Frozen

Frozen


Portada

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FROZE es una compañía ubicada en una isla próxima a Noruega, que promete a sus clientes despojarles de los sentimientos que les atormentan, cuando éstos no pueden lidiar con ellos; sin embargo, tras esta máscara se esconde un secreto que es llevado a cabo por sus dirigentes en la Torre Central de FROZE.

Ravn y su compañero Sander investigan la aparición de una serie de cádaveres que parecen estar relacionados con la isla de FROZE. Cuando consiguen infiltrarse en la isla como clientes que solo buscan librarse de sus sentimientos, Ravn se encuentra allí con Allie, su ex prometida a la que abandonó la noche antes de la boda, por motivos que ella desconoce. Allie al parecer ha ido a la isla para poder de una vez librarse de los sentimientos que la atan aún a Ravn y que le están destrozando el corazón; sin embargo, mientras Ravn y Allie discuten, Sander desaparece misteriosamente, lo que obligará a Ravn y a Allie a permanecer juntos, hasta que éste descubra lo ocurrido con Sander y pueda cerciorarse de que Allie no corre ningún tipo de peligro. Pronto su obligada unión se verá envuelta en una serie de aventuras extrañas y de personajes que se van cruzando con ellos a lo largo de la novela, en la que todos ellos tienen un papel fundamental. Así mismo entre Ravn y Allie aflorarán los sentimientos de amor y odio guardados durante mucho tiempo, los cuales combatirán por posicionarse en sus corazones, en medio de una tensión sexual entre ellos, que les llevará al límite de sus emociones.

FROZEN

Ediciones JavIsa23

Título: FROZEN

© del texto: Hollie A. Deschanel

© de la ilustración de la portada: Hollie A. Deschanel

Maquetación: Hollie A. Deschanel

Primera edición: marzo de 2016

 

Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, Internet, radio y/o televisión, siempre que se haga constar su procedencia y autor.

Hollie A. Deschanel

Agradecimientos

Hay muchas cosas que agradecer cuando un proyecto en el que inviertes tanto tiempo es apoyado por tantas personas, incluso los días en que tú misma desearías dejarlo. Frozen comenzó como una novela con la que pasar el rato; nunca fue mi intención que saliera publicada, pero fue gracias a Carla, Carmen, Sandra y a otras tantas chicas que siempre han estado ahí que hoy día la novela es lo que es. Todas leyeron el documento a medida que yo lo escribía; me iban dando su opinión y eso, para mí, fue increíble. Por eso agradezco a quienes fueron lectores de apoyo en su creación, que espero estéis al otro lado de estas páginas cuando Frozen sea una realidad. De verdad, GRACIAS. Fuisteis las lectoras más increíbles del mundo, y muchas seguís siéndolo. Gracias por la confianza depositada en esta novela.

A Carla y Carmen, porque cuando íbamos a contrarreloj, ellas me ayudaron a que la novela estuviera increíble. También por escucharme, apoyarme y ayudarme cuando no sabía cómo continuar o cuando las fuerzas me fal aban. El as tuvieron más fe en Frozen que yo misma, y su entusiasmo y amor me hacían sonreír a cada momento. Nadie creyó en esta historia más que el as. Por eso gracias, GRACIAS por apoyar a Frozen y a la loca de su escritora. Nada de esto sería como es sin vuestra ayuda.

A Sandra C. Gallegos, con quien no sólo comparto editorial y ciudad, sino también una amistad que se basa en ayudarnos los unos a los otros. Gracias a el a Frozen ahora no estaría siendo una realidad, pues fue el a quien, dispuesta a que viera la luz, me ayudó a buscar el camino correcto. GRACIAS. Sé que me repito mucho, pero tú me ayudaste desinteresadamente muchas veces, también con Frozen, y quería que supieras que, aunque no pueda pagártelo con nada, tendrás mi agradecimiento y amistad por siempre.

Por último, quería agradecer a todas las personas que están apoyando Frozen. La editorial desde la que saldrá, que hacen un gran trabajo y son muy pacientes al respecto; a mi madre, que le dice a todo el mundo “¡mi hija sacará una novela este año!”; a mi padre, que aunque ya no esté, es parte de esto también; a la gente que me sigue en Twitter y Facebook porque creen en mí como autora y esperan con ansias esta novela, y a otros tantos que elegirán el libro al azar. ¡Espero que no os defraude! A mi gato Coco, quien siempre es un fiel compañero cuando escribo, y estuvo presente en la creación de Frozen, siempre dormido sobre mis piernas, siempre sacándome sonrisas cuando la historia me ponía mal. GRACIAS,DE VERDAD GRACIAS. Frozen es mucho mejor con vosotros formando parte de esto.

 A Carla, Sandra y Carmen.

Gran apoyo, mejores amigas.

1

—¿Tienes que trabajar incluso por la mañana? —le reprochó su mujer, mirándole con los labios fruncidos.

Ravn sonrió con culpabilidad. Una noche más había olvidado dormir y despertar junto a su nueva pareja. Ella empezaba a desesperarse, sin comprender por qué hacía lo que hacía. Y no es que él le culpase, simplemente necesitaba tiempo para sí mismo y su investigación.

—Lo siento —se disculpó, desperezándose igual que un gato—. Hay mucho trabajo últimamente.

—Solo tú trabajas más horas de las que duermes —dijo—. ¿No puedes pasarle ese trabajo a cualquiera de tus compañeros? Yo también te necesito, ¿sabes?

