Origin

Origin


Capítulo 7

Página 9 de 34

CAPÍTULO 7

KATY

Parecía que había pasado una eternidad desde que me habían dado puré de patatas y filetes rusos para comer. Estaba demasiado agitada como para ponerme a ver la tele, pero quedarme esperando en silencio me llevó a pasearme por toda mi celda. Tenía los nervios de punta, de modo que cada vez que oía pasos fuera de la habitación el corazón me saltaba a la garganta, y me alejaba de la puerta.

Me sentía inquieta y reaccionaba ante cualquier sonido. Como no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado, ni siquiera de qué día era, me sentía como si estuviera atrapada en una burbuja sin aire.

Pasando por centésima vez por delante de la cama, reflexioné sobre lo que sabía. Había gente en aquel lugar que quería estar ahí: humanos y Luxen, y probablemente incluso unos cuantos híbridos. Estaban probando el LH-11 en los pacientes con cáncer, y Dios sabía qué era realmente el LH-11. Una parte de mí podía apoyarlo, si es que los Luxen realmente se encontraban ahí porque querían ayudar. Hallar la cura a enfermedades mortales era importante. Si Dédalo simplemente me lo hubiera pedido y no me hubiera mantenido encerrada en una celda, les habría dado mi sangre de buena gana.

No podía olvidarme de lo que había dicho el sargento Dasher. ¿Realmente había nueve mil Luxen ahí fuera conspirando contra los humanos? ¿Cientos de miles que podían llegar a la Tierra en cualquier momento? Daemon había mencionado a los otros con anterioridad, pero nunca había dicho nada acerca de que los suyos quisieran invadir la Tierra, ni siquiera un enclave pequeño.

¿Y si aquello era verdad?

No podía ser.

Los Luxen no eran los malos. Los malos eran los Arum y Dédalo. Puede que la organización tuviera un envoltorio bonito, pero por dentro estaba podrida.

Oí unos pasos fuera de la habitación y salté unos cuantos centímetros. La puerta se abrió: era Archer.

—¿Qué está pasando? —pregunté, cautelosa de inmediato.

La boina que parecía unida a su cabeza permanentemente ocultaba sus ojos, pero tenía la mandíbula tensa.

—He venido a llevarte a las salas de entrenamiento.

Volvió a hacer eso de ponerme una mano en el hombro, y me pregunté si realmente pensaba que iba a tratar de huir. Quería hacerlo, pero no era tan estúpida. Por el momento.

—¿Qué pasará en las salas de entrenamiento? —le pregunté cuando entramos en el ascensor.

Él no respondió, lo cual no resultaba muy tranquilizador, y eso me cabreaba. Lo mínimo que podía hacer esa gente era decirme lo que estaba sucediendo. Traté de apartar su mano, pero permaneció pegada a mi hombro durante todo el camino.

Archer era un hombre de pocas palabras y eso me ponía incluso más nerviosa e inquieta, pero era más que eso. Parecía haber algo diferente en él. No sabría decir de qué se trataba, pero estaba ahí.

Para cuando llegamos al piso de las salas de entrenamiento, tenía el estómago revuelto. El pasillo era idéntico al del piso de la consulta médica, salvo porque había muchas puertas dobles. Nos detuvimos en un extremo y, cuando introdujo un código, las puertas se abrieron.

Blake y el sargento Dasher se encontraban en la habitación. Dasher se volvió hacia nosotros, con una sonrisa tensa. Había algo diferente en su expresión, un matiz de desesperación en sus ojos castaño oscuro que me perturbaba. No pude evitar pensar en los resultados de esos análisis de sangre.

—Hola, señorita Swartz —me saludó—. Espero que hayas aprovechado el tiempo para descansar.

Vale, eso no sonaba bien.

Dos hombres con batas de laboratorio estaban sentados frente a un grupo de monitores. Las habitaciones parecían estar acolchadas. Notaba los dedos entumecidos de apretarlos tanto.

—Estamos listos —dijo uno de los hombres.

—¿Qué está pasando? —pregunté, odiando que mi voz se rompiera a mitad de la pregunta.

La expresión de Blake estaba vacía, y Archer ocupó su posición de centinela junto a la puerta.

