Olivia

Olivia


PALOS A CIEGAS, MANOTAZOS DE AHOGADO

Página 29 de 45

 

 

 

PALOS A CIEGAS, MANOTAZOS DE AHOGADO

 

 

El cuello de Avan dolía, al momento de despertar fue consciente de todos y cada uno de los músculos de su espalda y brazos, y de lo duros que estaban torturando su cuerpo, incluso antes de abrir los ojos. El sol golpeaba en su rostro, fue una mala idea estacionar el carro apuntando al amanecer, claro que eso en plena noche, en una olvidada carretera, no se podía prever. No sabía bien qué lo había despertado, pero se sentía muy descansado, para su sorpresa. Abrió los ojos con cuidado, su primer pensamiento coherente dirigido a la chica que dormía a su lado...

Que en esos momentos no dormía, sino que rasgaba sin cesar las hojas de un cuaderno con una Birome azul, creando un murmullo delicado y constante. Avan no podía, ni quería, descifrar qué escribía. Con sorpresa, dirigió su mirada al anormalmente despejado rostro de Olivia.

Frunciendo el ceño, y parpadeando con rapidez, Avan despejó su visión, hasta enfocar el cabello de Olivia, que ahora llegaba poco más abajo de su barbilla.

—Livvy, cariño, ¿hay algún motivo en especial por el cual quieras parecerte a Dora, la exploradora?

Olivia giró la cabeza, mirando a Avan con cara de pocos amigos, hasta que vio la sonrisa bobalicona y el brillo del sueño en su rostro, y no pudo evitar alzar las comisuras de los labios con algo parecido a una sonrisa.

—He decidido que voy a hacer cosplay de Dora, así que necesito tinte castaño y un mono psicótico como amigo —dijo intentando bromear. Sus palabras salieron sin humor de sus labios.

Avan de todos modos soltó una débil risa, mientras abría la puerta del auto para estirarse. Olivia cerró el cuaderno, con la pluma dentro y salió también.

—Corté mi cabello para no arrancarlo —susurró acercándose.

El sol no estaba muy alto aún, debían ser las nueve, Avan había dormido demasiado; era peligroso porque la ruta comenzaba a ser más transitada a esta hora. El césped se veía muy verde, el cielo muy azul. Todo era quietud, no había brisa, los pájaros no cantaban. Avan supo, de alguna extraña manera, que una tormenta estaba cerca. Tal vez al anochecer se desatara el mismo infierno, y debían estar a resguardo, porque esa parte del país se caracterizaba por las fuertes tormentas y potentes granizadas que lo acompañaban.

Olivia estaba parada al lado de Avan, contemplando el horizonte con melancolía, ansiando el desayuno de su padre y las quejas de su madre. Se preguntaba si en algún momento dejaría de sentirse vacía cuando sintió la mano de Avan tocar con delicadeza las puntas de su cabello.

—Me gusta, te hace ver más... madura.

En otro momento Olivia se hubiera tomado eso como un insulto, en otro momento Avan no se habría atrevido a decirle eso a la chica, pero ahora parecía apropiado.

—Gracias, con suerte será más difícil que nos reconozcan. Tal vez debas dejar que tu barba crezca...

—Lo he pensado. Pero, el auto... Todos saben qué auto tengo. No creo que nadie supiera su matrícula aún, pero es un modelo fácil de reconocer. Llegaremos al pueblo más cercano y solo conduciremos en la noche, es más seguro.

Olivia estaba de acuerdo, tal vez se debía a que era una buena idea o a que la mano de Avan oficiaba del mejor persuasor sobre su cabeza.

—Es una locura... —dijo muy a su pesar. Se arrepintió al instante cuando Avan alejó su mano.

—Pues, me complace decirte que es una de las tantas locuras que se suman a nuestra lista.

Sonrió con calidez, mirando a la chica a su lado. En la noche, incluso parecía haber crecido algunos centímetros. Pero Avan sabía que eso se debía al corte de cabello.

La chica devolvió una débil sonrisa, y Avan lo consideró como una pequeña victoria.

Sí, estaban jodidos. Eran prófugos de la justicia. Ambos cargaban sus propios crímenes internos. No tenían familia, ni amigos que los apoyaran. Estaban solos.

Pero se tenían el uno al otro. Y Avan se encargaría de que eso se mantuviera así.

