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NEXUS » 19. La confusión

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CAPÍTULO 19

LA CONFUSIÓN

Wats observaba pacientemente desde la distancia. La cena transcurría plagada de sonrisas y muestras de entusiasmo. Pero entonces sucedió algo. La sonrisa se borró del rostro de Shu y la profesora movió ligeramente la cabeza… En cuanto a Kade… le ocurría algo. Parecía preocupado. Tenía los ojos cerrados y cabeceaba, como si estuviera a punto de desmayarse. Cuando volvió a abrir los ojos parecía otra persona. Bebió un poco de agua. El temblor de su mano era evidente incluso a través de la mira telescópica. Su lenguaje corporal cambió. Estaba apoltronado en la silla, ensimismado.

Shu parecía en un estado de alerta máximo. Llevado por una corazonada, Wats bajó la mira telescópica al nivel de la planta baja. El chófer que había trasladado a Kade en su coche caminaba con paso resuelto hacia el restaurante.

Wats calculó la distancia y comprendió que de ninguna manera sería capaz de llegar antes que el conductor. Buscó en su mochila y sacó un rifle a todas luces ilegal, acopló el cañón y encajó la mira telescópica que había estado utilizando. Se quedó mirando unos instantes el rifle de francotirador montado. ¿Estaba dispuesto a hacerlo? ¿Estaba dispuesto a matar? No tenía una respuesta.

— … ¿me decía? —dijo Kade. Volvió a parpadear para sacudirse el aturdimiento que aún lo invadía.

Su-Yong Shu estaba mirándolo fijamente, con la cabeza ladeada, los labios ligeramente despegados y los ojos entrecerrados, estudiándolo como si se tratara de un espécimen especialmente desconcertante desde el punto de vista científico.

—Le decía… —empezó a hablar pausadamente, como si estuviera eligiendo con cuidado las palabras— …que es importante entender cómo somos y qué nos mueve como personas.

—Eh, sí, naturalmente.

Lo que fuera que le acababa de suceder, ya estaba remitiendo. Empezaba a recuperar la claridad. Todavía debía estar acusando el desfase horario.

—¿Kade?

Kade hizo una mueca de sorpresa. La mente de Shu acababa de entrar en contacto con la suya. Acababa de enviarle pensamientos verbales. ¿Estaba utilizando Nexus?

—Kade, sigue hablando. No dejes que se te note que estamos comunicándonos por este medio.

«¿Que no deje que se note? ¿Por qué?»

—Estoy completamente de acuerdo —repuso Kade en voz alta—. Es importante entender cómo somos.

¿Cómo lo hacía? ¿Y qué estaba pasando en su cabeza? ¿Por qué el sistema operativo Nexus no estaba ejecutándose? ¿Cómo lo hacía para hablar con él?

—Kade, también puedes hablarme por esta vía. Por ejemplo… <¿qué tal?>

Kade lo vio. Lo sintió.

—¿Hola? —envió.

—Perfecto —continuó Shu en voz alta. Y pasó a comunicarse mentalmente con Kade—. Has sufrido un ligero… ataque, Kade. Estoy intentando desentrañarlo. Relájate, hazme el favor. Y sigue hablando como si no hubiera ocurrido nada.

Kade sintió un escalofrío. ¿Un ataque? ¿Sería un efecto secundario de Nexus? ¿De tanto jugar con fuego había acabado quemándose?

—Ok —respondió.

Kade notó el leve roce de los hilos de la mente de Shu que se introducían en su cabeza.

Balbuceó alguna cosa sobre su investigación. Mientras hablaba, Kade sentía que se extendía por su mente, que ahondaba en ella, tendiendo una maraña de hilos de pensamiento que se propagaba por todo su ser. No se parecía a ningún otro ser humano que hubiera tocado antes a través de Nexus. La mente de Shu había invadido su cuerpo.

—Sigue hablando —le ordenó.

Kade divagó, apenas consciente de que Shu asentía con la cabeza en respuesta a sus palabras.

«Mantén la calma.»

La mente de Shu impregnaba la suya. Fue tocando un recuerdo tras otro. Kade estaba asustado. Tenía que oponer resistencia. No podía permitirle que descubriera que…

Estaba sudando. El escrutinio de Shu era implacable. Su mente era vasta y sus hilos llegaban a todas partes.

—Respira hondo, Kade. Mantén la calma.

