Hunter

Hunter


Capítulo 7

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Capítulo 7

HUNTER

El sol se estaba poniendo cerca del horizonte para cuando Hunter abrió la puerta de la clínica. Se suponía que la visita a la granja Guzmán sería solo un control de embarazo. Pero una de las vaquillas comenzó a parir antes de tiempo y se complicó.

Hunter tuvo que extraer un ternero muerto. Nunca era una escena agradable, pero al menos pudo salvar a la madre. Y antes de irse, les echó un vistazo a otras dos vaquillas embarazadas. Todo parecía estar muy bien con ellas.

Pero ahora estaba cansado, apestaba a vaca y lo último con lo que quería lidiar era con la belleza pelinegra al otro lado de la puerta. Debería haberle dicho que comenzara mañana, pero pensó en hacer un último intento de disuadirla para que no se quedara.

Seguramente cualquiera que viera el estado del área de recepción de la clínica renunciaría de inmediato. Sabía que era una desgracia. En conjunto con el doctor Roberts, el anciano veterinario con el que compartía el consultorio, eran diligentes en lo que respectaba a la limpieza y desinfección de las salas de examinación. Pero la señora de limpieza de siempre tuvo que tomarse un permiso para tener un bebé y les costaba encontrar un reemplazo confiable. Al pasar un par de semanas sin fregar bien, la sala de espera llena de pacientes animales comenzaba a oler a muerto.

Pero cuando Hunter entró al vestíbulo, en lugar del agrio olor a orina de gato de siempre, lo recibió el fuerte aroma a limón y lejía. El vestíbulo también estaba iluminado, para cambiar: habían reemplazado la luz fluorescente parpadeante que él siempre dejaba para después.

Y, lo mejor de todo, Hunter fue recibido con una vista esplendida de Isobel meneando el trasero mientras se inclinaba y fregaba el zócalo con una gran esponja y un cubo de agua jabonosa a su lado. Movía el trasero de adelante hacia atrás como si estuviera bailando una música que Hunter no podía oír. Fue entonces que se dio cuenta de que estaba usando auriculares.

Por un segundo, solo pudo quedarse mirando mientras apreciaba cómo se veía el delicioso culo con esas mallas pequeñas y ajustadas.

Todo lo que quería hacer era dejar caer el bolso de instrumentos, caminar hacia ella, agarrarla por la cintura con una mano y bajarle las mallas con un solo tirón. Le mordería ese dulce trasero y luego...

Isobel se echó hacia atrás para sumergir la esponja en el agua jabonosa y gritó, apenas notando que había llegado. Casi tira el cubo por la sorpresa.

Hunter dio un paso atrás, desviando rápidamente los ojos de su trasero.

—Mierda, me asustaste. —Se quitó los auriculares y se limpió las manos con los muslos, poniéndose de pie.

Hunter gruñó en respuesta. Maldición. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Mirándole el culo? La noche anterior había sido suficientemente mala. No necesitaba agregar idiotez a la estupidez.

—Ya tengo que irme a casa. —Se dirigió hacia el escritorio del vestíbulo—. Déjame mostrarte cómo funciona el sistema para que puedas familiarizarte con él y comenzar a trabajar en los registros mañana.

—Ya sé usarlo —indicó Isobel mientras Hunter sacudía el ratón para encender la computadora.

—¿Qué? —Hunter se dio la vuelta y la miró contra su voluntad. Se había recogido el largo cabello negro con una cola de caballo, pero se le escapaban mechones por todo el rostro. Maldición, juraba que, cada vez que la veía, se ponía más bonita. Piel cremosa, ojos azules vibrantes, mejillas de querubín enrojecidas con tanta belleza que no estaba seguro si era por el trabajo que estaba haciendo o porque la ponía nerviosa. ¿Por qué deseaba estúpidamente que fuera lo último?

Sacudió la cabeza disgustado consigo mismo mientras miraba la pantalla de la computadora. El programa avanzado de mantenimiento de registros que ni el doctor Roberts ni él entendían ya estaba abierto.

—Vi que tienes instalado el sistema VAP. Ya lo conozco: lo usaban en una clínica donde trabajé como voluntaria durante mi primer año en la escuela veterinaria. Pero luego vi que solo guardabas tus registros en archivos de Excel. —Isobel se inclinó y le quitó el ratón a Hunter, haciendo clic en la pestaña de la lista de pacientes—. Así que organicé las columnas para que coincidan con los parámetros de entrada y luego cargué los registros por lotes a la base de datos VAP.

—Oh. —Fue todo lo que Hunter pudo decir. Maldición, olía bien. Como a flores o una mierda de esas. Lo que solo lo hizo aún más consciente de lo mal que debía oler.

Se puso de pie y se alejó varios pasos de la computadora. No podía creer que hubiera hecho todo eso en, ¿qué? ¿Cuatro horas desde la última vez que la había visto?

