Pandora

Pandora


Capítulo 8

Página 13 de 27

Capítulo 8

Me llevé una mano a mi boca para no hacer ruido, no me había dado cuenta ni de que había estado conteniendo la respiración. Afuera, en la sala, escuché al joven suspirar. Lentamente intenté comprender lo que había sucedido, lo que había escuchado. Él se había negado a manipularme, a aprovecharse de mí para luego utilizarme. Respiré hondo mientras lo escuchaba moverse por la sala. ¿En qué momento había terminado sentada en el suelo exactamente, encogiéndome tanto como fuera posible? Klaus, Alex, cual fuera su nombre se había negado a manipularme.

Cerré los ojos durante unos segundos. Podía odiarlo, podía ser molesto y no estar nada a gusto con tener que tratar conmigo, pero él había hecho lo correcto. Quizás nuestro pequeño intercambio de ofrendas de paz no había sido en vano, quizás él realmente era una buena persona en el fondo y yo no hacía nada más que considerarlo como el enemigo desde el primer instante. Hasta me atrevía a decir que se había metido en problemas por esto, la mujer había mencionado al resto de su familia. Ella debía estar haciéndose pasar por servicio al cuarto, sólo así tendría la llave y sabría que la habitación estaría vacía.

Eché la cabeza hacia atrás al saber qué era lo correcto. Podía ser muchas cosas pero era una persona justa que no le gustaba deberle nada a nadie. La familia se basaba en el cuidado y la confianza mutua. ¿No es así? Es decir, para eso se supone que es una familia. Y yo había crecido con esos valores. El joven que en este momento estaba registrando la sala me había protegido en cierto modo al negarse a hacer lo que se le sugería.

Lo escuché caminar del otro lado, buscar escondites en los muros o pisos huecos. Contuve la respiración al sentirlo al otro lado de la puerta, él se agachó y golpeó el marco en busca de algún escondite o algo por el estilo. Me puse en pie al tomar una rápida decisión sabiendo que era probable que luego me arrepintiera y no creyera que fuese más que un error. Me maldije por hacer lo correcto, por no soportar la idea de engañarlo como originalmente había planeado ahora que había escuchado aquella conversación.

Y así fue como eché todo por la ventana. Simplemente abrí la puerta y él levantó la vista desde donde estaba agachado, la sorpresa y el temor cruzó tan sólo un segundo por su hermoso rostro. Me apoyé tranquilamente contra la pared, fingiendo indiferencia. Podía notar la tensión en su mandíbula o sus inquietos ojos mientras su mente lentamente deducía todo.

—Supongo que estás buscando algo como esto —dije y mostré la hoja arrugada—. Ahora, háblame sobre mi prima.

El tiempo pareció congelarse, los segundos se extendieron como si fueran minutos mientras él me sostenía la mirada desde donde estaba. Lentamente se puso de pie y alejé mi mano cuando intentó arrebatarme la hoja. Me miró molesto, y supe que no estaba nada contento con que estuviera aquí aunque no supe qué le disgustó más, mi engaño o que hubiera escuchado su conversación.

—Brillante, Bright —dijo él y puse los ojos en blanco.

—Por favor, basta de bromas, Klaus. ¿O debería llamarte Alexander? —pregunté—. Sólo por curiosidad. ¿El rastreador está en mi bolso o en mis zapatos?

—Sólo por curiosidad. ¿Te acercaste a mis cosas antes o después de llegar a este hotel?

—No, chico, yo no me acerqué ni toqué tus cosas. Ahora será mejor que hables o perderás mi colaboración y a juzgar por esto es algo que no puedes perder —dije mostrando la hoja—. ¿Entonces estabas con otra agente?

—¿Hay algo más oculto?

—¿Quién sabe? Quizás sí, quizás no. No podría saberlo exactamente. No es como si fuera mi hermano de quien estamos hablando… Espera un momento, sí lo es —dije—. ¿Qué tal si hacemos un trato? Yo finjo no haber escuchado la anterior conversación y te ayudo plenamente, a cambio tú empiezas a responder a mis preguntas.

—Tenemos un trato, Bright —dijo él y le sostuve su seria mirada.

—Entonces empieza a cumplirlo.

Él suspiró, como si no tuviera otra opción, como si se encontrase atado de manos tras haberme subestimado más de lo que debía. Se dio vuelta y se alejó hasta dejarse caer sobre el sillón. Me observó con sus inescrutables ojos mientras yo le sostenía la mirada en silencio y continuaba sosteniendo la hoja. Sus ojos centellearon un segundo y una de las comisuras de su labio se elevó en lo que podría haber sido una sonrisa.

—Astuta, muy astuta, más de lo que esperaba. Lo admito, tú ganas esta vez —dijo él y se acomodó lo mejor que pudo—. ¿Qué quieres saber?