Kade inspiró. Tenía un recurso para tranquilizarse… había preparado un programa informático…

—Kade, tengo la impresión de que han manipulado tus recuerdos. No sé cómo es posible, pero hay cosas que permanecen ocultas para ti.

¿Sus recuerdos? ¡Joder! ¿Qué cojones estaba pasando?

—Relájate —le dijo Shu—. Ábrete por completo a mí. Creo que puedo arreglarlo.

Shu rezumaba paz, compasión, ternura.

—Quizá te sientas un poco desorientado —continuó—, como si estuvieras dentro de un sueño.

Kade estaba confuso. Todos sus recuerdos eran vagos. Nada tenía sentido. ¿Qué podía haber pasado?

Shu le daba conversación para disimular. Le hablaba de algo relacionado con el estudio de animales. Kade a duras penas podía seguir el hilo de su discurso.

—Estoy restaurando tus recuerdos… ahora.

Kade sintió que Shu seguía expandiéndose en su interior. Envolvía su mente, tocaba simultáneamente todos los elementos que la componían. Kade nunca había imaginado que podía llegarse tan lejos.

Era capaz de ver los vínculos que unían sus recuerdos mientras ella los exploraba. Shu examinaba sus pensamientos y sus recuerdos con una velocidad que dejaba atrás a Kade. La experiencia era tan intensa como una calibración de Nexus. ¿Cómo era capaz de procesar tanta información? ¿Cómo era posible que su mente fuera tan vasta?

«Espera…»

De pronto recordó. Los recuerdos empezaron a emerger a medida que Shu los liberaba. La sesión informativa con la ERD. La misión. Los escudos programados por Rangan. El entrenamiento. Los recuerdos falsos… El código del pánico. En su teléfono. Un código para pedir ayuda en el caso de que corriera peligro.

Quiso coger su teléfono, pero no ocurrió nada. Su mano se negó a obedecerle. Probó con la otra. Nada. Intentó gritar para pedir ayuda. Nada. Shu lo había paralizado. Estaba bajo su control.

—Kade, mantén la calma. Tenemos que comprender qué te ha pasado.

Oh, no. Recordó por qué estaba allí. Si Shu veía lo que había en su mente, descubriría que era un espía. Tenía que salir de aquel lugar.

Le quedaba una última bala en la recámara. La bala que le había entregado Rangan. Pero tenía que reanudar Nexus y ejecutarlo.

[reanudar]

Las secuencias del arranque se sucedieron. A medida que centraba la atención en su interior, se volvía más consciente de la presencia de Shu.

La profesora había sincronizado millones de nodos Nexus del cerebro de Kade con los del suyo. Los había configurado para formar millares de complejos circuitos, cada uno de ellos capaz de funcionar como sensor y como manipulador. Kade percibía la fascinación con la que Shu observaba su transformación. Millares de circuitos enfocados hacia el sistema operativo Nexus, estudiándolo, analizando sus partes.

Los circuitos estaban en la mente de Kade. Su mente. Tenía que recuperarlos.

Recordó las veladas jugando al tira y empuja con Rangan, Ilya y Wats. Utilizaban la sincronización Nexus de sus mentes para intentar controlar el cuerpo del otro exclusivamente mediante el pensamiento. Kade empleaba Nexus para tratar de mover la mano de Ilya, abrir y cerrar los párpados de Rangan o hacer que salieran palabras de la boca de Wats. Si se conseguía introducir un número suficiente de señales correctas en el cerebro del otro a través de Nexus, y si esas señales eran más fuertes y más coherentes que las del propio sujeto, entonces era posible someter las señales procedentes del cerebro del rival. Se podía controlar. Eso era exactamente lo que Shu estaba haciendo con él.

Pero Kade siempre había sido el mejor en ese juego.

Atacó los circuitos que Shu había construido en su mente con el objetivo de descomponerlos para liberar sus neuronas de las señales invasoras. Los circuitos se doblaron, se combaron, pero no se rompieron. Kade tomó aire y volvió a atacar con más fuerza, dejándose el alma. Los circuitos se partieron, se deshilacharon y se disgregaron. La cohesión interna de su cerebro expulsó las señales venidas de fuera. Kade se liberó de Shu por un momento.

En el mundo exterior, Shu cerró los ojos un instante y prosiguió la historia que estaba contando:

—Le diré que fue un momento inolvidable. Los sujetos animales me parecen absolutamente fascinantes.

—Yo no soy tu enemiga —le dijo mentalmente—. No luches contra mí.