—Necesitamos ver hasta dónde llegan tus habilidades —me explicó el sargento Dasher, moviéndose hasta quedar detrás de los dos hombres—. Dentro de esta habitación controlada, serás capaz de utilizar la Fuente. Sabemos por nuestras investigaciones previas que tienes algo de control, pero lo que no sabemos es hasta dónde llegan tus habilidades. Los híbridos que han mutado con éxito pueden reaccionar con tanta rapidez como un Luxen. Pueden controlar la Fuente igual de bien.

El corazón me dio un vuelco.

—¿Y para qué servirá eso? ¿Para qué necesitáis saberlo? Es obvio que he mutado con éxito.

—No lo sabemos realmente, Katy.

Fruncí el ceño.

—No lo entiendo. Antes dijiste que era fuerte…

—Y eres fuerte, pero nunca has utilizado tus habilidades de forma consistente, ni lo has hecho sin el Luxen que te mutó. Es posible que estuvieras alimentándote de sus habilidades. Y un híbrido puede parecer haber mutado con éxito, pero hemos descubierto que, cuanto más accede alguien a la Fuente, más evidente se vuelve la inestabilidad de su mutación. Necesitamos comprobar si hay cualquier clase de imprevisibilidad en tu mutación.

Sus palabras calaron dentro de mí; tenían sentido. Quería salir corriendo de la habitación, pero estaba pegada al suelo.

—Así que básicamente quieres ver si me autodestruyo como… —Como Carissa, pero no era capaz de decir su nombre en voz alta. Cuando él ni lo confirmó ni lo negó, di un paso hacia atrás. Un terror completamente nuevo salió a la superficie—. ¿Qué pasa si lo hago? Quiero decir, ya sé lo que me pasará, pero ¿qué pasará con…?

—¿El que te mutó? —preguntó, y yo asentí con la cabeza—. Puedes decirlo, señorita Swartz. Sabemos que fue Daemon Black. No tienes por qué tratar de protegerlo.

Sin embargo, no iba a decir su nombre.

—¿Qué pasará?

—Sabemos que el Luxen y el humano al que muta quedan unidos a un nivel biológico si la mutación se mantiene. No es algo que comprendamos completamente. —Hizo una pausa y se aclaró la garganta—. Pero, para aquellos que resultan ser inestables, la conexión queda anulada.

—¿Anulada?

Asintió con la cabeza.

—El vínculo biológico entre los dos queda roto. Posiblemente debido al hecho de que, en esos casos, la mutación no era tan fuerte como se sospechaba. Realmente no lo sabemos todo todavía.

Me recorrió un estremecimiento de alivio. No era que no me importara mi propia vida, pero al menos sabía que si explotaba Daemon seguiría vivo. Pero me detuve; no quería entrar en aquella habitación.

—¿Eso es lo único que rompe el vínculo?

El sargento no respondió. Mis ojos se estrecharon.

—¿No crees que tengo derecho a saberlo?

—Todo a su debido tiempo —respondió—. Ahora no es el momento.

—Creo que es un momento bueno de narices.

Alzó las cejas, sorprendido, y cabreándome aún más.

—¿Qué? —dije, levantando las manos. Archer se acercó a mí, pero yo lo ignoré—. Creo que tengo derecho a saberlo todo.

Su sorpresa se desvaneció, reemplazada por una expresión fría.

—Este no es el momento.

Me mantuve firme, con los puños apretados.

—No veo cuándo puede haber un momento mejor.

—Katy… —Ignoré la suave advertencia de Archer, y él se acercó más a mí, casi tocándome la espalda con el pecho.

—No. Quiero saber qué más puede romper el vínculo. Es obvio que hay algo que puede hacerlo. También quiero saber cuánto tiempo pensáis realmente que vais a mantenerme aquí. —En cuanto dejé de refrenarme, ya no había forma de detenerme—. ¿Qué pasa con las clases? ¿Queréis tener un híbrido iletrado por ahí? ¿Qué pasa con mi madre? ¿Y mis amigos? ¿Qué pasa con mi vida? ¿Mi blog? —Vale, mi blog era la última de mis preocupaciones, pero, maldita sea, para mí era importante—. Me habéis robado la vida, ¿y pensáis que debería quedarme aquí y aceptarlo todo? ¿Que no debería exigir respuestas? Pues ¿sabéis qué? Os podéis ir a la mierda.

