Igor

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Capítulo ocho

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brackets, que no me hacían nada agraciada. No pertenecía, por supuesto, a las chicas populares. Por todo ello, de pequeña fui bastante introvertida e insegura de mí misma, siempre intentaba ocultarme. Tal vez se deba a que crecí a la sombra de la personalidad arrolladora y la belleza descomunal de mi hermana; ella siempre fue la más bonita de las dos, y en mi familia incluso me lo hacían notar. Siempre me sentí menos, incluso… hubo una época en la que sufrí enormemente los celos que sentía hacia ella, hasta que me tocó ir a la universidad y nos separamos. Allí descubrí mi yo interior y me volví más segura e independiente, y descubrí, además, que quizá no tenía la belleza de mi hermana, pero tenía otras cualidades que ella no poseía. —Hizo un chasquido con la lengua y cambió rápidamente de tema para retomar el de sus tatuajes—. Luego vinieron algunos más pequeños —se guardó para sí que, entre los diseños, llevaba los nombres de su familia, y esperaba de verdad que él no los descubriera—, pero no fue hasta que me mudé a Los Ángeles que empecé a tatuarme mis mangas.

—No creo que nunca hayas sido una chiquilla fea, tal como dices; viéndote, realmente me cuesta creerlo.

«¿No? ¿Entonces por qué nunca tuviste ojos más que para Arya? ¿Por qué, incluso, jamás me prestaste atención, más allá de que en ese momento yo era una niña para ti?», hubiese querido plantearle, pero Emerson se guardó las preguntas.

Decidió, en cambio, matar la conversación, dejándola atrás, así que se movió sobre él, sentándose a horcajadas en su regazo, inclinó su cuerpo y le sonrió ampliamente mientras se meneaba sobre su polla, machacando su entrepierna sobre él; al instante obtuvo la respuesta esperada: su miembro comenzó a hincharse bajo ella. Esa vez Emerson tenía pensado tomar el control que antes le había cedido.

Para conseguirlo, bebió de un tirón el

champagne que quedaba en su copa y le sonrió pícaramente.

Grayson dejó su copa en la mesilla de noche y luego cogió la de ella para hacer lo mismo. Después la aferró de las caderas y la ayudó a moverse sobre él; inmediatamente, los besos, las caricias y los gemidos se abrieron paso en la habitación, y volvieron a tener sexo, duro y caliente, y después de eso ambos quedaron casi extenuados y se durmieron.

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