Hunter

Hunter


Capítulo 8

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Capítulo 8

ISOBEL

Qué descaro el de ese tipo. Isobel tiró la esponja en el cubo después de vaciar el agua sucia y jabonosa en el baño de la clínica.

Había trabajado toda la puta tarde. Primero, tuvo que descubrir de qué forma empezar a arreglar el completo desastre que tenía en el sistema de mantenimiento de registros; en serio, no podía creer que una clínica veterinaria moderna pudiera tener un método tan arcaico de mantenimiento de registros. ¡Usar una hoja de cálculo básica de Excel en lugar de un programa de base de datos no era muy diferente a simplemente registrar todo en papel! Tuvo que investigar cómo formatear los registros para importarlos. Le tomó dos horas y varios intentos fallidos para resolverlo todo.

Y luego había asumido la tarea hercúlea de limpiar ese vestíbulo que olía como si no lo hubieran lavado bien en meses.

¿Pero podía el señor Todopoderoso reconocerle eso?

«Creo que te faltó limpiar un poco».

Pasó todo el camino de regreso a casa enfurecida.

El buen hombre que había conocido la noche anterior definitivamente fue todo un espejismo.

Se secó la frente sudorosa con el antebrazo y luego arrugó la nariz cuando se vio en el espejito de la visera.

«O tal vez solo te miró bien a la luz del día».

Porque, Dios, sí que se veía como un desastre.

Espejito, espejito, dime una cosa: ¿quién es entre todas la más horrorosa?

Se le salía el cabello de la cola de caballo por todos lados, excepto en la parte delantera, donde el sudor le había pegado mechoncitos en la frente.

Se detuvo frente a la casa de la granja y se estacionó. Giró el espejo para verse mejor.

Joder. Con razón Hunter tenía «tantas ganas» de hablar de la noche anterior. Ugh.

Subió la visera con rabia y cerró los ojos. Nunca había tenido una buena relación con los espejos y sabía que no debía estarse mirando.

—Basta ya. —Apretó los dientes, luego agarró la cartera y se dirigió a la casa.

Deseaba con muchas ganas tomar un baño largo y algo de tiempo para desestresarse, pero lo primero que oyó después de entrar por la puerta fue que gritaban su nombre.

—¡Isobel!

Sorprendida, miró hacia la extensa sala y vio que uno de los gemelos venía trotando hacia ella. Era el de las rastas. ¿Cómo era que se llamaba?

—Llegas justo a tiempo para la cena.

—Oh. —Echó un vistazo y notó el pastel de carne y el puré de papas amontonados en los platos de todos—. Está bien, no tengo…

—Soy Reece —le indicó, señalándose a sí mismo—. No sé si te pasa, pero siempre me confundo con los nombres de las personas cuando recién los conozco. —Le sonrió con amabilidad—. Vamos, así puedes conocer a todos bien. —Le puso una mano en la parte superior de la espalda y comenzó a dirigirla hasta la mesa donde estaban todos sentados.

Estaba siendo amable y no quería parecer una perra, huyendo a su habitación en la primera noche. Respiró hondo y se colocó una sonrisa en el rostro. A pesar de que tenía ganas de escabullirse y esconderse detrás de las cortinas por la forma en que todos los ojos de la sala estaban centrados en ella.

Liam estaba sentado al lado del gemelo de Reece, Jeremiah. La miró de pies a cabeza sin disimular y luego le sonrió descaradamente. Trató de no hacer una mueca cuando recordó que se veía hecha mierda. Mack la miró por encima del hombro y luego siguió comiendo mientras Nicholas le hacía un gesto de bienvenida con la cabeza.

—Mel y Xavier ya se han ido a dormir —explicó Reece—. Suelo acostar a los niños antes de la cena. Al jefe le gusta tener a la esposa para él solo por las noches.

—Y pensar que necesitan tomarse un descanso de nuestra fabulosa y magnánima compañía. —Liam negó con la cabeza.