—Vamos, Freyka, no te enfades. Ambos sabemos lo que significa para mí todo esto —señaló el montón de papeles que cubría su escritorio—. Déjalo estar.

Freyka apretó los puños, saltó de la cama y se marchó a la pequeña cocina que tenían en el apartamento donde vivían. Él suspiró, frotándose la nuca. Estaba metiendo muchísimo la pata con ella, y no le extrañaría en absoluto que algún día decidiera largarse y dejarle solo. 

Preocupado por su relación, tomó un descanso y fue detrás de Freyka. La mujer cocinaba de espaldas a él, haciendo movimientos muy bruscos, signo de que estaba irritada.

—Freyka —murmuró, acariciándole las caderas y besándole la nuca—. Perdóname.

—¿Perdonarte? ¡No hay nada que perdonar, Ravn! —gritó, dejando las cosas de malos modos sobre la encimera—. Lo único que deseo es que te impliques de la misma forma que yo en esta relación. No abandoné mi vida en Irlanda para esto, maldita sea.

A pesar de todo, él la giró y la aprisionó contra el mueble. Besó suavemente sus labios, primero tanteando el terreno, esperando que ella le apartarse, pero al ver que no se movía, siguió. Lentamente, Freyka fue cediendo a sus caricias y a su atención, y lo besó con la misma ansia que él.

—No me gusta cuando te enfadas —confesó él, mirándola a los ojos—. Hago todo lo que puedo para ofreceros atención tanto a ti como a mi investigación.

—Bien —volvió a fruncir los labios—, entonces no te importará que te deje un tiempo a solas con ella, así intimaréis mejor.

Atrapó uno de sus mechones castaños entre sus dedos y jugueteó con él mientras buscaba las palabras adecuadas para solucionar aquello de una vez.

—Si necesitas tiempo para ti misma, lo comprenderé, pero no me abandones porque estás celosa de un estúpido trabajo.

—¡Es que no es estúpido para ti, Ravn! Siempre estás pegado a tu móvil y a tu portátil, nunca tienes tiempo para mí.

Iba a responder a esa acusación cuando su teléfono móvil sonó, interrumpiéndolo. Ravn maldijo en su interior. ¿No tenían otro momento para importunarlo?

—¿Ves lo que digo? —dijo ella, ya sin rastro de enfado en su voz—. Cógelo y lárgate, como haces siempre. No te quiero a mi lado hoy.

Antes de que la sujetara por el brazo ella se largó de la cocina. Ravn, cabreado, descolgó el móvil y se lo puso entre la oreja y el hombro para poder tener las manos libres y terminar de hacer el desayuno.

—Tenemos los pasaportes falsos —dijo al otro lado Sander, su compañero de investigación, emocionado—. Imre nos ha dado vía libre para entrar en FROZE hoy mismo. ¡Lo hemos conseguido!

Casi se le cayó el teléfono por los nervios y la felicidad. Apagó la tostadora y fue hasta la puerta de la cocina; sobre el sofá, con la bata aún puesta, estaba Freyka, seguramente atenta a la conversación que mantenía con Sander.

—¿Lo dices en serio? ¿Hoy mismo?

—Claro que sí. ¿No me estás escuchando? Imre dice que ya es hora de que demos el paso definitivo y consigamos pruebas concluyentes para encerrar a los de FROZE.

—Eso es… bueno —dijo Ravn, conmocionado.

—¡Buenísimo! A las cuatro tenemos que quedar en el puerto, un barco nos llevará hasta allí. No tienes que traer nada de equipaje. Solo una chaqueta donde esconder bien las armas. Veremos si allí no te registran nada más entrar.

—De acuerdo, nos vemos luego. Adiós.

Colgó. Freyka seguía tensa y molesta. Él se acercó al sofá y se le quedó mirando largo rato, hasta que ella, sin poder aguantarlo más, suspiró y se sentó bien.

—Te vas —no había rastro de pregunta o reproche.

—Sí, esta noche. Nos han dado luz verde.

—Me abandonas.

—Freyka, en serio, no puedo irme si estás enfadada conmigo. No te dejo. Tengo que hacer mi trabajo, es lo único que nos mantiene.

—Puedo buscar un trabajo y lo sabes, no tienes por qué ir directo a la horca solo porque te hayan prometido un montón de dinero.—Sabes que no hago esto por dinero —dijo, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón de pijama—. Llevo mucho tiempo y trabajo invertido en esta investigación, no voy a echarlo por la borda ahora.

Freyka sacudió la cabeza. De repente no comprendía a ese hombre cabezota. ¿Qué había visto en él? No podía pensar en la de veces que se había hecho esa pregunta en las últimas semanas.

—Ravn, tú sabrás —dijo finalmente, encarándole—. Dejé Irlanda por un sueño que no he conseguido, quizás sería recomendable que volviera con mis padres y reflexionara un tiempo.

—Así que esta es tu única salida: dejarme —comprendió él, incrédulo. Alzó una ceja—. Estás cometiendo un gran error, Freyka.—Yo creo que no —negó con la cabeza—. Nos vendrá bien a los dos estar un tiempo separados. Cuando salgas de tu misión imposible, llámame. Voy a recoger mis cosas.

Ravn ni se molestó en seguirla. Si ella quería romper la relación, estaba en su derecho. Quizás era lo mejor, pensó, cogiendo una lata de cerveza de la nevera; perderse de vista durante algunas semanas decidiría si se querían lo suficiente para seguir con la relación o dejarlo definitivamente.

