Inferno

Inferno


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Había terminado en un principio este libro con esta exclamación: «¡Menuda broma, menuda lúgubre broma que es la vida!»

Luego, tras alguna reflexión, la frase me pareció indigna, y la taché.

Pero las dudas continuaron, y recurrí a la Biblia para obtener la deseada aclaración.

He aquí lo que me respondió el libro sagrado, dotado de facultades proféticas más maravillosas que ningún otro:

Y pondré mi rostro contra él, y le haré portento y fábula, y le arrancaré de mi pueblo de Israel, y sabréis que yo soy Iahvé; y si el profeta se deja seducir y dice alguna cosa, seré yo, Iahvé, quien le habré seducido, y tenderé sobre él mi mano, y le exterminaré de en medio de mi pueblo, Israel.

EZEQUIEL, XIV, 8-9.

Así, ésta es la ecuación de mi vida: un signo, un ejemplo para contribuir al perfeccionamiento de los demás; un juguete para demostrar la vanidad de la gloria y de la celebridad; un juguete para ilustrar a la juventud sobre cómo no hay que vivir; un juguete que se cree un profeta y se ve desenmascarado como un impostor.

Ahora bien, el Padre Eterno ha seducido a este profeta impostor y le ha hecho proferir unas palabras, y el falso profeta no se siente responsable, porque simplemente ha representado el papel que le ha sido asignado.

¡He aquí, hermanos míos, un destino humano como tantos otros, y reconoced que la vida humana puede presentarse como una broma!

¿Por qué fue castigado el autor de este libro de forma tan extraordinaria? Léase el misterio que precede al texto. Este misterio fue escrito hará treinta años, antes de que su autor hubiera conocido a los herejes llamados «Stedingh»; el papa Gregorio IX, en 1223, los excomulgó por su doctrina satanista: «Lucifer, el buen dios, expulsado y derrocado por “el Otro”, regresará un día, cuando el usurpador llamado Dios, por su gobierno miserable, su crueldad y su injusticia, se haya hecho merecedor del desprecio de los hombres, y se convenza de su propia incapacidad.»

¿Quién es el Príncipe de este mundo que condena a los mortales a los vicios, y castiga la virtud con la cruz, la hoguera, los insomnios y las pesadillas? ¡Es el verdugo al que somos entregados por crímenes desconocidos u olvidados, que cometiéramos en otro mundo!

¿Y qué son los espíritus correctores de Swedenborg? ¡Nada más que ángeles guardianes que nos protegen de los males espirituales!

¡Qué babélica confusión!

San Agustín declaró que era imprudente alimentar dudas sobre la existencia de los demonios.

Santo Tomás de Aquino proclamó que los demonios provocan las tormentas y los rayos, y que tales espíritus pueden confiar su poder en manos de los mortales.

El papa Juan XXII se lamenta de los procedimientos ilícitos de sus enemigos, que le atormentaron pinchando sus retratos con agujas (hechizo).

Lutero considera que todos los accidentes, las fracturas, las caídas, los incendios y la mayor parte de las enfermedades son efecto de la acción de los demonios.

Además, Lutero opina que determinados individuos han encontrado su infierno en esta misma vida.

¿Acaso no ha sido con toda conciencia que he bautizado mi libro: Inferno?

Si el lector pone en duda, por demasiado pesimista, mi opinión, ¡que lea mi autobiografía El hijo de la sirvienta y Autodefensa de un loco![29]

Todo el que considere este libro como literatura puede consultar mi diario, llevado día a día desde 1895, y del que éste no es sino una recreación ampliada y ordenada.

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