Hunter

Hunter


Capítulo 19

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Capítulo 19

ISOBEL

Una semana y media después, Isobel seguía haciendo la mayor parte del trabajo pesado durante las visitas a las granjas, pero Hunter igual la acompañaba a la mayoría de ellas en caso de situaciones problemáticas. Aquel primer día fue el peor, mayormente porque Hunter insistió en acompañarla a pesar de que podía verle en la cara lo mucho que le dolía dar cada paso.

Se veía tan pálido que creyó que se desmayaría en la quinta granja en la que se habían detenido. Lo llevó a casa justo después de eso y se fue sola a atender las últimas dos llamadas de rutina.

Y lo hizo. De forma increíble. Resultaba que había una cosa en la vida para la que no era inútil después de todo. En tu cara, Catrina.

Si tan solo supiera qué hacer con Hunter.

Esa noche entre ellos en el hotel había sido… bueno, diría inolvidable, pero aparentemente Hunter lo había olvidado por completo.

No era justo. Lo habían drogado hasta la médula. Pero esa no fue la peor parte.

Mientras sucedía, ¿había sido con ella con quien estaba teniendo sexo, o con su ex? Esa era la pregunta que la atormentaba. Había estado muy segura esa noche de que había estado pensando en su ex. Pero en la repetición interminable de esa noche, recordando cómo la había mirado a los ojos y lo consciente que parecía estar…

Por otra parte, él no podía recordar un maldito momento de todo eso, así que, ¿qué tan consciente pudo haber estado realmente?

Ugh, se iba a volver loca. Había estado susceptible toda la semana por eso. Había escuchado a Liam susurrar que seguro tenía el período. El no haber cruzado la habitación para darle un golpetazo en la cabeza era un testimonio de su nuevo autocontrol.

Sin embargo, si alguien estaba recibiendo la peor parte de su mal humor, era Hunter. Pero, ¿cómo podía mirarlo y no escuchar sus palabras en lo más profundo de su mente? «Te amo, bebé». Lo que pudo o no haberlo dirigido a ella.

Sacudió la cabeza mientras se acercaba a la próxima vaca en el campo. Tenía un trabajo realmente emocionante hoy. Pruebas de tuberculosis bovina. ¡Viva! No había habido un solo caso de tuberculosis en Wyoming durante más de veinte años.

Isobel le estaba levantando la falda, es decir, la cola, a la segunda vaca para colocar la inyección cuando escuchó gritos desde el otro lado de la cerca.

Hunter agitaba los brazos hacia ella y le gritaba algo, pero no podía distinguir qué. La forma más rápida de ingresar al campo era escalando la cerca de madera, por lo que Hunter se había mantenido al margen ya que todavía estaba bastante rígido.

—¿Qué? —le gritó, alejándose unos pasos de la vaca—. ¡No puedo escucharte!

Usó las manos para hacer un pequeño altavoz alrededor de su boca y gritó una y otra vez. ¿Algo por la «T»?

—¿Torno?

Un movimiento desde la izquierda le llamó la atención y se le detuvo el corazón cuando finalmente entendió exactamente por qué Hunter estaba gritando.

«Toro».

El cual se dirigía directamente a ella. Era enorme. Tenía hombros enormes y una joroba gigante en la espalda. Mierda.

—¡Corre! —gritó Hunter.

Isobel no necesitaba que se lo dijera dos veces. Comenzó a correr hacia la cerca.

Sin embargo, el toro ya estaba a mitad del campo y su segundo de vacilación le había costado. Parecía estar acercándose más y ella redobló sus esfuerzos. Pero el terreno era irregular y, si se tropezaba o caía, la pisotearía.

Observaba el suelo tratando de evitar cualquier terrón o caída en el campo. Miró por encima del hombro y el toro estaba demasiado cerca. Mierda. No podía atraparla.

La gente corría a los toros todo el tiempo en España. Entonces el humano podía escapar de ellos. ¿Verdad?

¿Verdad?

Miró hacia adelante. Se aproximaba más a la cerca. Estaba a unos seis metros.

El toro bramó detrás de ella.

Tres metros.

Hunter se había subido a la cerca y tenía los brazos extendidos.

—¡Corre! —seguía gritando, con el rostro cubierto de terror—. Corre.