Cualquier calidez que pudiera haber habido en la expresión del sargento Dasher desapareció. Se quedó mirándome, y en ese momento me di cuenta de que tal vez debería haber mantenido la boca cerrada. Necesitaba decir esas palabras, pero la dura mirada que estaba dirigiéndome me asustaba.

—No tolero el lenguaje soez. Y no tolero a las niñas sabihondas que no comprenden lo que está pasando. Hemos intentado que esto sea tan cómodo para ti como podemos, pero todos tenemos límites, señorita Swartz. No vas a cuestionarnos ni a mí ni a mi personal. Te haremos saber las cosas cuando creamos que es el momento apropiado, y no antes. ¿Lo comprendes?

Podía sentir cada aliento que tomaba Archer, y parecía que se había detenido, esperando mi respuesta.

—Sí —escupí—. Lo comprendo.

Archer tomó aliento.

—Bien —replicó el sargento—. Ahora que eso está claro, continuemos.

Uno de los hombres junto a los monitores presionó un botón, y se abrió una pequeña puerta que daba a la sala de entrenamiento. Archer no me soltó hasta que estuve dentro de la habitación. Entonces lo hizo.

Me volví mientras él se dirigía hacia la puerta, con los ojos muy abiertos. Comencé a pedirle que no se fuera, pero él apartó la mirada rápidamente. Y después desapareció, cerrando la puerta tras él.

Con el corazón latiendo con fuerza, recorrí la habitación con los ojos. Era cuadrada, de unos seis metros de lado, con suelo de cemento y otra puerta en el lado contrario, y las paredes no estaban acolchadas. No. No tendría esa suerte. Las paredes eran blancas, con manchas rojas. Era eso… ¿sangre seca?

Oh, Dios.

Pero el miedo desapareció cuando me di cuenta. El flujo de poder era pequeño al principio, un flujo que sentía como si alguien recorriera mis brazos con la punta de los dedos, pero creció rápidamente, extendiéndose hasta mi corazón.

Era como respirar aire fresco por primera vez. El adormecimiento y el cansancio desaparecieron, reemplazados por un bajo zumbido de energía en la parte posterior de mi cráneo, que tamborileaba a través de mis venas y llenaba la frialdad de mi alma.

Cerré los ojos y vi a Daemon en mi cabeza. No porque pudiera verlo de verdad, sino porque aquella sensación me recordaba a él. Mientras la Fuente me envolvía, me imaginé a Daemon abrazándome.

Sonó un intercomunicador sobre mi cabeza, y la voz del sargento Dasher llenó la habitación, haciéndome levantar la cabeza.

—Necesitamos probar tus habilidades, Katy.

No quería hablar con ese imbécil, pero tenía más ganas aún de acabar con aquello.

—Vale. ¿Quieres que acceda a la Fuente o qué?

—Lo harás, pero necesitamos probar tus habilidades estando bajo presión.

—¿Bajo presión? —susurré, mirando la habitación a mi alrededor. Noté la inquietud en mi estómago extendiéndose como una mala hierba, amenazando con asfixiarme—. Me siento bastante presionada ahora mismo.

El intercomunicador volvió a sonar.

—No nos referimos a esa clase de presión.

Antes de que sus palabras calaran, hubo un fuerte ruido sordo que reverberó por toda la pequeña sala. Miré a mi alrededor.

Frente a mí, la otra puerta se estaba abriendo centímetro a centímetro. Lo primero que vi fue un par de pantalones de deporte negros como los que yo misma llevaba, y después una camiseta blanca que cubría unas caderas estrechas. Mi mirada siguió subiendo y solté un jadeo de sorpresa.

Frente a mí se encontraba una chica a quien ya conocía. Parecía que hubiera sido en otra vida, pero la reconocí de inmediato. Su pelo rubio estaba peinado hacia atrás en una pulcra cola de caballo, mostrando una cara bonita marcada por cardenales y arañazos.

—Mo —dije, dando un paso hacia delante.

La chica que había estado en la jaula próxima a la mía cuando Will me había mantenido presa me devolvió la mirada. Me había preguntado muchas veces qué le habría ocurrido, y supongo que ya lo sabía. Pasó un instante, volví a decir su nombre, y entonces me di cuenta con sorprendente claridad. Estaba mostrando el mismo enorme vacío que Carissa cuando había ido a mi habitación.

