Hitchcock

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Periodo norteamericano » 1959. Con la muerte en los talones

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(NORTH BY NORTHWEST - 1959)

Producción Metro Goldwyn Mayer, Alfred Hitchcock; Estados Unidos.

Dirección: Alfred Hitchcock.

Guión: Ernst Lehman.

Fotografía (en color): Robert Burks.

Diseño de títulos: Saul Bass.

Música: Bernard Herrmann.

Edición: George Tomasini.

Intérpretes: Cary Grant (Roger Thornhill), Eva Marie Saint (Eve Kendall), Jessie Roy ce Landis (madre de Roger), James Mason (Phillip Vandamm), Leo G. Carroll (el profesor), Philip Ober (Lester Townsend), Martin Landau (Leonard), Adam Williams (Valerian), Carleton Young, Edward C. Platt, Philip Coolidge, Doreen Lang, Edward Binns, Robert Ellestein, Les Tramayne, Patrick McVey, Ken Lynch, Robert B. Williams, Larry Dobkin, Ned Glass.

Duración: 136 minutos. // Rodada en Nueva York, Chicago, Dakota del Sur y en los estudios MGM. Estrenada en 1959.

SINOPSIS: Roger Thornhill, hiperactivo publicista, es detenido en un hotel neoyorkino durante una cita de negocios, confundido por un par de espías con George Kaplan, agente del gobierno de Estados Unidos, y es llevado por la fuerza hasta la mansión Townsend, en las afueras de la ciudad, donde se entrevista con el jefe de los espías enemigos, quien le pide cooperación en el interrogatorio cuando Kaplan niega saber algo sobre el asunto. El jefe de los espías pide a su ayudante Leonard que se encargue de eliminar a Kaplan. Obligan a Thornhill a beber una botella de alcohol y lo ponen en un automóvil, pero se recupera y arroja del vehículo a uno de los espías, que intenta precipitarlo al vacío. Conduce dificultosamente el auto hasta que se estrella y es llevado a la comisaría. Ahí, su madre y su abogado tratan de convencer al juez de que la versión de Thornhill es cierta. La investigación deja a Roger en ridículo: el bar donde tomaron el alcohol se ha vuelto una librería, la señora Townsend alega haberlo visto ebrio durante una fiesta, le reprocha haberse llevado «el Mercedes de Laura» e informa a los agentes que para mayores datos pueden hablar con su marido, que dirigirá esa tarde una asamblea en el edificio de las Naciones Unidas. Thornhill paga una fianza y va con su madre al hotel donde fue confundido; entran al cuarto antes ocupado por George Kaplan, a quien nadie parece haber visto nunca. Al salir del hotel se topan con los espías en el ascensor. La señora Thornhill les pregunta si en verdad están tratando de asesinar a su hijo. Aprovechando la risa y la confusión que esto provoca, Roger sube a un taxi, va al edificio de la ONU y conoce a Townsend, quien afirma que su casa ha estado vacía y su mujer ha muerto hace tiempo. Roger pregunta quién ocupa ahora su hogar, pero Townsend no puede responder porque alguien lanza un puñal a su espalda. Thornhill toma el puñal y es fotografiado como el presunto culpable. Huye atemorizado. Mientras, en el servicio de inteligencia, el profesor, líder de los agentes americanos, enterado del asunto y de que en la recepción de la ONU Thornhill se ha identificado como Kaplan, afirma que nada se puede hacer sin arriesgar la vida de su verdadero agente, infiltrado entre los espías; aclara que Kaplan es un sujeto ficticio creado para desviar la atención del enemigo, y que han corrido con suerte, pues Kaplan ha logrado encarnar un señuelo de carne y hueso. Enterado del siguiente destino por la agenda de Kaplan, Thornhill va a Chicago en tren y conoce a bordo a Eve Kendall, mujer elegante que lo ayuda a esconderse de la policía y lo seduce sin dificultad. En el mismo tren viajan los espías. Al llegar a Chicago, Thornhill, disfrazado de maletero, se oculta en el baño mientras Eve le «arregla» una cita con Kaplan. Eve, sin embargo, ha hablado con Leonard. Entrega a Roger los datos de la cita y luego se separan. Thornhill acude al lugar acordado: un enorme y solitario sembradío de maíz, donde un avión intenta aniquilarlo. Logra que el avión se estrelle y vuelve a la ciudad, dirigiéndose al hotel donde se supone que se hospedaría Kaplan. Ahí ve a Eve y la sigue hasta su cuarto después de enterarse de que Kaplan se ha marchado a Dakota del Sur. A solas con Eve, le reprocha su aparente traición, que la mujer niega rotundamente. Ella le propone volver a verse para la cena si accede a tomar un baño. Alguien llama a la habitación: Eve anota los datos y guarda la hoja. Mientras Roger está en el baño, ella deja sigilosamente la habitación. Thornhill, que fingía bañarse, sale inmediatamente, logra leer las letras que han «pasado» a la hoja siguiente del block del hotel y llega al mismo sitio que Eve: una subasta de objetos de arte. Ahí están Leonard y el jefe de los espías, identificado por el director de la subasta como el señor Vandamm, quien adquiere un ídolo de barro por el que parece tener especial interés. Thornhill se acerca a Eve y la avergüenza delante de Vandamm, de quien parece amante. Leonard y los secuaces de Vandamm intentan atrapar discretamente a Thornhill, que los evita provocando un escándalo en la subasta y haciéndose arrestar. En el mismo recinto está el profesor, quien va a la estación de policía, libera a Roger y le explica la situación: Eve Kendall es su agente infiltrado en la operación de Vandamm, Thornhill ha provocado ahora los celos y la posible ruptura entre aquel y Eve. El profesor pide a Roger cooperar para que Eve recupere la confianza de Vandamm y su seguridad en tan peligrosa situación. Thornhill accede a condición de que se libere a Eve del escabroso asunto. En un restaurante al pie del Monte Rushmore, los espías se encuentran con Thornhill, que se dice dispuesto a dejarlos salir del país si entregan a Eve. Ella enfurece y forcejea con Thornhill. Extrae de su bolso de mano una diminuta pistola, dispara sobre el publicista y se fuga. Vandamm y Leonard ven que el profesor, fingiéndose médico, declara «muerto» a Thornhill, que no lo está. Eve y Roger se reúnen fugazmente en un bosque cercano, donde ella le dice que esa noche saldrá con Vandamm fuera del país. Thornhill, furioso, reclama al profesor, quien se ve obligado a dejar a Roger fuera de combate. Más tarde, Roger despierta en una habitación donde el profesor lo tranquiliza y le da ropa limpia, para después dejarlo encerrado. Roger finge calma, pero en cuanto queda solo escapa por la ventana y va a casa de Vandamm, donde ve cómo Leonard demuestra a Vandamm que la pistola de Eve solo contenía balas de fogueo. Vandamm promete eliminarla durante el vuelo. Roger intenta atraer la atención de Eve, pero cuando ella va hacia el avión con Vandamm, es interceptado por el ama de llaves de los espías, con la pistola que había usado Eve que solo contiene salvas. Logra rescatar a Eve, que toma el ídolo de barro de manos de Vandamm. La pareja escapa por la ladera del Monte Rushmore y se refugia en las enormes esculturas que hay allí. Leonard los sigue de cerca. Roger elimina a uno de los espías y Leonard es despachado por el tiro certero de un alguacil, que llega acompañado del profesor. Vandamm ha sido capturado, Eve y Roger se unen en matrimonio.