Los sonidos del toro mugiente estaban más cerca que nunca de ella, pero no se atrevió a arriesgarse a perder el impulso mirando hacia atrás. Cuando se acercó a la cerca, saltó, alcanzando los brazos de Hunter incluso cuando este se estiró sobre la cerca hacia ella.

La atrapó y la subió por encima de la valla. El impulso siguió moviéndolos y lo siguiente que supo fue que estaba volando hacia el suelo. Aterrizó sobre su espalda y Hunter se derrumbó sobre ella, su pecho contra el de ella. Apenas logró no aplastarla al apoyarse con las manos en la hierba que estaba a su lado.

Isobel parpadeó y jadeó, sin aliento.

—¿Estás bien? —preguntó Hunter, sus ojos mirándole el rostro frenéticamente. Luego se apartó y la agarró por las mejillas—. Isobel, concéntrate en mi dedo.

Levantó el dedo índice y lo agitó de un lado a otro frente a su cara. Ella siguió su dedo con los ojos, sintiéndose ridícula. Le habría dicho lo ridículo que era si tuviera el aliento para hablar.

En cambio, simplemente dejó caer la cabeza contra la hierba mientras Hunter le exigía:

—Dime si te duele —mientras le tocaba un brazo y luego el otro, para después pasarle las manos por las piernas.

Cuando comenzó a subir por el muslo de la segunda pierna, se sentó y le quitó la mano. Respiró hondo y finalmente tomó suficiente aire para decir:

—¿Es normal tener… dos experiencias cercanas a la muerte en dos semanas… en este trabajo? —Cerró los ojos y se concentró en respirar hondo varias veces—. Debería haber leído la letra pequeña.

Sonrió y extendió una mano para que Hunter la ayudara a levantarse, pero él no se estaba riendo de su broma. No, estaba furioso.

—¿Qué demonios estabas pensando?

—¿Disculpa? —preguntó ofendida.

—Estuve agitando los brazos y gritándote durante treinta segundos antes de que empezaras a correr. ¿Qué demonios crees que significa…? —Agitó los brazos con un movimiento exagerado que seguramente le estaba tirando de los puntos en la espalda.

¿De verdad le estaba diciendo que era su culpa que casi fuera pisoteada por un toro?

—¿Me estás culpando por eso?

—Nunca entras a una situación en la que no conoces las variables. Lo primero que preguntas cuando tratas con vacas es si hay machos sin castrar por ahí.

—¡Bueno, no te vi preguntando! —le gritó, finalmente poniéndose de pie por su cuenta.

Hunter dio un paso adelante como si fuera a gritar algo más, pero no se le ocurrió nada que decir.

En cambio, giró sobre sus talones y se fue dando pisotones hacia el vehículo de cuatro ruedas que habían usado para llegar al campo.

Bueno, él no era el único que tenía permitido enojarse y actuar como un niño de preescolar. Se acercó al vehículo de cuatro ruedas y se sentó delante de Hunter. Se sintió más que un poco de satisfecha cuando le tuvo que rodear la cintura con los brazos para no caerse.

Si bien había sido muy cautelosa de camino hacia el pasto para no ir demasiado rápido por la espalda de Hunter, ahora no tenía tales reparos. La aceleró hasta el fondo a lo largo del camino de tierra desigual hasta la casa de la granja.

Hunter la sujetó con más fuerza reflexivamente y, por alguna estúpida razón, eso la hizo sonreír. Era agradable estar en el asiento del conductor por una vez en lo que respectaba a Hunter. Él siempre le descontrolaba las emociones.

Sin embargo, tan pronto como volvieron a la casa, Hunter saltó del vehículo de cuatro ruedas y se fue dando pisotones a la puerta. La golpeó tan fuerte que casi le saca las bisagras antes de que saliera el dueño.

Hunter inmediatamente se descargó con él por no advertirles sobre el toro.

El dueño hizo un comentario de que el toro nunca había lastimado a nadie y que era dócil.

Isobel no pudo evitar arquear la ceja ante eso y Hunter pegó el grito al cielo.

—Bueno, será mejor que su toro dócil y usted busquen otro veterinario porque me niego a trabajar para alguien que pone en peligro la vida de mi personal.

Hunter sacó el cheque que el hombre le había escrito antes y lo rompió por la mitad antes de arrojarlo al aire. Revoloteó en el suelo cuando se volvió y se alejó de la granja.

