo alejé antes de que pudiera robarme un pedazo al haber terminado la suya—. No. Es mía. Y como intentes tomar un poco te puedo asegurar que te golpearé bastante fuerte.

—¿Has pensado que posiblemente te dejaría inconsciente antes de que pudieras pestañear?

—Ya he estado inconsciente muchas veces por peleas y no es tan malo. Y sigo sin poder creer que nunca hayas comido una de éstas. ¿Has estado alguna otra vez en París? —pregunté, y obtuve como siempre silencio como respuesta, esta conversación se sentía bastante unilateral—. ¿Hay siquiera algo que puedas contarme?

—Nunca estés en la cima de la Tour Eiffel, en invierno, sin guantes —dijo él.

—Entonces sí has estado en París antes pero apuesto a que nunca como es debido —dije y él se llevó un dedo a los labios en un discreto signo de silencio, un gesto al que ya me había acostumbrado.

Klaus sabía que guardar silencio era igual que confirmarlo para mí. No pude evitar sentir un poco de lástima por él. Tantos países, tantas ciudades, y no debía conocerlas por propia experiencia o más allá de lo que su misión le habría permitido. No me era difícil imaginarlo, encerrado en algún cuarto, con sus cosas, la ciudad del otro lado de la ventana y totalmente fuera de su alcance.

No estuve segura de si estaba siendo amable por su cuenta o por parte de nuestra cubierta aunque sospechaba más de lo segundo. Nuestra pequeña conversación no duró mucho. Una vez que estuvimos de vuelta en el hotel él volvió a centrarse únicamente en sus cosas y luego de darle varias vueltas a mis pensamientos, pasando del asunto con Alice hasta la familia de habla castellana de la cual debía ocuparme, supe que si seguía así parecería sospechoso.

Tomé el libro que Klaus me había regalado y me recosté sobre la cama para leerlo. El problema con eso era que no leía muy seguido, pero si un libro realmente me atrapaba podía terminarlo en menos de un día. La tarde se esfumó, las horas se escurrieron entre las páginas del libro. Jamás se lo admitiría, me llevaría el secreto a la tumba, pero él había dado en el blanco al decir que me gustaban las historias de espías, las amaba. Y ahora mismo estaba formando parte de una historia de espías aunque créeme, no es lo mismo leerla a vivirla.

Para la noche ya había acabado el libro por lo que no pude evitar mucho más mi inconveniente. Tenía que meterme en la habitación 27, que estaba ocupada por una familia, y tenía un rastreador en alguna parte. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo burlar al MI6? Mañana la familia ocupante iría a Versailles, eso les tomaría todo el día, era una oportunidad única que no podía desperdiciar. No sabía cuándo se volvería a repetir. Y si Klaus sospechaba algo no lo había hecho notar, al parecer nuestro intercambio de ofrendas de paz lo había distraído un poco.

Ok, sabía dónde tenía que ir. Y también había quitado un poco de la atención de KIaus sobre mí. Pero aún tenía el problema del cómo. ¿Cómo entrar a la habitación y cómo deshacerme del rastreador que tenía puesto? Él no había dicho nada sobre esta mañana por lo que tenía razón, el rastreador debía estar en mis zapatos o mi bolso. Pero no podía simplemente salir a la calle sin zapatos y de seguro él me recordaría si pretendía olvidarme el bolso, sobre todo luego de haber usado ese truco la última vez.

¿Qué haría si éste fuera otro de los juegos de Ethan? ¿Qué haría Alice para meterse en una habitación de hotel? Una vez mi hermano había atado un cascabel a mi zapato de modo que cuando caminaba éste sonaba y él podía saber dónde estaba o cuando estaba cerca. No podía hacer silencio. La regla del juego consistía en llegar hasta la cocina sin que él me descubriera. Podía quitarme los zapatos, pero entonces él me descubriría descalza y sería lo mismo, por lo que debía encontrar algo más.