Parecería un completo idiota si le dijera que el doctor Roberts y él habían dejado de usar el sistema nuevo porque habían asumido que todos los registros de pacientes tendrían que ingresarse individualmente, una tarea que habría llevado semanas. ¿Pero aparentemente lo hizo con unos pocos clics?

Miró a Hunter con los ojos muy abiertos. Como si estuviera esperando que le dijera algo. Cuando no lo hizo, entrecerró los ojos.

—Creo que la frase que estás buscando es: «gracias, Isobel».

Mierda. Hunter se llevó una mano a la nuca. Esta mujer lo tenía sin habla. Por supuesto que sí, fue a una universidad de la Ivy League. Y sí, él había ido a Purdue, pero apenas logró aprobar las clases porque estaba ocupado tratando de trabajar y pagar al mismo tiempo la matrícula que las becas no cubrían.

Pero esta mujer… Era hermosa, inteligente, ingeniosa. Entonces, ¿qué demonios estaba haciendo en este lugar?

—Sabes, lo que no entiendo es por qué mentiste. —La miró fijamente.

Ella retrocedió ante sus palabras.

—¿Qué? No mentí.

—Me dijiste que creciste en un pueblito de Nuevo Hampshire.

—Así es. —Desvió la mirada como si tuviera algo que ocultar—. La mitad del tiempo, por lo menos.

Frunció el ceño.

—¿Tus padres se divorciaron?

—No —dijo velozmente, luego hizo una pausa antes de agregar con un poco de pena—: Teníamos una casa de verano allí.

Puta. Mierda.

Hermosa, inteligente y rica. Esta mujer probablemente era aún más presumida que Janine.

Janine, la chica vibrante que había conocido en la universidad, que estaba tan decidida a rebelarse de sus raíces ricas de la costa este al salir y luego casarse con un pobre campesino de Tierra de Nadie, Wyoming.

Por supuesto, la visión romántica de estar con un hombre de clase trabajadora pronto desapareció una vez que vivió la realidad de estar casada con un veterinario de un pueblo que acababa de abrir su consultorio. Casi desde el momento en que descargaron el camión de la mudanza, ella odio el lugar.

No soportaba a la gente. Los alimentos. La falta de cultura. Cómo nunca había nada emocionante que hacer o lugares a donde ir. Hunter había reducido sus horas lo más que podía, había buscado lugares especiales para hacer picnics y había ahorrado cada centavo para que pudieran pasar los fines de semana en la ciudad más grande que estaba cerca, Cheyenne. Hizo todo lo posible para devolverle algo de la vida a la que estaba acostumbrada.

Pero incluso Cheyenne era terriblemente provincial para el paladar sofisticado de Janine. No importaba cuánto Hunter intentara compensarla por traerla y complacerla, nunca era suficiente. Él nunca era suficiente.

—Mira —le informó Isobel—, no importa de dónde vengo. No le tengo miedo al trabajo duro. —Alzó la barbilla.

Aun así, todo lo que Hunter vio fue otra citadina rica, que buscaba venir a trabajar al campo por diversión. Pero no se vería involucrado en otro desastre de esos.

—Creo que te faltó limpiar un poco allá. —Hizo un gesto hacia la pared detrás de ella.

Se le encendieron los ojos y no dudaba que tuviera ganas de arrojarle el cubo lleno de agua sucia en la cabeza. Hunter tuvo que alejarse porque, por todos los cielos, era aún más atractiva cuando estaba enojada.

Debería haberse negado cuando Mel le propuso que Isobel trabajará para él. Pero ¿cómo se suponía que iba a rechazar la propuesta de Mel? ¿Especialmente cuando estaba embarazada?

Además, el doctor Roberts y él realmente necesitaban la ayuda. El doctor Roberts acababa de cumplir setenta y ya tenía un par de años sin hacer visitas domiciliarias a las granjas. Solo iba a la clínica tres días a la semana y Hunter sabía que quería retirarse. Después de Janine… bueno, bastaba decir que Hunter había estado feliz de perderse en el trabajo el año pasado. Pero incluso él tenía sus límites. Aun así, ¿por qué no podría haber sido cualquier otra persona aparte de ella?

—¿Entonces de verdad no vamos a hablar de anoche? —le preguntó mientras estaba a punto de llegar al pasillo.

Hizo una pausa y cerró los ojos. ¿Por qué seguía sacando el tema? Empezó a recordar cómo era tenerla debajo de él. Sus jadeos receptivos cuando le lamió el coño profundamente. La sensación de sus senos perfectos y pezones endurecidos entre sus dedos y pulgar. La forma en que se le aferró a los hombros cuando finalmente embistió…

—No —dijo sin voltearse. Luego caminó rápidamente por el pasillo antes de que hiciese algo realmente estúpido como darse la vuelta, besarla hasta la inconsciencia y rogarle que repitieran la noche anterior.

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