El corazón me dio un vuelco. Dudé que hubiera nada que pudiera hacer para que la chica se acordara de mí.

Entró en la habitación y esperó. Un momento después el intercomunicador volvió a zumbar y oí la voz del sargento Dasher:

—Mo nos ayudará en la primera ronda de las pruebas de presión.

¿Primera ronda? ¿Había más de una?

—¿Qué le…?

Mo lanzó una mano hacia delante, y la Fuente chisporroteó en sus nudillos. Me quedé inmóvil por la impresión, pero en el último momento me aparté rápidamente a un lado. Aun así, el fogonazo de luz blanca con tonos azules me golpeó el hombro. El dolor estalló y se extendió por mi brazo. El impacto me hizo girar, y apenas logré mantener el equilibrio.

La confusión desapareció cuando me aferré el hombro, y no me sorprendió encontrarme con que el tejido había quedado chamuscado.

—¿Qué demonios? —grité—. ¿Por qué…?

Otro fogonazo me hizo caer de rodillas mientras pasaba zumbando justo por donde había estado yo. Golpeó la pared que tenía detrás y desapareció con un chisporroteo. En un abrir y cerrar de ojos Mo apareció justo frente a mí. Comencé a levantarme, pero ella lanzó una rodilla hacia delante, golpeándome en la barbilla y echándome la cabeza hacia atrás. Unas estrellitas me cegaron mientras caía de culo, aturdida.

Mo se agachó y me cogió de la coleta para ponerme en pie con sorprendente facilidad. Lanzó un golpe con la mano que me dio justo debajo del ojo. El estallido de dolor hizo que me pitaran las orejas, y también hizo algo más.

Me liberó de mi estupor.

Comprendí de pronto la prueba de presión, y me resultó enfermizo y horripilante. Tenía que creer que, si Dédalo lo sabía todo, entonces también sabían que había conocido a Mo. Que verla ahí, en mejor forma física que en la jaula, no solo me pillaría con la guardia baja, sino que confirmaría la inutilidad de luchar contra ellos.

Pero sí que querían que luchara… querían que luchara contra Mo, utilizando la Fuente. Porque ¿qué puede causar mayor presión que tener a alguien pateándote el culo con tanta facilidad?

Pero Mo… Ella era mucho más rápida que yo, mucho mejor.

Mientras continuaba con la paliza de mi vida, me aferré a la pequeña esquirla de esperanza que tenía: Daemon no sería sometido a eso.

DAEMON

Oculté el todoterreno de Matthew a varios kilómetros del camino de acceso que conducía a Mount Weather, esperando que quienquiera que lo encontrara se lo devolviera de una pieza. Era un coche bastante bueno. No tanto como Dolly, pero pocos coches lo eran.

Viajé los últimos kilómetros en mi auténtica forma, atravesando los espesos matorrales a toda velocidad. Llegué hasta el camino de acceso en cuestión de minutos, y unos segundos después ya me encontraba en la cúspide del bosque, mirando la valla demasiado familiar que rodeaba los terrenos.

Desde luego, había más guardias de servicio: al menos tres de ellos se encontraban junto a la puerta, y estaba seguro de que habría más en el interior. Nadie iba a desconectar las cámaras y los sistemas de seguridad aquella vez. No quería que lo hicieran.

Quería que me capturaran.

Dawson probablemente pensaba que no le había dado demasiadas vueltas al tema. Había muchas cosas en juego, no solo mi futuro, sino también el de mi familia y el de Kat. En cuanto el Departamento de Defensa se diera cuenta de que estaba allí, las cosas se pondrían feas. Entrar no iba a ser el problema, y si conseguía lo que quiera que deseara Luc, él nos sacaría de allí… si no estaba mintiendo. Y si estaba haciéndolo, hallaría otra manera.

Una parte de mí esperaba que Kat todavía se encontrara allí, que Dédalo no la hubiera transportado hasta otro lugar. Probablemente era estúpido esperar eso, porque tenía la sensación de que me esperaba una buena dosis de decepción.

Así que sí, quería que me capturaran, pero no iba a ponérselo fácil.

