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Segunda parte. Marzo » Capítulo 17:// Inmortalidad

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Capítulo 17:// Inmortalidad

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El Proyecto Hombre Ardiente ha terminado el prototipo de un avatar de Roy Merritt plenamente funcional enlazado a la red oscura y los feeds de noticias públicos de Internet. Presidio y Enoble_6 han empezado a desarrollar un módulo héroe «justo-a-tiempo». Los individuos que deseen donar niveles, créditos o poderes al avatar pueden contactar con cualquier signatario de la Orden de Merritt.

Quillor**** / 3.147 - Programador de nivel 21

El vehículo de Loki era un tributo al exceso automovilístico estadounidense. Conducía un todoterreno Ford F-60 tuneado con un motor diésel Caterpillar. Tenía mil seiscientos caballos de fuerza y podía arrastrar doce mil kilos por una carretera sin pavimentar con una pendiente del siete por ciento. Con una serie de tres tanques de combustible cromados bajo cada estribo, tampoco necesitaba ninguna gasolinera a mano. Ventanillas de cristal laminado multicapa y placas de compuesto cerámico-metálico permitían al conductor y a tres pasajeros sentirse seguros mientras soportaban una descarga de armas de fuego pequeñas. Era, en resumen, el vehículo perfecto para viajar por el Apocalipsis.

Podría haber albergado a cinco pasajeros si Loki no hubiera ampliado la zona de almacenamiento para proporcionar espacio a diversas piezas de equipo inalámbrico de alta tecnología y suministros. Ese vehículo era, después de todo, su base móvil de operaciones para dirigir la facción Stormbringer, «portadora de tormenta», compuesta por un solo hombre.

Con vistas a ese fin, remolcaba un tráiler de carreras Gooseneck de trece metros, cuya superficie exterior estaba adornada con la imagen de un motociclista de casco negro visto desde arriba y realizado al estilo de los dibujos animados japoneses. Todo se completaba con el logotipo de Stormbringer Motorcycle Racing, rematado con relámpagos.

Visto desde fuera, Loki era un motociclista de carreras profesional que hacía su circuito por el Medio Oeste. El hecho de que su verdadera ocupación fuera cazar y destruir a toda costa a un ejército mercenario armado, contratado para matar a los operativos del daemon, quedaba bien oculto bajo la pátina de las carreras profesionales. Con sus grandes compañías patrocinadoras (por poco dispuestas que pudieran estar) indicadas en el costado del tráiler, parecía más que legítimo. Parecía formar completamente parte del establishment.

Sin embargo, en esta lucha, como en todo, Loki seguía siendo un solitario. No tenía ningún equipo de mecánicos. Prefería comunicar sus necesidades a través de la red oscura, recurriendo a facciones locales de mantenimiento para reparar su flota de pecaríes y microjets. Eso era el tráiler, después de todo: un almacén rodante para una docena de pecaríes interceptores Tipo 2-E y media docena de microjets, además de su personal Ducati Streetfighter versión S de color negro, que usaba en la batalla contra la gente del Comandante. Hasta ahora había matado o capturado al menos a un centenar de hijos de puta, e iba camino de localizar más, para sacarlos a rastras de sus habitaciones de motel o sus pisos francos chillando como cerdos camino del matadero. La confianza ciega de sus enemigos en el anonimato de sus comunicaciones sería lo que los llevaría a su perdición.

Pero cada batalla causaba daños, y por esto tenía que buscar comunicaciones con la red oscura donde pudiera conseguir motos de repuesto y reparar sus unidades dañadas. Esto le había traído a Garnia, en Missouri, una ciudad pequeña y económicamente deprimida en las llanuras, que se estaba convirtiendo en una nueva y bulliciosa comunidad de la red oscura. Fundada por una facción logística (una signataria de la Orden de Merritt, nada menos), allí podrían atender a sus pecaríes, proporcionar baterías de combustible, sustituir los receptores inalámbricos, y todo lo demás. Además, aquí también estaría seguro sabiendo que no lo denunciarían a la policía, porque, como en todas las comunidades de la red oscura, los policías que hubiera serían amigos miembros de la red.

A pesar de su puntación de media estrella Loki sabía que nadie lo cuestionaría. Era el líder de una facción de infraestructura de defensa, un trabajo desagradable que frecuentemente lo llevaba a requisar los recursos locales de la red oscura en defensa del conjunto de la red. Todo el mundo sabía que tenía que pasar frecuentes escaneos fMRI para demostrarle al daemon que sus acciones eran legítimas, dirigidas a la defensa de las partes que constituían el daemon. Así que las opiniones de los compañeros operativos de la red oscura le importaban muy poco. El daemon era todo lo que importaba.

