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Prefacio

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PREFACIO

Este libro nació hace unos meses. En Génova se reunía el G-8. Y pasó lo que pasó. Yo me hallaba en otra parte, y como muchos otros estaba delante del televisor, intentando comprender. Entre las muchas preguntas que se me pasaban por la cabeza estaba, entre otras, ésta: ¿por qué no estoy allí? ¿Por qué, por enésima vez, hay gente que se manifiesta, o se pega, o muere, y yo no estoy allí? Como otras veces, también tenía la respuesta: no estoy allí porque no sabría de qué lado estar, porque sé poco sobre la globalización, tal vez ni siquiera sé exactamente qué es, y por eso no estoy allí. Hasta ese momento, a decir verdad, no me había parecido demasiado grave no tener una idea precisa sobre la globalización. En ese momento me pareció, de repente, no sólo grave, sino también bastante penoso, y sorprendente, y absurdo. Por esta razón, como muchos otros, desde ese día me empeñé, con paciencia, en intentar comprender. Nunca es demasiado tarde.

Al final, me encontré con una serie de ideas en mi cabeza que no eran respuestas y ni siquiera certezas, pero que eran, me parecía, una forma de buscar un paisaje apropiado para las preguntas a las que no sabía responder. Eso es mejor que nada, pensé. Y recogí todas esas ideas en cuatro largos artículos que publiqué en el periódico La Repubblica.

Cuando aparecieron los artículos, me llegaron unas cuantas cartas. Casi todas muy agresivas, casi todas más bien displicentes. Les molestaba mucho que un escritor se pusiera a darles lecciones sobre un tema que no tenía nada que ver con su oficio. Algunos estaban a favor de la globalización, otros estaban en contra. Pero el resultado era el mismo. Se sorprendían de lo que yo me atrevía a decir y me invitaban a que volviera a escribir novelas. Algunos me sugerían que también me olvidara de esto último.

Intenté no tomármelo como algo personal, y me puse a pensar un poco al respecto. Cuando acabé de pensar, tomé la decisión de reunir los cuatro artículos y hacer con ellos un pequeño libro.

No es por espíritu polémico. Es que creo en ello. La globalización es un problema que nos concierne a todos y sobre el que todos tienen ideas más bien confusas, sin excluir a nadie. ¿Es necesario ser profesores de economía política para conseguir ser útiles tratando de explicar un poco cómo es este asunto? No lo creo. Al contrario. Cada uno puede hacer su aportación. Un escritor, por ejemplo, puede ofrecer dos ventajas: la primera es que, por el oficio que tiene, puede conseguir ser más claro que un profesor universitario o que un ministro de Economía. La segunda es que, precisamente, realiza un trabajo que no tiene nada que ver y, por tanto, al menos sobre el papel, puede ver las cosas desde lejos, sin estar demasiado condicionado por prejuicios e intereses varios. A lo mejor puede equivocarse. Pero no porque sea escritor. Si acaso, a pesar del hecho de ser escritor.

Así que cogí los cuatro artículos, retoqué algunos pasajes que no me convencían y añadí otras partes que, por razones de espacio, no había publicado. E hice este libro. No es el libro de un experto. Es un libro que, de la manera más sencilla, intenta comprender qué es la globalización, utilizando las aportaciones de los expertos y una buena dosis de ingenuidad. Si no fuera porque a mi hijo le importa un rábano, es el tipo de libro que uno podría titular: La globalización explicada a mi hijo. En pocas palabras, no es que le importe un rábano. Es que tiene tres años. Le gustan los dinosaurios.

El lector encontrará, a lo largo del texto, unos titulillos: remiten a algunas anotaciones que encontrará al final del volumen (bonus tracks). A veces aclaran el texto, a veces añaden materiales, a veces son puras y simples digresiones. No es obligatorio leerlas. Pero escribirlas me ha parecido un deber.

Acabo con dos agradecimientos. Uno es para Ezio Mauro, porque me animó a escribir esos artículos en un momento (inmediatamente después del 11 de septiembre) en que la globalización era, desde un punto de vista periodístico, un tema muerto. El otro, para Riccardo Staglianò, quien me ayudó en el trabajo de investigación, comprando pañales en la Red y hablando con los monjes tibetanos. Gracias.

AB

Turín, diciembre de 2001

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