Salí de entre la protección de los árboles y tomé mi forma humana bajo un fuerte rayo de sol. Los guardias no se percataron de mi presencia al principio, y mientras daba otro paso hacia delante me vino a la mente la conversación que tuve con Kat la noche que finalmente admitió sus sentimientos hacia mí.

Le había dicho que ella estaba loca y yo chiflado, y que por eso hacíamos buena pareja, pero no había sido consciente de lo ciertas que eran mis palabras hasta aquel preciso momento, porque lo que me disponía a hacer era certificable como locura al cien por cien.

El primer guardia estaba sacándose algo de los pantalones de camuflaje… ¿un teléfono móvil? Se volvió y sus ojos recorrieron los árboles. Su mirada me pasó de largo y después volvió a mí. El móvil se le cayó de entre los dedos y dio un grito, llevando una mano hacia la pistola que tenía en el muslo y la otra al micrófono en su hombro. Los dos guardias que tenía detrás se giraron de golpe, sacando sus armas.

Era hora de montar el espectáculo.

Invoqué a la Fuente y permanecí en mi forma humana, pero supe cuándo se dieron cuenta con seguridad de lo que era. Probablemente fuera por mis ojos. El mundo estaba teñido de un brillante resplandor.

A continuación oí una serie de estallidos, que me dejaron claro que los guardias no estaban jugando.

Levanté una mano, y las balas parecieron golpear una pared invisible. En realidad, era la energía reflejando las balas. Podía habérselas devuelto a los guardias, pero lo único que hice fue detenerlas. Cayeron al suelo inocentemente.

—Sugeriría que no volvierais a intentarlo —advertí, bajando la mano.

Por supuesto, no escucharon. ¿Para qué? Eso hubiera sido demasiado fácil.

El guardia más cercano descargó su arma, y yo repelí todas las balas. Tras unos pocos segundos, ya estaba harto. Me volví y extendí un brazo en dirección a los árboles, que comenzaron a temblar. Las ramas se agitaron, enviando una cascada de agujas verdes que revolotearon en el aire. Las empujé hacia delante y me di la vuelta.

Miles de agujas salieron disparadas por el aire, a toda velocidad. Se separaron a mi alrededor, dirigiéndose directamente a los guardias boquiabiertos.

Las agujas golpearon a los hombres, convirtiéndolos en alfileteros humanos. No los mataron, pero, si sus gruñidos de dolor y sorpresa suponían una indicación, tenía que doler de lo lindo. Los guardias cayeron de rodillas, con las pistolas olvidadas en el suelo junto a ellos. Moví una mano y envié las armas volando hasta el bosque, donde jamás las encontrarían.

Avancé hacia delante y pasé junto a ellos con una sonrisita. Volví a invocar a la Fuente y dejé que la energía bajara crepitando por mi brazo. Un rayo de luz golpeó la puerta de la valla eléctrica. Hubo un estallido blanco que recorrió la alambrada, friendo la valla y dejándome un cómodo y bonito agujero por donde pasar.

Observé el paisaje bien recortado por el que habíamos corrido con anterioridad, y respiré profundamente mientras las puertas de Mount Weather se abrían.

Salió un maldito ejército de oficiales, vestidos como si estuvieran preparados para el Armagedón o para ganarse un puesto en un equipo SWAT. Tenían las caras protegidas por escudos, como si eso fuera a ayudarlos. Hincaron una rodilla y me apuntaron con una docena de rifles semiautomáticos. Detener tantas balas sería complicado.

Iba a morir gente.

Era una mierda, pero eso no me detendría.

Entonces apareció una forma alta y delgada, que salía del túnel tenuemente iluminado. Los hombres de los uniformes negros se apartaron sin dejar de apuntarme con los rifles para permitir que la mujer pulcramente vestida llegara hasta la parte frontal.

—Nancy Husher —gruñí, apretando los puños. Conocía a esa mujer desde hacía años. Nunca me había gustado, y a eso se añadía el hecho de que sabía que trabajaba en Dédalo y que ahora sabía lo que le había sucedido realmente a Dawson.

Su boca se estiró en la sonrisa de labios apretados por la que era famosa, la que decía que estaba a punto de clavarte una daga bien afilada en la espalda mientras te besaba la mejilla. Era precisamente la persona que estaba esperando encontrar.

—Daemon Black —dijo, juntando las manos—. Estábamos esperándote.

Ir a la siguiente página

Report Page