* * * *

A las cinco de la tarde, en el puerto de Stavanger, Ravn se encontró con su viejo compañero de trabajo y otras juergas memorables. Había pasado todo el día de viaje, justo después de dejar a Freyka en el aeropuerto y despedirse con un café frío en la mano derecha y un beso en la lejanía de ella. La echaría de menos, por supuesto, pero tenía otras cosas que requerían su atención.

Viajar de un lado para otro no era plato de buen gusto para nadie, sobre todo teniendo en cuenta que aún quedaba un último paseo en barco.

—¡Ravn! —gritó Sander nada más verlo. Llevaba un gordo abrigo oscuro y una bufanda en el cuello. También lucía guantes a juego. Su pelo color miel era revuelto por la brisa portuaria, que a su vez también le atacaba las mejillas, enrojeciéndolas—. Por aquí.

Estaba junto a uno de los barcos más grandes del puerto de Stavanger. Carecía de nombre, lo que le sorprendió muchísimo a Ravn, y solo iban dos hombres a bordo.

—¿Iremos aquí? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Sí. Imer ha pagado una buena suma para que parezcamos dos personas huyendo de algo. Esa es la política de FROZE.

Ravn asintió, comprendiendo. Le molestaba un poco que su jefe no le hubiera contado nada de aquello personalmente, pero confiaba en Sander, y eso bastaba. Si tenía alguna duda llamaría a Imer y hablaría personalmente con él.—Subamos ya, pronto habrá una tormenta.

—Eso no me tranquiliza —dijo Ravn, caminando por la escalera de madera—. FROZE está bastante alejada de aquí —se colocó la mano a modo de visera para poder ver mejor a través del mar anaranjado.

FROZE se encontraba en el mar de Noruega, a varios kilómetros de allí, en medio de varias islas, donde no podía destacar demasiado. Pocas personas sabían su ubicación, se habían encargado de esconderla bien.

—Déjalo todo en mis manos. Llegaremos mucho antes de la tormenta —aseguró, optimista.

Se acomodaron en la parte de proa, mientras el capitán, que ni siquiera se molestó en hablar con ellos, manejaba el barco. Ravn observó Stavanger antes de despedirse mentalmente de los años que había pasado allí, a pesar de que odiaba Noruega con todas sus fuerzas. Solo tenía malos recuerdos de ella.—¿Cómo se lo ha tomado Freyka? —preguntó Sander pasado un rato, fumando un pitillo y con los codos apoyados en la barandilla.

—Se ha marchado hoy a Irlanda.

—¿En serio? —abrió mucho los ojos, sorprendido—. ¿Por qué?

—Está harta de mí y de mi trabajo. Dice que no le hago caso, y tiene razón, he pasado mucho tiempo con la mente absorbida en este proyecto. Igual es un error que esté aquí ahora mismo.

—¡Claro que no! —exclamó—. Mira, Freyka está muy colgada, pasada de rosca, ¿comprendes? Te dije que no te liaras con ella, solo le interesa su mierda de arte que no se vende y tenerte amarrado a ella todo el día. No podía atarte y eso le ha jodido. Lo mejor es que se vaya con cualquier irlandés idiota y forme su familia lejos de ti.

Ravn soltó una carcajada. Sacó un cigarrillo y lo encendió. La nicotina le inundó los pulmones. Hacía días que no disfrutaba de un placer semejante.

—Puede ser —exhaló un largo suspiro y dejó caer las cenizas al agua oscurecida por el anochecer.—No te dejes arrastrar por eso, tenemos una gran misión por delante. Destrozar FROZE de una vez por todas es nuestro sueño desde que tengo memoria. Por eso nos conocimos, para luchar juntos.

Era cierto. Ravn había llegado un par de años atrás a Oslo con la intención de sentar la cabeza. En el pasado había trabajado en la policía de Italia y de Grecia, pero ninguna le había llenado tanto como trabajar en las Fuerzas Secretas de Noruega, donde podía conseguir estar mano a mano con el rey.

El trabajo era duro, pero valía la pena. En cuanto sus ojos se posaron en el misterioso caso de aquella ciudad fantasma, supo que aquél era su destino: llegar al alma de FROZE y destapar sus más oscuros secretos.

Y Sander siempre había peleado a su lado.

—Sí —dijo, y centró su completa atención en las nubes que iban arremolinándose en el horizonte, cubriendo todo el cielo.

Tal y como había dicho Sander, llegaron a la isla antes de que la tormenta arrancase, a pesar de que comenzaba a chispear. FROZE ocupaba gran parte de la isla, dejando libre solo la orilla y los pequeños bosquecillos que crecían en libertad. En derredor, protegiendo la ciudad, había un enorme muro de la piedra más grande y maciza que existía. No había una maldita forma de traspasarla, a menos que tuvieras una bomba de varios kilotones.

Los edificios no eran más altos que el muro, exceptuando la central general, edificada en el medio, igual que una torre, pero hecha de cristal. Bastante irónico teniendo en cuenta la robustez de la muralla.

Según los informes que habían llegado a sus manos, la central servía únicamente para mover los papeles acerca de los ciudadanos que vivían dentro o desaparecían. Allí se cedían los números y quedaba grabado para siempre.—Impresionante. Esto no puede compararse a las fotografías de satélites.

—Ya —fue lo único que Ravn dijo.

Echó a andar hacia la puerta. El barco quedó en la orilla hasta después de la tormenta. El capitán y su acompañante decidieron parar bajo el resguardo de la torre de control exterior de FROZE.

Uno de los cuatro guardias que protegían la puerta principal -la única que había allí- los detuvo.

