Goya
Primera parte » 8
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EL EMBAJADOR DE PRUSIA, señor von Rohde, informó a Potsdam acerca de don Manuel Godoy, duque de Alcudia:
«Se levanta temprano y da instrucciones precisas para la jornada a sus caballerizos y domésticos. Cerca de las ocho, acude al picadero de su casa de campo y todas las mañanas llega allí la reina, para acompañarlo a caballo. Es un excelente jinete. Pasean a caballo hasta las once. Cuando el rey regresa de la caza, lo acompaña en la cabalgata. Entre tanto lo aguarda mucha gente para discutir asuntos de toda clase; son despachados en pocos minutos. Luego concede la audiencia de la mañana, a la que asisten media docena de damas nobles y buenos ejecutantes de música. Alrededor de la una, don Manuel va a palacio. Dispone allí de un departamento: sala, cuarto de trabajo, dormitorio. Como chambelán, participa del almuerzo del rey. Después se retira a sus habitaciones, situadas debajo de las de la reina, que llega hasta él por una escalera oculta; el duque consume su verdadero almuerzo, mientras el rey vuelve a la caza. En estos encuentros, doña María Luisa y el favorito acuerdan las medidas que propondrán al rey.
»A las siete, más o menos, el duque se presenta al soberano para la información diaria. A las ocho, casi siempre, regresa a sus habitaciones, donde se congregan de treinta a cuarenta mujeres, de todas las clases sociales, con sus peticiones. La resolución al respecto le lleva poco más de dos horas. Para las diez cita el duque a sus secretarios y comienza su verdadera labor. Por lo general, dispone para ello de estas dos horas nocturnas. Los negocios corrientes se resuelven rápida y puntualmente. Las cartas que no requieren mayor estudio se contestan en el día. Su intuición es ligera y atinada y, aunque se cansa pronto, suele compensar con seguro juicio el daño que pudiese causar lo fugaz de su labor.
»Resumiendo: a pesar de su juventud, no cuida mal de su difícil cargo; sería un bien para Europa si todos los países tuviesen funcionarios semejantes en los puestos de responsabilidad».