—Mi prima, sé que ella les provocó cierto inconveniente a tus amigos del MI6. Quiero saber qué sucedió —dije firmemente.

—Giorgio Difaccio. Eso sucedió. Un mafioso, uno muy importante. Es buscado en más de veinte países. Es el hijo de la cabeza de la familia Difaccio, si sabes algo de mafia sabes que esa familia está entre las más importantes. Supongo que ya te imaginarás su fama. Lo teníamos el verano pasado, lo hubiéramos atrapado sin problemas y eso hubiera sido un gran logro, años de un operativo —dijo él tranquilamente.

—¿Y qué pasó? —pregunté.

—Tu prima, eso pasó. Ella lo persiguió argumentando que él le había robado algo, veo que la tenacidad es de familia. Bastante hábil si logró rastrearlo hasta Palermo. Ella se mostró dispuesta a colaborar en un principio. Teníamos a Giorgio, atrapar al único hijo de la cabeza de la familia Difaccio hubiera sido todo un logro. Pero entonces tu prima nos traicionó y se dio vuelta en nuestra contra —dijo él y resopló—. Nunca confíes en una Bright cuando hay un chico lindo de por medio. Así que sí, teníamos a Giorgio frente a nosotros, herido y sin oportunidad de escapar, y sí, tu prima nos traicionó y lo ayudó a escapar. Ahora es la nueva protegida del padrino Difaccio.

Tragué intentando combatir la repentina sequedad en mi garganta. Mi prima, parte de la mafia. Pensé en la última vez que había visto a Alice, en la fiesta de compromiso de su hermano. Alice quejándose al respecto, Alice dejándome para entretener a su amigo mientras ella partía con un guapo y rico desconocido, Alice armando un escándalo tras decir que la novia de su hermano lo había engañado con otro hombre. Yo misma había cargado a mi prima, ebria y difícilmente consciente luego de haber atacado a esa mujer. La-prometida-de-su-hermano/perra quejándose de ella, insultándola y luego diciendo con indiferencia que había perdido su anillo de compromiso.

Yo conocía a Alice, sabía cómo habría reaccionado ella al saber aquello. Ese anillo de compromiso le había pertenecido a la tía Vivien, Alice ya bastante disgustada se había mostrado al verlo en mano de esa mujer cuando argumentaba que en realidad debería pertenecerle a ella. Sabía que ella hubiera sido capaz de hacer cualquier cosa por recuperarlo y sabía también que la pieza era extremadamente valiosa. Alice había desaparecido al día siguiente, sin dejar ningún rastro.

—No puede ser. ¿Alice se metió en la mafia? —dije y pasé una mano por mi cabello—. Tonta, no sé por qué siento que no debería estar tan sorprendida. ¿En qué estaba pensando?

—Supongo que aquello implica que no estabas tan al tanto —dijo él.

—¿Qué? Por supuesto que no, no tenía la menor idea. ¿Cómo pretendías que estuviera al tanto?

—No lo sé, quizás el hecho de que fueras la única en no darle importancia a la desaparición de Alice te diga algo. Ni siquiera parecías sorprendida. Se intentó quitarte información sin ningún resultado.

—Déjame adivinar, Ethan —resoplé—. Malditos espías. ¡No sé nada de Alice! Ella siempre fue una chica mala, el peor ejemplo a seguir, y yo sabía que tarde o temprano escaparía. Por eso no me sorprendió ni me importó. La conozco lo suficiente para saber que se las arreglaría bien por su cuenta. Es lo que los jóvenes problemáticos hacen cuando llegan al extremo, huir de sus casas sin dejar rastro. Todo el mundo sabía que Alice se iría en algún momento, lo esperábamos. ¿Por qué ustedes le buscan un lado más retorcido a todo?

—Bueno, eso cambia bastante las cosas. ¿Entonces no sabes nada sobre tu prima?

—¿Qué? No —dije y sentí el peso de su tarjeta guardada en mi short—. ¿Qué se supone que deba saber? ¿Qué pensaban ustedes? ¿Que estaba aliada con ella o algo así?

—No deja de ser una posibilidad —dijo él tranquilamente.

—Entonces Alice ahora anda con un mafioso —dije y él asintió—. ¿Qué hay del tío John?

—Espía.

—¿Papá?

—Espía.

—¿La tía Vivien?

—Renunció hace muchos años. Estaba en una misión encubierta, se suponía que tenía que ayudar a detener a un grupo de estafadores, no enamorarse y abandonar todo. Al menos aquello escuché. Pasó el resto de sus años como una diseñadora de interiores hasta que su pasado le mordió el culo. Nunca continúes en contacto con un espía, eso tarde o temprano te costará caro —dijo él tranquilamente—. Otro ejemplo más de por qué no es bueno meter a una Bright en este tipo de asuntos.