—Hola a todos otra vez. —Isobel hizo un gesto corto e incómodo con la mano.

Reece la instó hacia la mesa lateral donde la comida humeaba sobre calientaplatos.

—¿Qué te provoca? Tenemos pastel de carne esta noche. Judías verdes, junto con una mezcla de verduras a la derecha. Puré de papas y salsa. Panecillos. ¿Un poco de todo?

Isobel abrió los ojos como platos cuando lo asimiló todo.

Calorías.

Grasas.

CARBOHIDRATOS.

—Eh… —Tragó grueso, llevando la vista de la comida a las demás personas que todavía la miraban—. No, gracias —repitió—. Está bien. Yo solo…

—Que no te dé pena —rio Reece—. Hay suficiente para todos. —Luego comenzó a apilar comida en su plato.

Tosió con dificultad, pero Reece siguió añadiendo comida hasta que Jeremiah se levantó de un salto de la mesa.

—Ya basta. —Le quitó el plato a su gemelo—. Perdón por el entusiasmo de mi hermano —se disculpó con Isobel, ofreciéndole una cálida sonrisa con hoyuelos idénticos a los de Reece. Aparte del pelo y la forma de vestir, lucían exactamente iguales—. Cree que hospitalidad es igual a alimentar a las personas. Es una cosa sureña.

Isobel no pudo evitar sonreírle agradecida a Jeremiah mientras él volvía a colocar la mitad de lo que Reece le había puesto en el plato en las bandejas.

Nicholas levantó la vista de su comida.

—Texas casi no cuenta como el sur.

—Sí, sí —dijo Reece, agitando una mano.

—Quisiera más vegetales —dijo, cuando Jeremiah los alcanzó.

—¿Eres vegetariana? —Reece hizo una mueca—. Lo siento, debí haberte preguntado.

—No, no. Yo solo… —No sabía qué decir—. Ya sabes, vine manejando hasta acá. He estado comiendo mucha comida chatarra. Sería un buen cambio comer más vegetales.

Dios, eso no sonó demasiado raro, ¿verdad? Tal vez hubiera sido más fácil decir que era vegetariana. Pero luego tendría que mantener esa fachada y le gustaba la carne. Pero no mucho y solo cuando estaba cocida. Ya se había dejado llevar esta semana con la hamburguesa de la noche anterior.

Al menos no se le mostraban los pensamientos neuróticos que tenía en el rostro, o en caso de que sí, los chicos no le ponían mucha importancia para notarlo. Jeremiah le devolvió el plato y luego Reece le echó un brazo por los hombros y la apartó de Jeremiah. Le dirigió una sonrisa amistosa, mostrando sus hoyuelos.

—Esto te va a encantar. Nick cocinó y la comida siempre es la mejor cuando es su turno.

—Porque crecí en el sur de verdad y hacemos la comida bien —expuso Nicholas.

—Deja de acaparar a la hermosa mujer para ti solo. —Liam se levantó de un salto y retiró el brazo de Reece de los hombros de Isobel. Le tomó la mano y le plantó un beso en la punta de los dedos—. ¿Podrías por favor hacerme el honor de sentarte a mi lado?

—Oh, um… —Miró a todos los chicos. Luego se encogió de hombros—. ¿Sí?

—Excelente. Déjame ayudarte con esto. —Liam tomó el plato con una mano y enganchó el brazo con el de ella. La llevó hacia la mesa y luego le hizo un gesto a Jeremiah con la mano—. Quita tus libros del camino, idiota. —Liam apartó un par de libros de texto que estaban abiertos al lado del plato de Jeremiah.

—Oh, puedo simplemente sentarme… —Isobel comenzó a hacer un ademán hacia la silla vacía al final de la mesa, pero Liam y Jeremiah negaron con la cabeza.

—No hay problema.

—No te preocupes por eso.

Jeremiah movió su plato junto con sus libros y se sentó. Isobel les echó un vistazo a los libros. Uno decía Estadísticas y el otro Europa en el siglo XX.

