France

France


Capítulo 5

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Capítulo 5

 

 

¿Cómo podía pasarle esto a él? Se lamentó Yrre mentalmente. ¿Tenía que ser ahora? Esta mujer iba a volverlo loco y él tenía que recuperar sus posesiones, no necesitaba esto, no lo necesitaba.

—¡Suéltame! —gritó France cuando aparecieron de nuevo en el claro.

—Tengo que hablar contigo.

Ella se zafó de su agarre.

—Pues habla.

Se cernió sobre ella.

—Si tenías dudas sobre mis intenciones, ¿por qué no me lo dijiste antes de acudir al consejo de tu clan?

—Porque quería ver cómo reaccionaban, pero, por lo visto, has sabido metértelos en el bolsillo.

—No he mentido, ¿o es que acaso tú y tus líderes no oléis los engaños?

Ella se envalentonó y se acercó a solo dos centímetros de su rostro. Atractivo y maravilloso rostro, por cierto.

—Puedes tener el poder de ocultarlo también, ¿nos tomas por estúpidos? ¿Lo has hecho? ¿Has mentido a los líderes de mi clan? ¿Me has mentido? —demandó furiosa.

Él sonrió lentamente.

—Nunca lo sabrás.

Ella, France, líder de su clan y una de las mujeres más poderosas de su linaje, acababa de mojar las bragas con semejante sonrisa.

—Entonces no confiaré en ti, arréglatelas como puedas —se las arregló para contestar.

Él fue rápido y puso la mano en su nuca, abarcando parte de su estilizado cuello y anulando sus poderes, había estado a punto de disolverse y dejarlo allí plantado.

—Pues no lo hagas —habló contra sus labios—. Pero mi gente necesita sobrevivir, los adultos puede que lo consigan, pero los niños no. Así que no se te ocurra darme la espalda, rubia.

Acto seguido atrapó sus labios y buscó su lengua. Eso era algo que nunca había hecho, siempre había besado a una mujer con su consentimiento, pero para su sorpresa ella gimió haciendo que su polla reaccionara dentro de sus pantalones de cuero.

Y France respondió a su fiero beso, su pequeña lengua lo buscó también y lo devoró, después le dio un magnífico mordisco en su labio inferior y tiró de él. Joder lo estaba poniendo a cien.

Cuando se separaron, la miró a los ojos, sin soltar su agarre.

—¿Sabes que puedo oler tu excitación?

—Eso es algo que nunca diría un caballero —dijo a la defensiva.

—¿Y qué te hace creer que yo lo sea?

Ella frunció el ceño.

—¡Suéltame! ¡Y no vuelvas a besarme sin mi permiso!

Volvió a sonreír, esta mujer le había sacado más sonrisas en tan solo unas horas que en toda su vida.

—Me disculpo, señora. No volverá a ocurrir. Aunque estoy completamente seguro de que la próxima vez será usted quien me busque a mí.

Pudo notar la decepción en ella, la misma que había notado cuando ese líder, Storm, le había dicho ante todo el consejo que la había olvidado. Todo esto también era nuevo para él, podía sentir la furia de esta mujer, la desconfianza, la excitación. Eso nunca le había pasado y se temía lo peor.

—Eso no va a pasar, engreído.

—De acuerdo, ahora te llevaré junto a los míos.

Si no se iban ya, terminaría tirándola al suelo y follándola sobre la nieve. Y eso, definitivamente, sería poco caballeroso.

 

***

 

France había estado con muchos machos y algunos humanos, aunque hacía años que no se acercaba a estos últimos, no aguantaban nada y eso la cabreaba. También había estado con mujeres, no se privaba de nada y le gustaba. Pero el beso que acabada de darle Yrre no se parecía en nada a lo que había probado hasta ahora. Era un beso posesivo, agresivo, primitivo…, y contenía tantas emociones que a duras penas había podido procesarlas. El mundo a su alrededor pareció desvanecerse. ¿Desde cuándo le pasaba eso a ella? Había sentido como si él la poseyera.

—Aquí es —anunció el hombre dejándola sobre una roca alta y cortando así sus cavilaciones.

—Estuve aquí no hace mucho —admitió.

—Lo sé.

—¿Me viste?

—Sí, estabas con tu loba. Y no, nunca nos hubieras descubierto.