Ya estaba, lo tenía, sabía lo que debía hacer. En cuanto a entrar a la habitación, no sabía burlar o forzar cerraduras como Alice pero conocía algunos de los trucos de ella. Sería necesario un poco de improvisación en aquel punto. Bueno, no era un plan perfecto a prueba de fallas pero era lo mejor que podía hacer. La opción de improvisar-sobre-la-marcha era mi única alternativa y nunca antes me había ido muy mal de ese modo, no demasiado. Aunque claro, esto podría ir demasiado mal de muchos modos.

Decidí olvidarme de eso, necesitaría estar completamente despierta y atenta al día siguiente. Escondí nuevamente mi Ipod en la funda de la almohada antes de dormir. Aquella noche Klaus no se metió en la habitación o intentó adueñarse de la cama; al parecer, había aprendido la lección. Podía escuchar sus suaves ronquidos desde el sillón, todavía seguía sin poder creer cómo una persona así había terminado trabajando para el MI6. ¿No se suponía que los espías debían ser extremadamente silenciosos y discretos? Y este sujeto roncaba todas las noches, esto no tenía sentido.

Dormí perfectamente toda la noche y cuando desperté tan sólo podía pensar en lo que tenía por delante. Encontrarme con Klaus fue como encontrarme con el diablo, podía tener una atractiva apariencia y un sereno carácter pero sabía que al mínimo error encontraría su furia y de seguro no había bromeado el día anterior con ser capaz de dejarme inconsciente en segundos. O un segundo. No podía confiar en su apariencia, no podía confiar en su reacción y no podía confiar en él. Y considerando que, si no me equivocaba, Alice había condenado a todas las Bright a ser despreciadas y consideradas como un riesgo y personas en quienes no se debería confiar; Klaus no estaría nada contento si me descubría. Estaba a minutos de demostrarle que tenía razón al no confiar en mí.

Estuvimos temprano en el comedor para tomar el desayuno. Era simple controlarlo todo desde donde estaba. Vi a la pareja del cuarto 27 junto con dos niños que no debían superar los diez años de edad. Una vez que los ubiqué estuve totalmente atenta a ellos sabiendo que mi plan se pondría en acción en cualquier momento. Klaus observó mi bolso antes de llevarse otro pedazo de pan tostado a la boca.

—¿Sales? —preguntó.

—Práctica, si no te importa —dije—. Ya sabes, estaba pensando en repasar toda esa escena entre Julieta y la señora Capuleto. Discusión madrehija.

—¿Y el libro?

—Tengo prioridades. Es interesante pero mi papel es más importante. Si quieres puedes venir. —No, por favor no, di que no.

—Paso. No iré a escucharte recitar teatro.

—Como quieras —dije e hice una mueca—. ¿Tienes alguna pastilla o algo? Temo que la comida de ayer no me cayó muy bien.

—No es mi asunto.

Indiferencia, justo lo que esperaba. Todo parecía estar yendo normal y saliendo perfectamente de acuerdo al plan. Me llevé una mano al estómago y me retorcí. Continuamos desayunando en silencio. Sabía que él no había pasado por alto mi acción por más que fingiera hacerlo. Pretendí buscar dentro de mi cartera y luego parecer decepcionada. Nota mental: guardar siempre algunas pastillas de utilería. Vi a la familia del cuarto 27 levantarse y salir del comedor y entonces hice una mueca de sufrimiento y tiré la servilleta sobre la mesa antes de ponerme en pie.

—Disculpa.

Corrí como si realmente estuviera desesperada por ir al baño. Algún día, algún día tendría que agradecerle a Maurice por forzar y hacer de mí tan buena actriz a pesar de cómo fueran sus métodos. Salí del comedor y me alejé unos cuantos pasos más antes de chocarme casualmente con el hombre del cuarto 27. Murmuré una rápida disculpa al igual que él y luego me sonrieron tanto él como su mujer al reconocerme. Sus dos hijos me miraron con absoluta curiosidad mientras yo contaba los segundos.

—¿Has encontrado tu móvil, cariño? —preguntó la mujer.

—Sí, por suerte.