—Murió en un asalto a una tienda, estaba con el tío John —dije al comprenderlo—. Al igual que papá al momento de morir.

—Te diré algo, la muerte de un espía raras veces es un evento casual y sin explicación. No creo que haya sido un intento de asalto tal como te dijeron. Y no, no sé nada sobre el asunto.

—Pero alguien lo sabe.

Me apoyé contra la pared y me dejé caer al suelo al ser consciente de la realidad. Papá no había muerto por no tener nada que le pudieran robar mientras el tío John había salido a comprar la cena con Ethan, papá había muerto porque alguien así lo había querido. Y Ethan no había huido aterrado a casa, traumado por ser el primero en encontrar el cuerpo y fantasear toda una gran historia para creer que papá era un héroe. Él no había inventado nada. Podía recordar perfectamente esa noche, su relato sobre cómo papá y el tío John se habían enfrentado a unos hombres de negro y luego él había pasado el resto del tiempo temblando y temiendo, tanto de los hombres de negro como del tío John cuando vino a buscarlo a casa. Definitivamente no lo había llevado a un especialista para ayudarle con el trauma.

—Sabes, hay cierta diferencia entre creer que tu padre murió víctima de un robo y saber que alguien quiso matarlo —susurré.

—No tienes modo de saber —dijo él con una increíble suavidad en su voz.

—Lo siento, lo querían matar. La vida de un espía es así. ¿No es cierto? De seguro hay muchas personas que estarían felices de matar a mi hermano, o matarte a ti, o a cualquiera.

—Siempre existe ese riesgo, es lo que aceptamos en parte al tener esta vida. Los tipos a los que solemos disgustar no son de lo mejor ni de los más piadosos.

—¿Y esto en que me convierte a mí? ¿En otro blanco?

—Aférrate a tu cubierta, mientras lo hagas nada te pasará. Eres una chica normal, no hay razón para que alguien te quiera muerta, y me tienes a mí para ocuparme de que eso no pase —dijo él y se puso de pie—. Ahora, supongo que querrás recuperar tus cosas. Si no hay nada más que buscar por aquí…

—No. Es todo de momento —dije apenas pudiendo levantar la vista para verlo—. Escuché tu conversación con la agente. Gracias por no estar utilizándome. Gracias… por decir que no.

Suspiré y bajé la vista sosteniendo mi cabeza entre mis manos. Me sentía miserable, pero no era algo que me podía permitir. Mi hermano era más importante, mi hermano y la esperanza de que estuviera bien y vivo, sobre todo lo segundo. Sí, probablemente me podría costar la vida estar manteniendo contacto con espías y casualmente al MI6 no se le había ocurrido mencionar aquel pequeño detalle pero tenía que encontrar a Ethan.

Cerré los ojos unos segundos y me dije que no volvería a pensar en la idea de mi muerte por esta misión o saber que papá y la tía Vivien habían sido asesinados a voluntad y por quienes eran. Cuando abrí los ojos nuevamente me prometí que no volvería a pensar en esos temores, no me los permitiría, a pesar de la gravedad de la situación. Me sorprendí al ver a Klaus frente a mí y levantar la vista y encontrarme con una mirada de compasión. ¿En serio? ¿El señor espía mostraba sentimientos?

—Vamos, Bright —dijo extendiéndome una mano, su voz no era de burla ni de molestia.

Era como si realmente fuera un chico normal, ofreciéndole su mano a otra chica normal para levantarse. No dije nada cuando tomé su mano y él tiró de mí, era más fuerte de lo que había imaginado. Su mano era firme y sólida, cálida y encajaba perfectamente con la mía. Y esto era real, no era parte de ninguna actuación. Y pensé que nunca antes el agarre de otra persona se había sentido tan real para mí. Era muy diferente al fraternal agarre de Ethan o el animoso de Cam. Era como si él fuera real, como si en serio estuviera allí para ayudarme con esta situación.

Se alejó apenas estuve sobre mis pies y no volvimos a hablar. Me acompañó hasta planta baja, fuese por desconfianza o no, no me importó. Por suerte, esta vez no hubo ningún inconveniente o huésped inoportuno y logré recuperar mi bolso, aún con los zapatos dentro, de donde lo había dejado. Me calcé y volví a encontrarme con Klaus solo para seguirlo de nuevo a la habitación. Lo miré de soslayo mientras subíamos en el ascensor preguntándome cómo debía llamarlo, o si alguno de ésos era realmente su verdadero nombre, pero algo me dijo que no me respondería.

—Aquí tienes —dije una vez que estuvimos dentro extendiendo la hoja—. Un trato es un trato.

—Es tu hermano, supongo que sabrás leer e interpretar eso mejor de lo que yo podría. Después de todo, para eso estás aquí. ¿No?