Ella lo miró desafiante.

—Puedo decirte exactamente cuántas almas hay aquí.

—Lógico, acabo de levantar la protección.

Maldito macho arrogante. Era demasiado poderoso para su gusto.

—Touché.

Él emitió un silbido bajo y dos hombres salieron a su encuentro. La miraron de arriba abajo con curiosidad y después a su líder.

—¿Es seguro? —preguntó uno de ellos.

—Lo es —afirmó Yrre.

Uno de los hombres se parecía mucho a Yrre, pero era menos corpulento y algo más bajo, no mucho.

—Aart, ella es France líder de un clan. France, este es Aart, mi hermano —después señaló con la barbilla al otro—, y él es Fugol, uno de mis hombres.

Los dos abrieron los ojos con sorpresa.

—¿Una hembra? —preguntó Fugol.

—Así es —dijo ella a la defensiva.

—Lo siento, no esperaba…

—Ya veo —le cortó.

—¿No buscabas a Neoh? —inquirió Aart contrariado.

—Y lo he encontrado. En Alaska gobiernan cuatro clanes que se han unido.

—Entiendo. Bienvenida a nuestro refugio, France.

—Espero no haberte incomodado.

La disculpa de Fugol parecía sincera.

—No hay problema, he venido a conocer a la gente de Yrre, y a ayudar.

Fugol soltó el aire.

—Los pequeños necesitan comer algo caliente, no podíamos hacer fuego… como comprenderás…

—Os hubiéramos descubierto —terminó por él.

—Sí.

—Bien, vayamos al campamento —propuso Yrre.

Su hermano sonrió.

—Sí, vayamos, a ver si logras calmar a Wica. Te ha estado buscando.

France frunció el ceño, ¿Wica? ¿Acaso el líder tenía compañera y acababa de besarla? No es que le importara que el hombre la tuviera, pero no estaba dispuesta a compartir, cuando tenía un juguete, era suyo y de nadie más.

Detrás de unas grandes rocas nevadas vio un asentamiento pequeño, niños corrían de un lado a otro y algunas mujeres estaban limpiando pescado, truchas del río que supuso que se comían crudas. Aunque vestían con ropas modernas, estas se hallaban en un estado lamentable, sus rostros cansados mostraban sin pretenderlo los días que llevaban allí. Una inmensa tristeza rodeaba el lugar, a pesar de los gritos alegres de los niños. Varios lobos merodeaban alrededor, eran los animales vinculados a los machos.

Una chica delgada y alta, aunque no tanto como ella, se acercó mirando directamente a Yrre. Llevaba unos pantalones ajustados de cuero de color marrón y camisa negra escotada debajo de su abrigo también negro sin abotonar. Tenía la piel del color del ébano y unos grandes ojos verdes. Su melena llena de pequeñas trenzas le llegaba más allá de la cintura. Era una criatura preciosa. Pero tenía un defecto; era humana.

Arrugó la nariz. A pesar de tener a sus amigas humanas, las mujeres de los hermanos y de Storm, no quería a ninguna a su alrededor, ni macho ni hembra.

—Yrre, por fin has regresado.

Se acercó a su líder y apoyó las manos en su pecho haciendo que él se detuviera. Sus manos la sostuvieron por la cintura y la humana soltó un gritito cuando la levantó para besar sus labios.

France entrecerró los ojos.

—Sí, Wica. Ya estoy de vuelta. ¿Cómo te ha ido? —El tono cariñoso de Yrre la estaba cabreando sobremanera.

—Te echaba de menos —dijo ella con voz melosa.

—Pues ya estoy aquí. Y pronto dormirás bajo techo, tú y todos.

Ella sonrió dulcemente, giró la cabeza y la miró.

—¿Quién es?

—Soy France, tu salvadora —soltó a bocajarro, y continuó caminando hacia las hembras que estaban sentadas alrededor de un tronco cortado como si se tratara de una mesa.

«France, cueva de las termas, hemos decidido que estén un poco apartados de nuestras familias», dijo la voz de Storm en su mente. «De acuerdo», contestó de la misma manera.

Al haber intimado con él, podían hablar mentalmente. Algo que le habría molestado en otras circunstancias, pero no ahora. Oír una voz familiar la estaba calmando.