Isobel volvió a alzar las cejas hacia el granjero porque, bueno, ¿qué más podía decir después de eso? Se apresuró a seguir a Hunter de regreso a la camioneta.

Si la forma en que batió la puerta y se puso el cinturón de seguridad dando tirones le decían algo, era que no se había calmado ni un poco.

Viajaba como pasajero ya que su espalda todavía no había sanado lo suficiente como para recostarse sobre el asiento e Isobel intentaba hacerlo descansar entre paradas. No es que ella pensara que estaría descansando mucho en este momento. Se abrochó el cinturón de seguridad y puso la camioneta en reversa, ejecutó un giro de tres puntos en el amplio camino de gravilla y se encaminó a casa.

Había escuchado un dicho antes, de que la tensión era tan gruesa que se podía cortar con un cuchillo. Bueno, pensó que necesitaría una sierra por lo tensas que estaban las cosas en la cabina de la camioneta. Hunter lucía tan rígido que explotaría con la más mínima provocación.

Entonces realmente debería haberlo pensado mejor antes de preguntar:

—¿Era realmente necesario insultar tanto a ese tipo? Es probable que solo fuera un error honesto y se haya olvidado de contarnos sobre el toro.

Tal vez era el demonio dentro de ella que quería provocar al toro a su lado porque inmediatamente estalló.

—¿Error? ¿Llamas a eso un error? ¿Ese imbécil casi te mata y crees que es solo un maldito error?

—Oye, relájate. —Agitó una mano hacia él.

—Pon ambas manos en el volante —espetó.

Oh, no acababa de…

—Sé conducir, muchas gracias. —Criticón. Siempre la criticaba por algo. Y sí, él tenía más tiempo conduciendo el camino de la vida, pero eso no significaba que ella era estúpida—. Y sé cómo cuidarme sola. Vi al toro sin tu ayuda. Tus gritos llamando toda esa atención probablemente fueron lo que lo hizo comenzar a correr más rápido.

—¿Mis... gritos? —Enunció cada palabra y luego inclinó todo el cuerpo hacia ella—. Si no hubiera gritado, habrías tenido la nariz metida en el culo de esa vaca hasta que el toro te pisoteara. De no ser por mí, te hubieras hecho una maldita…

Respiró hondo, pero Isobel ya estaba furiosa.

—¿Qué? —Lo miró iracunda—. ¿Una maldita qué?

—Detente —espetó Hunter.

—¿Qué? —Isobel volvió a mirar el camino y luego a los espejos. Había asfalto vacío por todos lados.

—Dije que te detengas.

—¿Por qué?

—Maldita sea, por una vez, ¿puedes hacer lo que te pido?

—¡Bien! —gritó Isobel, pisando lentamente el freno, y detuvo la camioneta al costado de la carretera. Colocó la palanca en la posición de estacionar y luego fulminó a Hunter con la mirada mientras cruzaba los brazos sobre su pecho—. ¿Por qué nos detuvimos? —exigió.

—Porque no es seguro discutir mientras conduces.

—Vale. —Levantó las manos—. Ahora soy tan incompetente que ni siquiera puedo conducir tu preciosa camioneta, ¿verdad?

—Dejar de poner palabras en mi boca. Eso no es lo que yo…

—¿Sabes qué? —Se giró para mirar hacia el frente—. ¿No quieres que me distraiga mientras conduzco? Entonces, ¿qué tal si simplemente no hablamos en absoluto?

Alcanzó la palanca de cambios para volver a poner el auto en la primera velocidad, pero Hunter la agarró de la mano.

—Maldita sea, mujer.

Giró la cabeza hacia él, lista para matarlo con la mirada. Tendría que pedirle fuerzas a Dios porque si él decía una cosa más sobre su forma de conducir, iba a…

Y entonces Hunter la besó.

La jaló bruscamente hacia sus brazos y su boca le exigió respuesta.

Y, Dios mío, no podía evitar dársela.

—No sabes lo jodidamente aterrorizado que estaba —susurró frenéticamente antes de besarla de nuevo. Luego la empujó contra la puerta del auto y tropezó la bocina de la camioneta con el codo, pero aparentemente no le importó porque no se detuvo.

Estaba equivocado. Pensó en la sangre que le cubría los brazos cuando él se desmayó frente a ella. Sí que podía entender lo asustado que había estado.