Él me sostuvo la mirada, su rostro era simplemente impasible pero asentí. Observé el papel en mis manos sin encontrar nada relevante. Él se alejó y se dejó caer en el sillón. Había una mesa baja delante, su ordenador portátil y sus cosas estaban allí. Por un segundo llegué a vislumbrar una pantalla totalmente oscura con finas líneas verdes y un punto pero enseguida él cambió de programa. Por un momento me volví a preguntar si el rastreador estaría en mis zapatos o mi bolso.

—Supongo que, a pesar de que tuve cuidado, te he subestimado, Bright. Y no soy el único. Los demás tenían razón al desconfiar de ti. Eres hábil. —Casi sonó como una aprobación, un cumplido.

—Una simple y normal chica ha superado a los agentes altamente entrenados, esto no se vería nada bien en un reporte —dije—. No tienen por qué saberlo, si quieres que te ayude. Pero tengo un precio.

—Ya lo puedo imaginar. No, no tienen por qué saber. Pretendamos que esto no está sucediendo. Te doy la información que quieres y tú me ayudas con esto de descifrar a tu hermano. ¿Ése es el trato?

—Sí.

—Me parece justo —dijo él e hizo un gesto para que me acercara—. Ahora trae esa cosa.

Me acerqué y me senté a su lado. Él tomó la hoja y se estiró sobre la mesa para tomar el mapa prolijamente doblado. Lo desdobló, tomó un bolígrafo y marcó los lugares y todo lo mencionado en la hoja de Ethan. Minuciosamente y en silencio se ocupó de su trabajo mientras yo aprovechaba la ocasión para memorizar mejor el mapa temiendo no volver a tener una oportunidad similar.

—Sigo preguntándome cómo pudiste. Tengo curiosidad —dijo él mientras hacía una marca sobre el museo del Louvre—. La habitación, la jugada, todo. Me esperaba algo así de tu parte, sabía que eras lista y rápida, peros sigo sin encajar las piezas.

—Tengo mis trucos —dije.

—Sacaste una fotografía al mapa con tu aparato mientras no estaba. ¿Verdad? Esos aparatos son realmente útiles para quien sabe utilizarlos. Debiste grabar mi conversación cuando, supuestamente, te olvidaste tu bolso en el auto. Así supiste del rastreador y en qué cuarto buscar, no te debió ser difícil deducirlo —dijo él—. Tu mente, por otra parte, es un completo misterio. Cómo se te ocurrió algo así, cómo supiste aprovechar lo que tenías. Se nota que eres una Bright.

—¿Mi hermano es bueno en esto?

—Tan sólo una vez trabajé con él, y fue algo rápido, nada más de unas horas. Pero sí, por lo que pude ver es bueno, muy bueno en lo que hace —dijo Klaus y me devolvió la hoja—. Aquí tienes. ¿Y ahora qué?

—Esto va más allá de los juegos que Ethan tenía conmigo, ésos en comparación no son nada —dije—. ¿Qué es exactamente lo que él vino a hacer a París?

—Lamento decirte que los superiores no sueltan pieza al respecto. Es algo demasiado confidencial, aun para mí.

—Sé que se trata de un disco.

—Un archivo, para ser exactos, llamado Pandora —dijo él y me miró sobre sus cosas—. El nombre lo dice todo. ¿No crees? Quien lo abra desatará el caos. No tengo mucha información al respecto. Sé que tu hermano vino aquí haciéndose pasar por otra persona para obtener el archivo. Según su último contacto, él aseguraba tenerlo, dijo que lo entregaría. Nunca apareció al momento de la entrega. También podría haber huido con el archivo, vale millones, pero no creo que eso vaya con Ethan Bright.

—No. Mi hermano jamás haría algo así. Además, si así fuera, no sería tan descuidado para dejar esta nota.

—Acabas de encontrar una pista y una prueba de por qué tu hermano no es un traidor. Perfecto, los de Londres dejarán de molestarme pidiendo una prueba de que Ethan Bright no huyó con el archivo Pandora.

—Entonces me mintieron. Planeaban utilizarme para encontrar a mi hermano en caso de que fuera un traidor.

—Estaba la opción aunque no era muy probable, no considerando los sujetos que se metieron a tu casa según tengo entendido —dijo él—. Aficionados. Ése no fue un trabajo limpio. Hay muchas personas tras el archivo Pandora, muchas organizaciones con fines nada buenos. Pero, como te dije, no tengo la menor idea de qué contiene ese archivo.

—Demasiado secreto, aun para un espía. Perfecto, como si la falta de información no me dificultase lo suficiente las cosas. ¿Entonces qué haremos? —pregunté y él sonrió.