—Identificación.

—Sí, un segundo —Sander sacó los pasaportes falsos y se los entregó.

El guardia echó un vistazo rápido y lo dio por válido.

—Pasaréis a la torre de control interna, allí os concederán vuestro número y habitación.

—Gracias.

Ravn no tuvo que fingir que estaba afligido y dispuesto a terminar con aquellos pensamientos y sentimientos que lo invadían; lo cierto es que necesitaba desconectar. El único problema que encontraba al plan es que no sabía exactamente cómo se congelaba un corazón, que era la única función de la ciudad: bloquear las emociones humanas.

Pasaron dentro, y lo que vio le dejó conmocionado. Todos los edificios eran blancos. Sin excepción alguna. Reinaba la armonía allí dentro. Ni siquiera había gente en el exterior. Lo que más llamaba la atención, aparte de la central, era el enorme edificio, muy parecido al Palacio de Storting, con un enorme jardín que tendría al menos dos kilómetros a la redonda.

—Joder —murmuró a su lado Sander, quitándose el abrigo, la bufanda y los guantes—. Parece una dimensión diferente.

Ravn cabeceó, dándole la razón. De repente quería quedarse allí toda la vida.

—Esperen aquí —ordenó el guardia del interior, parándolos en seco—. Tendréis que dejar aquí la identificación.

—¿Por qué?

—Órdenes de arriba. Es la mejor forma de recoger información para concederos un número fijo.

—Pensábamos que nos concedían el número nada más entrar —comentó Ravn.

—Y es así, pero luego tiene que ir al archivo de la ciudad —explicó el guardia. El uniforme que lucía era oscuro, casi negro, con un símbolo de estrella de hielo y un círculo rojo justo en medio. Tapaba sus ojos con unas enormes gafas de sol, igual que el resto, y sobre su oreja izquierda llevaba un pinganillo negro.

«Qué raro». Ravn metió las manos en los bolsillos del pantalón, esperando a que viniese alguien. Estaba muy perdido en cuanto al procedimiento de entrega de números. Su investigación no había llegado a tanto. Ni siquiera Sander, quien se había infiltrado más entre las personas que supuestamente habían salido de allí hacía tiempo, conocía el asunto. Estaban completamente perdidos.

Pasaron diez minutos sin que ocurriera nada, y cuando ambos hombres comenzaban a desesperarse, llegaron en un coche pequeño, de color negro y cristales tintados, dos guardias más y un tipo trajeado y repeinado que esbozaba una sonrisa enorme.

—¡Bienvenidos a FROZE! —saludó alegremente el tipo—. Para nosotros es todo un honor que la gente confíe en nosotros. Aquí todo va tan bien que a veces tenemos que añadir nosotros algo de emoción.

«¿De verdad? », pensó Ravn, entrecerrando los ojos sobre él.

—Como ya os habrán explicado, aquí funcionamos por números. Es mucho más fácil. Buscamos la manera de romper con nuestro pasado, y para eso, hay que hacerlo por completo. Por ello debéis despojaros de vuestro nombre y apellidos y cualquier forma de reconocimiento. A partir de ahora seréis una serie numérica.

—Lo entendemos —dijo Sander, muy seguro de sí mismo.

Ravn, en cambio, dudaba de que aquello fuese una buena idea.

—¡Perfecto! —exclamó el tipo, sacando un par de hojas plastificadas—. En estos panfletos encontraréis las normas de FROZE. Son bastantes sencillas, ya lo veréis, y mientras las cumpláis todas, no habrá problemas. Ante todo queremos que la vida en FROZE sea apacible, sin sobresaltos. La vida fuera de aquí ya es suficientemente mala como para añadir más, ¿verdad?

Les sonrió durante un par de minutos, mirándolos de hito en hito, asegurándose de que no había nada raro en ellos dos. Y cuando se hubo aseguro de que todo estaba en orden, chocó las manos y le pidió a uno de sus acompañantes que le entregasen dos pequeñas cajas de madera.

—Aquí están vuestras identificaciones. Son solo dos chapas que deberéis llevar en la ropa para que la gente sepa llamaros por el número correcto. En caso de pérdida tendréis que avisar inmediatamente para ofreceros otra. Es importante que lo recordéis —insistió.

Ambos hombres cogieron las cajas con el ceño fruncido. Habían esperado algo más espectacular, como chips bajo la piel o algo por estilo. Hasta el momento, FROZE solo era un lugar para colgados.

—¿Todo en orden? —preguntó.

—Sí, gracias —dijo Sander.

—Bien. Vuestro nuevo hogar es aquella mansión de allí. Se llama Ishtaki, en honor al creador de FROZE. Allí viven los más privilegiados. Cada miembro tiene su propia habitación y horario. Lo más conveniente es que os leáis las normas y descanséis. Tardaréis un poco en acostumbraros a la vida en FROZE.

—De acuerdo —Sander guardó la cajita en el bolsillo del abrigo.

—Estos dos guardias os acompañarán a la mansión en el coche. Así iréis más rápido. Espero veros en la próxima reunión, en la Central. ¡El director de FROZE estará encantado de ver nuevas caras!

Ravn dejó pasar el hecho de que el tipo trajeado pareciese un colgado que desayunaba cosas extrañas. No es que le extrañase, después de todo; las cosas en FROZE no iban bien. Algo muy malo sucedía allí y por eso se encontraba en la ciudad en ese momento. El ambiente que se respiraba en la ciudad no concordaba con lo que se decía de ella.

Se moría de ganas por empezar a investigar más a fondo.