Después de la amarguísima

Vértigo, Hitchcock realiza una de sus cintas más ágiles y gozosas (repetiría ese patrón de purga y salud con

La trama (

Family Plot, 1976), después de

Frenesí. Con la muerte en los talones es el mejor

thriller jamás filmado, y, según Robin Wood, «la base para todas las mediocres aventuras de

james Bond». Ese filme debería convertirse en «texto visual» obligatorio de todas las escuelas de cine porque es, en las sencillas palabras de Ernest Lehman, «cine, cine…»; lección maestra del inaprehensible concepto de

good timing, no solo en el montaje de Hitchcock, sino en los diálogos y situaciones planteadas por el propio Lehman, que son ejemplares por su economía e ingenio y parecen encajar unos con otros con la precisión de un chiste algebraico de tono subido.

En alguna ocasión (muchos años antes de que

Con la muerte en los talones existiera) Hitchcock expresó su deseo de hacer una cinta de la cual solo tenía una imagen: «Un hombre se esconde en la nariz de Lincoln (la estatua del Monte Rushmore) y estornuda…». De todos los filmes de Hitchcock,

Con la muerte en los talones es, quizá, el más claro; se adivina la forma en que el director trabajaba: concebía primero toda una serie de brillantes secuencias y solo después creaba alrededor de ellas un pretexto de trama que las hiciera funcionar juntas. El título de la cinta en inglés (

North by Northwest) sugiere ya en sí mismo, como hace notar Spoto, no solo la lógica de lo absurdo (ya que dicho movimiento, «de norte a noroeste», es peregrino), y que según Truffaut es la misma que la de una pesadilla, sino también la idea de movimiento constante, desde los créditos de Saul Bass, que viajan de arriba hacia abajo, hasta la locomotora que entra al túnel (único símbolo freudiano en el filme, según confesó

Hitch a Truffaut).