Pensar en ese momento y luego tenerlo aquí, cálido, vivo y exigente en sus brazos… De repente, su necesidad de tenerlo la consumía por completo. El sexo le palpitaba con necesidad. Lo necesitaba. Necesitaba que la llenara.

Llevó las manos apresuradas a su cinturón. Un segundo después, estaba sacando su miembro. Estaba caliente y duro en su mano. Lo apretó y él se sacudió en sus dedos.

Maldición, ese inmenso pene suyo. Quería lamerlo, pellizcarlo y provocarlo; pero aún más, lo quería dentro de ella.

—Demonios —maldijo; sus manos estaban igual de frenéticas para bajarle los vaqueros y ropa interior. Levantó el trasero para que pudiera bajárselos por los muslos y quitárselos.

Tan pronto como estuvo libre, Hunter le abrió las piernas y acomodó su miembro frente a su sexo. Ni siquiera dudó un segundo antes de introducirse en ella. No hubo palabras dulces ni preparación. Solo la empaló contra el asiento del automóvil.

Isobel gimió y presionó una mano contra la ventana trasera. Si alguien pasaba por ahí, si alguien los veía… Pero al momento siguiente no le importó porque, Dios mío, se sentía tan bien dentro de ella.

—Más duro —le ordenó ella, empujando la pelvis hacia él tan pronto como retrocedió.

—Bebé… —Fue todo lo que dijo antes de embestir con tanta fuerza que sus testículos golpeteaban contra su sexo.

—Sí —gritó ella—. Más. Fóllame más duro, Hunter, lo necesito. Te necesito tanto. No tienes idea, no tienes idea.

Lo repetía una y otra vez porque él no tenía idea, no sabía lo mucho que ella necesitaba esto. ¿Después de la mierda de suerte que había tenido toda su vida y luego estar a punto de perderlo a él también? Necesitaba que él le hiciera el amor con tanta fuerza que la dejara marcada. Para que se sintiera real. Mientras el estuviese totalmente consciente de quién estaba debajo de él.

Tal vez él sentía un poco de lo que ella sentía. Porque lo siguiente que supo fue que él se retiró y la levantó por la cintura para extenderla debajo de él en el largo asiento.

Sus ojos se veían oscuros y casi salvajes mientras se cernía sobre ella. El señorito veterinario que no rompía un plato y que todos creían conocer había salido del edificio. O de la camioneta, para ser exactos. En cambio, había quedado un hombre que excitaba a Isobel más que ningún otro.

—Voy a tomar cada uno de tus agujeros hasta que sepas a quién perteneces. Eres solo mía.

Sintió que se le dilataron las fosas nasales ante eso. De acuerdo, no podía decidir si eso era lo más erótico o lo más chauvinista que había escuchado, pero que se dejara caer en una posición incómoda en el piso para comenzar a devorarla definitivamente le estaba ganando puntos para el premio del amante más caliente del año. O quizás del siglo.

—Ay, maldición. —No pudo evitar maldecir, soltando la mano y enrollándola en uno de los cinturones de seguridad. Hunter se había aferrado a su clítoris y eso además de ver su cabeza oscura enterrada en su coño…

Ay, sí, ay sí, qué rico. No pares. Nunca pares. Nunca, nunca, nunca…

Dejó caer la mano que no tenía enrollada en los cinturones de seguridad, por encima de su cabeza, y le meneó descaradamente la pelvis sobre la cara cuando alcanzó el clímax. Un pulso de calor, luego dos. Y la sostuvo; esa endemoniada explosión perfecta de todo, el centro de luz y calor y…

Cuando finalmente se dejó caer en el asiento, Hunter se estaba moviendo, luchando en el espacio reducido.

—Maldita sea, me encanta cuando me follas la cara así. ¿Sabes lo loco que me pones? Tengo el pene duro como el puto acero. Siempre tengo que esconder las erecciones cuando estoy cerca de ti. Pero ya no más.

La bajó aún más por el asiento y le levantó la camisa. Luego tiró del sujetador para exponer sus senos.

—Así es —dijo entre dientes—. Me encantan estas hermosas tetitas tuyas.

Se inclinó hacia delante y frotó su pene con el valle de sus senos. Luego le masajeó y presionó los senos hasta que su escote hizo un canal apretado alrededor de su pene.