Siguieron a los dos guardias al interior del coche, y permanecieron en silencio todo el trayecto. A los guardias ni siquiera les importó, actuaban como si ellos no estuviesen allí dentro. Ravn y Sander intercambiaron una mirada con la intención de hacer saber al otro que tenían mucho que decir al respecto, y eso que no llevaban ni una hora allí.

Les dejaron en la puerta principal de la mansión. Frente a ellos había más guardias, y también varias personas que tomaban el té en silencio, sin emoción alguna en sus rostros pálidos y ojerosos.

—Tío, esto apesta por todos lados —Sander silbó, recorriendo con sus ojos la estructura de la que sería su nueva casa—. Mira a todos esos ahí parados como si nada.

—Dan la impresión de estar drogados. No puedo creer que realmente no sientan nada.

—Bueno, para eso estamos aquí ¿no? Si algo va mal, nosotros lo descubriremos.

Pasaron al interior, que era mucho más lujoso que a simple vista. Las paredes estaban desprovistas de cuadros o pinturas, pero eso no significaba que dejara de llamar la atención; el color beige, los muebles robustos llenos de inscripciones y las vetustas alfombras del suelo daban a entender en un simple vistazo que allí sobraba el dinero y la buena intención de usarlo.

—Demonios —masculló Ravn—, con lo que vale todo esto podría costearme una mansión en mitad de Noruega.

Sander soltó una carcajada.

—Impresiona ¿eh? No tengo ni idea de por qué la gente se larga de aquí, yo podría vivir mi vida en este lugar y ser el rey.

—¿Y qué harías cuando no tuvieras sentimientos?

—Tomar el té por la noche mientras llueve —bromeó.

Caminaron con lentitud hacia el final del pasillo con la intención de preguntar cuáles iban a ser sus habitaciones. Por supuesto, no se toparon con nadie por el camino. La gente tendía a desaparecer en la ciudad, empezó a comprender Ravn, recorriendo con la mirada llena de curiosidad el lugar.

—¿Cuánto crees que gasta el director de FROZE al año en mantener este lugar?

—No lo sé, pero tiene pinta de ser una cifra muy elevada. Aunque la pregunta correcta es: ¿de dónde saca tantísimo dinero?

—¿Tráfico de drogas? ¿Roba a los que entran aquí? —paró en seco y se pasó una mano por el pelo—. Oye, ¿el jefe protegerá nuestras cuentas? Estoy ahorrando para irme de vacaciones a Estados Unidos este verano.

—Yo qué sé —Ravn gruñó.

—Tú qué vas a decir, si no tienes un puto duro —sacudió la cabeza, exhalando un largo suspiro—. Huele a fresas —dijo de pronto, captando un suave olor a fresas con azúcar.

—Sí… —Ravn cruzó los metros que le separaban de la puerta más próxima y apoyó la cabeza sobre la madera, escuchando atentamente—. Suena como si estuvieran en una fiesta o… cenando.

—¿Crees que ahí está el comedor?

—Apuesto a que sí.

—Tío, huele que alimenta. Ya que estamos aquí y somos unos números tan curiosos, ¿por qué no nos damos un buen banquete? —sugirió, esbozando una sonrisa ladina.

Su compañero puso los ojos en blancos. «Sander siempre pensando en lo mismo». Sopesó las opciones que tenía y, lloviendo como llovía y perdidos como estaban, quizás lo mejor era integrarse con el resto de locos sin corazones que vivían allí e ir reconociendo el terreno.

—De acuerdo. Mientras no nos droguen ni nada de eso… —suspiró.Sander casi saltó de alegría. Él era un hombre de gran apetito. A donde iba, probaba la gastronomía del lugar. No lo podía evitar, sus padres habían sido cocineros y de jóvenes, cuando él contaba con diez años de edad, habían llevado un restaurante en la bella Roma, donde vivieron casi seis años. La comida era su especialidad, después de sonsacar información por la fuerza y capturar a criminales.

Antes de que Ravn pudiese girar el pomo, alguien se le adelantó. La puerta se abrió de sopetón y sus ojos se encontraron con un par de ojos que hubiese reconocido en cualquier lugar del mundo. Reculó, asustado, y apretó la mandíbula. No podía ser, aquello era una pesadilla.

—Tú —murmuró la desconocida, abriendo los ojos tanto que de pronto pareció un búho.

—Oh, joder —masculló el hombre, pasándose una mano por la cara—. Éste es el último lugar donde te hacía.

Ella alzó una ceja y frunció los labios. De pronto sentía ganas de matar. Lástima que se hubiese dejado el cuchillo en la mesa.

—Dime, Ravn, ¿has venido aquí a joderme definitivamente? —preguntó la mujer, esbozando una sonrisa que le dejó entrever el peligro que corría.

Él no supo qué responder. Apenas podía apartar la mirada de ella, de su rostro y, sobre todo, de sus ojos azules como zafiros.

2

—¿Allie? —Sander no podía creer lo que estaba viendo. La chica permanecía allí parada, tan fiera y explosiva como la recordaba—. ¿De verdad eres tú?

La mujer lo miró largo y tendido.

—Sí, Sander. Qué sorpresa veros a los dos aquí. ¿Se ha acabado el mundo o algo así?

—No, en realidad estamos investigando.

Ravn le fulminó con la mirada. No quería que Allie supiera por qué estaban allí. Prefería que pensara que solo buscaban olvidarse de todo.

—Interesante —se apartó algunos rizos del rostro—. Os hacía de bar en bar, bebiendo y jugando con los corazones de jovencitas inexpertas.