Hitchcock dijo que el interés principal de la cinta es el constante movimiento, la obsesión por «no detenerse» (incluso en el único «reposo» de Grant —en el tren— hay movimiento, en más de un sentido).

Hitch creó una «maquinaria absurda» que no para nunca de moverse, un juguete perfecto. El encargado de colocar el motor en tan pulida estructura fue Ernest Lehman, mientras trabajaba pagado por la MGM en otro guión para

Hitch (

Misterio en el barco perdido [

The Wreck of the Mary Deare, 1957]) que nunca funcionó.

Spoto dijo que la inspiración básica proviene de un suceso real protagonizado por Jesús de Galíndez, un exiliado español que daba clases «en la Universidad de Columbia, y preparaba su tesis doctoral sobre el represivo gobierno de Trujillo en la República Dominicana». Galíndez había desaparecido y se suponía que había sido arrojado desde un avión en movimiento. Aparte de ese paralelo (la suerte que Vandamm planea para Eve Kendall y un par de referencias sobre aviones), no se encuentran más apoyos en la relación que Spoto propone entre la historia de Galíndez y la ideada por Lehman. Es más verosímil la versión de este último: «Yo deseaba a un hombre inocente como protagonista, pero no estaba seguro [de su profesión] […] [ni de quién lo estaba persiguiendo, ni de cómo ni por qué, excepto de que tenía algo que ver con una, por entonces muy caliente, guerra fría». Pero el mismo Lehman recuerda luego:

Un día Hitchcock me dijo que un reportero neoyorquino le había dado una idea que él podía usar y le daba libertad para usarla si quería… Una idea acerca de alguna agencia del gobierno que creaba un falso agente inexistente para apartar a algunos enemigos del gobierno del rastro del agente auténtico […].

Esta táctica (crear hombres inexistentes para desviar sospechas) había sido usada en la Segunda Guerra Mundial, en un ardid tendido por Gran Bretaña a la Alemania nazi. J. P. Coursodon, sin embargo, advierte en la cinta la presencia del «esquema de

Saboteador […], la escena de la conversación cortada a besos (en

La ventana indiscreta), […] las acrobacias en el vacío (en

Vértigo y

Atrapa a un ladrón), el tren inquietante en

Alarma en el expreso, […] y así cerca de 20 citas de episodios más». Pero el asunto no es de mera cita; en

Con la muerte en los talones el verdadero asunto es el sano orgullo. Después de muchos años de práctica, Hitchcock retoma secuencias o ideas que ya había intentado en sus filmes tanto ingleses como norteamericanos y las ejecuta con perfección intachable. Spoto tiene toda la razón al sospechar que la secuencia del avión en el campo tiene su antecedente en

39 escalones, mas no en la novela de Buchan sino en la cinta inglesa, aunque el plano del avión en la novela es francamente patético. ¿Quién hubiera pensado que aquella sería una de las tantas semillas que quedarían sembradas en Hitchcock para resultar, años después, secuencias maestras de acción? También reaparece en esta cinta la escena de la daga de la misma

39 escalones, y el villano más elegante que

Hitch haya tenido nunca.

Aunque frecuentemente se ha señalado a

Atrapa a un ladrón como la cinta más abundante en «humor picante» y dobles sentidos de la carrera de Hitchcock,

Con la muerte en los talones podría entrar en justa competencia con ella, y tengo la sospecha de que ganaría. Desde mucho antes de la aparición del «símbolo freudiano» señalado con humor por Hitchcock, hay escenas entre Eva Marie Saint y Cary Grant en las que abunda la insinuación sexual, y es curioso encontrar a mitad de la cinta la repetición (en contexto sexual) de aquella frase que Midge le dice a Scottie (otro álter ego de

Hitch) en

Vértigo: «You’re a big boy now», o el «You’re a big girl now» que le responde Grant a Eva Marie Saint y complementa con «And in all the right places too…»[14]. El sexo es tratado a lo largo de la cinta con un desenfado cercano a la frivolidad, pero no por ello deja de ser el motor y el enlace entre la mayoría de los personajes (Hitchcock no volverá a tratar ese tema tan ligeramente hasta

La trama, en la que el personaje de la «adivina» es prácticamente insaciable, según dice Bruce Dern). Thornhill desea a Eve, cuyo nombre suena familiar); Vandamm desea a Eve y aparentemente es también deseado por Leonard, su secretario. Los celos resultan en esta cinta más peligrosos que ninguna otra arma, y es gracias a ello que el asunto llega a un desenlace.