—Bueno, todavía tenemos el día entero por delante. Somos jóvenes, pretendiendo estar de novios, en París y casualmente tú tienes una lista con algunas principales atracciones de la ciudad en tus manos. Yo diría que debemos visitarlas.

—Genial, otra vez recorrer esos lugares como si ya no hubiera estado antes. ¿Por dónde empezamos?

—El arco no está muy lejos.

Lo miré sorprendida. Había un pequeño brillo en sus ojos, como si fuera anhelo, pero no logré comprenderlo. En pocos minutos estuvimos en la calle, caminando por la amplia avenida hasta el famoso arco. Increíblemente, él no quiso continuar sin que parásemos a comprar una crêpe au Nutella. Genial, había creado un adicto al parecer. Pero era algo diferente, aquel simple acto le hacía parecer más normal de lo que alguna vez lo hubiera visto. Podía ser un espía pero en el fondo seguía siendo un joven, como yo, como cualquier otro, y uno que posiblemente tendría la vida más complicada. Sus preocupaciones no recaían en notas académicas, deportes o amigos, él no podía preocuparse por eso, si es que en realidad formaban parte de su vida, ya que sus obligaciones lo mantenían preocupado por asuntos más importantes que incluían seguridad nacional y otras cosas.

Por un momento pensé en Ethan. No sabía nada de él. Mi hermano era un chico normal cuando estaba conmigo pero durante el resto del año era un espía. Él nunca había mencionado anécdotas con amigos, o haber tenido alguna cita o siquiera contaba algo de su vida fuera de nuestra familia. Sí, quizás tenía anécdotas o actividades que no podía compartir conmigo al no saber la verdad, pero donde yo había pasado el último mes ansiosa por las vacaciones, preocupándome por que Maurice encontrara un buen Romeo mientras hacía lo posible por mantener mi papel, y siendo mi mayor incógnita si tomaría el curso de verano de japonés intensivo o no, él había estado en París buscando un archivo que desataría el caos de ser encontrado por la persona equivocada.

Y en cierto modo, la vida de Klaus no debía diferenciarse mucho de la de Ethan. Ni siquiera sabía si aquél era su verdadero nombre. Él podía haber viajado por el mundo pero aquello no significaba que lo conociera o que lo hubiera disfrutado. Había estado en París antes según había entendido y nunca antes había probado una crêpe. Y entonces comprendí aquel brillo en sus ojos, él jamás había estado en el Arc du Triomphe.

—¿Qué se supone que busquemos? —preguntó él.

Parecía completamente desinteresado e indiferente pero sabía que en el fondo no debía estar así. Sus ojos fueron rápidos al observar la gran construcción frente a nosotros de cincuenta metros de alto y cuarenta y cinco de ancho. Las esculturas seguían tan imponentes y hermosas como siempre, como si se tratara de antiguos dioses. Luego de haber estado antes en París y ya haber visto el arco su magnificencia ya no tenía mucho efecto sobre mí.

Una vez que estuvimos debajo Klaus levantó la vista y silbó al observar la altura. Contuve una sonrisa. Él no deseaba parecer impresionado, pero sabía que lo estaba. Tampoco dejaba mostrar su curiosidad o el modo en que observaba todo, pero sus ojos fácilmente se desviaban para fijarse en los nombres grabados en la piedra o las placas en el suelo.

—Y aunque no lo creas, aviones han pasado por aquí abajo —dije.

—¿En serio? —preguntó él y por un momento el entusiasmo estuvo en su voz antes de volver a ocultarlo tras calma y desinterés—. No es nada impresionante.

—No, claro que no, es sólo el Arc du Triomphe —dije tranquilamente y me alejé hasta el centro—. Aunque no sé qué espera mi hermano que encuentre aquí.

Tomé mi Ipod y lentamente me ocupé de tomar fotografías de cualquier cosa que pareciera necesario. En los juegos de Ethan todo valía aunque si él había ocultado algo aquí eso era un caso perdido. Observé a Klaus por el rabillo del ojo, él estaba parado frente a la placa del soldado desconocido viendo la flama arder, muy sumido en sus propios pensamientos. Él era también un soldado en cierto modo, pero los espías no tenían algún monumento público en honor o algo así por más que también dieran sus vidas por la patria.

—La llama siempre arde —dije poniéndome a su lado—. Siempre debe arder en la tumba del soldado desconocido.

—Entonces esto es todo lo que queda, el nombre en el olvido tras morir por la patria —dijo él.

—Sí, bueno, quizás. Pero son héroes, almas sin nombre que lo entregaron todo por su pueblo, y el pueblo los recuerda y homenajea por eso.

No parece poco, si lo piensas bien.

—Depende de quien lo piense —dijo él y se dio vuelta—. Bien, supongo que no hay nada interesante aquí a menos que tu hermano nos haya mandado a leer el llamado a la resistencia.

