Misery

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I - Annie » 12

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Estaba en la sala de un hospital. Un gran alivio recorría todo su cuerpo, un alivio tan inmenso que sentía ganas de llorar. Algo había pasado mientras él dormía, alguien había venido o tal vez Annie había cambiado de parecer o de sentimientos. No importaba. Él se había quedado dormido en casa de aquel monstruo y había despertado en un hospital.

Pero seguramente no lo habrían instalado en aquella sala, tan grande como un hangar, llena de simétricas filas de hombres con idénticas botellas de suero colgando de idénticos ganchos junto a sus camas. Se sentó y vio que también los hombres eran idénticos. Todos tenían el mismo rostro: el suyo. Entonces oyó a lo lejos el reloj y comprendió que soñaba más allá del muro del sueño. Era sólo un sueño. La tristeza sustituyó al alivio.

Se abrió la puerta que había en el extremo de la enorme sala y Annie Wilkes entró por ella llevando un vestido largo con un delantal y una cofia en la cabeza. Iba vestida como Misery Chastain en El amor de Misery. En un brazo transportaba un cesto de mimbre tapado con una toalla. La retiró mientras él la miraba. Metió la mano, sacó un puñado de arena y la arrojó a la cara del primer Paul Sheldon que dormía. Aquella mujer era Annie Wilkes imitando a Misery Chastian, que fingía ser el genio que duerme a los niños echando arena en sus ojos. Luego vio que la cara del primer Paul Sheldon adoptaba un blanco fantasmal en cuanto la arena le tocaba.

El miedo le arrancó del sueño transportándole a la habitación en la que Annie Wilkes estaba de pie junto a él, llevando la gruesa edición popular de El hijo de Misery. Una tira de papel indicaba que había leído tres cuartas partes del libro.

—Estaba gimiendo —le dijo.

—Tuve una pesadilla.

—¿De qué se trataba?

Dijo la primera mentira que se le ocurrió.

—África.

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