Hunter

Hunter


Capítulo 26

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Capítulo 26

HUNTER

Tuvieron que llevarse a Isobel en helicóptero hasta el hospital en Casper. Así de graves fueron sus heridas.

En su estado alterado, no había estado lo suficientemente lúcida como para ponerse el cinturón de seguridad.

Fenciclidina. Le encontraron la maldita fenciclidina en el análisis de sangre. Y no solo un poquito, no. Su madrastra la había envenenado. Con su tarta de manzana de cumpleaños.

Y había drogado tanto a Isobel que se había roto los huesos de la mano izquierda para sacarse las esposas sin sentir nada.

Luego se subió al auto y…

Hunter apretó ambas manos y se apoyó contra la pared del pasillo del hospital. Sangre. Había sangre por todos lados cuando llegó al auto. Y su Isobel yacía en el capó como una muñeca rota, con la cabeza y la mitad del torso atravesando el parabrisas delantero.

Tenía el cerebro tan hinchado que tuvieron que inducirle un coma. Eso había sido hace cuatro días. Ahora estaban esperando que despertara. Ya debería haberse despertado. ¿Por qué demonios no había despertado?

La puerta de su habitación del hospital se abrió y Hunter giró la cabeza hacia ella. Solo era Reece saliendo, su rostro sombrío.

Aun así, Hunter no pudo evitar preguntar.

—¿Algún cambio?

Reece negó con la cabeza. Pero luego cerró los ojos y respiró hondo. Con un gesto decisivo, abrió los ojos.

—Pero Izzy es fuerte. Ella lo superará.

Hunter no respondió. Janine también había sido fuerte. Hunter sabía muy bien que a veces no importaba cuán fuerte eras o cuánto rezabas o qué tan justo eras. La muerte se llevaba a quien quisiera, cuando quisiera.

A pesar de eso, cuando Hunter entró en la habitación de Isobel, se sorprendió orando:

—Dios, esta vez no. A ella no.

Verla tan pequeña y pálida en su cama de hospital lo golpeó directamente en el estómago como siempre lo hacía. Estaba muy mal. Se suponía que debía estar de pie, de pie cara a cara con él, con los ojos brillantes, no dejándolo salirse con la suya.

Se puso a su lado y se sentó en la silla que rara vez estaba desocupada. Todos se turnaban para sentarse con ella. Xavier tenía a los niños en casa mientras que los otros muchachos se turnaban para venir a ver a Isobel y ayudar con los caballos.

Solo Hunter y Mel se quedaban en el hospital todo el tiempo, aunque ella finalmente tuvo que buscar un hotel para dormir por las noches, ya que tenía siete meses de embarazo. También le había ofrecido a Hunter una habitación, pero él se negó. No le importaba dormir en las incómodas sillas de la sala de espera del hospital. Necesitaba estar allí cuando Bel se despertara.

Porque ella se despertaría. Tenía que hacerlo.

—Hola, Bel. –Se acercó y le tomó la mano—. Dijeron que deberíamos hablar contigo. Dejar que escuches nuestras voces. Que podías escucharnos incluso si aún no puedes responder. Así que solo quiero que sepas que estoy aquí. Estoy aquí y me iré a ninguna parte.

Se acercó la mano a la boca y la besó. Su piel estaba tan fría. Le frotó la mano entre las suyas para tratar de calentarla.

—Liam acaba de regresar de su turno con los caballos. Pensé que te gustaría saber que a Bright Beauty le está yendo muy bien. Sus patas traseras han sanado casi por completo. Dean rogaba que lo dejaran montarla, así que Xavier la ensilló. Liam dijo que parecía emocionada de tener un jinete otra vez. Incluso si sus pies apenas pudieran alcanzar los estribos.

Hunter intentó sonreír, pero falló en gran parte. Siguió tratando de calentarle la mano, luego hizo una pausa y extendió el brazo para acomodar la manta que se le había bajado hasta la cintura.

—Tienes que calentarte, cariño.

Le tomó la mano nuevamente después de acomodar la manta. Yacía tan floja en la suya. Sintió un nudo en la garganta.

«Solo sigue hablando».

—Las cosas avanzan en el caso contra Catrina. Pensé que te gustaría saber eso también. Marie encontró otro frasco de fenciclidina cuando buscó en la cartera de Catrina. —Marie tenía una causa probable por lo que le había dicho el mesero—. Eso fue suficiente para arrestarla. Entonces Xavier y Mel involucraron a su abogado. Supongo que se especializa en derecho de sucesiones. Lo investigaron con el abogado de patrimonios de tu padre y resulta que es verdad: él te dejó todo el dinero. Pero si tu madrastra podía hacer que te declararan mentalmente incapacitada… pues, entonces sigue siendo oficialmente tu pariente más cercana.

