Hunter

Hunter


CAPÍTULO XX

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CAPÍTULO XX

Su mera presencia tan cerca de él, le ponía nervioso. Recordaba su sabor, el más delicioso que había probado jamás, con tal intensidad que creía que todavía podía paladearlo.

Rascó al lobo detrás de las orejas, al mismo tiempo que le susurraba:

—Cachorrito, confío en ti para mantenerla a salvo. —el perro ladró, en señal de asentimiento.

Hunter tomó asiento en la misma silla desde la que le observara dormir la noche en que la salvó del ataque. Ella miró en derredor y no localizando otra silla, optó por sentarse en la cama. June osó a formular la pregunta que durante tanto tiempo había rondado su cabeza:

—¿Por qué no atacaste a aquellos vampiros? Sé que habrías podido acabar con ellos.

—Sí… los hubiera vencido con facilidad, pero no antes de que aquel cuchillo te degollara.

—Pero… no lo entiendo. Soy humana. Tarde o temprano, yo moriré. Tú en cambio tienes una eternidad por delante y has sacrificado todo lo que eras por los pocos años que me puedan quedar de vida.

—No quería renunciar a ti… todavía no. —el dolor se hacía patente en sus palabras.

Ese sentimiento que despertaban en él aquellos ojos castaños acalló al cazador de su interior y se aventuró a sentarse a su lado.

Instintivamente, June deslizó su mano sobre la espalda del inmortal, intentando reportarle consuelo. Las yemas de sus dedos palparon las cicatrices de sus heridas. El rostro de Hunter se torció en una mueca.

—¿Todavía te duele? —preguntó ella, preocupada.

—No… sólo el orgullo… —respondió él, con una sonrisa triste.

June dejó de aumentar el sufrimiento de Hunter y retiró la mano de su espalda, pero sus dedos se enredaron entre los mechones de cabellos color azabache del Alas Negras. Él alzó una de sus manos, para acariciar su mandíbula y acercar sus labios a los de ella. Se perdió entre las notas verdes de sus ojos, absorbiéndola a su vez con la intensidad azul de los suyos mientras su boca encontraba su piel.

Desabrochó, muy despacio el nudo de su blusa, que se deslizó unos centímetros, insinuando la piel desnuda de sus pechos. Él la acarició con suavidad, estudiando cada centímetro, mientras su cara adoptaba un gesto de desagrado.

—No entiendo cómo podéis conformaros con vivir así.

—¿Así cómo? —ella permanecía aún inmóvil, dejándose acariciar, disfrutando del calor abrasador de los dedos de Hunter.

—Con los sentidos embotados, apagados, sintiendo tan poco.

—No hemos conocido otra forma de sentir. —respondió June, encogiéndose de hombros.

—Es como si mi cuerpo y mis sentidos estuvieran aislados dentro de una burbuja. Como si tuviera un manto envolviendo mi piel y me impidiera sentir la tuya… Supongo que no tengo otra opción que acostumbrarme. —añadió, resignado.

Hunter se inclinó sobre ella, instándole a que se tumbara sobre el colchón. Sus cabellos pelirrojos quedaron desperdigados sobre la almohada. Ella separó ligeramente sus piernas dejando espacio para que él se acomodara sobre ella. Resoplando, frustrado, se despojó de su ropa y la desnudó, con cierta brusquedad en sus movimientos. Bastante tenía con sentir su piel entumecida como para además tener el estorbo de la tela entre ambos cuerpos. Antes de arrojar el vaquero de ella al suelo, extrajo el cuchillo que guardaba en el bolsillo y se lo tendió a ella.

—Mantenlo cerca, por si tuvieras que utilizarlo.

Ella lo guardó bajo la almohada, próximo a su cabeza, de tal forma que, con sólo llevar su mano hasta allí, en unos segundos, podría cogerlo.

