Hunter

Hunter


Capítulo 25

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Capítulo 25

HUNTER

Hunter no tenía ni puta idea de lo que estaba sucediendo. Había regresado de la granja tan pronto como pudo; la vaca tenía fiebre de la leche y solo necesitaba una dosis de calcio y magnesio. Se había puesto de pie casi de inmediato.

Pero regresar para encontrar a Liam, Reece y Jeremiah tratando de contener a Isobel, que parecía tan furiosa que estaba a punto de reventarse un vaso sanguíneo... Sin mencionar el equipo de televisión y la cuadrilla de reporteros que habían aparecido en el bar. Estaban tomando foto tras foto de Isobel como unas malditos paparazzi.

Sus ojos volvieron a Isobel. No se veía bien. Tenía la cara roja y sudorosa y decía entre gruñidos que iba a matar a alguien. La forma en que miraba a la mujer al otro lado de la habitación que se escondía detrás de varios reporteros dejaba bastante claro que era a ella.

Hunter comenzó a caminar hacia Isobel, pero de repente, Isobel chilló a todo pulmón y de alguna manera se soltó de los muchachos. Cargó contra el grupo de reporteros como un toro furioso. Uno de los desgraciados intentó colocarle un micrófono en la cara.

—¿Qué sientes al ver a tu…? ¡Oye!

Isobel lo empujó violentamente a un lado, claramente tratando de llegar a la mujer alta y escultural detrás de él.

Hunter saltó hacia adelante cuando Isobel gritó algo que podría haber sido «¡Satanás!».

¿Qué demonios le habían dado? Si uno de los muchachos le había dado alguna droga de fiesta para ayudarla a pasar un «buen rato» en su cumpleaños, juraba que mataría al hijo de puta.

—¡Bel! —gritó justo cuando las manos de ella fueron hacia la garganta de la mujer. La envolvió por la cintura con sus brazos y retrocedió con fuerza. Sus piernas se fueron hacia arriba e inmediatamente comenzó a retorcerse salvajemente.

—¡Satanás! ¡Tengo que matar a Satanás!

Él vio cómo se había escapado de los chicos antes. Estaba usando cada gramo de fuerza que tenía para luchar y era como si no le importara si se lastimaba para hacerlo. Por la forma en que se retorcía, podía dislocarse su propio brazo, pero eso no la detenía.

Hunter la llevó hacia la pared del fondo, todos los chicos y Mel se agruparon a su alrededor mientras avanzaba.

—Nicholas. —Asintió con la cabeza al hombre más grande, esforzándose por aferrarse a Isobel que todavía luchaba como una gata del infierno.

—Bel. Isobel Somos nosotros. Es Hunter. Necesitas calmarte, cariño. —Hunter trató de darle la vuelta para que estuviera frente a él, pero ella solo aprovechó la oportunidad para golpearlo y darle un codazo en la cara.

—Maldición. —Se agarró la mandíbula cuando Nicholas agarró a Isobel por detrás. Pasó sus brazos alrededor de su pecho y los sostuvo a sus costados como una camisa de fuerza, y luego la agarró en un abrazo de oso por detrás.

—¿Qué pasó? —preguntó Hunter, mirando a su alrededor de una cara sorprendida a la siguiente.

—No lo sé —respondió Liam, pasándose una mano por el cabello—. Un segundo estaba bien, bailando y festejando. Al siguiente fue como si estuviera escuchando voces. Luego, cuando aparecieron su madrastra y el equipo de filmación, se volvió como loca.

Hunter giró la cabeza para mirar a la mujer que Isobel había atacado. Su madrastra. Quien estaba hablando actualmente con Marie. La alguacil. Y apuntaba en su dirección.

Mierda.

—No tenemos mucho tiempo —dijo Hunter—. ¿Alguno de ustedes le dio droga?

—Vete a la mierda —espetó Mack, desafiando a Hunter con ojos fríos.

Hunter no retrocedió. Se puso de pecho a pecho con Mack.

—Está drogada hasta el tope con algo.

—Ninguno de nosotros le dio nada —dijo el gemelo de las rastas.

—Pues, ¿qué ha bebido desde que llegó? —preguntó el hermano. Miró al grupillo a su alrededor—. Alguien le pudo haber echado algo en la bebida.

—Las drogas para sedar no hacen eso —dijo Mack sombríamente—. Es más bien como metanfetamina o polvo de ángel.

—Le dieron un poco de champán cuando entró, pero creo que ni siquiera lo bebió —dijo Mel.

—También podría ser la comida —dijo Hunter—. Algo que comió. Comimos en el restaurante hace un par de horas, pero yo comí de su plato y estoy bien. ¿Comió algo aquí?