Sander soltó una carcajada.

—Hace tiempo que dejamos el negocio —explicó, encogiendo los hombros—. ¿Y tú? ¿Qué has hecho este tiempo?

Ella miró de nuevo a Ravn y sonrió con frialdad.

—Buscar el arma más efectiva de este mundo para matar a la cucaracha más grande que he visto.

—Woah —Sander se pasó una mano por su cabello claro y tragó saliva—. Bien, creo que, eh… sería conveniente que os dejase a solas.

—No hace falta —dijo Ravn, sin mirarle—. Allie y yo no tenemos nada de qué hablar.

—¿Eso piensas? —inquirió ella.

—Sí.

Deseó soltar una carcajada y darle una bofetada. Pero el tiempo que llevaba en FROZE había empezado a hacer efecto y rápidamente su ira se apagó. Algo que le molestó sobremanera. Necesitaba hacerle saber a aquel maldito hombre quién era ella y el daño que le había infringido en el pasado.

—¿Y Freyka? ¿Dejó el club por ti? —preguntó.

—Ha regresado a él —respondió, maldiciéndose interiormente. ¿Por qué tenía que encontrarse con ella precisamente allí? ¿No existía ningún otro maldito lugar para estar que no fuera FROZE?

—Ya veo. Hasta las putas terminan cansándose de ti, Ravn. Debes ser el hombre más miserable de este mundo. Qué digo, el más vapuleado —sonrió al ver que lanzarle su oscuro pasado a la cara había hecho el efecto deseado, ya que los ojos de Ravn se oscurecieron de forma peligrosa.

—Eh, Allie, te estás pasando —intervino Sander, que también formaba parte del círculo que los envolvía—. No es ético usar ese tipo de cosas para hacer daño.

Ella sacudió la cabeza. Sabía eso de sobra, pero no tenía otra alternativa. Quería que él sintiera todo el dolor y desesperación que la habían golpeado hasta hacía poco.

—¿Y es ético jugar con las personas? —alzó la voz.

Sander calló, sin saber muy bien qué decir. Desde luego, en ese punto su amigo no tenía excusa posible.

—¿Por eso estás aquí? —dijo de sopetón Ravn, ignorando por completo la disputa que mantenían—. ¿Tanto daño te hice que has querido olvidar que me conociste?

Allie apretó la mandíbula. ¿Qué podía decir ante eso? Era cierto, pero se negaba en rotundo a decírselo y ver cómo se regodeaba de su dolor. Ya había sido suficientemente malo tener que enfrentarse a la situación completamente sola, sin comprender por qué había sucedido aquello, por qué él había jugado con ella después de darle todo lo que tenía.

—No es asunto tuyo el por qué estoy aquí —dijo finalmente—. Lo único de lo que podríamos hablar tú y yo es de por qué preferiste a una puta antes que a mí.

Él se pasó la mano por el rostro. Sí, había esperado esa conversación, pero no tan pronto. Y menos en medio de una investigación. El Karma le estaba castigando a base de bien esos días.

—¿Tan importante es?

—¡Claro que es importante, maldita sea! ¡Me dejaste plantada en el altar el día de nuestra boda! En mi vida había pasado tanta vergüenza. Me hiciste pasar el día más horrible de toda mi existencia.

Una punzada de culpabilidad golpeó a Ravn. Él no había querido hacerle tanto daño. Aquello había sido un error, un completo y estúpido error. Realmente la había querido, pero las cosas habían terminado en su contra. No había tenido más remedio.

Sin embargo, sabía que nunca lo comprendería. Estaba cegada por el odio, y lo entendía. En su lugar, él ya la habría golpeado.

—Lo siento —fue lo único que supo decir.

—¡Una disculpa ahora no me sirve de nada! —apretaba tanto los puños que Ravn se alejó un par de pasos solo por si acaso—. Quiero saber por qué, Ravn, por qué me abandonaste. Todo iba tan bien…

Sander, a pesar de que su compañero le había dicho que se quedara, decidió darse la vuelta y dejarles a solas. Ambos lo necesitaban para poner fin al asunto de una vez por todas.

—No te quería —mintió, pensando que eso explicaría todo y ella lo asumiría sin más.Allie contuvo el aliento. Esa respuesta había sido una bofetada a su ego y a su corazón. Una vez más. Se veía que Ravn no tenía sentimientos de ninguna clase allí dentro, en su pecho. Sólo sabía hacer daño, de una u otra forma.Parpadeó un par de veces, preguntándose por qué era tan idiota de dejarse humillar por segunda vez a manos de ese hombre despiadado. ¿Acaso no había tenido suficiente?

—Fingiste durante un año que me querías, me propusiste matrimonio y me llevaste a casa de tus abuelos para que les conociera… ¿Por qué? ¿Por qué llegaste tan lejos?

Ravn apretó la mandíbula.

—No tiene ningún sentido ahora, Allie, no te hagas más daño.

Observó a la mujer con atención, recordando por qué se fijó en ella hacía más de un año, cuando entró en un viejo pub a beber hasta caerse. Su melena rubia y rizosa, llena de volumen, hacía que su rostro se viese más afilado, y sus ojos azul oscuros -no claros, como los que solían gustar tanto en el mundo- brillasen con intensidad; igual que dos zafiros. Lucía sus más que acostumbrados pantalones estrechos de color negro, a juego con sus tacones de tachuelas favoritos, los que había comprado en Irlanda. El corsé le apretaba las costillas, y la camisa blanca, de cuello de barco, mostraba la dulce piel de su escote y sus hombros. Solo le faltaba el pañuelo para convertirse en la pirata que siempre había soñado en ser.