Spoto afirma, y demuestra claramente, que una de las ideas más importantes de la cinta es la adquisición de una identidad propia y el encuentro de un amor por parte de Roger Thornhill, e incluso vincula el propósito del viaje a estas dos ideas, pero, aunque tanto la búsqueda de identidad como el contraste de la apariencia y la realidad son dos ideas fundamentales en la cinta, creo que Robin Wood se acerca más a la verdad: hace notar que lo esencialmente vinculado con el viaje y con la obtención del amor, por parte de Roger, es la transformación que en él opera la responsabilidad. El móvil dramático externo, la responsabilidad, permite la evolución de una situación a otra; como es el amor lo que mueve a los personajes, Roger es presentado en los primeros planos como hombre irresponsable y ligero, poco dispuesto a tomar en cuenta a otros. Al avanzar la cinta —y esto complementa el acertado análisis de Wood—, Roger será acusado por dos motivos distintos: los espías le atribuyen una responsabilidad que no tiene y la policía lo busca por otro hecho del que parece pero no es responsable. Entonces Roger empieza a cambiar. Adquiere una responsabilidad (aunque el hecho que la origina no haya sido obra suya) y tiene que luchar por ella. Entonces conoce a Eve y, por la escena de celos que provoca frente a Vandamm, es verdaderamente responsable de la suerte de la mujer. El profesor usa ese simple razonamiento para obligarlo a cooperar, aun cuando él mismo y la organización que dirige no aceptan responsabilidad alguna sobre la suerte de Roger. Este (antes visto como un «niño de mamá») se hace cargo de su vida y de la conservación de la misma, pero también se ocupa de proteger a Eve, lo que representa en él un dramático cambio. Para que este cambio opere será necesaria la hermosa secuencia en que se encuentra con Eve, quien, como señala Wood, «surge» por primera vez como mujer real y completa. Roger entonces cumplirá con su responsabilidad con más celo que el mismo profesor y terminará por casarse con Eve (su tercera esposa).

Queda por comentar la más famosa secuencia del filme, la del avión en medio del campo solitario. Para entender la sobriedad de esta pequeña obra maestra debemos recordar las palabras con que el propio Hitchcock explica a Peter Bogdanovich el porqué de su resolución formal:

Esto viene con la intención de evadir los clichés. El cliché de esa escena está en el tercer hombre. Bajo una farola, en un sitio medieval, un gato se desliza, al guien entreabre una persiana y mira. Música tenebrosa. Ahora, ¿cuál es la anli tesis de esto? ¡La nada! Nada de música, sol brillante y nada. Ahora, agregue a esto un hombre con traje de negocios…

En esta cinta fue fundamental el apoyo del músico Bernard Herrmann, frecuente colaborador de Hitchcock, quien, señala Spoto, utiliza una vez más (como en

Vértigo) una variación del tema wagneriano de

Tristán e Isolda el «Lieberstodt»: la «muerte de amor».

Estrenada en festivales europeos, la cinta fue recibida sin excesivo entusiasmo, cosa que

Hitch vio con bastante preocupación, pero bastó que fuera estrenada en el circuito comercial norteamericano para que sus temores desaparecieran de inmediato. El éxito fue absoluto. Aún hoy, la cinta sigue dando excelente rendimiento en el alquiler del DVD o cuando se exhibe por televisión.

Con la muerte en los talones es una obra de la que se puede hablar largo tiempo, pero la mejor manera de hacerle justicia es invitar a verla de nuevo; cuando el cine es «cine, cine…», las palabras sobran.

APARICIÓN DE HITCHCOCK: Al final de los créditos iniciales, chocando apresuradamente contra la puerta de un autobús.

NOTA: Esta es una de las cintas de

Hitch que mejor resisten el paso a vídeo, asunto que además ha mejorado con un

transfer más cuidadoso hecho por la MGM.

Mítica escena de

Con la muerte en los talones

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