—Solo la tarta que Nicholas hizo —contestó Mel—. Un mesero le dio un pedazo tan pronto como entró por la puerta.

—¿Alguno de ustedes le dijo que hiciera eso? —preguntó Hunter.

Todos en el grupo se miraron unos a otros. Isobel se había calmado y tenía un aspecto desorientado. Dios mío, necesitaban llevarla al médico y averiguar qué demonios tenía en el cuerpo.

Hunter los miró a todos.

—¿Y entonces? ¿Alguien le dijo al mesero que le diera la tarta? ¿Le dieron tarta a todos los demás?

—Estaban dándole champán a todos —dijo Mel—, pero no tarta.

—¿Crees que alguien puso algo en la tarta antes de dársela? —preguntó Reece, obviamente horrorizado.

—¿Tarta? —Hunter negó con la cabeza confundido—. ¿Por qué había tarta en primer lugar?

—Era una tradición familiar —dijo Jeremiah—. Desde que era una niña. Le daban tarta de manzana de cumpleaños en lugar de pastel. Nos lo contó esta mañana.

—Entonces, ¿quién más sabría que ella siempre comía tarta en su cumpleaños? —preguntó Mack, anticipando la próxima pregunta de Hunter—. ¿Si es así como la drogaron?

—Fuimos los únicos que se enteraron —expuso Mel, mirando alrededor del pequeño círculo.

—No. Hay alguien más que lo sabría. —Hunter se dio la vuelta y miró a la madrastra de Isobel. Marie había terminado con ella y aparentemente estaba tan angustiada que necesitaba hablar con uno de los periodistas. En cámara.

—Esa perra —susurró Mel.

—Tenemos que encontrar el plato del que Iz estaba comiendo —dijo Jeremiah—. Probablemente tenga rastros de lo que sea que le hayan dado.

—Y encuentra al maldito mesero también —gruñó Hunter.

—Voy —respondió Liam, dirigiéndose hacia la parte posterior del bar.

Marie se dirigió hacia ellos. Aunque era pequeña con el pelo rubio corto que la hacía parecer más una hada que una oficial de la ley, caminaba con un aire de confianza autoritaria. Se había ganado el respeto de casi todos en el pueblo hace un par de años cuando resolvió por sí sola uno de los homicidios más brutales que el condado había visto en una década.

—Lo siento, chicos, pero tengo que arrestarla. Su madrastra quiere presentar cargos.

—Sobre mi puto cadáver —dijo Mack, interponiéndose entre Marie y donde Nicholas todavía sostenía a Isobel. Nicholas no había aflojado su agarre, pero Isobel se había quedado sin fuerzas.

—Necesita un médico, no una celda. —Jeremiah empujó a Mack por un lado—. La han drogado. Solo mírela.

Marie frunció el ceño. Cuando dio un paso adelante para mirar a Isobel, Mack intentó bloquearla nuevamente, pero Jeremiah lo jaló hacia atrás. Los dos hombres se miraron con rabia el uno al otro, pero Marie los ignoró a ambos. Sacó una linterna y la dirigió a los ojos de Isobel. Isobel se sobresaltó ante la luz, pero no reaccionó.

—Pues sí que está colocada —confirmó Marie. Se enderezó y miró a todos los hombres altos e intimidantes que la rodeaban. Solo le llegaba a Jeremiah por la barbilla, pero no retrocedió—. Pero la tengo que arrestar primero. Entonces es que recibirá atención médica.

Mack comenzó a interrumpirla, pero ella lo impidió.

—Y si alguno de ustedes piensa en interferir con un oficial de la ley, me lo llevaré con ella. —Los amenazó a cada uno de ellos con una mirada fría que los instaba a desafiarla.

Luego se volvió hacia Isobel.

—Muy bien, cariño. Te llevaré conmigo ahora. —Miró a Nicholas mientras sacaba un par de esposas—. Déjala ir, por favor.

—¿Son realmente necesarias las esposas? —preguntó Reece.

—Protocolo estándar para una llamada por un 10-15.

—¿Juras que harás que la examinen de una vez? —exigió Hunter.

Marie asintió, mirándolo directamente a los ojos.

—Tenemos al doctor Lucero de guardia y lo pondré en línea tan pronto como esté en el patrullero.

Hunter soltó un suspiro, pero dejarla ir con Marie era probablemente la forma más rápida de conseguirle atención médica.

Tan pronto como Nicholas soltó a Isobel, fue como si volviera a la vida. Ella voló hacia Hunter, atrapándole el rostro con las manos.