—¿Desayunamos? Puedes elegir dónde...

—No hay muchas opciones, no es como si pudiéramos aparecer en McDonald’s y pedir un desayuno.

Avan puso los ojos en blanco mientras entraba al auto, la chica lo siguió de inmediato.

 

***

María Olivia se removía inquieta mientras escuchaba la conversación de sus compañeros de clase.

—Sí, como escuchaste, Avan secuestró a la niñita que cuidaba luego de matar a sus padres. Era claro que ese chico no podía estar bien...

—Aún no es seguro que haya sido así, tú no estabas allí.

—Eso es lo que se comenta en el vecindario. Pero el primo de mi novio es policía y por lo que sé, no fue el muchacho quien mató a los padres, sino la misma niña.

—Mira que dices tonterías...

No podía creer cómo los propios compañeros de clase del chico podían realizar especulaciones semejantes, como si no conocieran de nada a Avan. Ella sí lo conocía...

«¿De verdad lo conocías?», se preguntó por millonésima vez desde que había visto las noticias. Olivia, como todos, había llamado sin parar al celular de Avan, saltando siempre al buzón de voz, sin atreverse a dejar un mensaje.

Solo era su amiga, ¿por qué le contestaría a ella si a sus padres no lo había hecho? La chica se había acercado la tarde anterior a hablar con el matrimonio y le contaron que nada sabían del muchacho más de lo que decían en las noticias.

Se acercó al grupo, dispuesta a insultar a todo mundo. Pero antes de que pudiera formular una palabra el profesor Morales se paró frente al salón, generando silencio al instante. Miró la clase hasta que todos estuvieron en sus asientos.

—Es claro que todos tienen diferentes opiniones sobre lo ocurrido. He oído algunas tan imaginativas que serían dignas de las obras de Agatha Christie, aunque bastante más retorcidas, si quieren saber mi opinión. Quiero pedirles que acaben con el tema en este mismo momento si no quieren ser retirados de mi clase. No quiero oír más teorías u opiniones y quiero hablar sobre el desastre de los trabajos que me entregaron.

Olivia se mantuvo toda la clase en silencio mientras fingía prestar atención a los reproches del profesor sobre el poco compromiso de la clase. Bueno, toda la clase hasta que un policía irrumpió preguntando por la señorita Maslin.

Los murmullos de sus compañeros fueron parados al instante por una dura mirada por parte del profesor, mientras ella se dirigía a la puerta.

Ya se estaban tardando mucho en hablar con ella.

—Inspector Stretcht —se presentó el hombre. Miró a la chica que tenía enfrente con cierto picor en la garganta.

—María Olivia Maslin —respondió.

—Ajá, la otra Olivia. Ahora comprendo por qué... No importa —decidió callarse.

—Si comenzamos de esta forma, debo decirle que no llegaremos a mucho, oficial —Olivia alzó las cejas con condescendencia.

—Lo lamento. Es usted muy parecida a la chica...

—Sí, sí, el remplazo. Ya lo he pillado hace mucho, así que vayamos a lo que usted vino. Sé lo mismo o incluso menos que la mayoría de las personas, Avan no ha contestado el teléfono y...

—Por lo que sé, ambos tenían una relación íntima.

Las mejillas de Olivia no enrojecieron ante la mención de su relación con Avan, sí que era directo el oficial. Cambió el peso de una pierna a la otra, mientras jugaba con un hilo suelto de su manga. El hombre intentaba mirarla a los ojos, saber lo que realmente quería decir.

—Avan y yo éramos... Somos amigos. El resto no lo considero de su incumbencia.

El oficial vio cómo la chica alzaba la barbilla, con orgullo, y se preguntó vagamente si Olivia, la pequeña, tendría también gestos parecidos.

—En realidad, señorita Maslin, lo que más importa aquí es su relación con el muchacho. ¿Quiere que nos sentemos? —preguntó con amabilidad mientras señalaba un pequeño banco en el lateral del pasillo. Olivia no dudó y emprendió el camino hacia el banco.

—Está bien. La etiqueta es amigos, pero... nosotros teníamos sexo —dijo sin tapujos, no se consideraba tímida a la hora de hablar sobre cosas tan comunes para las personas, pero que tantos tabúes generaban. El oficial ni siquiera hizo un gesto en señal de consternación; peores cosas habían escuchado sus oídos en tantos años de profesión.