Otro hecho que obligaba a otros operativos a ayudarle era el nivel de red mostrado en su globo de texto. Él era un Hechicero de nivel 56, y el operativo más poderoso de Norteamérica, posiblemente del mundo. Era difícil saberlo, en realidad, ya que los operativos por encima del nivel 50 podían emplear poder para enmascararse. Pero él quería que todo el mundo viera el suyo.

Mientras introducía su enorme camión y su tráiler por la calle mayor del pueblo dormido (si semejante colección dispersa de una docena de casas podía ser llamada un pueblo), se maravilló de lo que alguna gente aceptaba como forma de vida. El centro de la población consistía en una sola tienda-bazar, una gasolinera sacudida por el viento, y una tienda de recambios de automóviles de mala muerte. Loki sabía que las grandes franquicias situadas a cincuenta kilómetros en la interestatal habían acabado con la mayoría de los negocios locales. Imaginaba que la tienda de recambios sobrevivía principalmente porque no podías llegar a las grandes franquicias si tenías el coche estropeado. Con el precio del combustible subiendo cada vez más, esa dinámica cambiaría pronto, igual que la importación de componentes baratos de China.

Más allá del viejo centro comercial de Garnia florecían nuevos negocios, e irónicamente gran parte de esa vida parecía brotar de los mismos contenedores que habían ayudado a destruir la economía local en primer lugar. Las cajas multicolores de metal corrugado ensuciaban el paisaje, y de camino al extrarradio de la población, pudo ver a los operarios de la red oscura cargando con vigas de aluminio y de madera, y a equipos de construcción que las utilizaban. También vio el destello de los soldadores que asomaba de varios talleres móviles. Loki ya lo había visto antes. Los líderes de las facciones locales sin duda habían exprimido sus recursos para conseguir un equipo de construcción a través de la red. Tendrían que devolverlo al fondo común de ésta cuando terminaran, pero había cientos de operarios en los campos construyendo casas, negocios, y levantando granjas que sirvieran como centro de un nuevo holón. Intentar recolonizar Estados Unidos con algo que no tuviera un treinta por ciento de intereses y cuarenta y cinco minutos de distancia al trabajo.

Loki tan sólo los observó mientras seguía conduciendo. Vivir en un lugar semejante era su idea del Infierno. Esperaba que siempre hubiera enemigos como el Comandante que acechar, pues temía el día en que tuviera que dejar la caza y asentarse para formar parte de verdad de la infraestructura del daemon. Defenderlo era mucho más de su gusto.

Como esperaba, los diversos operativos de nivel bajo a medio que fue encontrando por el camino no lo saludaron, a él, al hechicero más poderoso que hubieran visto en sus vidas. Su reputación en la red oscura le precedía. Él era un hechicero con media estrella de puntuación, lo que significaba que todo el que lo hubiera tratado alguna vez sabía que carecía de casi todas las cualidades sociales que pudieran redimirlo. Un hechicero que viajaba con un séquito personal de veinte pecaríes y ningún humano, cuando recurrir a un solo pecarí durante un periodo limitado de tiempo era una empresa de alto calado para cualquier operativo de nivel medio. Tampoco parecieron apreciar su exagerado vehículo. Con todo, podían irse al carajo con sus puntuaciones de cuatro y cinco estrellas. Loki estaba haciendo el trabajo sucio para la red, y ellos deberían estar agradecidos de que existiera gente como él. Se alegraba de vivir entre sus máquinas y sus bots de la red. No necesitaba la compañía de los hombres. La humanidad siempre había sido una decepción.

Pero sí necesitaba su trabajo. Y eso era lo que había venido a buscar a Garnia. Hizo un gesto con la mano enguantada y desvió a algunos de los fabricantes y mecánicos de sus trabajos de prioridad dos y tres para que se encargaran de su trabajo de prioridad uno: reparar los depósitos de las cuchillas de tres pecaríes, y sustituir las hojas que faltaban y que había dejado clavadas en la espalda de un coronel mercenario en Oklahoma, un ghanés. El tipo se alojaba en un Holiday Inn, obviamente esperando algo. Había fuerzas en movimiento, y eso significa que la red estaba amenazada. A Loki no le importaba que estos lugareños estuvieran construyendo el equivalente del siglo veintiuno de una hacienda. Él reclamaba el derecho de una facción de infraestructura de defensa, el derecho de un lord a dar órdenes por el bien común. No necesitaba ser simpático.