Yrre encontró la manera de soltar a la chica sin follársela allí mismo, o eso le pareció a France, y se acercó para hacer las presentaciones.

Así supo que había varias parejas, un par de guerreros más sin compañera y un anciano que no dejó de observarla con un brillo en los ojos que la hizo desconfiar. El otro anciano se limitó a sonreír.

—Podéis recoger vuestras cosas, os mostraré vuestro nuevo hogar —anunció a modo de saludo.

Supo que había sido un tanto brusca, pero el teatro de Yrre y Wica la había llevado al límite. Le gustaba ese hombre, pero para su consternación, él no parecía demasiado interesado en ella. Y lo que más la estaba agotando mentalmente es que ella siempre conseguía lo que quería y este no iba a ser el caso.

—Os esperaré en el río —dijo alejándose de allí.

Llamó mentalmente a Hela, su loba. Se sentía extraña; estaba apagada, y eso no era propio de ella.

—Yo recogeré tus pertenencias, líder.

La voz empalagosa de Wica llegó hasta sus oídos e hizo rodar los ojos.

Bajó una pequeña cuesta y se sentó en una roca en el mismo momento en el que Hela emergía del bosque a su derecha.

—Hela, has sido rápida. Estabas cerca, eh.

Acarició a la loba entre las orejas y el animal se sentó a su lado.

—¿Por qué tienes una loba?

Dio un respingo ante la voz de Yrre.

—¡Deja de hacer eso! —gritó cabreada.

—¿El qué? —preguntó divertido.

—Ocultarte de mí. Nunca te oigo o te huelo.

—De eso se trata, soy un guerrero, nadie debería notar mi presencia.

Ella bufó.

—Que yo sepa, ahora no estás en ningún campo de batalla.

Se sentó a su lado y se encogió de hombros.

—La costumbre.

—¿Por qué tienes una loba? ¿Existe una vinculación?

—Eso es algo que no necesitas saber.

—Bien, solo era curiosidad.

—No estamos vinculadas, pero la quiero y la convertí en inmortal. —Ni ella misma sabía por qué estaba dándole una explicación.

—No sabía que se podía hacer eso.

Lo miró de reojo, se veía enorme sentado a su lado.

—¿Cómo lo lleva tu gente? —preguntó cerrando así el tema.

—Tardarán un poco, no quiero que dejen ningún rastro. No me gustaría atraer a nadie a vuestras tierras.

—Muy considerado por tu parte. —Se levantó y lo miró desde arriba—. Id espabilando, mi tiempo es oro.

—¿Y puedo saber con quién lo compartes?

—No.

Yrre echo su melena hacia atrás en un movimiento tan masculino que notó el calor en el vértice de sus piernas.

—Cuéntame el porqué de la unión de los clanes en Alaska.

—¿Sabes a qué nos dedicamos aquí para ganarnos la vida?

Él levantó una ceja.

—Es bastante obvio, he visto los pozos petrolíferos.

—Exacto. Otros clanes que estaban asentados aquí se volvieron avariciosos y atacaron a los nuestros. En su mayoría murieron ancianos y niños, pero también muchas hembras, demasiadas.

Él abrió los ojos con la sorpresa.

—Lo siento, cuesta creer que los de tu propio linaje hagan algo así… aunque lo estoy viviendo en la actualidad. —Su voz sonó triste.

—No lo hicieron solos, se unieron muchos humanos, esa raza de inútiles.

—Parece que no te caen demasiado bien pero, como ocurre en nuestra raza, hay humanos respetables. Conozco algunos en los que confío plenamente.

—Ya, ¿y por eso te estás tirando a esa humana?

Yrre se levantó en toda su envergadura y se agachó hasta quedar a su altura.

—Las cosas que haga con mi polla son asunto mío, France. ¿Qué hay de ti y ese líder?

—¿Qué líder?

—Storm.

—Ah, ese líder. No te incumbe, aun así, te diré que tuvimos una historia.

—Lo he notado.

—¿Y?

«¡Que eres mi compañera, joder!», le hubiera gustado gritar, pero se lo guardó, de la misma manera que le estaba poniendo una barrera para que ella no notara las señales inequívocas que le dirían claramente que él era su compañero de vida. Entre sus muchos dones podía tratar de mantenerse alejado. Tenía que resolver algunos asuntos más importantes.

—Vamos, ya habrán terminado.

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