—¿Un poco de lectura ligera? —Isobel alzó las cejas.

—Mi hermano mayor es un chico universitario —dijo Reece, tomando asiento frente a ellos, entre Mack y Nicholas.

—Oh, ¿hay una universidad por aquí? —preguntó, un poco sorprendida. No había visto nada más que matorrales y colinas sin fin durante la última hora de su viaje el día anterior—. ¿O tienes que viajar?

—Estoy tomando clases en línea de la U de W —dijo Jeremiah. Luego aclaró—: La Universidad de Wyoming.

—Oh, genial. He tomado un par de clases en línea en el pasado. —Se había adelantado tanto en su programa de estudios avanzados de Cornell que no había podido tomar muchas; la mayoría de los cursos de nivel superior involucraban laboratorios de un tipo u otro, pero había tomado un par de clases de biología en línea durante el pregrado.

Estaba a punto de sentarse, pero luego dudó, pensando en la tarde que había pasado sudando mientras fregaba el área de recepción de la clínica.

—Debería ir a tomar una ducha rápida al menos. Solo me tomará diez minutos y luego…

Todos en la mesa se rieron.

—No seas tonta —Liam le puso una mano sobre el antebrazo a Isobel para detenerla—. Si todos nos ducháramos antes de la cena, no comeríamos hasta las diez de la noche.

—Liam en particular debe apestar increíble ya que hoy estuvo rastrillando los compostadores. —Mack sonrió y cruzó los brazos detrás de la cabeza, flexionando los bíceps tatuados.

—Ya van a empezar —murmuró Jeremiah en voz baja, volviendo la mirada a su libro de texto de estadísticas abierto. Pasó un dedo por la página como si estuviera buscando donde se había quedado.

—¿Y tú hueles mucho mejor después de una tarde limpiando los compartimentos? —preguntó Liam—. ¿De dónde crees que viene el compost, muchachito?

—Hombre, que estamos tratando de comer —objetó Nicholas.

—Es verdad, es verdad —desistió Liam—. Felicitaciones al chef, no quise faltarle al respeto. —Liam se quitó un sombrero invisible hacia Nicholas y luego inclinó el cuerpo hacia Isobel—. Entonces, ¿cómo fue tu primer día trabajando para nuestro ilustre veterinario? ¿Y cómo es que terminas oliendo a limón fresco? Pensé que ser veterinario significaba pasar todo el día con el brazo metido hasta la axila en el culo de una vaca.

Nicholas hizo retumbar los cubiertos de la mesa al golpear los suyos con ella, pero Isobel solo sacudió la cabeza con una sonrisa burlona en el rostro. Nadie podía decir que este grupo no tenía personalidad.

Ella levantó las manos.

—No tuve encuentros cercanos y personales con bovinos hoy. Pero quién sabe qué me esperará mañana.

En cambio, compartió un poco sobre lo que había estado haciendo, ayudando con las vacunas y actualizando los registros informáticos de la clínica. Todos parecían estar interesados en lo que estaba diciendo y mientras hablaba, no tenía que preocuparse por lo que había en su plato, así que también les contó un poco de su viaje por carretera cuando Reece le preguntó al respecto. Honestamente, estaba sorprendida de lo cómoda que se sentía con todos ellos.

—Joder, ¿no puedes tomarte una noche libre de estudios incluso cuando tienes esta visión de perfección femenina ante ti? —Liam preguntó de repente, estirando el brazo por encima del plato de Isobel para agarrar el libro de texto de Jeremiah.

—Oye —replicó Jeremiah, alcanzando el libro—. Tengo un examen el próximo lunes. Necesito estudiar.

Liam puso los ojos en blanco.

—Para eso está la noche del domingo. Es viernes, por amor a Cristo. Relájate un poco.

Jeremiah se levantó de su asiento e intentó recuperar el libro de texto, pero Liam se lo quitó de las manos antes de que pudiera cerrar los dedos.