Sabiendo que ella podría defenderse en caso de que él no consiguiera controlar a su bestia interna, se afanó en deleitarse con su cuerpo. El fuego ardiente de los labios de Hunter sobre su piel, hacía que el cuerpo de June se estremeciera, arqueando la espalda, invitando al inmortal a acceder hasta sus rincones más secretos. Su miembro endurecido se deslizó, con suavidad en el interior de su cálida humedad. June recibió con un gemido el primer envite.

Aquella sensación que experimentaba al rozar su piel, al estar dentro de ella, le sabía a poco. No era lo que recordaba. Él ya no era el mismo. Tenía que habituarse a su nueva condición, pero era muy duro. Se sentía extraño dentro de aquel cuerpo pesado y torpe que no le pertenecía y aquel sentimiento se reflejaba en la expresión de su rostro.

Ella posó la mano sobre su mejilla, conmovida por su sufrimiento, con delicadeza, dejándola próxima a su boca. Hunter le dedicó una mirada cargada de pasión, mientras le besaba buscando con sus labios la cara interna de su muñeca, clavando ligeramente sus colmillos justo por encima de su tatuaje, succionando despacio.

Aquello sí que podía sentirlo con intensidad, el líquido templado en sus labios, descendiendo por su garganta, recorriendo el interior de su cuerpo y calmando su sed. Pese al cambio experimentado en él, seguía siendo lo más delicioso que había probado nunca.

—El cuchillo… —susurró, no sabiendo si sería capaz de contener su ansia de ella.

June echó hacia atrás su brazo. El simple roce de sus dedos con el mango del arma le imprimió una sensación de seguridad, con su atención dividida entre el dulce cosquilleo de Hunter sorbiendo su sangre y el goce de sus rítmicas embestidas, llenándola por completo.

Ya que él era incapaz de sentir completamente a través de su cuerpo entumecido, se centró en que ella recibiera el placer que él no podía sentir. No sin gran esfuerzo, liberó la muñeca de June capturada entre sus dientes y saboreando las últimas gotas de aquel mágico elixir, fijó su mirada en ella, con su respiración jadeante y su rostro enrojecido, perlado de sudor, con los ojos cerrados, a punto de alcanzar el clímax.

Él imprimió más fuerza a sus acometidas hasta que el cuerpo de June se estremeció bajo él, y ella ahogó un grito buscando a ciegas su boca. Él la esquivó, girando su cuello con un aullido desgarrador emergiendo de lo más profundo de su garganta y se desplomó sobre ella.

Ella abrió los ojos, alarmada.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Mejor que nunca. Pero necesito un minuto. —contestó él, todavía con la respiración entrecortada.

De la espalda de Hunter brotaban dos inmensas alas de suaves plumas negras entremezcladas con unas pocas de color gris.

Era como si durante los últimos meses hubiera permanecido encerrado en una habitación insonorizada, a oscuras y de repente despertara y saliera al exterior, a la luz del sol. Fue invadido por multitud de sensaciones mientras sus sentidos se avivaban.

Ella le contempló, perpleja, embelesada por la majestuosidad de aquellas alas, incluso más bellas que las que tuviera en el pasado. Los ojos de Hunter pasaron por toda la gama de azul en un par de décimas para quedarse fijos en un tono intenso.

—No sabía que podías recuperar tu alas.

—Yo tampoco. Pero no me sorprende, has trastornado tanto mi vida desde que llegaste que ya no se ni lo que soy.

Él depositó un tierno beso en su frente. Ella acarició su plumaje aterciopelado. Su cuerpo vibró ante su contacto.

—Ésto está mucho mejor. Déjame que te muestre cómo se siente siendo yo. Al principio duele, pero creeme, merece la pena.

Ella asintió, con sus manos sujetando la cabeza del Alas Negras, enredadas en sus cabellos. Hunter la miró fijamente, mientras se iba introduciendo en su mente. June jadeó ante tal explosión de sensaciones en su cabeza, hiperventilando, mareada, sintiendo su cerebro a punto de explotar, incapaz de asimilar todo lo que estaba recibiendo.

—Tranquila, respira hondo. —le dijo él, con voz pausada.

