Frozen

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Capítulo veintiocho

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CAPÍTULO VEINTIOCHO
Kristoff

Kristoff apenas había salido del Valle de la Roca Viviente montado a lomos de Sven cuando vio lo que estaba ocurriendo en la distancia: la tormenta parecía estar justo encima del castillo. Un remolino de humo blanco se elevó como un ciclón antes de extenderse como una explosión causando un viento feroz que retumbó en todo el campo y tumbó los abedules. Kristoff y Sven se abrazaron preparándose para el impacto y sintieron cómo la tormenta caía sobre ellos. Su intuición le decía que aquellas nuevas condiciones meteorológicas no eran normales. Tenían algo que ver con la magia.

Y con maldiciones.

Regresar rápido a Arendelle era ahora aún más importante.

—¡Vamos, chico! —Kristoff le espoleó el trasero a Sven.

Él y Sven cabalgaban más rápido de lo que jamás lo habían hecho, adentrándose en el viento y corriendo ladera abajo. Perdió el gorro a mitad del camino y apenas podía ver lo que había justo delante de él a causa de la nieve cegadora. El viaje pareció durar una eternidad. Cuando finalmente Sven alcanzó la base de la montaña, patinó sobre lo que debería haber sido el fiordo. Desde cerca, el ciclón de nieve y hielo parecía aún más amenazador. El remolino se acercaba a ellos, y Kristoff y Sven galoparon hacia él, preparándose para lo que pudiera ocurrir.

Lo único que importaba era llegar hasta Anna.

Anna, con su amplia sonrisa, su forma de ser alegre, sus enormes ojos y su necesidad de llenar cada segundo con conversación.

Anna, con su carácter peleón y fuerte determinación que lo habían salvado a él de los lobos... y le había costado su trineo.

Anna, que estaba dispuesta a arriesgar su vida para salvar a su pueblo y ayudar a la princesa que no pensaba que conociera.

Solo él podría haber esperado hasta ahora para darse cuenta de que se estaba enamorando de ella.

Y quizá llegara demasiado tarde.

—¡Vamos, compañero! ¡Más rápido! —le animó Kristoff a Sven mientras cruzaban el fiordo a gran velocidad. En ese momento, tuvo que pestañear dos veces.

Estaban pasando por el lado de lo que parecía ser la proa de un barco grande sumergido en el hielo. En aquella tormenta de nieve, las naves parecían barcos fantasmas, con sus mástiles resquebrajándose debido al frío extremo.

Kristoff oyó un crujido antes de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Cuando miró hacia arriba, vio cómo una nave inmensa caía directamente hacia ellos. Ya era demasiado tarde para apartarse del camino. Lo único que podía hacer Kristoff era guiar a Sven a través de él para esquivar los escombros que llovían sobre sus cabezas. Dejaron atrás el barco justo antes de que se partiera, pero la fuerza de la caída hizo que el hielo que los rodeaba se resquebrajara. Kristoff vio cómo las grietas se extendían debajo de ellos hasta que no tuvieron más que agua delante. Sven saltó hacia delante y lanzó a Kristoff volando hasta un trozo de hielo. Sven se precipitó al agua.

¡Sven! —gritó Kristoff buscando frenéticamente a su mejor amigo.

Sven emergió del agua helada, intentando con movimientos patosos subirse a un trozo de hielo a la deriva. Kristoff soltó el aire de los pulmones con alivio.

—Buen chico —exclamó—. ¡Quédate ahí!

Con dificultad, se puso de pie luchando contra el feroz viento y miró a su alrededor para ubicarse. Cuando hubo divisado el castillo en la distancia, Kristoff se preparó para enfrentarse al viento y se adentró en él con la esperanza de que Anna estuviera bien.

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