Allie siempre había sido y sería hermosa. Cualquier hombre en el mundo hubiese dado su alma por estar con ella. Lo tenía todo. Sensualidad, belleza, carisma, elegancia. Fallaban pocas cosas en ella, y aún con todo, seguía siendo perfecta a los ojos de cualquier persona.

Pero él le había hecho daño, y ella jamás se lo perdonaría.

Allie se frotó la frente con los dedos. Menuda imbécil era, volviendo a caer en la misma telaraña.

—Tienes razón, no vale la pena todo esto. Tú no vales la pena —agregó al final—. Y, por si todavía no ha quedado claro, no estoy aquí por ti.

—Mentirosa —Ravn sonrió—. Nunca se te dio bien eso de esconder lo que realmente sentías, ni de dejar pasar las cosas, por eso has acudido a FROZE, para que ellos lo hagan por ti. Y no sabes lo mal que me siento por ello.

Allie bufó, poniéndolo en duda.

—En serio, me he arrepentido por todo esto cada día de mi vida. Pero ya no puedo volver atrás y ahorrarte ese dolor.

—Cierra la boca —espetó ella de malos modos—. Es cierto que yo nunca he aprendido a mentir, pero tú nunca has aprendido a ser honesto contigo mismo y con los demás. Te escondes bajo esa máscara de hombre serio y trabajador cuando en el fondo no eres más que un hijo de puta que jamás aprendió a amar. Fui muy estúpida al no darme cuenta de que lo que sentías por mí no era más que un delirio.

—Allie.

—¡No! Tú no entiendes nada de mí, Ravn. Te lo di todo y lo primero que hiciste fue arrojarlo a la basura como si no valiese nada. ¿Cómo debería sentirme? ¿Puedes tú decírmelo? No puedo perdonarte por eso. Ya no se trata de la boda, eso podría terminar pasando si tú no hubieses jugado conmigo.

Los ojos le picaban de retener el llanto. Era tan condenadamente débil cuando se trataba de viejas heridas. Todavía le dolía aquella. Incluso llevando más de un mes en la ciudad, la herida seguía sangrando como el primer día. Sus esfuerzos no habían servido de nada.

Ravn no sabía muy bien cómo manejar la situación. Sus peores demonios habían reaparecido, dispuestos a enviarle directamente al infierno. Y se lo tenía más que merecido.

—Tienes razón, Allie, no sé cómo te sientes. Y tampoco sé qué decirte. Lo que hice no tiene justificación alguna. Rompí tu corazón y tus sueños, y nunca viviré lo suficiente para compensártelo y ganarme tu perdón.

—Veo que lo entiendes —dijo, temblando ligeramente debido al llanto que se formaba dentro de ella y de la rabia que sentía—. Así que, si no tienes nada más que decir, me gustaría marcharme a mi habitación y mirar la forma de salir de aquí para no tener que verte más. A ver si hay suerte y te hundes en tu propio agujero negro.

—No puedes salir de aquí. Viva, al menos —dijo él de pronto, cortándole el paso.

—¿De qué hablas? —inquirió ella, alzando una ceja.

—El motivo por el cual Sander y yo hemos venido a investigar es porque en FROZE pasan cosas muy sospechosas.

—Sí, dejan entrar a imbéciles como tú. Por lo demás, aquí no hay nada raro —espetó.

Él exhaló un largo suspiro. Convencerla sería tarea complicada.

—¿No es raro de por sí que exista una ciudad en mitad del mar donde todo el que entra deja de sentir? He visto a algunas personas de aquí, y son muñecos sin corazón.

—Es preferible ser un muñeco carente de sentimientos que vivir toda una vida bajo el yugo de emociones indeseables —aseguró Allie—. No todos tienen tu misma sangre fría, Ravn.

—¡Maldita mujer! —gruñó, desesperado—. Intento salvarte el trasero, por si no te has dado cuenta. No estoy aquí porque quiera darme unas vacaciones.

Eso no aplacó a Allie. Estaba dispuesta a salir de allí cuanto antes. Su plan se había jodido por completo, no tenía sentido continuar más tiempo en FROZE.

—No es de mi interés los motivos por los cuales has venido aquí, Ravn. Lo único que deseo ahora mismo es perderte de vista para siempre.

Él, insistente, la sujetó del brazo y la aprisionó contra la pared. El simple contacto de su piel hizo que el vello de su nuca se erizase. Su cuerpo no había olvidado lo mucho que había sentido con ella en algún momento del pasado. Era como si, de pronto, ambos cuerpos se recordaran mutuamente, después de haber escogido caminos distintos. Ignorando, por su propio bien, esas sensaciones, la miró a los ojos y habló con toda la sinceridad que poseía.

—Sé que me odias y lo acepto. Pero dejar que te suicides no está dentro de las cosas que me harían feliz, te lo aseguro. Estoy diciéndote que aquí dentro ocurren cosas muy oscuras, ¿entiendes eso? Hablo de muertes, Allie, por favor. No es ningún cuento chino. Yo no busco estar cerca de ti.

De pronto Allie no sabía qué pensar. Sus pupilas se movieron incesantemente por su rostro, esperando algún tipo de broma u oscura intención que le revelase que nada de lo que salía de su boca tenía sentido.