—Es un sitio bastante emblemático, podría ser cualquier cosa aquí. No tiene que ser específicamente físico lo que buscamos, podría ser simbólico o algo por el estilo. De hecho, no sé lo que buscamos.

—¿Qué? ¿Se te agotaron tus recursos esta mañana?

Le sostuve la mirada, había cierta burla y desafío en su voz. Perfecto, volvíamos a lo mismo de siempre. ¿Cuál era la necesidad de los espías por resguardarse de los demás y no ser realmente ellos mismos? Miré a mi alrededor preguntándome por qué Ethan habría anotado este sitio junto con otros. No había nada fuera de lugar, al menos no que yo notara y el agudo ojo de Klaus tampoco parecía captar nada.

—¿No tienes nada relacionado con este lugar? Tú eres el que tiene información, yo sólo soy el contacto —dije.

—Ya revisé, no hay nada. También envié un mensaje preguntando por si era información que me estaban guardando. Nada. Ahora los hombres de traje en Londres están un poquito alterados por esto, al parecer no saben nada de la nota ni relacionado. Si tu hermano estuvo aquí fue fuera de norma —dijo Klaus.

—Así que Ethan estuvo jugando al chico malo. Necesitaré fotografías de él si es que tienes, de sus últimos días aquí. Y espero estés de ánimo para subir escaleras.

—¿Por qué?

—Porque subiremos hasta arriba de todo —dije y le sonreí con cierta malicia—. Revisaremos cada lugar posible y eso incluye la terraza. Será mejor conseguir las entradas.

Él suspiró y levantó las manos en señal de rendición, sabía que no tenía otra opción y estaba en lo correcto. Y en el fondo, aunque jamás lo admitiría, sabía que él deseaba subir a la terraza. Miró con molestia la fila para comprar las entradas y de mala gana se formó. Me paré a su lado y observé lentamente cómo se impacientaba. ¡Y así el magnífico espía descubrió lo que es hacer la cola como una persona normal y corriente! Quizás nunca había formado para algo, o tenido que esperar. No me era difícil imaginar que debía tener todo servido y además, una simple identificación del Servicio Secreto de seguro bastaba para hacerte pasar frente a todos.

—Esto es lo que hace la gente normal —susurré.

—Sabes que puedo conseguir que nos dejen subir sin tener que hacer esto. ¿No? —dijo él y negué con la cabeza.

—Te comportarás como una persona normal. Estamos aquí porque somos simples turistas —dije—. Nada de conveniencias ni levantar sospechas.

—Esto es simplemente odioso. ¿Por qué tenemos que esperar?

—¿Nunca antes has hecho fila para algo en tu vida? —pregunté y él negó con la cabeza—. ¿Para nada?

—Jamás. No es más que una pérdida de tiempo. ¿Por qué hacer una fila cuando fácilmente podría arreglármelas para pasar enseguida?

—Bienvenido a la experiencia de una vida real, ordinaria y común.

Ok, él no estaba muy contento al respecto pero tarde o temprano tendría que saber lo que se sentía tener que hacer una fila. Él no podía simplemente vivir de las conveniencias y atajos de su vida. Cuando sólo quedaba una persona delante de nosotros sacó su cartera y dos identificaciones. Estiré la cabeza lo suficiente para ver que la suya estaba bajo el nombre de Remy y con nacionalidad francesa. Lo miré intentando descifrarlo.

¿Cuál es tu verdadero nombre, Klaus?

Y entonces otro pensamiento fugaz me invadió. ¿Por qué él tenía una identificación mía que definitivamente no era la real? Por empezar, yo no tenía dieciocho años y estaba bastante segura de que no era francesa aun con mi fluido francés y perfecto acento. ¿Y quién había autorizado esto? El Servicio Secreto no me había dicho nada de identificación falsa. Pero me habían dicho que confiara en el otro agente y esto no me dejaba opción.

De no haberlo conocido hubiera creído perfectamente que Klaus era un francés llamado Remy. De hecho, yo no sabía nada de él, podía estar siendo tan bien engañada como el vendedor de entradas. No sabía nada de su identidad, no tenía modo de saberlo. Para mí era y siempre sería un completo desconocido. Su inglés podía ser tan falso como su francés.

Klaus no se mostró muy contento cuando el empleado le dijo que el ascensor estaba fuera de servicio por mantenimiento, tampoco cuando se vio obligado a subir los 286 escalones hasta la cima. Ya conocía perfectamente la angosta escalera en caracol, la primera vez Ethan había insistido en subir a pie y jugarme una carrera, algo no muy bien visto por Paul, mamá o el resto de la gente. Ahora me preguntaba si ese juego no había sido para probar si podía subir y bajar rápidamente escaleras de tanto riesgo.

—Esto no termina más —masculló Klaus.