Empujó hacia adelante y hacia atrás varias veces. Al ver su pene moverse hacia su cara desde entre sus senos, Dios, ¿por qué se sintió tan endemoniadamente excitada? A pesar de que acababa de tener un orgasmo, verlo usar su cuerpo de esa forma para su placer, mierda…

Sacó la lengua para lamer la hendidura de su pene la siguiente vez que embistió a través de sus senos y todo el cuerpo se le sacudió.

—Demonios, necesito tu boca, Bel. Necesito cada centímetro de ti. —Se movió para que su pene estuviera justo en su boca. La agarró y se lo frotó de un lado a otro por los labios, provocándola—. Dime que la quieres. —Su voz era tan baja, áspera y estaba tan llena de lujuria que Isobel juraría que casi tuvo un orgasmo espontáneo en el acto.

En respuesta, ella abrió mucho la boca y lo chupó.

—Maldiciónnnnn —profirió mientras meneaba las caderas hacia adelante, casi como si no pudiera detenerse. A Isobel no le importaba; le encantaba verlo así: desenfrenado, libre de la forma que solo podía estar con ella y completamente real.

Ella tragó con su pene en la boca y él maldijo. Le agarró la cabeza, pero en lugar de usarla para metérselo más profundamente por la garganta, le acarició el pelo.

—Joder, bebé, eso es tan bien. ¿Sabes lo rico que es? Joder, tu garganta es como aspiradora. Solo quiero follarte y follarte y follarte .

Enfatizó cada «follarte» con un empuje de las caderas. La yuxtaposición de su mano gentil en la cabeza y su pene gorda forzando la entrada y salida de su boca, haciéndola babear por todo su pene y sobre sus bolas… Isobel no pudo evitar soltar gemidos necesitados alrededor de su pene. Y cuando lo hizo, eso pareció ponerlo aún más loco.

—Joder, así es, bebé. Déjame saber cuánto amas mi pene gordo. Así es. Diablos, esta es la mejor mamada… Isobel, mierda, voy a… Todavía no… Yo…

Con un gruñido, Hunter se apartó de la boca de Isobel, usando sus hombros para mantenerla quieta porque ella lo perseguía con la lengua. Había estado a punto de explotar y ella quería saborearlo, secarlo y hacerlo rogar a su merced y…

La fulminó con la mirada como si supiera lo que quería hacerle. Pero al segundo siguiente, se inclinó y la besó tan profundamente que ella pudo saborearse a sí misma.

—Maldita zorra —susurró y luego metió y sacó la lengua de su boca, imitando el acto sexual.

Apretó las piernas, pero luego se dio cuenta… espera, eso es estúpido. Tenía al hombre más sensual del universo sobre ella. Extendió la mano hacia su pene e intentó volverlo a poner dentro de ella, pero solo se encontró con una risa oscura.

—Oh, no, no lo harás. —Él apartó sus caderas. Ella dirigió los ojos a los de él, confundida.

—Te dije que te tomaría por todos lados. Ahora. —Apenas tuvo tiempo de entender a lo que se refería antes de que la agarrara y la volteara sobre el asiento del automóvil—. Ponte en cuatro —exigió.

Mierda, de verdad iba a… Inmediatamente le puso las manos en el trasero, masajeando los globos carnosos con las manos.

Ella cerró los ojos con horror. Tenía su culo gigante en la cara. Debía estar asqueado. Debería simplemente darse la vuelta…

Pero cuando ella intentó moverse, dejó caer una mano con todas sus fuerzas sobre su nalga izquierda. La hizo gritar y sobresaltarse en el asiento.

—Maldita sea, me encanta este culo. ¿Sabes cuántas noches he pasado soñando y masturbándome pensando en este culo? —Sintió su cálido aliento contra la piel y luego la mordisqueó y la mordió por todo el trasero. Ella gritó, pero él solo se lo agarró con ambas manos otra vez y gruñó por lo bajo.

—Es todo en lo que he podido pensar después de lo del hotel, y sabiendo cómo se sienten tu dulce boca y tu coño. Tal vez si te hubiera reclamado por completo, dejarías de jugar estos malditos juegos conmigo. —Le azotó el trasero con fuerza otra vez.

