Inferno

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INFERNO I - INFERNO » XX. ¿Hacia qué meta?

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XX

¿HACIA QUÉ META?

Han transcurrido seis meses, y sigo paseándome por el camino de ronda de la muralla, dejando vagar mi mirada hacia el manicomio, y vislumbro a lo lejos la raya azul del mar. Es por allí por donde llegará la nueva era, la nueva religión con que sueña el mundo.

El sombrío invierno está muerto y enterrado, los campos verdean, los árboles están en flor, el ruiseñor canta en el jardín del Observatorio; pero la tristeza del invierno gravita sobre nuestros espíritus a causa de tantos acontecimientos siniestros, de tantos inexplicables hechos que han causado inquietud incluso en los más incrédulos. Los insomnios van en aumento, las crisis nerviosas se multiplican, las visiones son frecuentes, se producen verdaderos milagros. Se espera que ocurra algo.

Viene a verme un joven.

—¿Qué hay que hacer para dormir tranquilo por la noche?

—¿Qué te ha pasado?

—Juro que no sabría decirlo, pero le he cogido horror a mi aposento, y mañana mismo me mudo.

—Muchacho, ya seas ateo o realista, dime qué es lo que ha pasado.

—¡Por todos los diablos! Al abrir la puerta de casa para entrar, una noche, alguien me aferró del brazo y me zarandeó.

—¿Así que hay alguien en tu habitación?

—¡Qué va! Encendí las velas y no vi a nadie.

—Muchacho, hay alguien que no es posible ver a la luz de las velas.

—¿Quién es?

—¡Es lo invisible, muchacho! ¿Has tomado sulfonal, bromuro de potasio, morfina o doral?

—¡Lo he intentado todo!

—Y lo invisible no desaparece de en medio. Y bien, quieres dormir tranquilo por la noche y vienes a preguntarme a mí cómo hacerlo: escucha, muchacho, yo no soy médico ni profeta, sino un viejo pecador que hace penitencia. No le pidas sermones ni profecías a un ladrón que necesita todo el tiempo de que dispone para sermonearse a sí mismo. También yo he sufrido insomnios y abatimientos, me he enfrentado en un cuerpo a cuerpo con lo invisible y he terminado por reconquistar el sueño y recuperar la salud. ¿Sabes cómo? ¡A ver si lo adivinas!

El joven lo intuye y baja la mirada.

—¡Lo intuyes! ¡Pues entonces vete en paz y duerme tranquilo!

Así, es preciso que yo me calle y que la gente me intuya, pues en el momento en que se me ocurra confraternizar con los pecadores, la gente me volverá la espalda.

Un amigo me pregunta:

—¿Qué fin perseguimos?

—No sabría decirlo. Pero, por lo que a mí respecta, me parece que el camino de la cruz me vuelve a conducir hacia la fe de mis mayores.

—¿El catolicismo?

—¡Pienso que sí! El ocultismo ha desempeñado su papel, explicando por medio de la ciencia los milagros y la demonología. La teosofía, despejando el camino a la religión, ha vivido después de haber restablecido el orden universal que castiga y recompensa. Karma se hará Dios y los mahatmas se revelarán como potencias regeneradas, como espíritus correctores (demonios) y como espíritus instructores (los inspiradores). El budismo preconizado por la juventud de Francia ha introducido la resignación y el culto al sufrimiento, que lleva directamente al Calvario.

Por lo que se refiere a la nostalgia que siento en el seno de la Santa Madre Iglesia, es una larga historia que quisiera contar en unas pocas palabras.

Swedenborg, al enseñarme que está prohibido renegar de la religión de nuestros antepasados, pronunció una sentencia muy precisa contra el protestantismo que constituye una traición hacia la religión madre.

O mejor dicho, el protestantismo es un castigo infligido a los Bárbaros del Norte; el protestantismo es el exilio, la cautividad de Babilonia: pero el retorno a la tierra parece estar próximo. Los inmensos progresos del catolicismo en América, en Inglaterra y en Escandinavia son anunciadores de la gran reconciliación; al propio tiempo, la Iglesia griega acaba de tender la mano a Occidente.

No es más que el sueño de los socialistas sobre el restablecimiento de los Estados Unidos occidentales, pero corregido en un sentido espiritual. Ahora, os ruego que no creáis que son teorías políticas las que me devuelven de nuevo al seno de la Iglesia romana.

