Hitchcock

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Cine mudo » 1927. Downhill

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DOWNHILL

(DOWNHILL - 1927)

Producción Gainsborough, Michael Balcon; Inglaterra. Dirección: Alfred Hitchcock. Guión: Eliot Stannard, basado en la obra teatral de David Le Strange, seudónimo de Ivor Novello y Constance Collier. Fotografía: Claude McDonnell. Edición: Ivor Montagu. Intérpretes: Ivor Novello (Roddy Berwick), Ben Webster (doctor Dawson), Robin Irvine (Tim Wakely), Sybil Rhoda (Sybil Wakely), Lilian Braithwaite (lady Berwick), Isabel Jeans (Julia), Ian Hunter (Archie). Duración: 79 minutos. // Rodada en 1927 en los estudios Gainsborough. Estrenada en 1927.

SINOPSIS: Roddy Berwick, un joven noble e ingenuo, asume en un acto de generosidad la culpa de un compañero de escuela proclamando como suyos una serie de robos ejecutados por aquel. Su virtud y su vida inician un total descenso. Viaja a Francia, donde trabaja como bailarín, y se enreda en un lío romántico. Delirante, piensa embarcarse al sur, pero, por error, regresa a Londres, donde todo ha quedado esclarecido. Su posición social se restablece por completo.

Hitchcock nos dice de Downhill: «Fue hecha como una serie de sketches. Era una obra pobre. Lo que sucede es que el autor era Ivor Novello» (quien gozaba con este tipo de papeles). Efectivamente, Novello y Constance Collier, bajo el seudónimo común de David Le Strange, fabricaron una historia calificada por la prensa de aquel tiempo como «evidentemente floja; solo un experto manejando una imaginativa producción podía convertirla en algo interesante». Este juicio fue más o menos generalizado. Empero, Rohmer y Chabrol opinan que les parece «severo e injusto». Obviamente —añaden— esos críticos se habían formado una idea falsa de Hitchcock (no sería la última vez que eso les pasara) y reprochaban al director no confirmar la idea que de él tenían. Como quiera que sea, quienes hemos visto Downhill tiempo después encontramos en ella un buen número de virtudes, y hasta podemos preferirla a El enemigo de las rubias. La acusación anterior es cuando menos curiosa en labios de Rohmer y Chabrol, que más tarde cojearían del mismo pie al descartar rápidamente todas las cintas que no encajaban en su teoría del Hitchcock católico.

Rohmer, Chabrol y Spoto encuentran mucha sustancia en el tema de la cinta. John Russell Taylor la llama «una de las más vivas y gozosas» cintas mudas del autor. Spoto valora «algunos buenos efectos técnicos», entre ellos «algunas “disolvencias empatadas”, una muy buena secuencia onírica y algunos planos de seguimientos con cámara en mano sorprendentemente claros…».

Hitchcock también se muestra satisfecho con las secuencias oníricas y dice que las resolvió por corte directo deseando experimentar, pues «en esos días las alucinaciones siempre se hacían por medio de disolvencias y siempre estaban borrosas». Spoto elogia el «brillante plano subjetivo a un ascensor descendiendo a los bajos fondos de Londres»: «el camino más rápido a todo», como proclama uno de los títulos. Aun así, Hitchcock dice de ese plano que «no lo haría hoy», e inmediatamente pasa a describir lo que Truffaut llama «una muy buena escena en un cabaré de París»:

Sí, ahí experimenté un poco, mostré a una mujer seduciendo a un hombre más joven. Ella es una dama de cierta edad, pero bastante elegante, y él la encuentra atractiva hasta el amanecer. Entonces abre la ventana y el sol entra iluminando la cara de la mujer. En ese momento ella se ve horrible. Y a través de la ventana se muestra gente que pasa cargando un ataúd.

Puede ser que detalles como el anterior hayan entusiasmado a Rohmer y Chabrol lo suficiente como para proclamar, hablando de ese filme, que «Hitchcock es un destacado pintor de la depravación». Spoto destaca otro aspecto: «El paso del joven inocente por el mundo del teatro, el “mundo del hacer creer”, y más tarde la entrada del joven al “mundo de las ilusiones perdidas”, ambos títulos referidos al viaje interior del joven. Ese viaje es, con mucho, más interesante que cualquiera de sus viajes a París o Marsella». Volveremos sobre el tema a propósito de Sabotaje y de Pánico en la escena (Stage Fright, 1950).

Diferencias sobre aspectos formales provocaron después de esta película una ruptura con Ivor Montagu, a quien Hitchcock no volvería a encontrar sino después de siete años. Downhill no tuvo el éxito económico que se esperaba del binomio Hitchcock-Novello, que con esta cinta llegó a su fin.

Isabel Jeans, Ivor Novello (en primer plano) y Robin Irvine, intérpretes de Downhill (1927)

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