Pero Ravn hablaba muy en serio. Lo sabía porque solo él lograba ponerse así de serio cuando hablaba de algo sumamente importante o peliagudo. En el pasado había sido un cabrón con ella, haciéndole un daño irreparable, pero en ese momento no mentía.

—¿De qué clase de muertes hablas? —preguntó, dejando un margen para la duda.

—No estamos seguros. Hemos encontrado varios cuerpos azules a la deriva, en el mar, o en cunetas de varias partes del mundo. No tendría ninguna relevancia si no tuvieran el número tatuado en la nuca; el número que poseían aquí, en FROZE.

—Eso no tiene ningún sentido —arrugó la nariz—. Si de verdad estuvieran asesinando gente, no las dejarían por ahí, a la vista del público. Eso se llama captar la atención. ¿Qué asesino es tan estúpido de poner el crimen cometido bajo las narices de la policía?

—Yo… no lo sé —admitió a regañadientes—. Es por eso que estoy aquí, Allie. Estamos —corrigió, pensando en Sander—. Queremos llegar al fondo de la investigación.

—Vale, me parece bien. Lo que no comprendo es qué tiene que ver conmigo.

—No quiero que también acaben contigo —murmuró, y tuvo que soltarla de inmediato al ver cómo se tensaba—. De verdad, no lo hagas más difícil. Si tengo que esposarte a mí, lo haré sin remordimientos.

Soltó una carcajada, negando con la cabeza. Ese jodido bastardo no iba a tocarla nunca más. Bastante había soportado aquellos minutos con su mano sobre su brazo, tan cálida y suave. Porque Ravn siempre había tenido unas manos perfectas, grandes y delicadas.

—Verás, querido, la cosa es que…

No pudo terminar de hablar. Escucharon un grito proveniente del final del pasillo. Giraron la cabeza, buscando al dueño de aquél alarido de miedo.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó ella.

—Ni idea. Vamos —urgió, tirando de ella para que no se escapara.

Llegaron a la entrada y buscaron con insistencia a la persona que requería ayuda. Solo que allí no había nadie. Ravn frunció el ceño. ¿Dónde se suponía que estaba Sander?

—¿Sander? —alzó la voz, sacando la cabeza por la puerta—. Dioses, ¿qué ha pasado?

Allie no le escuchaba, seguía el rastro de sangre que había en dirección a una puerta. Intentó abrirla, pero estaba cerrada a cal y canto.

—Mira esto —llamó al hombre.

Ravn frunció el ceño.

—¿Es sangre?

—Creo que sí —dijo, tragando saliva. Un escalofrío bajó por su espalda. Odiaba la visión de la sangre desde pequeña.

Ravn tocó el pomo y sintió que aún estaba cálido, como si alguien lo hubiese estado sujetando minutos antes mientras esperaba a que pasara gente. ¿Pero para qué querrían hacer eso?

Estrujó su cerebro en busca de alguna lógica al asunto. Había sangre y una puerta cerrada. Las personas que antes habían estado allí ahora parecían haberse esfumado. La única opción que tenía era que hubieran golpeado a alguien para acallarlo. ¿Otro miembro de FROZE que quería salir de allí? ¿O se trataba de Sander?

Movido por la seguridad de su amigo, sacó su teléfono móvil y llamó a Sander. No había línea. Observó la pantallita, descubriendo que no tenía ni una sola ralla de cobertura.

—Joder —masculló, golpeando la pared.

—Deberías saber, a estas alturas, que aquí no dejan que se comuniquen con el exterior —dijo la chica detrás de él.

—¿Por qué no?

Allie puso los ojos en blanco.—Como si no fuera obvio. Nadie puede conocer la ciudad más allá de su cometido ¿comprendes? Aquí vienen a olvidar, no a veranear, Ravn.

—Tienes razón, desde luego —dijo, tapándose los ojos con la mano—. ¿Y si la sangre es de Sander?

Todo rastro de color desapareció del rostro de Allie. Pasó su mirada de la sangre al hombre, y pensó que seguramente, el grito había provenido de él.

—Es… probable.

Apretó tanto los puños que sus venas se marcaron ligeramente y los nudillos se blanquearon. Allie nunca le había visto tan enfadado. Casi le dio lástima. Sander y él habían estado muy unidos siempre, como hermanos.

—¿Por qué querrían hacerle algo semejante?

—¿Ha visto algo que no debía? —sugirió él.

—¿Y qué va a ver, Ravn? Aquí no pasa nada nunca —aseguró—. Como mucho, gente que se pasa el día mirando al vacío.

«Hemos tenido que llegar a este punto nada más entrar en la ciudad. Esto sí que es mala suerte».

Definitivamente, no era su día. Todo se estaba volviendo en contra suya. Freyka, Sander y Allie. ¿Qué le había hecho al Karma para terminar así? ¿Tan mala persona era?

Si le preguntaba ese día a Allie y a Freyka, ellas no dudarían en decir que sí. Lo tenía todo para ser el cabrón del año. O del siglo.

—Eh… de acuerdo. Creo que quedándonos aquí no haremos nada. Tenemos que movernos.

—¿Perdona? —ella alzó una ceja, sonriendo de forma socarrona—. Yo contigo no doy un paso más. Mi vida está mucho mejor sin ti. Voy a salir de aquí como sea, señor policía, y tú no vas a impedírmelo.

«Mujer cabezota». Ravn estaba harto de ella. La última hora había sido horrible. Justo tenía que discutir con dos mujeres el mismo día, y todo porque eran unas rencorosas.

«Tú te lo has buscado —dijo una vocecilla en la cabeza—. Al menos, con Allie sí».

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