Aparcó en un terreno de grava tras la gasolinera, y allí, cerca de la entrada de un puñado de talleres de montaje de contenedores, pudo ver a varios operativos de la red oscura mirando con expresión de sorpresa lo que alguien podía extraer de la red oscura. El tinglado de Loki se veía tan grande que era como si hubiera aparcado el autobús de una estrella del pop. Abrió la puerta de la cabina y saltó el metro que lo separaba del suelo: sus botas de suela de acero resonaron contra las piedras. Llevaba vaqueros y una camiseta de carreras numerada, debajo de la cual, como siempre, portaba el chaleco reactivo que lo mantenía en contacto continuo con el mundo de la red, además de sus titilantes lentes de contacto electrónicas, que le permitían ver en el Espacio-D sin necesidad de llevar gafas: diez mil créditos de la red oscura. Había merecido la pena. Deseaba que llegara el día en que pudiera hacerse implantar sensores quirúrgicamente. El nuevo circuito tatuado disponible parecía interesante, pero no proporcionaba la cobertura en toda la piel de un chaleco reactivo.

Se puso una gorra de carreras en la cabeza y echó a andar junto al tráiler. Podía sentir los mensajes que le llegaban desde su establo de pecaríes. Eran como incansables garañones de guerra, y mantenía un contacto constante con ellos. Era su familia. Los únicos amigos que quería tener cerca. Sentía afecto por sus leales bestias mecánicas.

Podría haber llamado a más pecaríes y enviado éstos de vuelta al depósito público, pero se había aficionado a estas máquinas concretas. Era una forma de animismo que no podía conciliar del todo con su parte lógica. Había examinado el código fuente de estas máquinas y sabía que sólo eran autómatas. Pero el humano que había en él quería que fueran más, y seguía leyendo entre líneas de su código fuente.

Loki «sintió» a un Fabricador de nivel 18 llamado Sledge, líder de la facción Advitam, que se acercaba. Y también había observado gran cantidad de tráfico de mensajes sobre la llegada de su camión. Estaban hablando de él.

—Buenas tardes, Loki. Es un carro de batalla infernal lo que traes.

Loki apenas alzó la cabeza.

—Traigo pecaríes dañados.

—Sí, recibimos el mensaje. Es bueno verte por la zona. Hay bandas actuando por aquí, quemando casas y dando palizas a la gente de la red oscura.

Loki se quedó mirando al tipo. Era joven, de unos veintitantos años.

—¿Por qué demonios quieres iniciar una comunidad de la red oscura en este lugar?

Sledge se encogió de hombros.

—Crecí por aquí. Me gustará vivir de nuevo cerca de mis padres. Antes de todo esto estuve trabajando en Indianápolis. Lo mismo le pasa a muchos de los otros.

Loki no dijo nada, pero siguió mirando todo el trabajo que se estaba realizando en la ciudad.

—Vas siguiendo la pista del Comandante, ¿verdad?

Loki se volvió hacia Sledge y entornó sus ojos madreperla.

—¿Ha estado por aquí?

Sledge tan sólo se echó a reír y negó con la cabeza.

—No. Demonios, si viéramos a ese hijo de puta, habríamos llamado a un grupo de intervención rápida para que lo hiciera pedazos. Me lo preguntaba porque sé que estabas allí cuando sucedió.

—Cuando sucedió ¿qué?

—Cuando el Comandante mató a Roy Merritt. —Sledge señaló la calle—. Si tienes una oportunidad antes de marcharte, mira nuestro monumento en Redstone Park.

Loki no apartó la mirada de Sledge.

—Ese día sucedió algo más.

—¿Qué?

—Destruí la fuerza de asalto Daemon.

Sledge pareció incómodo.

—No estoy seguro de que eso consiguiera lo que esperabas.

Loki se volvió y señaló con una mano enguantada. La puerta trasera del tráiler se abrió y el extremo de una rampa se deslizó y se apoyó sobre el suelo de grava. Hubo un rugido sordo dentro del tráiler y en unos instantes varios pecaríes, manchados de sangre seca, abollados y llenos de agujeros de bala, bajaron por ella.

Sledge captó la indirecta y gritó por encima del ruido.

—No tenemos repuestos, así que tendremos que fabricarlos. Te avisaremos cuando hayamos terminado.

—No veo ningún sitio donde comer por aquí.

—Todavía no somos una comunidad plena, pero hay sitios junto a la autopista.

—Entonces no sois realmente un holón, ¿no?

—Estamos trabajando en ello.

Loki miró a Sledge de arriba abajo y luego subió por la rampa del tráiler. Montó en su Ducati Streetfighter y se largó de allí.

Gilipollas.

Aceleró por la carretera comarcal, dirigiéndose al sur, hacia su conexión con la interestatal. Loki advirtió el parque al que debía referirse Sledge. Aunque era poca cosa (un islote verde con un sendero circular de baldosas, el asta de una bandera y una estatua), se detuvo de todas formas. La estatua representaba a un hombre, pero envuelto en llamas abrasadoras. No eran llamas cinceladas, sino ondulantes llamas anaranjadas que brotaban y se alzaban seis metros en el aire.