—¿Ese joven con el que estabas es tu novio? —preguntó el hombre.

—Bastante apuesto, por cierto —dijo la mujer y me guiñó un ojo—. No lo dejes escapar.

—No —dije, y supe que lo decía en serio, él no se escaparía tan fácil de mí ni me ganaría en esto—. ¿Están partiendo?

—Por supuesto, Versailles espera —dijo el hombre.

—Es un castillo magnífico, no olviden tomar muchas fotos —dije y miré con preocupación a los dos niños—. Oh, pobrecitos. ¿No tienes una gorra o algo? El sol los matará. Es todo demasiado dorado y reluciente, no podrán ver nada si están cegados por los fuertes rayos. Les hará daño un sol tan ardiente y fuerte directo sobre sus pequeñas cabezas.

—Cariño, ella tiene razón —dijo la mujer mirando a su esposo—. ¿No te dije que tomaras dos gorras para los niños?

—Sí, pero me las he dejado en la habitación —dijo él.

—Entonces sube a buscarlas, es necesario. Te esperaremos afuera —dijo la mujer y rodeo con sus brazos a sus hijos antes de sonreírme—. Muchas gracias por la advertencia. Espero tengas un buen día.

—Disfruten de su visita —dije.

No esperé un segundo más. Apenas la mujer se alejó corrí al baño de la planta principal. Me metí dentro de un cubículo y sin pensarlo me quité mis zapatos. Los dejé dentro de mi bolso y colgué el bolso del gancho que había en la puerta. Maldije una vez antes de echarme al suelo y pasar bajo la puerta trabada, arrastrarse por el suelo de un baño público, por más que fuera el baño de un hotel cinco estrellas, se sentía repugnante.

Salí del baño y me adentré en el primer ascensor libre que encontré. Y luego fue el momento de la acción. Allí estaba yo, en el vacío pasillo del segundo piso, sabiendo que todo podía salir bien o todo podía salir mal. Los segundos pasaron, nada. Temí haberme equivocado, temí haber contado mal los segundos o calculado mal el tiempo. Si aquello era cierto entonces tendría que usar la opción dos y agravar el de por sí ya crimen no era buena idea. Recurrir al robo sería un poco más complicado que esto.

Escuché el ruido de una puerta y vi al hombre salir del cuarto 27 con dos gorras. Por favor, sé descuidado, sé descuidado, sé descuidado. No pude dejar de repetir eso en mi cabeza. ¡Suerte, destino, Dios, cualquiera, necesitaba realmente que este hombre fuera descuidado! No quería tener que recurrir al robo, eso sería aún peor y más complicado de realizar. Pero entonces el hombre se alejó confiando en que la puerta se cerraría detrás de él y casi quise saltar de alegría aunque todavía no había terminado.

Caminé en su dirección, lo saludé cuando nos cruzamos y ya que le había dejado el ascensor preparado se metió dentro. Corrí tan rápido como pude, agradeciendo mis delicados pasos por las clases de ballet y que la alfombra amortiguara mis desnudos pies, y logré interponer mi brazo antes que la puerta se cerrase. Hice una mueca de dolor, esto definitivamente me dejaría un moretón. Abrí la puerta y me metí dentro antes de cerrarla.

¡Lo hice! ¡Lo había logrado! ¡Realmente lo había logrado! Y luego me cayó el peso de la realidad. Acababa de meterme en un cuarto que no era el mío. Ésta no era del todo una razón para festejar. Ok, lo era, sin ningún entrenamiento ni nada lo había hecho, y cualquiera estaría feliz en mi posición, pero eso no quitaba que fuera ilegal en muchos países. Quizás ilegal no fuese la palabra correcta… No, lo era. ¿Qué diría Alice en esta situación? Tranquila, es el hotel de papi.

Casi podía escuchar su voz llena de desprecio al decir eso pero tenía un punto, no nos podían hacer nada. Pero éste no era el hotel del tío Fran y no acababa de irrumpir en una habitación con su hija. Aquí era solamente yo y nada más. Eché el cerrojo a la puerta. ¿Cuánto tiempo tenía antes que al servicio de limpieza se le ocurriera aparecer? ¿Me descubrirían en tal caso o podría arreglármelas? De todos modos no había tiempo que perder.