A Hunter se le tensó la mandíbula. Nunca se había considerado capaz de agredir a ninguna mujer, pero podría hacer una excepción con Catrina Snow. Había hecho que Isobel viviera un infierno. No solo ahora. Isobel no le había dicho mucho, pero era suficientemente claro que Catrina era una presencia tóxica en su vida. Y después de lo que había encontrado el investigador privado del abogado…

Se le revolvió el estómago ante la idea de que Isobel tuviera que crecer con una bruja tan inescrupulosa y vengativa.

—Cuando el abogado de Xavier contactó al abogado de patrimonios de tu padre, el tipo voló hasta aquí para confirmar que sí eras tú. No sé si lo recuerdas, pero de hecho ha estado aquí un par de veces. Se llama Dan. Tu papá y él eran buenos amigos. Tu papá le pidió que investigara algunas cosas el año pasado. Como investigar al psiquiatra que viste durante tu adolescencia.

Hunter tuvo que soltarle la mano porque tenía miedo de aplastarla. Cada vez que pensaba en esta parte, se ponía tan furioso que quería romper cosas.

—Resultó que había mucho que saber del doctor Rubenstein. Como que era adicto a las apuestas. Y como, en varias ocasiones, había recibido grandes sumas de dinero en su cuenta. Y como esos depósitos coincidían con «viajes» extravagantes que tu madrastra decía que haría con un grupo de amigas.

Hunter apretó los puños y pudo sentir cómo le aumentaba la presión arterial. Hizo una pausa y respiró hondo varias veces. Volvió a mirar a Isobel y lo mataba saber que las personas que supuestamente la estaban ayudando habían abusado de ella.

—Lo siento mucho, Bel. Lamento mucho que haya hecho que todos creyeran sus mentiras. Que ella inclusive involucrara al psiquiatra para que te hiciera creer que estabas loca. ¿Quién demonios hace eso?

Le tomó la mano de nuevo.

—Pero tu papá se enteró. Al final, supo lo que te habían hecho. Dan le dio el informe aproximadamente una semana y media antes de morir. Fue entonces cuando cambió el testamento. Dan dice que estaba horrorizado por eso.

Hunter deseó con todas sus fuerzas que le respondiera. Miraba en busca de cualquier contracción.

Nada.

—Entonces, con todo eso, el juez del condado fijó la fianza de tu madrastra en medio millón de dólares. Sin acceso al dinero de tu padre, está en bancarrota. La acusan de tentativa de homicidio culposo y delito grave por posesión de estupefacientes. Y esos son solo los cargos que tiene en Wyoming.

Hunter se había quedado sin cosas que decir.

—Te extraño, Bel. Por favor… solo… por favor.

La observó en busca de cualquier señal de que ella lo estaba escuchando.

Pero seguía acostada como si estuviera congelada bajo algún hechizo sobrenatural. Hermosa, perfecta y joven, pero siempre fuera del alcance.

Hunter miró a su alrededor y, al no ver a nadie, se levantó de la silla. Se inclinó sobre Isobel. Puso los ojos en blanco por ser un maldito idiota, pero no le importó, y la besó. Cerró los ojos con fuerza mientras presionaba los labios contra los de ella.

«Por favor, Isobel. Estoy aquí. ¿No puedes sentirme? Regresa a mí. Lucha por nosotros».

Sus labios eran suaves como siempre, pero no respondían.

Se apartó, sus ojos examinándole el rostro por largos momentos.

Aún nada.

Soltó una risa débil y se pasó las manos por el pelo. Joder, se estaba volviendo loco. Como si un beso fuera a hacerla despertar mágicamente.

Se restregó las manos por la cara.

En ese momento, escuchó un pitido. Luego otro. Y otro y otro y otro. Hunter levantó la mirada alarmado al ver que las máquinas que monitoreaban a Isobel comenzaban a volverse locas.

Isobel comenzó a convulsionar.

—¡Isobel! —Cogió el botón de llamada de la enfermera y lo presionó—. Ayuda, necesitamos ayuda en la habitación 301.

¡Dios mío! Hunter se acercó a ella, pero no sabía dónde abrazarla para no empeorar las cosas.

—¡Mierda! ¡Mierda! —Corrió hacia la puerta—. ¡Un médico! —gritó.

Pero un equipo de médicos y enfermeras ya se dirigían hacia la habitación. Hunter se apartó para dejarlos pasar.

—Su ritmo cardíaco comenzó a volverse loco y luego comenzó a temblar como…

—Nosotros nos encargamos —dijo un enfermero, tratando de sacar a Hunter de la habitación mientras los demás se acercaban a Isobel.

—Ella va a estar bien, ¿verdad? —le preguntó, haciendo al hombre a un lado para poder ver lo que le estaban haciendo a Isobel.

—Señor, si tan solo…

De repente, los pitidos cortos y veloces de los latidos de su corazón se convirtieron en un solo sonido largo y fuerte.

Hunter gritó.

—¡Isobel!

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