—¿El hotel? —Su voz apenas era más que un susurro cuando lo miró por encima del hombro. ¿Eso significaba que él…?—. ¿Recuerdas esa noche?

Se quedó boquiabierto y entrecerró los ojos.

—¿Pensaste que lo había olvidado? —La pregunta era una mezcla de incredulidad y enojo.

—¡No dijiste nada!

—Tú tampoco. —Ella solo lo miró fijamente. Entonces sí lo recordaba Y él… él…—. Me volviste tan loco esa noche. —Le sostuvo la mirada mientras le metía un dedo en el coño y lo movía para presionar su entrada trasera—. Ahora es mi turno.

Él recordaba esa noche. Y sabía que era ella.

Ella.

Había dicho que era hermosa. Que amaba su cuerpo.

Parecía tan obvio ahora con su cuerpo tan caliente sobre el de ella. Eran compatibles. Era lo correcto. Siempre lo fue entre ellos. Entonces, ¿por qué le había resultado tan difícil creerlo? ¿Por qué siempre era tan difícil creer en lo bueno?

Metió un nudillo y luego dos dentro de ella. Se apretó alrededor de ellos y gimió, su sexo también se apretó. Mierda, maldición, era demasiado ardiente. ¿Realmente la iba a tomar por ahí? ¿Encajaría? ¿Le dolería?

Estaba tan embelesada con él, con la locura de todo lo que estaban haciendo, que no le importaba.

Quería que le doliera si eso significaba que lo que él decía era cierto. Si eso significaba que la marcaría como suya. Nunca había pertenecido a ningún lugar. Y él quería que ella le perteneciera. Dios, esa noche en el hotel, había dicho que la amaba…

No. No podía pensar en eso ahora. Todos sus nervios estaban sobrecargados de sensaciones. Entonces, en cambio, trató de apagar su cerebro y confiar en su cuerpo y en lo que quería.

Y lo que quería era…

—Más —gimió, retorciéndose inquieta en el dedo que tenía en el culo—. Más, Hunter. Dijiste que me tomarías. Deja de jugar conmigo y hazlo.

Empujó el pene dentro de su coño otra vez. Ella gritó porque sí, Dios mío, sí. No era exactamente a lo que se refería, pero lo tomaría en todos los lados que pudiera.

Pero luego, al segundo siguiente, se retiró de nuevo. Cubierto con su humedad, le presionó la cabeza del pene contra el ano.

Sus ojos se abrieron de par en par y se le revolvió el estómago, tanto de ansiedad como de emoción, mientras le meneaba el culo. A modo de invitación.

Presionó más, pero no la embistió. Más bien, mantuvo una presión constante hasta que sus músculos cedieron y lo dejaron entrar.

Ella gruñó al sentirlo. Sus manos le acariciaban las caderas.

—Eres tan hermosa, maldición. Bel, eres tan jodidamente hermosa.

Se inclinó y la besó a lo largo de la columna vertebral mientras continuaba entrando. Oh, oh, vaya. Era… Se sentía…

—Bel, me estás dando esto, joder. —Gimió por lo bajo una vez que estuvo completamente dentro de su culo, apretándole la cadera con la mano con la que no se apoyaba en la ventana trasera—. No hay vuelta atrás.

Extendió el brazo sobre su hombro para inclinarle la cabeza hacia atrás y que lo mirara. Y lo que vio en sus ojos fue suficiente para que ella se quedara sin aliento.

—No huyamos más. No juguemos más. —Salió lentamente y se introdujo de nuevo. Lentamente, tan dolorosamente lento—. Eres mía ahora.

Ella se alegró de que la besara porque no sabía qué… ¿Cómo podría…? Lo besó fervientemente, esperando que el beso pudiera comunicar lo que aún no podía formular con palabras.

—Mastúrbate —susurró—. No tengo un buen ángulo y quiero sentirte acabar sobre mi pene mientras lo tengo en tu culo.

Todo el cuerpo se le estremeció de éxtasis ante sus palabras. Él se introdujo y volvió a salir. Extendió el brazo y comenzó a frotarse el clítoris al igual que cuando estaba sola. Pero no estaba sola ahora. Y eso lo hacía mucho más caliente. Dios. Ay, Dios…

—Maldición, me excitas demasiado —susurró Hunter, con el aliento caliente en su cuello—. Métete dos dedos en el coño. Fóllate a ti misma con tus dedos, bebé.

