Maverick

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23. Las líneas de batalla

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Las líneas de batalla

La cálida y amarillenta luz de la calle atraía una nube de pesados insectos. Agarrando el poste de la lámpara por un eje, Derec se lanzó a la cinta deslizante y siguió a Avery por el parque. Ninguno de los dos habló hasta que Avery encontró un balcón desde el que se veía la calle y se sentó en una verja de fría piedra.

—Padre, nunca pensé que vería el día en que huyeras de un problema.

—No estoy huyendo. Estoy pensando.

Derec miró a su alrededor desde el balcón, apoyó un pie en la verja y miró hacia la oscura ciudad. La agradable brisa nocturna le trajo débiles recuerdos de humedad y bosques distantes.

—¿Te importaría explicar la diferencia?

Avery dejó de fruncir el ceño y miró a Derec:

—No llegaremos a ninguna parte con los supervisores. Lógica circular: la manada tiene estatus de Primera Ley porque la definición de humano de los supervisores está equivocada, pero los supervisores no nos dejarán modificar esa definición porque eso violaría la Primera Ley.

—Entonces, ¿quién la arreglará? Eso no es más que el chauvinismo humano más puro.

Avery se tocó su peluda barbilla y se tiró de la punta de su blanco y tieso bigote.

—Aunque sea difícil de creer, Derec, es por su propio bien. Cuando los humanos desarrollamos los robots, nosotros ya temamos una cultura tecnológica avanzada. Aceptamos a los robots simplemente como las mejores herramientas para sobrellevar mejor la vida tal y como la conocíamos. Pero ¿y si nos remontamos a la Edad de Piedra y encontramos a unos alienígenas que vienen y nos dan unas cajas mágicas que nos proporcionan todo lo que necesitamos? Demonios, no necesitas imaginártelo. La historia de la vieja Tierra está llena de relatos de civilizaciones de la Edad de Piedra que intentaron el salto directo a la alta tecnología. En primer lugar se extinguió la familia y las estructuras sociales. Después la ecología local se destruyó. Y entonces la gente tuvo que realizar una elección: unirse a la corriente principal de la sociedad humana, es decir, evolucionar exactamente igual que lo habían hecho otras culturas tecnológicas, o extinguirse —Avery se pasó la mano por el pelo plateado y miró a Derec directamente a los ojos—. No importa lo que sienta personalmente hacia los seres-lobo. Ellos merecen alguna oportunidad más, ¿no es así?

Derec asintió con la cabeza:

—De acuerdo. ¿Por dónde empezamos?

—He estado pensando sobre eso —Avery hizo una pausa y giró la cara con una mirada confundida—. Tú dices que parecía que la Central funcionaba por inercia. ¿Sin inteligencia de ningún tipo?

—Papá, he encontrado ladrillos más inteligentes que ella. La Central es un vacío completo.

—Una

tabula rasa —murmuró Avery para sí. Después asintió—: Sí, eso tiene sentido. Eso es lo que yo haría.

Derec miró confundido a Avery:

—¿Una qué

tubular?

—Tubular no.

Tabula rasa. En latín «tableta borrada». Una vieja teoría utilizada para explicar que la mente humana comienza estando completamente en blanco y la personalidad se desarrolla como resultado de las impresiones que la vida «escribe» en la mente.

Derec rio:

—Eso es ridículo, papá. Empezando por el principio, estás ignorando por completo la influencia de la genética…

Avery levantó una mano para interrumpir el discurso de Derec:

—No dije que suscribiera esa teoría, al menos, no aplicada a los humanos. Pero dime, ¿qué harías si tuvieras un robot que hubiera sufrido un daño traumático en el cerebro? ¿Un daño tan profundo que cada vez que lo reparas el fuerte recuerdo de este daño desequilibra el módulo de la mente de nuevo?

Derec pensó sobre ello por un momento:

—Borraría la memoria.

—Eso funcionaría en un robot convencional. Pero ¿y si es un robot celular y cada una de sus células contiene un sistema de recuperación de memoria en microcódigo positrónico?

Derec se sentó pesadamente en la reja de piedra al lado de Avery y dejó escapar un profundo suspiro:

—Oh, chico. Estamos hablando de purgar el sistema completo y reconstruirlo totalmente.

—Exacto —Avery le dedicó a Derec una sonrisa de reconocimiento—. Y, ¿qué ocurriría con la mente del robot después de la purga?

Lentamente, Derec se giró para mirar a Avery. Despacio, muy despacio, una sonrisa de complicidad se dibujó en sus labios:

—Una

tabula rasa —recuperando esa línea de pensamiento, Derec continuó con ella—. Si los supervisores están haciendo una reconstrucción completa de la Central, ella se encuentra ahora en un estado muy vulnerable. La más suave sugestión podría tener increíbles efectos imposibles de valorar en el futuro de la ciudad.

Avery asintió:

—Entonces, los supervisores intentarán aislar a la Central de influencias no deseadas. Probablemente, cortarán todas las líneas de entrada de los terminales y taponarán los canales I/O.