—Joder, ¿es que no puedes pasar un día sin ser un privilegiado hijo de puta? —preguntó Mack desde el otro lado de la mesa—. No todos tenemos un papá que nos rescate si reprobamos un curso.

Liam ignoró a Mack y le sonrió magnánimamente a Jeremiah.

—Pero por suerte, me tienes a mí y estaría encantado de despilfarrar dinero para tu educación en cualquier momento. Solo me lo tienes que decir.

Jeremiah miró a Liam con la mandíbula tensa. Vaya, Isobel notó que decir eso no fue muy bueno.

—No aceptamos caridad. —Jeremiah le quitó el libro a Liam de un jalón.

—Malditos niños ricos —murmuró Mack para sí mismo, limpiando un poco de salsa de su plato con un panecillo y metiéndose el resto en la boca.

Liam entrecerró los ojos hacia Mack.

—Te ensuciaste. —Liam hizo un gesto hacia su ceja—. Justo ahí.

Cuando Mack levantó la mano para tocarse la ceja, Liam lanzó el resto del panecillo que se estaba comiendo directamente a la frente de Mack, golpeándolo justo entre los ojos.

Mack se puso de pie, echando la silla hacia atrás.

—Será mejor que te cuides, niño lindo. Odiaría tener que reacomodarte la cara.

—Calma, calma —dijo Reece, levantándose y poniendo una mano en el pecho de Mack—. Solo estaba bromeando. No quiso decir nada con eso.

Mack se apartó la mano de Reece del pecho, pero este simplemente la volvió a levantar, aunque esta vez sin tocar el pecho de Mack.

Mack fulminó a Liam con la mirada, quien se la devolvió con una sonrisa como si no pudiera divertirse más con el comportamiento de Mack.

—Vamos, chicos… —Reece miró de un lado a otro entre Liam y Mack—. ¿Es esta la forma en que le daremos la bienvenida a una recién llegada a la granja? La pobre Isobel va a pensar que somos un grupo de bárbaros. Mira, ya le están quitando el apetito. —Señaló su plato, del cual apenas había tocado la comida.

Maldición, ¿por qué tenía que ser tan observador? Se metió un bocado de calabaza y calabacín en la boca. Incluso se las arregló para no torcer la cara cuando se dio cuenta de que las verduras no eran al vapor, sino que las habían cocinado con algo que sabía a mantequilla.

Mack dejó su propio plato casi vacío en la mesa y se fue como un rayo hacia las escaleras.

—¿Qué le picó? —preguntó Liam.

Jeremiah se inclinó por detrás de Isobel para darle un golpe a Liam en la parte posterior de la cabeza.

Reece volvió a sentarse a la mesa y miró a Isobel apenado.

—Disculpa el espectáculo. Te juro que no todos somos así. Por lo general, nos llevamos muy bien.

—Mi amigo Reece es una de esas personas a las que llaman «optimistas» —señaló Liam, negando con la cabeza y apuñalando con el tenedor en la dirección en la que Mack fue—. Me llevaré bien con ese malnacido el día que se congele el infierno.

—Entonces, Isobel —interrumpió Reece alegremente, obviamente tratando de encubrir los malos modales del resto de sus compañeros de mesa—. ¿Dijiste que manejaste hasta aquí desde Nueva York?

Isobel asintió, apretando un gran trozo de coliflor contra el plato para tratar de escurrir la mantequilla que tenía adentro.

—¿De qué parte? —preguntó Reece.

Bajó el tenedor y se rindió con la coliflor. Era como una pequeña esponja. Probablemente había media cucharada de mantequilla en ese bocado.

—Vivo en la ciudad. Pero voy a la universidad al norte del estado, en Ithica.

—Entonces, ¿qué te trae por estos lares? —preguntó Jeremiah. Había cerrado sus libros, aparentemente dejando el estudio de lado después de todo.