Kade se tomó un momento de respiro y Shu lo aprovechó para volver a infiltrarse en su mente. Los circuitos empezaron a recomponerse. Shu estaba emitiendo un volumen increíble de tráfico de radio con el que bombardeaba los nodos Nexus del cerebro de Kade. Los sensores y los manipuladores se rehicieron.

Kade apretó los dientes. Si se rendía, Shu descubriría que lo había enviado la ERD. Y cuando lo hiciera…

Se concentró con todas sus fuerzas. Volvió a desbaratar los circuitos y consiguió que Shu retrocediera ligeramente. El esfuerzo le arrancó un gruñido y una punzada de dolor le recorrió la frente. Se le empezó a nublar la vista.

—Kade —dijo Shu—, no sigas. Aún tenemos mucho de qué hablar.

Se le agotaban las fuerzas. Su energía mental flaqueó. Los pensamientos de Shu volvieron a avanzar y se expandieron por su mente, alcanzando lugares cada vez más profundos. La profesora estaba analizándolo, analizando sus pensamientos, intentando acceder a sus recuerdos, tratando de hurgar en su mente y absorber la complejidad del sistema operativo Nexus que aún estaba arrancando.

¿Cómo era posible? ¡La mente de Shu era vastísima! Era exactamente como Holtzmann había dicho: una inteligencia sobrehumana, poshumana. La vida de Kade era insignificante para ella.

Por fin se cargó el sistema operativo, y una sensación de calma embargó a Kade cuando el paquete de serenidad restauró su equilibrio. Las armas creadas por Rangan estaban de nuevo a su disposición. Dudó un instante. ¿Iba a hacer lo correcto?

No vio más opciones. Había que pasar al ataque para liberarse de su dominio. Teclear el código de emergencia en el teléfono. Huir.

[activar dn*]

La señal del disruptor Nexus salió disparada de su cabeza. Los filtros internos atenuaron el impacto. La mente de Shu retrocedió sacudiéndose con espasmos. La profesora se estremeció, como si acabara de recibir una bofetada. El intenso dolor, a pesar de los filtros, que sintió Kade en su propia cabeza, lo hizo retorcerse.

Intentó mover la mano. Aún en vano.

Aumentó la potencia del disruptor y de los filtros para que consumieran todos los nodos que les vinieran en gana. Su mente sufrió una invasión de electricidad estática. Nada que no pudiera soportar. Apretó los dientes mientras aguantaba el dolor.

Una mano se posó en su hombro. No le dio importancia. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.

—¡Basta!

Shu pronunció la palabra simultáneamente en voz alta y dentro de él. Kade notó un movimiento en su mente. Las señales que le enviaba la profesora volvieron a cohesionarse y se convirtieron en un flujo continuo de información procedente de miles de millones de nodos que navegaban con una potencia que podía medirse en vatios. Kade se sintió superado. Empezó a perder el control sobre los nodos de su cerebro, que volvían a entregarse al dominio de Shu. Un flujo continuo, continuo, continuo…

Todo se tiñó de blanco. Todos sus sentidos se saturaron, pero no de electricidad estática, sino de una única onda homogénea. Todo se fundió en un flujo rítmico.

El pensamiento se evaporó.

El tiempo se evaporó.

El espacio se evaporó.

La identidad se evaporó.

Nada quedó.

Nada

          salvo

                ese

                      blanco

                            detrás

                                  del blanco.

Wats se puso tenso. El chófer con la cara conocida subió la escalera que llevaba a la azotea. Kade le daba la espalda. El chófer recorrió la distancia que los separaba con paso tranquilo para no llamar la atención del servicio del restaurante. Wats retiró el seguro del rifle.

La espalda del chófer apareció en su punto de mira.

Si le disparaba… ¿bastaría una sola bala para derribarlo? La última vez que había visto a un hombre con esa cara habían tenido que emplear muchas balas para abatirlo.

Debía tomar una decisión. ¿Dejarse llevar por un mal presagio y disparar? ¿Matar sin conocer toda la verdad? ¿Seguir observando?

Inspiró hondo. Estaban en un lugar público. Se había visto a Kade en compañía de Shu. Si tenían la intención de matarlo, no lo harían a la vista de todos.

Wats vio la mano del chófer apoyándose en el hombro de Kade. Su tensión creció. Y… no pasó nada. Wats soltó el aire de los pulmones, pero mantuvo el punto de mira en la nuca del chófer.

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