No soy yo quien ha buscado el catolicismo, sino el catolicismo el que se ha enseñoreado de mí, después de haberme perseguido durante años. Mi hija, que se ha hecho católica incluso contra mi voluntad, me ha enseñado la belleza de un culto que ha permanecido intacto desde sus orígenes, y yo, la verdad, siempre he preferido el original a la copia. Mi larga estancia en el país de mi hija hizo que admirara la gran sinceridad de la vida religiosa. Igual efecto me produjo también mi estancia en el hospital de Saint-Louis y, en último lugar, mis aventuras de estos últimos meses.

Tras este examen de mi vida, que me entregó a una verdadera vorágine, igual que ciertos condenados del infierno de Dante, y cuando hube reconocido que mi existencia no había tenido en definitiva otra finalidad que humillarme y mancillarme, decidí adelantarme a mis verdugos y aplicarme yo mismo el tormento. Era mi deseo vivir en medio de los sufrimientos, del oprobio y de la agonía, y, a este fin, me dispuse a buscar un empleo de enfermero, en París, en el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios. Esta idea se me ocurrió la mañana del 29 de abril, tras el encuentro que tuve con una anciana con cabeza de muerto. De vuelta a casa, encontré sobre mi mesa la obra Serafita abierta; en la página de la derecha, una astilla de madera indicaba la frase siguiente:

¡Haced por Dios lo que haríais por vuestros ambiciosos propósitos, lo que hacéis consagrándoos a una actividad artística, lo que hicisteis al amar a una criatura más que a Él, o cuando perseguíais un secreto de la ciencia humana! ¿No es acaso Dios la ciencia misma?…

Por la tarde, recibí el periódico L’Éclair, y —¡qué casualidad!— el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios es mencionado dos veces en el texto.

1 de mayo.— Leo, por primera vez en mi vida, Cómo convertirse en mago de Sâr Péladan.

Sâr Péladan, hasta entonces un desconocido para mí, se presenta como un vendaval, una revelación del hombre superior, del Übermensch de Nietzsche, y con él el catolicismo hace su entrada solemne y triunfal en mi vida.

¿«El que ha de venir» ha venido en la persona de Péladan? ¿El poeta-profeta-filósofo es realmente él, o hay que esperar a otro?

No lo sé; pero después de haber franqueado estos propileos hacia la vida nueva, comienzo a escribir el presente libro, el 3 de mayo.

5 de mayo.— Un sacerdote católico, converso, viene a verme.

9 de mayo.— Veo a Gustavo Adolfo[28] en las cenizas de la chimenea.

17 de mayo.— Leo en Sâr Péladan: «Creer en sortilegios era algo que estaba bien hacia el año 1000: cuando nos acercamos al 2000, el observador comprueba que algunos individuos poseen una particularidad fatal, traen desgracia a quien les contraría. Si le negáis un favor, vuestra amante os engañará; si le dais una tunda, acabaréis seguramente guardando cama; todo el mal que deseáis para él se vuelve contra vosotros, acrecentado.

»No importa, el azar explicará esta coincidencia inexplicable; el azar basta al determinismo del hombre moderno.»

21 de mayo.— Leo una obra del danés Joergensen, católico converso, sobre el monasterio de Beuron.

28 de mayo.— Un amigo, al que no veía desde hacía seis años, acaba de llegar a Lund y alquila un apartamento en mi misma casa. Imagínese mi emoción al enterarme de que acaba de convertirse al catolicismo. Me presta el devocionario romano, que había perdido hacía un año, y, releyendo los himnos y cánticos latinos, vuelvo a encontrarme como en mi casa.

17 de mayo.— Tras una serie de charlas sobre la Santa Madre Iglesia, mi amigo ha solicitado, en una carta al monasterio belga donde fue bautizado, un retiro para el autor de este libro.

18 de mayo.— Corre el rumor de que la señora Annie Besant se ha convertido al catolicismo; pero no está confirmado.

Todavía espero la respuesta del monasterio belga.

Cuando este libro haya visto la luz, habré recibido ya la respuesta.

¿Y después qué? ¿Qué vendrá después? ¿Una nueva broma de los dioses que se ríen a carcajadas cuando nosotros lloramos a lágrima viva?

Lund, 3 de mayo-25 de junio de 1896.

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