Tardó unos instantes en advertir que tenían que ser llamas en el Espacio-D. Hizo un gesto y desconectó sus lentes de contacto HUD y, en efecto, las llamas desaparecieron, dejando la estatua de piedra de tres metros de altura fría e inerte. Volvió a conectar su aparato HUD y las llamas regresaron. Salió de la carretera comarcal, entró en la hierba, y aparcó la moto junto a la base del monumento.

Las palabras «Roy Merritt» estaban talladas en el pedestal. Alzó la mirada y vio a Merritt apoyado en una rodilla, con un brazo sobre la pierna, la otra en el suelo, como si estuviera preparándose para levantarse tras un fuerte golpe.

Se inclinó bajo la sombra de la estatua para mirar a los ojos de aquella enorme cabeza. El ceño era decidido. La mandíbula, firme, mostrando su decisión de soportar lo que hiciera falta. Se parecía bastante al hombre que recordaba, pero que se había vuelto más grande que la vida desde su muerte. Ahora tenía literalmente una mandíbula cincelada, pero también la nariz romana de Roy, su cabello corto y, naturalmente, sus patillas. Aparecían como una pauta de textura que corría por su musculoso cuello y sus nervudos brazos. Su atuendo era el de combate, listo para la acción.

Granito sólido. Loki se maravilló de que éste fuera uno de los primeros monumentos públicos de esta nueva comunidad de la red oscura. Había visto cómo el culto a Merritt crecía firmemente cada mes que pasaba. Pensaba que el funeral podría haber sido el punto culminante de esta adoración al héroe, pero cada vez veía más grafitos en la vida real, y más facciones de la Orden de Merritt.

Roy Merritt había sido su enemigo, pero al contrario que el Comandante, fue un oponente digno: lleno de recursos, valiente y sincero. Loki sintió un retortijón de angustia al recordar cómo murió ante sus ojos. Lo llamaban el Hombre Ardiente porque había sobrevivido a la trampa mortal en que se había convertido la casa de Sobol, y lo hizo todo en vídeo. Un vídeo que desde entonces había sido visto por casi todo el mundo en la red oscura. Merritt había parecido invencible.

Pero era un hombre demasiado idealista para este mundo. No era de extrañar que su propio bando le hubiera disparado por la espalda.

Loki se preguntó cómo sería que te amaran y admiraran universalmente. Dio una vuelta más y miró aquella gran cara de piedra, envuelta en llamas del Espacio-D que lo quemaban para toda la eternidad, como si estuviera condenado. Era una extraña vanidad para el héroe angélico parecer torturado por llamas eternas. Tal vez por eso era mucho más poderoso como símbolo.

Advirtió que también había una imagen de vídeo en el Espacio-D justo debajo del nombre tallado en el pedestal. La gente del mundo real, naturalmente, no podía verlo, pero los operativos de la red oscura sí. Mostraba sólo una foto fija de Merritt en lo que parecía ser su fotografía de graduación en Quantico. Loki cliqueó la imagen, y una sucesión de fotografías y vídeos empezó a entonar música fúnebre. Pulsó el botón de SILENCIO, prefiriendo ver las imágenes sin la descarada manipulación psicológica.

Lo que siguió fue una presentación de varios minutos que al parecer había sido montada a partir de sitios de vídeos y fotos comerciales online. Loki podía imaginar a cientos de miles de personas escudriñando la red pública en busca de cualquier tipo de información sobre su héroe caído. Era posible que alguien incluso hubiera entrado en el ordenador de la familia Merritt. Fuera cual fuese la fuente, apareció una serie muy personal y conmovedora de imágenes.

Volvió a conectar el sonido.

Se oyó a Merritt animando a su hija desde el borde de una cancha de baloncesto, el orgullo todavía evidente en sus ojos. Su camiseta y el marcador tras ellos mostraban que los estaban arrasando. Fotos de él con su familia. La foto de un periódico: Merritt, herido, sacando en brazos a una mujer también herida de un banco rodeado por la policía.

Empezó a darse cuenta del poder del mito. Era el poder de la fe común. Sobol lo comprendía y, sin embargo, decidió convertirse en un demonio, y aquí, como si fuera parte del orden natural, un héroe mítico surgía en la red: muerto, pero más vivo que nunca.

En cambio él, posiblemente el operativo del daemon más poderoso del mundo, cada día que pasaba se sentía más pequeño y más aislado mientras la población de la red oscura crecía a su alrededor.

De repente se sintió verdaderamente solo.

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