No me había equivocado, ésta era la habitación que habíamos usado en nuestro último viaje a París y no dudaba que fuera coincidencia que Ethan hubiera terminado en ella. La sala era magnífica, alfombrada y con un sillón donde Paul había dormido. Luego, dos cuartos enfrentados, uno con una cama matrimonial que mamá había usado y otro con dos camas en las que Ethan y yo habíamos pasado el tiempo.

Intenté pensar, recordar si había algún escondite posible pero mi memoria se resistía a colaborar. Descarté la idea de piso hueco o algún escondite en la pared, eso sería muy obvio para Ethan y además no recordaba que esta habitación los tuviese. Pensé en las cerraduras y los marcos de las puertas, pero aquello implicaría posiblemente remover algo o utilizar un imán que no tenía para nada a mano. Pensé en el sillón, muy común para Ethan. Los dos cuartos, los dos baños, la sala, había miles de posibles escondites y falta de utensilios para buscar o tiempo.

Insulté a Ethan mientras me pasaba una mano por el cabello. No tenía tiempo para revolver todo el lugar y no podía hacer eso, no podía parecer que yo había entrado aquí. Y no tenía muchas opciones para equivocarme o perder el tiempo. ¿Dónde buscaría de estar en casa? Cerré los ojos y me imaginé allí, con poco tiempo, desesperada por encontrar algo y salir. No, eso no funcionaría, había muchas cosas en casa que Ethan podía usar para dejar mensajes o códigos que descifrar que no había en un hotel.

Así que me imaginé de vacaciones con él, en este mismo cuarto, yo desesperada buscando algo y él tranquilamente sentado en el sillón mientras esperaba. Habría estado impaciente, yendo de un lado a otro, revolviendo todo el lugar mientras preguntaba a gritos y sin perder tiempo qué había hecho él con mis cosas. Y Ethan me habría mirado con diversión mientras yo corría sin parar buscando y luego de unos minutos él finalmente hubiera decidido que, a pesar de su entretenimiento, había sido suficiente y teníamos que partir y simplemente habría dicho: «cortinas».

Levanté la vista. Tonta de mí por no fijarme antes. Uno a uno escaneé los lazos de la cortina que la sujetaban alrededor de un tubo de madera, eran todos exactamente iguales. Resoplé frustrada, sabía que Ethan no me la haría tan fácil esta vez. Me subí arriba del sillón y luego sobre el respaldo. Mantuve un perfecto equilibrio mientras me ponía de puntillas y estiraba la cabeza para poder ver mejor. Todos los lazos pasaban del mismo modo sobre el tubo para sostener la cortina, excepto el último a la derecha que estaba doblado y de no haber estado sobre el sillón hubiera sido imposible de notar desde abajo.

Sonreí sin poder evitarlo, esto tenía la firma de mi hermano. Me bajé del sillón y me dirigí al cuarto de los niños, aquel que estaba a la derecha de la sala. Casi deseé que Klaus estuviera allí para ver que sí podía descifrar a mi hermano y era útil. Mis opciones se vieron limitadas al cuarto de los niños y al baño. Volví a fijarme en la cortina pero esta vez no fue tan fácil como hubiera esperado. Había tres cintas torcidas y una atada al revés, no tenía la menor idea de lo que aquello significaba.

Uno a uno pensé los escondites que mi hermano podría considerar decentes y que no se verían afectados por el servicio al cuarto. Perdí tiempo en el baño por más que sabía que era en vano, sabía que allí no había ningún escondite. Busqué en el dormitorio, me metí dentro del armario y lo revisé totalmente sin encontrar nada. Me fijé en las dos mesas de noche sin encontrar ninguna parte hueca o posible escondite. Resoplé frustrada, esto no estaba yendo de lo mejor.