—¿Cuándo comenzó esto? ¿Cómo? —preguntó sin rodeos.

—Hace cosa de... un año. Sí, creo que sí. Hemos sido amigos por mucho tiempo, entonces un día nos dimos cuenta que podíamos divertirnos juntos. Y eso es todo.

—Y... ¿qué sabe de la relación del chico con la niña?

—La he visto una vez, la única que me quedé en su casa. Parece una niña simpática y Avan la adora. Creo que tiene problemas con sus padres, pero antes de que pregunte, no sé nada de eso, no es de mi incumbencia.

El hombre le creyó, la chica tenía ese tipo de rostro y mirada que parecía honesta. Daba una extraña sensación de seguridad, era bastante inquietante. Se preguntó si la chica desaparecida daba la misma sensación al estar con ella. No podía evitar realizar posibles comparaciones entre ambas.

—¿Tiene idea de... a dónde pudieron haber ido? ¿Algún lugar...?

—No, y, desde ahora sepa que si en algún momento llego a saber algo, será el primero en enterarse.

Esta vez, Franco no le creyó, pero asintió de todas maneras. Aún tenía algunas preguntas, pero no parecía el mejor momento, ya que la muchacha daba el aspecto de haberse cerrado en banda. Brazos cruzados, mirada alta, inaccesible.

—Muchas gracias por su tiempo.

La chica inclinó la cabeza mientras se ponía de pie. El hombre la acompañó hasta la puerta del salón, ante la incomodidad de Olivia.

—Olivia, en serio, cualquier cosa que sepa será muy bien recibida. Lo que menos queremos es perjudicar a alguien inocente, por eso necesitamos la mayor transparencia por parte de los testigos.

—Está bien, lo he comprendido oficial.

—Gracias por su tiempo —repitió.

El hombre se alejó por el pasillo, sintiendo la penetrante mirada de la muchacha hasta que llegó a una curva.

Antes de salir del edificio, un par de mujeres lo interceptaron.

—¿Es usted policía? —preguntó la más baja. Tendría unos cincuenta años, era pequeña y delgada, como un delicado palillo.

—Sí —respondió Stretcht arrastrando la palabra. Estaba impaciente por transmitirle la información obtenida a su compañero, Perune siempre era el más lúcido a la hora de analizar información. Además, habían hallado una bolsa con ropa que él estaba impaciente por ver.

—Supongo que está aquí porque lleva el caso de Avan Danvers, ¿no? —preguntó la más alta.

—En realidad es el caso de Olivia Penz, pero sí, al parecer el joven está implicado. ¿Son sus profesoras?

—Sí, lo somos, además yo solía ser compañera de trabajo de su hermana. Ha visto usted que en este tiempo uno no sobrevive con un solo medio de ingreso. Soy Stella Bolff, por cierto. Ella es Melamy Laufer, ambas hemos conocido a Avan este año.

—Sí, queremos saber si tienen alguna información que la prensa no divulgue, él es un muchacho tan bueno, no creemos nada de lo que dicen.

—Señoras, no hay mucho para contar, los padres de la niña que su alumno cuidaba han sido asesinados, la menor se encuentra desaparecida al igual que Avan.

—Pero puede haber muchos motivos, ¿sabe? Las casualidades existen...

—Señora Bolff, si me disculpa debo decir que por lo general las opciones más amenas y menos probables ocurren en la minoría de los casos. Aquí no hay casualidad que valga —replicó Franco intentando conservar la paciencia.

—¿Ha hablado con la hermana del chico? —inquirió aún la mujer.

—Por supuesto, todo posible testigo ha sido entrevistado al menos una vez. Ahora, si me disculpan tengo información que analizar. Mi nombre es Franco Stretcht por si necesitan algo o tienen información relevante. Buenos días.

Se alejó sin esperar la réplica de las mujeres, el timbre de mitad de hora estaba por sonar y Franco se preguntaba cuándo había perdido la delicadeza del trato con las personas.

Al llegar a la comisaría, Perune estaba en su oficina con una bolsa en la mano izquierda.

—Perune, necesito hablar contigo, tengo algo de información que podría ser de mucha utilidad.

—Antes, déjame decirte que logré conseguir esto, tienes una hora para revisarlo antes de que vuelva con las demás pruebas.