El rostro de Derec mostró una astuta sonrisa:

—Pero nosotros conocemos a alguien que tiene un canal de comunicación directo con el cerebro de la Central, ¿no es así?

Avery le devolvió la sonrisa:

—¿Qué te parece, hijo? ¿Entramos en una pequeña guerra informática?

Derec miró a su alrededor desde el balcón y se encogió de hombros:

—Esa parece una forma tan aceptable como cualquier otra —echando hacia atrás la cabeza, cerró los ojos y comenzó a concentrarse—. Intercomunicador activado. Estoy introduciéndome en secreto en la red de la ciudad. De acuerdo. Estoy dentro. Estoy bajando por el bus central de datos y subiendo hacia… Oh, hay un gran agujero negro donde debería estar la Central.

—Todos los usuarios están desactivados —dijo Avery—. Tienes que averiguar cuál es el camino para entrar.

—De acuerdo. Allá voy, no, espera, hay una barrera invisible que se extiende alrededor del agujero. Cilíndrica, no hemisférica.

—¿Puedes encontrar la juntura?

—No tengo tiempo. Voy a comprobar si está abierto arriba —Derec entrecerró los ojos un momento para aumentar su concentración—. De acuerdo, lo conseguí. He saltado la barrera y estoy dentro. Siento como si todavía estuviera cayendo, no acelerando, simplemente cayendo. El agujero es completamente negro. No puedo ver nada.

—Seguramente estarás en el cable principal —dijo Avery—. Intenta alcanzarlo con la mano derecha. Deberías sentir… ¿Qué demonios es esto?

Derec rompió su concentración y volvió al mundo real para encontrar a Avery mirando con la boca abierta a algo en la distancia. Dirigió su mirada hacia donde Avery miraba. Vio cómo una multitud de seres-lobo que portaban antorchas surgían por la parte de debajo de la oscura calle, acercándose a ellos a cada paso.

—¡Escucha! —gritó Avery. Los oídos de Derec estaban todavía sintonizados en la delicada hiperonda pero se ajustaron rápidamente para escuchar el ruido caótico de la multitud. No, no era ruido. Voces. Cantos. En un cerrado acento estándar.

—¡Dos piernas salid! ¡Dos piernas salid!

—Oh, Dios mío —murmuró Avery.

Derec conectó instantáneamente su intercomunicador y envió una llamada urgente:

—¿Lucius? ¡Mandelbrot! ¿Qué está pasando?

La voz de Eva respondió:

—¿Amigo Derec? ¿Dónde estás? —Derec retransmitió se situación—. Por favor, espera allí —dijo Eva—. La amiga Wolruf y yo nos uniremos a ti enseguida —unos pocos minutos después, Wolruf y Eva subían por la cinta deslizante.

—¡Eva! ¿Qué…? —fue todo lo que Avery consiguió decir.

—Ser Adán —gruñó Wolruf—. Él transformarse completamente en Plateada y eso significar que los nativos ser humanos para él. Estar llevándolos al frenesí. Decir continuamente que la ciudad no poder servir sus intereses adecuadamente si los Dos piernas seguir aquí. Querer que los humanos dejar el planeta.

Derec parpadeó:

—Eso es imposible. La Primera Ley…

—Está siendo interpretada según los estándares de estos nativos —completó Avery—. La intimidación seguramente es un hábito más de su vida. Para Adán, es una táctica indirecta: si puede conseguir que los nativos nos asusten, nunca volverá a tener un problema con la Primera Ley —se giró hacia Eva—. ¿Qué pasa con los robots de la ciudad?

—Parece que están con Adán —informó Eva—. Vimos varios robots de seguridad esconderse entre las sombras cuando nos acercamos.

Avery miró de nuevo hacia la multitud, que estaba ahora bastante cerca, y maldijo con suavidad:

—Es esa maldita Ley Zeroth suya. A menos que estemos en peligro inminente, los intereses de unos cientos de lobos tienen prioridad sobre los intereses de tres humanos. Pero no comparto la confianza de Adán en su control de la multitud —frunciendo el ceño, se mordió la punta del bigote—. ¿Hijo? Creo que este sinsentido ha ido demasiado lejos —Avery sacó el negro aparato láser de soldar del bolsillo de su chaqueta y caminó hasta el borde del balcón—. ¡Tú, robot!

La multitud reaccionó de forma instantánea, arremolinándose de forma ruidosa y hostil debajo del balcón. A cualquier sitio al que miraba Avery, encontraba antorchas balanceándose y húmedos colmillos rechinando y chocando en un cántico salvaje y enfadado:

—¡Dos piernas fuera! ¡Dos piernas fuera!

Entonces, desde algún lugar de la multitud, un único aullido sobresalió, una nota larga e interminable que recorrió la columna vertebral de Avery.

La muchedumbre se calló. Las filas se abrieron y Plateada avanzó a la primera línea. La piel del robot brillaba y destelleaba como el cromo ardiendo con la luz anaranjada de las antorchas.