Mierda. Debería haber anticipado esta pregunta. ¿Por qué no había pensado en una buena respuesta? Tragó saliva mientras trataba de pensar en algo que decir. Dios, tenía la garganta seca. Sonrió y levantó un dedo mientras alcanzaba la jarra de agua en el centro de la mesa y se sirvió un vaso. Después de tomar un largo sorbo, todavía no había pensado bien en qué decir.

—Eh, solo quería… cambiar un poco de ritmo. ¿Y qué hay de ustedes dos? —Hizo un gesto hacia Jeremiah y Reece. En caso de emergencias, desvía la conversación—. ¿De dónde son? Crecieron en Texas, ¿no? ¿Cómo terminaron aquí?

—Oh, solo estuvimos en Texas por un año. Hemos estado en todas partes. —Reece se reclinó en la silla—. La pregunta es: ¿quieres la historia larga o la corta?

—Oh no, aquí vamos —murmuró Liam—. No lo provoques, cariño. —Liam se inclinó hacia ella, tocando su hombro con el de Isobel—. Si a alguien le gusta contar historias, es a este.

Isobel sonrió.

—Vale, ¿qué tal algo entre la versión larga y corta?

—Bueno, tendría que comenzar desde el principio, cuando Jeremiah y yo teníamos solo ocho años y nuestra madre decidió que quería unirse al circo.

Jeremiah sacudió la cabeza, pero Reece lo ignoró. Isobel mordisqueaba un pedazo de apio mientras escuchaba.

—Mamá decide que quiere unirse al circo. Dijo que era muy buena gimnasta cuando era más joven y que está segura de que podrá conseguir un trabajo. ¡Es algo que siempre ha soñado hacer y carpe diem! ¡Aprovecha el momento! —Reece llevó un puño al aire, su rostro entusiasta y lleno de diversión.

»Entonces nos mete a Jeremiah y a mí en el auto y conducimos toda la noche y luego todo el día siguiente. Llegamos a una feria justo al anochecer. Nunca había visto algo así. Instalaron una noria gigante, toda cubierta de luces. —Reece gesticulaba con las manos, su rostro emocionado—. Había un hombre en zancos haciendo malabarismos, personas que vendían manzanas confitadas, algodón de azúcar, palomitas de maíz y perros calientes. O sea, para un niño pequeño, esto era el cielo en la Tierra.

»Mamá nos dio veinte dólares y Jeremiah y yo pasamos toda la noche montando cada atracción y llenándonos tanto de pastel de masa frita que terminé vomitando después de subirme al remolino chino. —Sonrió con nostalgia—. Dios, fue la mejor noche de mi vida en ese momento.

El entusiasmo de Reece era contagioso e Isobel no pudo evitar sonreír.

—Y, ¿qué pasó entonces? ¿Tu madre consiguió trabajo en el circo?

—¿Qué? Por Dios, no. —Reece soltó una carcajada—. Mamá estaba chiflada. Completamente loca. Tuvo suerte de que alguien la atrapara antes de que saltara del trapecio. Llamaron a la policía. No lo supimos hasta que cerraron la feria por la noche y fuimos a buscarla. —Negó con la cabeza, todavía riéndose.

Isobel solo lo miró con la boca abierta.

—Lo siento mucho —Finalmente logró decir—. Eso es horrible.

Reece agitó una mano como si no fuera nada.

—Fue genial. Luego nos fuimos a vivir con nuestra abuela Ruth.

—¿Entonces ella los crio?

—Oh, no. —Reece carcajeó de nuevo, como si la idea fuera absurda—. La abuela Ruth era una alcohólica frenética. No, solo vivimos con ella durante unos seis meses antes de que nos llevaran a un hogar de acogida.

—Oh. —Isobel tomó otro largo sorbo de agua.

—Ahora, aquí es donde la historia realmente se pone interesante. Jeremiah y yo pudimos ver toda clase de formas de vida en los años siguientes. Nunca he conocido a nadie que haya tenido una infancia más colorida que nosotros.

Jeremiah dejó escapar un fuerte resoplido.

—Si lo quieres poner así —murmuró.