Me senté sobre la cama y me crucé de piernas mientras intentaba pensar. ¿Y ahora qué? Ethan era un espía, sus juegos conmigo no debían ser nada en comparación a lo que él hacía realmente. Todos los escondites que me había enseñado serían demasiado sencillos, él hubiera buscado el mejor escondite posible. ¿Qué tan retorcida podía llegar a ser la mente de mi hermano en cuanto a buscar el mejor escondite posible? Debía ser algo en donde nadie con una mente naturalmente sana y ordinaria intentaría fijarse. Es decir, todos algunas vez buscamos escondites secretos en un cuarto o habitaciones de hotel. Y este dormitorio era normalmente utilizado por niños ya que se trataba de una habitación de hotel familiar, por más que seguía sin comprender cómo Ethan había terminado aquí, así que el escondite debía estar lejos de las curiosas manos de los niños.

Levanté la vista, no había nada en las paredes totalmente desnudas, ni un triste cuadro colgando en algún lugar, ni siquiera estaban empapeladas, nada más que blanco. Lo único que estaba realmente alto y fuera del alcance de cualquiera era el tubo del cual colgaba la cortina. Oh no… Tenía que equivocarme, no podía estar en lo correcto con lo que estaba suponiendo, Ethan no podía ser tan rebuscado. ¡Él simplemente no podía pretender que buscara allí! ¡Yo no era específicamente conocida por mi altura!

Suspiré y me puse de pie. Tomé una de las mesitas de noche y la empujé hasta ponerla junto a la cortina. Me subí arriba de ella rezando por que soportara mi peso y no cediera. Me estiré cuanto pude, tuve que ponerme de puntillas para poder llegar a la barra y aferrarme a ella con mis manos. Casi al instante la sentí hueca y la golpeé sólo para confirmarlo. Esto era una locura, no podía estar en lo correcto. Me estiré hasta alcanzar uno de los extremos a intenté retirarlo, nada, firmemente soldado.

—Te mataré por esto Ethan, juro que lo haré —mascullé mientras me estiraba para alcanzar el otro extremo.

Luego de un poco de forcejeó la pequeña bola cedió y abrí el tubo. Cerré los ojos al meter la mano esperando las telarañas, el polvo y los bichos pero no sentí nada y eso me confirmó que no era la primera en encontrar aquel escondite y que éste había sido utilizado hacía no mucho tiempo. De todos modos, no todo fue felicidad. Una pequeña araña se deslizó por mi brazo y tuve que controlarme para no gritar y caerme de la mesa mientras agitaba el brazo para quitármela. ¡Asco! Volví a meter la mano dentro, estirando mis dedos cuanto más podía.

Me quedé helada al sentir algo y saqué una bola de papel. Lo primero que pensé mientras la alisaba era que no era bueno tener esperanzas en algo, lo segundo que pensé fue que esto de ser espía iba más en serio de lo que parecía. Por alguna razón hasta el momento el peso completo de la realidad no me había caído, no parecía nada más que algún sueño retorcido o una ilusión, como si me hubiera quedado dormida en clase durante la última hora y esperase despertar. Había escuchado decir que mi hermano era un espía, que era el mejor en lo que hacía y que había desaparecido. Había visto a su doble y estado en los cuarteles del MI6. Había pasado por muchas cosas últimamente pero ninguna tuvo tanto peso como alisar la hoja y reconocer la escritura de Ethan.

Creo que sólo entonces el peso de la verdad cayó sobre mis hombros y lo acepté. Mi hermano, un espía, y uno bastante bueno según tenía entendido. La hoja no daba ninguna información, bien podría haber sido una lista de cosas que visitar en París. El Louvre con algunas obras de arte escritas, el Moulin Rouge con su nombre tachado, l’Arc du Triomphe rodeado con un círculo y por último los caracteres 7p. m. Escritos. Pero era innegable, aquélla era la letra de Ethan, podía reconocerla sin vacilar. Metí la mano en el tubo sin sentir nada más y me quedé helada al escuchar el sonido de la puerta principal.