—Te hubiera amado. Pero no eres real. Solo una hermosa posibilidad perdida. —Lucía muy devastada al decirlo.

Hunter la agarró por la cintura.

—Estoy aquí. Bel, estoy aquí y no voy a ir a ningún lado.

Pero ella solo negó con la cabeza y le corrió una lágrima por la mejilla.

Y luego Marie le estaba poniendo las manos detrás de la espalda para colocarle las esposas.

—Llegaré al fondo de esto —prometió Hunter—. Lo juro. —La besó cuando Marie terminó de cerrar las esposas y comenzó a llevarse a Isobel.

—¡Te juro que arreglaré esto!

Isobel siguió mirándolo mientras Marie la sacaba del bar, con la mano sobre su hombro.

Quería correr tras ellas. ¿Pero qué lograría eso? Le había prometido a Isobel que arreglaría esto y podría hacer más aquí. Isobel estaría a salvo en la oficina de la alguacil y la vería el médico.

Los periodistas y camarógrafos intentaron seguir a Isobel hasta la puerta, pero Marie les gruñó. Le entregó a Isobel a uno de los oficiales en la puerta y bloqueó al resto de los reporteros gritones.

Maldición, tenía que arreglar esto. Rápido.

Hunter miró a su alrededor, luego corrió hacia donde Liam y Mack estaban interrogando a un chico joven con una camisa blanca y pantalones negros. El mesero.

—Habla o te aplastaré la cara —amenazó Mack justo cuando Hunter los alcanzó.

La cara del niño se puso pálida.

Liam puso los ojos en blanco.

—Ignora a este bastardo pendenciero. —Se sacó la billetera—. Podemos hablar como personas civilizadas. —Sacó cinco billetes de cien dólares de su billetera y se los entregó al mesero.

El chico tomó el dinero con los ojos muy abiertos.

—Esto es mucho más de lo que ella me dio.

—¿Quién? —Hunter y los otros dos preguntaron al mismo tiempo.

—Ella. —El camarero señaló a Catrina—. Me dijo que quería que todo fuera especial para el cumpleaños de la chica. Así que debía asegurarme de darle el trozo de tarta tan pronto como entrara por la puerta. Luego me dio el plato de tarta y cien dólares. —Levantó las manos—. Y me dijo que era una sorpresa, así que no debía decirle de quién era.

—Maldito idiota —murmuró Mack.

—La tarta tenía droga —dijo Hunter—. Ayudaste a drogar a esa mujer.

Los ojos del camarero se abrieron como platos.

—No tuve nada que ver con eso.

—Entonces será mejor que le cuentes a la alguacil todo lo que nos acabas de decir —indicó Jeremiah, guiando al tipo por el brazo hacia Marie, que todavía estaba defendiéndose de los periodistas en la puerta.

—¡Alguacil! —La radio en la cadera de Marie sonó lo suficientemente fuerte como para oírla al otro lado del bar—. La sospechosa se ha liberado de las esposas. Intentamos aprehenderla ahora.

El bar quedó completamente en silencio por un segundo.

Y luego Marie corrió hacia la puerta, los reporteros y camarógrafos a su espalda. Hunter estaba justo detrás de ellos.

—Fuera de mi camino. —Empujó a la gente embotellada en la puerta. Mierda. Apartó a un tipo flaco con una enorme cámara alrededor del cuello y finalmente salió.

Justo a tiempo para ver a Isobel corriendo por el centro de la calle principal. Un oficial gordo la perseguía, resoplando y perdiendo distancia con cada paso. Isobel gritaba palabras que no podía entender. Inmediatamente se fue tras ella, notando con disgusto que el camarógrafo había instalado su trípode y estaba grabando todo.

Isobel estaba a más de media cuadra de él y se le detuvo el corazón cuando la vio correr directamente hacia su auto.

—¡No! —gritó—. No. Bel. ¡Isobel!

Pero como una pesadilla condenada a repetirse, observó a la mujer que amaba entrar a su auto y luego…

—Isobel. ¡Détente!

Cerró la puerta de golpe.

Se suponía que sucedería en cámara lenta. Eso era lo que siempre había escuchado sobre momentos como este.

Pero demonios, no; fue solo un abrir y cerrar de ojos y luego todo terminó.

El motor se encendió.

Entonces el auto tiró hacia adelante como si hubiera pisado el acelerador. ¿Tal vez pensando que era la reversa? Pero no era así. Estaba en primera.

El auto saltó a la acera y se estrelló directamente contra la fachada del restaurante.

Oyó los vidrios romperse. A su alrededor, la gente gritaba.

Y Hunter corrió más fuerte y más rápido que nunca en su vida.

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