—No seas tanto un niño mimado y sigue subiendo —dije.

De seguro esto me costaría caro más tarde pero no me importaba. Cuando terminamos el largo tramo y llegamos al último piso él pareció decepcionado al encontrarse en el interior, pero no tardó en quejarse cuando le señalé el cartel que indicaba otro tramo de escaleras hasta la terraza. Las personas se detenían en la tienda de souvenirs o a admirar las esculturas internas junto con la información sobre dicho arco, algunos se sentaban a descansar luego de tantos escalones.

—¿Más escaleras? —preguntó indignado.

—¿Quién es ahora el chico malcriado? —pregunté.

Lo miré con superioridad y le sonreí al pasar a su lado para acercarme al siguiente tramo. Al final, luego de subir más escaleras y sentir la mirada de odio de Klaus clavada en mi espalda, pudimos llegar a la terraza. Él no pudo ocultarlo, realmente estaba impresionado. Miró todo lo que le rodeaba sin palabras mientras yo intentaba comprenderlo mejor.

—Linda vista —dijo él pretendiendo no darle importancia.

—Sabes que te encanta —dije.

Él no respondió, se limitó a observar el perímetro con su aguda vista. Me pregunté qué estaría viendo, cómo estarían entrenados sus astutos ojos para ver. Ethan me había enseñado a ver los auriculares de los agentes encubiertos pero sólo lo conseguía cuando él me indicaba que me fijase. Estaba totalmente segura de poder afirmar que Klaus había registrado la terraza y a cada visitante en ella en pocos segundos.

—¿Ya acabaste con lo tuyo? —pregunté.

—Se puede decir —dijo él y extendió su mano—. Ahora dame tu Ipod, tomaré algunas fotos.

Me negué rotundamente, no confiaba en él tanto como para entregarle mi Ipod. Aquel instrumento era el único que tenía y la información dentro era valiosa para mí y, ok, temía por mi lista de reproducción. Pero él me sostuvo la mirada y al cabo de unos segundos terminé por ceder. Le entregué el Ipod con un suspiro de rendición esperando no estar cometiendo un grave error.

Pero él simplemente se limitó a hacer lo que había dicho. Se dedicó a capturar imágenes bajo mi controladora mirada y cuando finalmente creyó que era suficiente me devolvió el aparato sin nada más. Contuve un suspiro de alivio mientras lo guardaba. Sano y salvo, sin ninguna información o contenido revelado.

Klaus se alejó y se apoyó en la barandilla para observar la transitada avenida. Lo miré con tristeza durante unos segundos sin evitar preguntarme cómo sería su vida. Sabía la respuesta, y a la vez no. Complicada, secreta, peligrosa. Había muchos adjetivos posibles para la vida de un espía, no importa qué tan joven fuera, pero era más difícil saber qué hacía la vida de un espía así. Me acerqué y me apoyé a su lado.

—¿Nunca has estado aquí arriba? —pregunté.

—No —dijo él.

—Podría enseñarte la ciudad si quieres, de un modo u otro tendremos que pasar por los lugares en la lista de mi hermano. Si deseamos encontrarlo, o encontrar lo que tomó, entonces lo mejor sería seguir su camino.

—¿Realmente estás dispuesta a hacer todo esto para encontrarlo?

—Sé que él haría lo mismo por mí, que no descansaría hasta encontrarme. Mamá trabajaba, su asistente Paul no era de mucha ayuda conmigo, Josh no es específicamente un buen niñero. Crecí sola, y tuve que aprender a arreglármelas sola. Ethan lo era todo, esperaba con ansia a que él volviera a casa porque entonces ya no estaría sola y tendría a alguien. Él siempre se ocupó de mí, tomó ese rol de adulto responsable que nadie quería. Él estaba para llevarme a cualquier lado, para ayudarme cuando necesitaba, para consolarme cuando estaba triste, para curarme cuando me caía. Él haría cualquier cosa por mí. Cuando se metieron a mi casa y descubrí que no era él quien estaba conmigo sino otra persona. Thomas me durmió y me llevó al cuartel. Porque eso le había pedido Ethan que hiciera si algo así sucedía, porque le dijo que me pusiera a salvo a cualquier costo, él se haría responsable luego. No necesito pensar mucho para saber que eso no estuvo bien, que no era lo correcto.

—No es de acuerdo al protocolo —dijo Klaus—. Es muy posible que ambos tengan problemas por eso.

—Lo sé, también le debo a Thomas. No sería justo que abandonara esto y no hiciera nada, no luego de todo lo que Ethan ha hecho por mí. No me importa lo que tenga que hacer ni el riesgo ni nada de todo esto, tan sólo quiero encontrar a mi hermano —dije—. Y sé que él haría lo mismo por mí.

—¿Crees que él sepa lo que estás haciendo?