—¡Robot! —gritó Avery—. ¡Has violado la Primera Ley! ¡Amenazas con dañar a los humanos!

La multitud comenzó a cantar otra vez pero Plateada levantó una pata para hacerlos callar.

—Avery —gritó ella en respuesta—. ¡Éste no es tu mundo! ¡No eres querido aquí! Tu mera presencia impide que la ciudad se adapte a las necesidades de los lobos. Sólo tu partida permitirá que ellos aprendan lo que deben aprender —los seres-lobo no podían entender lo que ella había dicho, pero, en cualquier caso, aullaron para secundarla—. ¡Vete ahora y no sufrirás ningún daño!

La multitud quedó en silencio mientras Avery levantaba el láser y apuntaba directamente a la cabeza de Plateada.

—Apártate de los nativos, robot —dijo en una voz tan profunda y fría como la muerte—. Eres un salvaje y tengo la intención de destruirte.

Sus miradas se encontraron. Por primera vez, Avery se dio cuenta de que se estaba enfrentando con alguien tan fuerte como él y comenzó a sudar y a sentir un fuerte temor.

—Destrúyeme —dijo Plateada suavemente—, y estás muerto. Con sólo una palabra conseguiré que la manada vaya hacia ti y te haga pedazos.

Por un momento, la escena parecía un cuadro: Avery en el balcón, sosteniendo el láser, rodeado por los aterrorizados Derec, Wolruf y Eva; Plateada abajo en la calle, mirando a Avery con ojos desafiantes y trescientas caras enfadadas bailando con antorchas detrás de ella.

Estaban todavía mirándose uno al otro cuando estalló una bomba en la hiperonda.

Cuando la fuerza cinética se disipó, no quedó mucho más. Sólo una pequeña humareda en la troposfera, dos millas por encima de la ciudad. Todos, Avery, Wolruf y los seres-lobo, vieron cómo un diminuto punto de luz se iluminaba y se alejaba antes de que el suave sonido de su explosión llegara a sus oídos.

Para cualquiera equipado con un intercomunicador, sin embargo, fue un flash cegador de luz pálida y un chillido ensordecedor que estremeció cada una de las interconexiones de su sistema nervioso. A lo largo de la ciudad, todas las luces oscilaron y se apagaron durante una fracción de segundo. Miles de robots se paralizaron. Plateada y Eva simplemente se bloquearon, quedando inmóviles donde estaban.

Derec tuvo tiempo de gritar una vez antes de que su cerebro fuera arrollado por una abrasadora ráfaga de dolor.

Cuando la luz disminuyó y pudo ver de nuevo, se encontró tendido en el suelo. Su padre y Wolruf estaban inclinados sobre él, mirándole profundamente preocupados, y movían la boca pronunciando palabras que él no podía escuchar. Y que no podía responder. En cambio, se sentía curiosamente distante, como si hubiera algo invisible y borroso entre él y los demás. Otra cara estaba tomando forma, como una

afterimage en su retina: la imagen de una cabeza, alargada y sin pelo, con dos ojos negros y brillantes situados en dos abultadas torretas de piel arrugada. La boca, adusta y sin labios, estaba abierta. Incluso vía hiperonda, la voz sonaba alta y aflautada.

—Hola Derrec. ¿Puedo confiarrr ahorra en haberr captado toda tu atención?

—¿Aránimas? —jadeó Derec.

—Muy bien. Ahora forrmularé mi segunda prregunta. ¿Sabes qué es el plutonio?

De forma oblicua, mediante su visión periférica, Derec sintió que Eva y Plateada volvían a la vida y se introducían en la transmisión. Detrás de ellos, todos los robots de la ciudad comenzaron a revivir y a unirse también.

—Metal radioactivo —respondió Derec a través del intercomunicador—. Muy venenoso. Fisionable y explosivo en grandes cantidades.

—Excelente —respondió Aránimas—. Ahorra, mi tercena pregunta. ¿Sabes lo que pasará cuando suelte cinco toneladas de plutonio reactivo sobre tu ciudad?

De repente, Derec se sintió aterrorizado y totalmente despierto.

—¡No puedes hacer eso! —gritó tanto en voz alta como a través del intercomunicador—. Matarás todas las formas de vida en un radio de cientos de kilómetros.

—Dejando a los robots intactos —aclaró Aránimas—. Adiós, Derec —como una luz que se apaga, la imagen se desvaneció.

Derec se puso de pie:

—¡Espera Aránimas! ¡Podemos hacer un trato! —la única respuesta fue el silencio. Derec se asomó por el borde del balcón y llamó la atención de Plateada—. ¡Plateada! ¿Has monitorizado esta transmisión? —la pesimista expresión de la cara plateada del robot le indicó a Derec todo lo que necesitaba saber.

Alejándose del borde, Derec se giró hacia Avery y Wolruf que lo miraban fijamente con expresiones confusas en sus rostros:

—Padre, ¿podemos posponer esta guerra civil por el momento? Ahora tenemos un problema real.

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