Ella se fue calmando hasta que fue capaz de diferenciar cada sensación percibida. La boca de Hunter buscó sus labios, dejando que su lengua se perdiera en su interior. June permanecía con los ojos cerrados, sintiendo sobre su cuerpo el calor abrasador de las caricias del inmortal, mientras su cerebro vibraba con las experiencias del Alas Negras, mucho más intensas, apreciando cada matiz de su sabor, la temperatura de su piel, escuchando el roce de sus cuerpos, su olor…

También percibía el deseo intenso de acabar con ella y la lucha interna que mantenía con el cazador. Admiró su fuerza, ella hubiera sucumbido a aquel impulso asesino.

Sus manos se deslizaron diestramente por su torso desnudo, ella se estremeció ante el contacto, mientras en su pensamiento se dibujaba las diferentes texturas de la piel de sus senos en las yemas de los dedos de Alas Negras. La lengua de Hunter recorrió cada centímetro de su cuerpo, degustando el sabor salado de su piel, bañada en sudor.

Sus manos fueron descendiendo por su abdomen, hasta que sus dedos se entretuvieron con los rizos de su entrepierna, buscando el acceso a su interior. Introdujo uno de sus dedos lentamente que fue seguido por otro. Ella tembló cuando le sintió dentro al mismo tiempo que notaba cómo los dedos de Hunter se impregnaban de su humedad. June perdió el control de su cuerpo, tampoco era dueña de su mente, ella entera le pertenecía a él.

El Alas Negras ascendió por su cuerpo, buscando nuevamente su boca, besándola con vehemencia. June escuchó en su mente de nuevo la naturaleza asesina del inmortal, clamando su sangre y cómo él volvía a dominarla, tomando el control de su instinto. Sintió la presión del miembro erecto de Hunter sobre su monte de Venus. Percibió el deseo de Hunter de entrar en ella. Ella también quería sentirlo dentro. June arqueó la espalda, buscando la manera de mitigar esa necesidad mutua. La verga del Alas Negras no tardó en encontrar el acceso a su interior. La penetró con movimientos rítmicos, vigorosos, enérgicos.

Ella se retorcía jadeante, arañando la espalda de Hunter, estirándole del pelo, en busca del alivio de aquel placer extremo que estaba experimentando. June no podía pensar, sólo era capaz gritar.

—Tu primero, pequeña. —susurró él con voz sensual. Sabía que la fragilidad de su mente humana no aguantaría los dos orgasmos al mismo tiempo.

Ella sentía dentro de su cabeza los esfuerzos de Hunter para contenerse, mientras la llevaba a ella al clímax. Un escalofrío recorrió su columna vertebral, mientras su cuerpo entero convulsionaba, con sus músculos internos contrayéndose alrededor de la polla del Alas Negras, viendo en su mente cómo su cuerpo torturaba al inmortal. Hunter le proporcionó un pequeño momento de respiro, todavía dentro de June, mientras sentía cómo los músculos de ella se iban relajando y ella iba recuperando levemente el aliento. Sin embargo, él seguía terriblemente excitado. Volvió a moverse dentro y fuera de ella, al principio despacio para pasar a incrementar la velocidad de sus acometidas, aún más enardecido por los gemidos de June, todavía aferrada a sus cabellos de color negro, con la piel humedecida por el sudor, percibiendo el aroma de su deseo, hasta que él se derramó en su interior, alcanzando el orgasmo con un gruñido casi animal. June lo acompañó con fuertes jadeos, mientras experimentó su éxtasis en la mente, más intenso que el suyo propio, como una explosión dentro de ella, sintiendo cada centímetro de su piel impregnado de él.

Hunter, todavía en su interior, abandonó la mente de June, mientras el cuerpo de ella seguía temblando incontroladamente. Ella sintió un vacío enorme cuando el Alas Negras liberó sus pensamientos y trató torpemente de aplacarlo buscando un hueco entre sus brazos. Él salió despacio de su cuerpo y se dejó caer a su lado, replegando sus alas y la envolvió en un abrazo, mientras acariciaba a una June exhausta y la guiaba hacia el sueño.

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