—No. Creo que él en este momento está en alguna parte, preocupado por la situación pero angustiado por que yo no termine involucrada. Pero sabe que puedo cuidarme sola, que estaré bien.

—¿Entonces por qué preocuparse? —preguntó él y lo miré.

—Porque soy su hermana, porque por más que sepa que puedo arreglármelas sola igual se preocupa por mí. Yo también lo hago. Confío en él totalmente y sé que puede sin importar cuál sea su situación actual o el peligro pero eso no impide que me preocupe por él. Lo amo —dije sin comprender cómo él simplemente no entendía eso, pero Klaus se limitó a mirar la avenida al frente.

—Confías en él, y él en ti —dijo.

—Por supuesto que lo hacemos, somos familia. Uno confía en la familia, a pesar de cómo sea, a pesar de sus defectos e imperfecciones, a pesar de lo loco que esté cada miembro. Para eso está la familia, sabes que estará cuando la necesites. Sí, quizás mi madre trabaje todo el tiempo y no vea a mi hermano la mayor parte del año por no hablar del resto que está lejos, pero sé que están conmigo. Sé que si lo pido mamá puede hacerse tiempo para estar conmigo. Sé que mi hermano estaría a mi lado cuanto antes si sabe que lo necesito. Y yo haría lo mismo por ellos —dije.

—Debe ser lindo saber aquello, tener a alguien siempre a tu lado y en quien confiar —susurró.

—Tienes familia también, escuché a la agente mencionar a tus hermanos y tu padre —dije.

—No soy de esperar con ansias las reuniones familiares si es aquello a lo que te estás refiriendo, prefiero evitarlas.

—¿Qué? ¿Secuelas del negocio familiar? —pregunté—. ¿Acaso esta paranoia continua de desconfianza y todo eso les afecta a todos?

—¿Cómo puedes confiar en alguien que te mintió toda tu vida y que en realidad no conoces? —preguntó él mirándome.

—Porque es mi hermano. Sé sus motivos y que no tenía otra opción —dije haciéndole frente—. ¿Cómo puedes tú desconfiar de alguien que conoces toda tu vida?

—Porque los conozco.

Él dijo las palabras sin vacilar, como si eso fuera todo, como si eso bastara. No tenía sentido. No podía estar hablando en serio. ¿Si no podías confiar en tu propia familia entonces en quién podías confiar? Recordé que él había dicho preferir estar solo y Klaus tampoco era una persona en quien se debería confiar, ni siquiera sabía su verdadero nombre. Quizás su familia no era el problema sino él y eso no me hubiera sorprendido.

Quedé atrapada en sus claros ojos azules mientras me mantenía firme y defendía mi punto. ¿Por qué tenían que haber mandado a un espía sexy? ¿Hubiera sido mucho pedir alguien que no fuera tan increíblemente guapo? Pero estaba equivocado si pensaba que yo me iba a rendir o sentir incómoda por esto. Pero, vamos, la tentación de mirar sus labios estaba allí por más que luchaba por empujarla al rincón más alejado de mi mente.

Al final Klaus terminó por sonreír fugazmente, como si supiese mis pensamientos, lo cual esperaba que no fuera así. Él se inclinó, más cerca de lo que hubiera querido. No había considerado la poca separación entre nosotros hasta que pude sentir el calor de su cuerpo y su aliento en mi rostro. Bajó la vista y por un segundo llegué a considerar que se fijó en mis labios aunque bien podría haber sido otra actuación.

Por favor, Emma. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás pensando? ¿Realmente quieres que este tipo que ni siquiera conoces te bese? ¡No tienes idea de quién es!

Pero la idea estaba allí, y por primera vez me quedé quieta sin saber qué hacer. Nunca me había pasado algo similar, nunca había perdido el control de la situación o sentido pánico escénico, quedarse en blanco estaba simplemente prohibido para mí y Maurice lo castigaba severamente. Pero allí estaba yo, de pie, sin siquiera recordar cómo respirar. Y cuando Klaus puso una mano bajo mi barbilla para levantarme la cabeza ni siquiera supe cómo fui capaz de permanecer de pie.

—Estás tan equivocada —dijo y me soltó—. Piensa en la conversación que espiaste.

Él me palmeó ligeramente en la mejilla y se alejó. Me quedé paralizada, en medio de la terraza, sin saber qué hacer. Y como una tonta le hice caso a un chico guapo y pensé en la anterior conversación. Él se había negado a jugar conmigo y la mujer lo había amenazado con sus hermanos, con su familia, con su padre sobre qué dirían al respecto por su decisión. Lo supe enseguida. Ellos hubieran dicho que sí, ellos intentarían jugar conmigo de estar en su lugar, ellos me hubieran utilizado.

Ir a la siguiente página

Report Page