—Lo haré rápido en un momento. Escucha.

Su compañero de caso se acercó con soltura al escritorio mientras Franco se sentaba a observar las prendas de la bolsa. Perune vio la foto de la chica desaparecida sobre los papeles, sabía que su compañero había pasado horas contemplándola, buscando indicios de algo, lo que fuera, en su rostro; no hizo comentarios al respecto.

—Habla ya, que mis hombres siguen rastreando el vehículo.

—Es un país muy grande, por lo que sabemos ya pueden estar cerca de la frontera o en medio de un bosque en vaya uno a saber qué perdido lugar del mapa —antes de tocar una prenda se colocó un par de guantes que guardaba en su cajón. Lo primero que sacó fue una media con puntillas cubierta casi en su totalidad de sangre.

—¿Ya has perdido las esperanzas? —preguntó su compañero con condescendencia mientras se sentaba frente al escritorio.

—No, eso es lo último que se pierde, es que yo... creo que estamos dando palos a ciegas —aclaró mirando con detenimiento la prenda de ropa.

—Querido Franco, recuerda que los ciegos siempre encuentran su camino. Con ese bastón blanco, dan palos a ciegas, hasta que, simplemente... Tú entiendes lo que quiero decir.

—Por supuesto —aseguró Stretcht con una sonrisa. Su compañero era el eterno novato, a pesar de llevar años allí, había entrado luego que él, y eso hacía que fuera el nuevo, siempre—. Pues, verás, creo que la teoría de que pudo ser la niña no es tan descabellada después de todo —soltó sin rodeos Franco, mostrando un suéter con un agujero sin nada de sangre en él.

 

***

Un insulso desayuno comido en el auto, en medio de un camino abandonado que serpenteaba dentro de un bosque. Dos chicos charlando de forme tensa, con preocupación y todos los sentidos alerta.

—¿Crees que podremos huir siempre? —preguntó Olivia, llevando un mechón de su cabello tras su oreja. Aún no se acostumbraba a que las puntas le hicieran cosquillas en el cuello cada vez que movía la cabeza.

—No, solo debemos hacerlo hasta que pueda sacarte de aquí...

—Ya lo has dicho, pero ¿a dónde? ¿Por dónde?

—Aún no lo sé, Olivia. Pero créeme que al momento en que sepa cómo, serás la primera en saberlo —dijo con sequedad.

Avan tenía una pajilla entre las manos y jugueteaba con ella. La música del pendrive de Avan era una mezcla de punk rock e indie, con algunas cosas un poco más fuertes. A Olivia siempre le había gustado el gusto musical del chico. Sabía que en su pendrive nunca sonaría Bach o Richard Clayderman, pero le gustaba que hubiera un poco de My Chemical Romance y Blink-182, prefiriéndolo toda la vida antes que a Green Day. A pesar de que le gustaba, nunca podría superar Adam’s Song de Blink.

—¿Dormiremos aquí otra vez? —preguntó, no queriendo sonar quejica. Porque en verdad no se quejaba, había algo emocionante en todo lo que pasaban, muy a su pesar. Algo que siempre le hubiera gustado hacer. Claro que sin las presiones de la policía en sus talones o la deprimente realidad que dejaron atrás. Pero en momentos como esos, cuando no pensaba en nada, de veras podía creer que sencillamente recorría el país con Avan, durmiendo en el auto, o en algún hotel. Aunque siempre que lo pensó, ella era algunos años mayor...

Pero ella siempre había sido adelantada para su edad. Demasiado. Intentaba compensarlo con sus vestidos y muñecas, pero nunca parecía suficiente, su cerebro seguía creciendo, y su cuerpo también.

Y no podía detenerlo, no podía controlarlo.

Pero ya no le importaba.

Avan se encogió de hombros ante su pregunta. No podía saber lo que harían, aunque por como las nubes comenzaban a notarse en el horizonte creía que debían dormir en algún motel.

Entonces, por un segundo su cerebro se dignó a darle una brillante idea. Tomó su celular, y lo encendió por primera vez desde que había huido. Mientras marcaba el número, se rogó no estar cometiendo un gran error. Olivia lo miraba sin comprender con una ligera arruga entre sus cejas.

—Olivia —susurró el chico a la línea.

Ir a la siguiente página

Report Page