Volví a cerrar el tubo, me bajé de la mesita y tan rápido como pude la empujé para que volviera a estar en su lugar. Escuché la puerta principal abrirse y la desesperación me invadió. Miré inquieta a mi alrededor, si me atrapaban posiblemente estaría muerta. ¿Qué posibilidad tenía de que me encontraran si me metía en el armario? De todos modos cualquier idea parecía buena a que me encontraran en medio de un dormitorio, en un cuarto de hotel que no era el mío, luego de haber irrumpido ilegalmente y revisado todo el lugar. Sentí los pasos en la sala y entonces me detuve al escuchar las voces.

Me apoyé contra la pared, junto a la puerta apenas abierta, deseando más que nada pasar desapercibida. Miré con anhelo el armario sabiendo que lo más sensato hubiera sido meterme dentro cuan silenciosa y rápido pudiera pero contra cualquier lógica racional de cualquier individuo en mi lugar, me quedé quieta.

—¿Estás segura que tengo todo el día? —preguntó Klaus.

—Por supuesto, fueron a Versailles —respondió una mujer—. ¿Qué hay de la chica?

—Ella no es un problema.

—No deberías estar tan seguro, es una Bright. No es una chica común, yo no andaría tan confiado si fuera tú.

—Tranquila, la tengo controlada. Está en el baño hace varios minutos. ¿Acaso le pusiste algo a su cena? —Perfecto, ahí iba mi confianza al servicio de habitación.

—No. Creí que tú te ocuparías totalmente de ella. ¿Qué tan difícil te puede ser tratar con una chica de dieciséis años? Sé un poco encantador, sonríele, gánate su confianza.

—¿Quieres que la ponga de nuestro lado?

—Esos malditos sicilianos ya nos han jugado malas pasadas por tener a una chica Bright de su parte. Sería conveniente que nosotros tengamos a una también. Y es la hermana de Ethan Bright. Quién sabe, quizás hasta eso nos salga mejor de lo que esperamos. Vamos Alex, sé un chico bueno.

¿Qué? ¿Alex? Estaba segura que aquélla era la voz de Klaus y lo insulté hasta por mentirme con su propio nombre aunque por alguna razón no debería sorprenderme. Maldito espía.

—Sí… No. Ya me estoy cansando de este juego. Si quieres a una chica Bright en tu equipo consíguela por tu cuenta, no me metas a mí en esto.

—Nos vendría bien una jugaba como la de Giorgio Difaccio.

—Ni pensarlo —dijo él rápidamente—. Ya sabes cómo le salió a él aquel asunto. No me tendrás ligando con una Bright. Además, trabajo mejor solo.

—Vamos, sólo un poco de confianza. No es necesario ni que le caigas del todo bien, sólo ponerla de nuestro lado. No te costaría nada. Alice representó una adquisición superior a lo que habríamos imaginado para la familia Difaccio, esta chica que tienes no debe quedarse atrás y además es la hermana de Ethan Bright.

—No me importa quién sea, no te metas en mis asuntos. Sé perfectamente lo que hago.

—Es una niña, tan inocente y manipulable como cualquier otra. ¿Qué tan difícil te puede ser usar un poco del encanto de tu padre? No me digas que una chica es mucho para ti.

—Hazme un favor y vete de aquí, no seré una pieza de sus juegos y menos para jugar con una chica inocente.

—Ouch, eso dolió dos caras —dijo la mujer con sarcasmo—. No me digas que realmente no quieres jugar con esa chica.

—No sería más que un peso muerto. Ahora vete, tengo muchas cosas que hacer en este lugar.

—Realmente me está costando creer que te niegas a manipular una simple chica. Me pregunto qué dirán tus hermanos al respecto, o el resto de tu familia, mejor ni hablar de tu padre.

—¡Vete!

—Malditos jóvenes malcriados —masculló la mujer—. Me debes una, Alexander, no creas que pasaré esto por alto y no informaré al respecto.

Oí el fuerte sonido de la puerta al cerrarse y luego todo fue silencio.

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