Reece lo ignoró.

—Digo, la cantidad de religiones que presenciamos personalmente fue increíble. De verdad que no puedes conocer una religión simplemente visitando una iglesia o un templo el domingo, ¿sabes? Pero poder ver a una familia viviendo su fe… —Dejó escapar un silbido bajo—, esa sí que es la hora de la verdad.

—Ajá… —dijo Isobel, alargando la palabra.

—Te cuento, primero vivimos con una familia baptista que era realmente estricta. Estricta es la palabra clave. —Reece negó con la cabeza y se estremeció un poco. Considerando cómo describía a su madre loca y abuela alcohólica con tanto cariño, Isobel odiaba pensar en lo que podía hacer temblar a este tipo.

Se alegró al segundo siguiente.

—Pero luego vinieron los unitarios y, después de ellos, una familia que no era religiosa en absoluto. Pero luego nos quedamos con los Hauser, que eran budistas. Eran unos hippies viejos que nos enseñaron cómo meditar y todo eso. Eran almas muy abiertas.

—Qué lástima lo del negocio de marihuana que hizo que arrestaran al señor Hauser en nuestro tercer año de secundaria —interrumpió Jeremiah. Parecía menos entretenido, pero Reece solo asintió sabiamente.

—Sí que lo fue.

—Entonces, ¿qué hicieron? —Isobel comió más de las verduras e incluso un poco de pastel de carne, tan interesada en la extraña historia de Reece que, por una vez, dejó de obsesionarse con las calorías que entraban por su boca.

Reece se encogió de hombros.

—Jeremiah y yo nos resignamos a que nos tocaba vivir por nuestra cuenta a partir de entonces. Tomábamos trabajos ocasionales. Estábamos en San Francisco en ese momento y es bastante bueno si te interesa el estilo alternativo de vivir al aire libre y esas cosas.

¿Vivir al aire…? ¿Se refería a… vivir en las calles?

Sin embargo, siguió adelante antes de que Isobel pudiera preguntar.

—Se tornó aburrido después de un tiempo, así que nos dirigimos al este haciendo trabajos diferentes que incluían alojamiento y comida. Fue entonces que llegamos a Texas. Trabajamos en una granja allí durante aproximadamente un año, pero luego… —Le echó un vistazo rápido a su hermano y, por primera vez en su desastrosa historia, se le ensombrecieron los ojos en lo más mínimo—, quisimos un cambio de aires. —Sonaba como la respuesta vaga que Isobel había dado sobre por qué había venido aquí. Mmm.

Pero entonces Reece sonrió de nuevo.

—Jeremiah vio el aviso en línea para este lugar y nos subimos al primer autobús que se dirigía al norte. Y aquí estamos. —Extendió los brazos.

—Y aquí estamos —repitió Isobel. Miró su plato, sorprendida al descubrir que había comido casi la mitad de su comida. Estaba llena, pero no demasiado y no se sentía culpable o como que se había dado un atracón. Se sentía… pues, normal. Miró alrededor de la mesa—. Estoy muy feliz de estar aquí. Es genial conocerlos a todos.

—Esperaba que pudieran escuchar la sinceridad en su voz.

Había venido buscando un escape y, si leía entre líneas, sonaba como si no fuera la única. No conocía la historia de nadie más aparte de los gemelos, pero Liam obviamente era rico y no de por aquí, entonces, ¿qué podría haberlo tentado a vivir en medio de la nada en Wyoming? Luego estaba Mack, tatuado de pies a cabeza. No se veía exactamente como si una granja rural fuera su hábitat natural. Incluso Nicholas: ¿por qué había dejado su hogar en el sur que parecía haber amado tanto para venir aquí?

Tal vez nunca sabría por qué estaban todos ahí. Pero en esta noche en particular se había sentido más en casa con ellos que en el último año viviendo con su supuesta familia. Se suponía que este lugar era solo un refugio para los caballos, pero parecía que también aceptaban extraviados del tipo humano.

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