Next

Next


C091

Página 94 de 102

C091

Frank Burnet entró en las austeras y modernas oficinas del capitalista de riesgo Jack Watson poco después del mediodía. Estaba igual que en las anteriores visitas: muebles de Mies, obras de arte moderno —un cuadro de Warhol de Alejandro Magno, una escultura de Koons hecha con globos, un cuadro de unos escaladores de Tansey colgado detrás del escritorio de Watson—, los teléfonos mudos, las alfombras beige… y todas esas eficientes y despampanantes mujeres que iban arriba y abajo en completo silencio. Una de ellas estaba de pie junto a Watson, con una mano apoyada en su hombro.

—Hola, Frank —lo saludó Watson. No se levantó—. ¿Conoce a Jacqueline Maurer?

—Creo que no.

La mujer le estrechó la mano. Impasible, directa.

—Señor Burnet.

—Y ya conoce a nuestro genio de la tecnología, Jimmy Maxwell.

Watson señaló con la cabeza a un joven de unos veinte años sentado al fondo de la habitación. El muchacho llevaba unas gafas de gruesa montura de concha y una cazadora de los Dodgers. Levantó la vista de su portátil y saludó a Burnet.

—¿Qué tal?

—Hola —lo saludó Burnet.

—Le he pedido que venga porque estamos a punto de zanjar el asunto —lo informó Watson, cambiando de postura—. La señorita Maurer acaba de negociar el acuerdo de licencia con la Universidad de Duke en términos extremadamente favorables.

La mujer sonrió. Una sonrisa de esfinge.

—Me entiendo bien con los científicos —comentó.

—Y Rick Diehl ha dimitido como director de BioGen —continuó Watson—. Winkler y el resto de la plantilla se han ido con él. La mayoría se enfrenta a problemas legales, pero es una pena que la compañía no pueda ayudarlos. Cuando se infringe la ley, la póliza de seguros no lo cubre, así que están solos.

—Por desgracia —intervino Jacqueline Maurer.

—Así son las cosas —repuso Watson—, pero dada la crisis actual, la junta directiva me ha pedido que asuma el mando y que reflote la compañía. He accedido a cambio de un reajuste salarial.

Burnet asintió.

—Entonces todo ha salido según lo esperado.

Watson lo miró con extrañeza.

—Eh, sí. En cualquier caso, Frank, ya no hay nada que le impida volver a casa con su familia. Estoy seguro de que su hija y su nieto se alegrarán mucho de volver a verle.

—Eso espero —contestó Burnet—. Seguramente estará hecha una furia, pero todo se arreglará. Siempre acaba arreglándose.

—Eso es —se alegró Watson. Le tendió la mano sin levantarse, con un ligero gesto de dolor.

—¿Va todo bien? —se interesó Frank.

—No es nada, demasiado golf. Ayer debió de darme un tirón.

—Pero es bueno tomarse un poco de tiempo libre.

—Una verdad como un templo —convino Watson, ofreciéndole su famosa y radiante sonrisa—. Sí, señor.

Ir a la siguiente página

Report Page