Dejó escapar un gemido torturado mientras lo obedecía. Estaba empapada y sus dedos entraron sin problemas.

La pene de Hunter se sacudió dentro de su culo.

—Ahora tres. Tres dedos. —Tenía la voz ronca. La respiración de Isobel se volvió superficial. Estaba cerca de perder el control. Dios, podía escucharlo. E hizo que su propia necesidad se encendiera como nunca antes.

—Me estoy follando a mí misma —dijo, con la voz aguda y atormentada—. ¿Ahora qué?

—Ay, diablos, bebé. Dime cómo se siente.

—Estoy apretada —jadeó—. Mi coñito está muy apretado. Pero apuesto a que tengo el culo aún más apretado. —La próxima vez que arremetió, ella lo apretó con todas sus fuerzas.

—Bel. Dios mío, Bel. No puedo… Es tan delicioso, maldición. Voy a…

Sus movimientos se volvieron frenéticos. Se salía de golpe y volvía a meterse en su culo. Una y otra vez, la estaba estirando y, Dios, se sentía tan sucia y tan malditamente excitada. Se introdujo más los dedos y se frotó el clítoris con el pulgar.

—¡Joder! ¡Isobel! —Le asió ambas caderas y se empujó tanto dentro de ella, que se le abrieron los ojos de par en par. Y ella se metía y sacaba los dedos y se frotaba el clítoris hasta que… hasta que…

—¡Ohhhhhhhhhh…! —gritó, con los dedos cavando en el asiento mientras el semen de Hunter se esparcía dentro de su culo y ella cabalgaba su propio orgasmo.

Se dejó caer sobre ella, respirando tan fuerte que era como si acabara de correr un maratón. Ambos estaban sudorosos y ella estaba aplastada contra el asiento, pero apenas le importaba.

—Mierda, lo siento, Bel. ¿Te estoy aplastando? —Hunter se retiró. Se movió detrás de ella, pero no tenía la energía para mirar por encima del hombro.

Se sentía débil y saciada y, por vez primera, como si todo estuviera bien en el mundo. Era un sentimiento tan desconocido y maravilloso y no quería que terminara.

Pero unos segundos más tarde, Hunter la estaba ayudando a colocarse los pantalones otra vez. Era incómodo y tuvo que retorcerse y estirar las piernas en ángulos extraños antes de que finalmente lograra ponerlos en su lugar. No podía mirar a Hunter a los ojos. ¿Porque ahora qué? ¿Después de ese sexo increíblemente intenso? ¿Se suponía que debían…?

—Oye. —Hunter habló con seguridad cuando la atrajo hacia el lado del pasajero y la subió a su regazo. Le puso la mano debajo de la barbilla—. Lo dije en serio. No más juegos ni malentendidos o lo que sea que nos haya mantenido separados. Eres mía ahora.

Isobel le apretó la mano con tanta fuerza que esperaba que dejara un moretón. No era el único que podía dejar marcas.

—Y tú eres mío.

No sabía qué significaba eso. Qué tipo de compromiso reclamaba, si es que lo tenían. Tal vez solo quería decir que ella era suya en este momento. Justo aquí, ahora mismo, se poseían por completo. Eso era bastante cierto. En cuanto al futuro…

Pero pensar en el futuro solo le trajo el pasado. ¿Hunter la abrazaría con tanta fuerza si supiera qué tipo de persona era realmente?

Sintió el miedo en la garganta. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que le fallara a él al igual que a todos? Sin huir más, había dicho. Pero eso era lo que ella hacía mejor.

«Esta vez no», susurró internamente. Esta vez no.

Pero cuando Hunter le besó los omóplatos reverentemente en el momento en que se retiró de su trasero, ella se preguntó si alguna vez sería capaz de quedarse y ser la mujer que él creía que era. Pero ella era más sensata. Se desmoronaría de nuevo y él vería lo débil que realmente era. Apenas podía soportar pensarlo.

—Deberíamos irnos —dijo, levantándose de su regazo.

Hunter gruñó algo que sonó como una aprobación, pero al segundo siguiente la había regresado a su regazo y estaba besándola hasta dejarla sin aliento. Los besos borraron todas las preocupaciones de su cabeza.

Cuando la besaba así, por un momento, le hacía creer que todo era posible.

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